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Estefania Molina

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Sánchez, Casado, ¿y la concentración nacional?

Esta crisis ha reabierto una ventana a otra forma de hacer política, en esa mano que Casado tendió al presidente del Gobierno el martes. Una oportunidad para el PP de sobresalir

Foto: Pablo Casado interpela a Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE)
Pablo Casado interpela a Pedro Sánchez en el Congreso. (EFE)

Una pregunta recorría esta semana la política española, como un alarido en medio del caos, mientras el Estado movilizaba un poderío poco visto antes —Sistema Nacional de Salud, Guardia Civil, Policía, Ejército, ayuntamientos, comunidades…— mediante el estado de alarma para hacer frente al Covid-19. ¿Debió el Partido Popular haber apoyado la investidura de Pedro Sánchez, evitando un Gobierno tensionado por las discrepancias económicas con Podemos, y atenazado por Quim Torra despotricando en la BBC?

La hipótesis sería casi una fantasía. Un "sesgo de retrospectiva", como decía esta semana Sánchez, que solo ignoraría los errores de previsión cometidos en España para gestionar el avance del Covid-19 y disculparía el comportamiento de algunos socios del presidente.

Sin embargo, esta crisis sí ha reabierto una ventana a otra forma de hacer política, en esa mano que Casado tendió al presidente del Gobierno el martes. Una oportunidad para el PP de arrimar el hombro y sobresalir como partido de Estado, ante un escenario de emergencia nacional con la economía al borde de una posible quiebra severa. Una oportunidad para enmendar el vacío que Casado dejó en septiembre, cuando prácticamente se escondía para que no le endosaran el apoyo al PSOE, ante el miedo a Vox.

Y es que en adelante, habrá cambios en el tablero político. Tras esta crisis, volverán a cotizar al alza aquellos partidos que puedan sacar a los ciudadanos del atolladero en tiempos oscuros. Adiós al adanismo, al ventajismo. Adiós a la idea de que una crisis la puede gestionar cualquiera. Lo dirán los ciudadanos.

Primero, porque se evidencian ya las faltas de un partido sin experiencia, como Podemos, a la hora de afrontar semejante 'crack' sanitario. Apartado del primer comité de crisis, monopolizado por el PSOE, Iglesias salió el jueves al atril de Moncloa a lanzar un mensaje más en clave de consigna política que operativa. Que seguiría actuando como dique de contención a la austeridad, obviando que se aboca a gestionar un valle económico para trabajadores y empresas. El fantasma de Zapatero en 2008, que tanto miedo da a la coalición de izquierda.

Aunque la experiencia será también la expiación del PP. Tras lo ocurrido estos días de crisis, hoy cuesta más imaginar a Vox frente a un 155 en Cataluña. Un partido que pese a ser durísimo contra el independentismo, y contar con algún abogado del Estado entre sus filas, nunca ha gestionado la administración estatal. El mismo 155, que se sirvió del Gobierno tecnocrático de Rajoy para formatearlo en todos sus recovecos.

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)

Pero frente a eso, el PP no se hubo de imaginar nada. Casado encontró en la providencia de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida una eficacia y lealtad desconocidas, que devolvió al PP su aval de gestión. Un liderazgo regional del que a menudo ha carecido el propio líder de los populares. Y no por haber cerrado filas con Moncloa —como también hacen Vox y Ciudadanos— a la espera de que llegue el momento de la rendición de cuentas al Gobierno, sino un liderazgo perdido por los tumbos que ha dado el PP en la batalla frente a Abascal.

Pero con el cambio en el tablero político tras la crisis del Covid-19, llegará el momento de Casado para romper con los frentes: la reconstrucción de la economía golpeada, la salida del cráter social creado por el coronavirus. Hoy, el PP debería ser más consciente que nunca de que permitir el desasosiego social no jugará a favor de sus intereses, ni de los ciudadanos, ni de las autonomías que gobierna. Vox puede abrirse como la fuerza de choque que capitalice altas cotas de malestar sistémico, como en su día hiciera Podemos.

Foto: Fotografía facilitada por Moncloa del ministro de Sanidad, Salvador Illa (i), y del vicepresidente de Asuntos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias (d), durante la rueda de prensa de este jueves.

Pasa que el ventajismo dejará de ser un catalizador de voto en tiempos de emergencia. Sirva un ejemplo. En 2017, el PSOE se despegó de Podemos cuando Rajoy necesitó a los socialistas para aplicar el 155. La formación morada dio la espalda a la medida y la llevó al Tribunal Constitucional, dejando a los socialistas junto a los populares. Pero la emergencia nacional era tal, que colocó de golpe al PSOE del lado de la institucionalidad, devolviéndole su credibilidad para gestionar lo territorial y el Estado.

Y el mismo efecto puede experimentar el líder de los populares. Quizás no haya un gobierno de concentración PP-PSOE en el horizonte, porque Sánchez no asumirá el coste de sacar a Podemos del gobierno, ante el grave riesgo que ello entraña políticamente a la izquierda. De lo que se trata, es que Casado demuestre que puede aguantar un país y al PSOE si los tiempos se ponen feos: no dejando que se hunda, para recogerlo luego, sino sosteniéndolo desde el primer minuto.

Una pregunta recorría esta semana la política española, como un alarido en medio del caos, mientras el Estado movilizaba un poderío poco visto antes —Sistema Nacional de Salud, Guardia Civil, Policía, Ejército, ayuntamientos, comunidades…— mediante el estado de alarma para hacer frente al Covid-19. ¿Debió el Partido Popular haber apoyado la investidura de Pedro Sánchez, evitando un Gobierno tensionado por las discrepancias económicas con Podemos, y atenazado por Quim Torra despotricando en la BBC?

Pedro Sánchez Quim Torra