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Con V de voto
Por
Carles Puigdemont y las maniobras para tumbar a ERC
La posición díscola es encarnada ahora por Junts per Catalunya, con un Carles Puigdemont que tiene algunos cartuchos en la recámara para intentar desbancar a Esquerra
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Esquerra Republicana acaricia ya el sueño de alzarse con la presidencia de la Generalitat, al albur de las encuestas y de la posición preeminente de su vicepresidente Pere Aragonès, que desde esta semana asume el mando en funciones del Govern tras la inhabilitación de Quim Torra. Quién lo habría previsto hace una década, cuando los republicanos eran un partido minoritario, los 'radicales' del tablero catalán, frente a la 'moderada' CiU. La posición díscola, si bien, es encarnada ahora por Junts per Catalunya, con un Carles Puigdemont que tiene algunos cartuchos en la recámara para intentar desbancar a ERC, pese a su aparente letargo desde Waterloo.
En primer lugar, JxCAT maniobra por imponer su relato de que las próximas elecciones catalanas —que prevén para el 14 de febrero de 2021— han de ser vistas como unas "plebiscitarias". Es decir, un plebiscito que ratifique el resultado del referéndum ilegal del 1-O. Podría parecer un ardid más, la rueda de 2015. Pero en realidad, la maniobra empujaría al electorado independentista a tomar partido entre quienes defienden las esencias del 'procés' y quienes no. Es decir, entre el frentismo de Junts, o el posibilismo de ERC. De ese modo, la estrategia no es inocente, por cuanto busca reventar la apuesta de Oriol Junqueras por venderse como la fuerza útil del independentismo en Madrid.
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De hecho, no hay que subestimar esos marcos mentales por el carácter simbólico tan profundo que suponen para el imaginario del 'procés'. Por ejemplo, en las elecciones del 21 de diciembre de 2017 Puigdemont se presentó a los comicios bajo la consigna de recuperar el "Govern legítimo", tras la aplicación del artículo 155 en Cataluña por parte de Mariano Rajoy. Contra todas las encuestas, la estrategia legitimista permitió a JxCAT superar a ERC en los comicios, evidenciando que la idea del "presidente legítimo" resultó irrefutable incluso para muchos votantes potenciales de Oriol Junqueras.
En segundo lugar, regresa el clásico relato del martirologio a las filas de Junts. La diputada en el Congreso, Laura Borràs, se perfila como posible candidata para las elecciones, mientras que Puigdemont podría liderar la lista de forma simbólica. No obstante, Borràs está investigada por el Tribunal Supremo y, de hecho, el propio Congreso votó hace unas semanas retirarle el aforamiento. Así pues, la consigna de la "persecución política" de un "tribunal español", tan común en el independentismo, seguirá presente, como en el caso de Torra o el juicio al 1-O.
Pese a ello, hay una idea llamativa que por el momento no ha calado en el debate público del 'procés', aunque parecía lo esperable. Es la de una presunta 'usurpación' por parte de Aragonès de la dirección de la Generalitat, al acatar la inhabilitación del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Se creía que desde el sector de Junts podrían haber usado esa arma arrojadiza contra el número dos de los republicanos. Pero no habría sido así porque Torra dejó su sucesión acordada con ERC antes de su salida.
La consigna de la "persecución política" de un "tribunal español", seguirá presente, como en el caso de Torra o el juicio al 1-O
Precisamente, el reto principal de Aragonès como 'president' en funciones es llegar a las elecciones catalanas sin que nada ni nadie agravie demasiado su imagen, o la de ERC. Eso, y dotar de mayor carisma su perfil tecnócrata, percibido como más gris y menos activista que el de Puigdemont o Torra.
Para mantener el tono, el 'president' en funciones necesita que las relaciones con Moncloa sean un éxito, en primer lugar. Los acercamientos de Pedro Sánchez con Ciudadanos empezaban a erosionar a su partido y parecía que por momentos al PSOE le había dejado de interesar hacerle la campaña electoral a Junqueras, mediante la mesa de diálogo, como escribí hace unos meses. Esto es, la idea de que a Sánchez le convendría más que ganara ERC los comicios en Cataluña, que Puigdemont. Pasa que la victoria republicana sería la opción estratégica para que la Generalitat pusiera fin a la afrenta procesista de los últimos años, si se asume que las fuerzas 'constitucionalistas' no lograron sumar para gobernar ni siquiera en 2017 tras el 155.
Torra dejó su sucesión acordada con ERC antes de su salida
Así las cosas, la nueva coyuntura parece buena para ERC, con un Sánchez que se muestra ahora interesado en retomar la mayoría llamada "Frankenstein" para los presupuestos. Ahora bien, la realidad es que muchos de los gestos —tramitación de indultos, reforma del delito de sedición, Monarquía...— que se atribuyen a Moncloa son en realidad cosméticos, como expliqué la semana anterior. A fin de cuentas, el plan de Sánchez parece más lograr la aprobación de las cuentas del Estado prácticamente a coste cero, a lo sumo, con algún otro gesto.
Pese a ello, el escenario que más podría erosionar la candidatura de Aragonès sería un nuevo estallido en las calles de Cataluña, al estilo de los altercados de Urquinaona del otoño anterior. Es decir, cualquier algarada callejera que diese oxigeno al independentismo irredento, y que eso moviera el voto hacia la CUP o hacia la candidatura populista que pergeña el nuevo Junts.
Ahora bien, por vez primera en muchos años, la peculiaridad de las elecciones catalanas que se avecinan es que no van acompañadas de un pulso fuerte de movilización en las calles. No es de esperar un otoño caliente porque el independentismo civil no ve una hoja de ruta clara, asumido que sus líderes no tienen más pantallas creíbles de ruptura que ofrecer. Eso no quiere decir que el músculo del 'procés' vaya a pinchar en escaños. Lo que implica es que los golpes de efecto de último minuto han dejado de motivar a un votante que cada vez ve menos aliciente en manifestarse.
El escenario que más podría erosionar la candidatura de Aragonès sería un nuevo estallido en las calles de Cataluña
Ya sea por el coronavirus, o por el sentimiento de desafección, el hartazgo parece haberse reconvertido, o sumido, en el letargo. Y es ahí donde parece pinchar por el momento la línea legitimista del 1-O que quiere explotar Puigdemont.
Por ello, quizás el último truco que le quede a Junts sea recuperar al PDeCAT para la lista electoral, de modo que este ayude a comer parte del pastel a ERC por el flanco posibilista con un cierre de filas preelectoral. Eso y empujar a los republicanos del lado del PSC, azuzando la idea de que el PSC apoyaría una investidura de Aragonès. Los socialistas y el sector Junqueras lo niegan. Pero solo el escenario poselectoral dirá si esa idea era otra maniobra de Junts, o no.
Esquerra Republicana acaricia ya el sueño de alzarse con la presidencia de la Generalitat, al albur de las encuestas y de la posición preeminente de su vicepresidente Pere Aragonès, que desde esta semana asume el mando en funciones del Govern tras la inhabilitación de Quim Torra. Quién lo habría previsto hace una década, cuando los republicanos eran un partido minoritario, los 'radicales' del tablero catalán, frente a la 'moderada' CiU. La posición díscola, si bien, es encarnada ahora por Junts per Catalunya, con un Carles Puigdemont que tiene algunos cartuchos en la recámara para intentar desbancar a ERC, pese a su aparente letargo desde Waterloo.