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Estefania Molina

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El problema de PP, Cs y Vox con la pluralidad de España

La derecha muestra dificultades para entender la pluralidad territorial de España y muestra de eso es que el PP meta con calzador a Ciudadanos en las elecciones en el País Vasco

Foto: Banderas de las comunidades autónomas a las puertas del Senado. (EFE)
Banderas de las comunidades autónomas a las puertas del Senado. (EFE)

La derecha española muestra ciertas dificultades para entender la pluralidad territorial de España y prueba de ello es la batalla del PP nacional por meter con calzador a Ciudadanos en la coalición para las elecciones del País Vasco. La formación naranja no cuenta con representación alguna en Euskadi, tras haberse opuesto con vehemencia al foralismo vasco antes de 2015. Eso es solo la anécdota del estado presente de la derecha estatal, en una mezcla entre centralismo y nacionalismo español, tras el auge de Cs y Vox.

Pasa que el PP se ha visto influido en los últimos años por esas tensiones, hasta verse desvanecido aquel halo ruralista que caracterizó al primer partido de la derecha. La prueba es la llegada de Pablo Casado a la dirección nacional. Es decir, su primer líder criado en las faldas del PP de Madrid —a diferencia de Mariano Rajoy y José María Aznar— con una consiguiente visión madridcéntrica de España, propia de la capitalidad del Estado, asimilando los rasgos del PP madrileño al partido nacional y más alejado del día a día del resto del territorio.

De hecho, me preguntó la portavoz Cayetana Álvarez de Toledo, en una entrevista con Juan Ramón Lucas el pasado martes en 'La Brújula', si consideraba a Aznar "centralista". Mi respuesta fue que no. No, al menos, en el sentido pragmático del término. No, vistos los tiempos que corren hoy. Pues con resignación o sin ella, Aznar hasta planteó la entrada de ministros de CiU, algo que Jordi Pujol no quiso, y cedió al PNV y CiU competencias, asumiendo de fondo la necesidad de esos nacionalismos para la gobernabilidad de España.

Casado no fue la causa, sino el síntoma, del giro territorial en las aguas de la derecha. Albert Rivera colocó en el imaginario colectivo la idea del "nacionalista malo" y "chantajista", tras el estallido del 'procés' y el giro independentista de CiU. Luego emergió Vox, con una reivindicación del orgullo español, es decir, un discurso nacionalista, que a menudo ha dejado pocos matices a otros sentires. Iván Espinosa de los Monteros llamó "nacionalista" esta semana a Alberto Núñez Feijóo.

Curiosamente, esa es la piedra molesta en el zapato del PP y de la derecha actual. Es decir, que los buenos resultados de PP gallego son en gran parte por esa suerte de discurso 'galleguista' con tintes regionalistas de Feijóo. Un espacio político que reivindica como propio, tomando una forma ruralista que intenta acoplar los postulados del PP a la idiosincrasia de la región. Un buen ejemplo de por qué una formación centralista y uniformista como Cs no tiene allí escaños. Y el motivo de por qué Vox, si obtiene representación, será tímida.

Foto: El Presidente de la Xunta de Galicia Alberto Núñez Feijóo. (EFE)

Ese mismo intríngulis colea en el País Vasco. La muestra es que Alfonso Alonso —en plena batalla con el PP nacional por las listas en Euskadi— causó estragos hace unos meses en Génova, al querer emprender un giro foralista, de "perfil propio". Es decir, una línea que parecía querer aproximarse al PNV. Todo ello, entre críticas de Álvarez de Toledo al PP vasco, acusándole de "tibieza" y de "contemporizar" con el nacionalismo. De fondo, el importante enfrentamiento entre María San Gil y Rajoy en 2008.

Asimismo, en el caso de Cataluña, quizás lo paradójico sea que Cs podría ser una marca regional de la derecha estatal. Es decir, que frente a la desaparición paulatina del PP catalán, la formación naranja ha tomado el relevo. Es más, algunas voces de Ciudadanos habían llegado a resaltar en privado los errores de discurso de los populares, considerando que hablaban con una visión muy desajustada del conflicto. El éxito de Inés Arrimadas llegó, entre otras cosas, tras aparcar la crítica feroz de Rivera a la cuestión lingüística.

placeholder La portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Inés Arrimadas. (EFE)
La portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Inés Arrimadas. (EFE)

Lo mismo con Navarra Suma. Esta candidatura tuvo éxito donde PP y Cs concurren con UPN —es decir, la derecha regionalista navarra—. Extendiéndolo al resto del territorio, resulta que el Casado que competía con Vox el pasado 28-A sacó peores resultados que sus barones territoriales. Es decir, que en las elecciones autonómicas y municipales del 26-M los líderes regionales del PP arrinconaron a Cs y Vox, tras tomar el timón y hacer valer sus rasgos propios y más moderados frente a Génova.

Pues el discurso de la derecha hoy es en términos de una lucha entre "nacionalistas" y "constitucionalistas". La pregunta es si esa retórica no es excluyente allí donde, sin haber un sentir nacionalista, sí existe un sentimiento regional. De hecho, nunca hubo un Congreso con más partidos regionales, algo que levanta ampollas. "Durante años muchos políticos se han dedicado a hacer el paleto, a crear identidades donde no las había, a hablar de ser más leoneses, más navarros, baleares, de ser más catalanes", dijo Isabel Díaz Ayuso esta semana.

PP, Cs y Vox, ciegos ante la pluralidad territorial de España.

La derecha española muestra ciertas dificultades para entender la pluralidad territorial de España y prueba de ello es la batalla del PP nacional por meter con calzador a Ciudadanos en la coalición para las elecciones del País Vasco. La formación naranja no cuenta con representación alguna en Euskadi, tras haberse opuesto con vehemencia al foralismo vasco antes de 2015. Eso es solo la anécdota del estado presente de la derecha estatal, en una mezcla entre centralismo y nacionalismo español, tras el auge de Cs y Vox.

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