Con V de voto
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Casado debe hacer una contraoferta a Sánchez: la Gran Coalición
El enfoque que implican los pactos de la Moncloa no es el adecuado si se quiere ganar el apoyo de un Pablo Casado reticente
La idea de unos nuevos Pactos de la Moncloa no cayó nada bien en el Congreso de los Diputados este jueves: Pedro Sánchez salió de allí con un tímido sí de Ciudadanos para la reconstrucción y sin ningún otro apoyo que el de su socio de Gobierno, Podemos. Pero la propuesta no solo cayó mal porque el debate derivó en un careo entre el PSOE y el Partido Popular en múltiples ocasiones, sino porque el enfoque que implican los pactos de la Moncloa no es el adecuado si se quiere ganar el apoyo de un Pablo Casado reticente.
En primer lugar, pasa que esa evocación a los acuerdos de la Transición parece elegida expresamente para hacer condición indispensable la presencia de Podemos, como en su época fue la del Partido Comunista. Eso, aunque Pablo Iglesias criticaba hasta hace dos días el "Régimen del 78" y Santiago Carrillo no estaba en el Gobierno.
Ahora bien, la condición de que Podemos tenga un papel principal no solo existe porque sea parte evidente del Ejecutivo de coalición. Esa condición tiene sentido también porque que Iglesias estuviera en la oposición en estos momentos sería un problema mayor para Sánchez. Y, a la postre, la condición existe porque la otra alternativa para el presidente pasaría irremediablemente por forjar la Gran Coalición (de PP, PSOE, con o sin Ciudadanos).
Sin embargo, dicha entente parece difícil de asumir para el líder socialista, que ha construido su trayectoria política sobre el 'no es no' a Rajoy y al PP, y que teme reeditar los errores de Zapatero, mientras desea salir de la crisis con fórmulas más sociales que las de 2008. Aunque por aclarar: nadie dice que la formación morada deba ser excluida de unos pactos transversales. Pero la exigencia de que Iglesias ocupe un papel principal constituye ya una barrera casi infranqueable para un Pablo Casado, que teme las políticas moradas, mientras vive 'panicando' por el auge de Vox.
Y es que ya decía Tony Judt que la clave para la reconstrucción de Alemania Federal después de la segunda Guerra mundial fue la desconexión de la población respecto de la política, tras años de sufrimiento, polarización social y politización extrema. Si la población no está tensionada, no se toma la política como un partido de futbol, y los partidos pueden hacer reformas estables que se salgan del juego político sin temor a la penalización en las urnas. Pero ese escenario no es el que vive España, por desgracia.
¿Qué condiciones está dispuesto a hacer Podemos para que quepa el PP en el pacto? Y viceversa
Dicho de otro modo: si el pacto fuera asumible por Iglesias, es muy probable que no lo fuera por Casado. Pues ¿qué condiciones está dispuesto a hacer Podemos para que quepa el PP en el pacto? Y viceversa. Solo vean los titulares sobre las propias fricciones que hay en el seno del Gobierno progresista ante cuestiones económicas: ingreso mínimo vital, alquileres, Calviño contra Iglesias...
Asimismo, ¿es para Inés Arrimadas asumible lo que pide la formación morada, a pesar de la nueva línea más conciliadora de Cs con el PSOE? Y más importante: ¿Quién garantiza al presidente Sánchez que Podemos no le dejará tirado saliendo del Gobierno, si vienen recortes?
Pasa que en la política, como en la vida, no siempre va de elegir el mejor escenario, sino entre el malo y el peor. España necesita unos pactos que nos permitan ser creíbles ante los mercados internacionales. España se enfrenta al vacío, al abismo, si nadie tiene sentido de Estado en esta partida.
Así las cosas, el panorama tampoco es reconfortante a la derecha, por cuanto PP y Vox actúan como un rodillo bifásico e indiscriminado contra el Gobierno. Quizás alguien cree que en unos años heredará los restos de la Moncloa, sin reparar en que heredarán los restos de la devastación social y económica del país que llevan en la pulsera.
Sin embargo, el PP no puede cerrarse al acuerdo, sin ofrecer absolutamente nada cambio. Menos, bajo un argumentario tan impropio para un partido de Estado, y que elude toda responsabilidad, como el de las "formas" de Lastra. Porque además, Casado encontrará un problema añadido en breve: sus comunidades autónomas necesitarán liquidez. Y quizás Sánchez encontrará refugio en ellas. Lo mismo que ocurrió a las autonomías del PSOE en 2016, año en que la gestora socialista se abstuvo para la investidura de Rajoy.
Sucede finalmente, que sería interesado creer que la situación de Alianza Popular respecto a Fuerza Nueva (1 escaño) es la del PP frente a Vox (52). La derecha está hoy ultrafragmentada y nadie es el jefe de filas más fuerte. Ahora bien, Casado debe liderar y hacer una contraoferta seria para poder tener algún margen de maniobra política, de negociación con Gobierno, de poner condiciones encima de la mesa y observar la respuesta del otro. Y esa oferta pasa ya por la Gran Coalición.
De lo contrario, el PP acabará arrollado por los hechos. Si ahora denuncian que Sánchez pretende mutualizar las consecuencias económico-sociales del Covid-19 con los Pactos de la Moncloa, los populares bien podrán acabar siendo directamente los primeros señalados como corresponsables cuando llegue la crisis económica.
Pues a la postre, refugiarse en Podemos o Vox, respectivamente, solo esconde algo: que el bipartidismo está más vivo que nunca.
La idea de unos nuevos Pactos de la Moncloa no cayó nada bien en el Congreso de los Diputados este jueves: Pedro Sánchez salió de allí con un tímido sí de Ciudadanos para la reconstrucción y sin ningún otro apoyo que el de su socio de Gobierno, Podemos. Pero la propuesta no solo cayó mal porque el debate derivó en un careo entre el PSOE y el Partido Popular en múltiples ocasiones, sino porque el enfoque que implican los pactos de la Moncloa no es el adecuado si se quiere ganar el apoyo de un Pablo Casado reticente.