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El volantazo de Pablo Casado para llegar a Moncloa
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Estefania Molina

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El volantazo de Pablo Casado para llegar a Moncloa

Que el líder del PP emulara la estrategia de Ayuso de dirigirse a las clases medias precarizadas –el camarero que tiene que pagar hoy su alquiler– podría resultar más seductor que la idea de diseñar un país a futuro

Foto: Pablo Casado. (EFE)
Pablo Casado. (EFE)

El Partido Popular ha pegado un evidente volantazo político en su estrategia nacional desde las pasadas elecciones del 4 de mayo, a lomos de la creencia de un presunto 'cambio de ciclo' en la política en España. Esto es, la idea que porque Isabel Díaz Ayuso haya arrasado en Madrid, nuestro país se ha teñido de azul de un plumazo. Eso no opera directamente así, sino que tiene que ver con la expectativa de refundación del centroderecha. Sin embargo, esta fortaleza se ve lastrada por la imposibilidad del PP y Vox de contar el favor de los partidos independentistas. Aunque en el corto plazo, Pablo Casado cuenta con otra serie de bazas.

En primer lugar, el giro político de Casado se aprecia ya con la crisis migratoria. La derecha es consciente que toda ofensiva patriótica debilita a la izquierda y ensalza un clima de opinión favorable a PP y Vox, por lo que ambas formaciones se lanzaron esta semana a criticar a Sánchez. De fondo, esta crisis en concreto pasará. Pero el giro se traduce ya en la recuperación por parte de los populares de la premisa que ya barajaron en el punto álgido de la pandemia. Es decir, la idea de que el gobierno caería en medio del desastre –algo que no ocurrió– y que salió mal al PP porque el papel conciliador de Ciudadanos fue clave para acusar a la derecha de deslealtad. Pero a dos años vista de los comicios, todo es distinto.

Y es que la primera mímesis de Casado con Isabel Díaz Ayuso es la recuperación del PP de raíz aznarista y desacomplejada confrontación con el Gobierno, incluso en temas de Estado. No hay más que recordar que justo antes de las elecciones a la Comunidad de Madrid volvía a saltar a los medios la posibilidad de que se cerrara un pacto para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Pero con la nueva línea de Génova 13, el PP mantiene sus condiciones para esa renovación, como que los jueces sean elegidos por el Parlamento o la judicatura. Es decir: sin ponérselo fácil al Ejecutivo en ningún flanco.

Sánchez empieza a tomar forma elitista y alejada: los fondos de la UE se repartirán en proyectos de trasformación de muy largo plazo

A todo ello se le suma la marcha de Pablo Iglesias del Gobierno. Empieza a hacerse cada vez más evidente que Iglesias era el parapeto en el que el presidente se refugiaba de las críticas mediáticas porque se convertía en un flanco fácil para la derecha, al par que un alivio para la izquierda partidaria del ala más socialista. En el caso de la crisis migratoria, por ejemplo, la marcha de Iglesias ha hecho evidente que el problema es de raíces más profundas que el mero posicionamiento del exlíder morado con respecto del conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario.

En cuarto lugar, la cuestión económica se ha convertido en un arma de doble filo para Moncloa. Como ya expliqué, la estrategia 2050 de Sánchez empieza a tomar forma elitista y alejada, ya que los fondos europeos se repartirán entre unas pocas grandes empresas para proyectos de trasformación de muy largo plazo. Pero en el corto, que Casado emulara la estrategia de Díaz Ayuso de dirigirse a las clases medias precarizadas –el camarero que tiene que pagar hoy su alquiler–podría resultar más seductor que la idea de diseñar un país a futuro. Todo ello, en un contexto de incertidumbre material como el del postpandemia, con varios ERTE pendientes de salvarte del ERE.

Ahí se suma la posibilidad de que Más País de Íñigo Errejón, aunque no obtuviera en 2019 más fuerza que dos o tres escaños en alianza con Compromís, pueda herir de algún modo las posibilidades de Podemos en adelante, con la marcha de Iglesias. Es decir, con una izquierda dividida en tres de cara a unas generales. No deja de ser curioso que, en los últimos días, se haya equiparado el perfil de la ministra Yolanda Díaz con el talante pragmático de Errejón. A fin de cuentas, Podemos también peca de que su discurso económico parezca a ratos más centrado en batallas culturales que en las cuestiones económicas. Aunque ello podría cambiar con Díaz al frente.

El PP, en adelante, se lo juega todo a la carta de lograr junto a Vox los 176 escaños


Pese a lo expuesto, la tesis del “cambio de ciclo” que pregona el PP desde el 4-M no tiene tanto fundamento en el relato, como sí en el factor de la refundación del centroderecha –como expliqué aquí—. El punto fuerte para los populares es que la absorción de Ciudadanos a manos del PP se ha producido en Madrid, y es de esperar que se produzca también en Andalucía, Castilla y León, Aragón, Castilla la Mancha… Es decir, donde la derecha logre cierta ventaja por respecto a la izquierda en el reparto de escaños, sin recibir la penalización de hasta ahora por la existencia de tres partidos.

A ello se le suma la existencia de facto de una dualidad entre un PP que se ha convertido en un auténtico reino de taifas autonómico, donde cada barón hace de su capa un sayo orientado a sus bases –véase la diferencia en el caso de Núñez Feijóo en Galicia, o de Isabel Díaz Ayuso en Madrid– y un PP nacional que no puede pactar con los nacionalistas (ERC, PNV…) por la presencia de Vox en la ecuación. Todo ello, frente a un PSOE de liderazgos regionales más desdibujados, como es el caso de Madrid (donde Ángel Gabilondo estaba más de salida que como futura promesa), junto a otros barones más desconocidos –a salvedad de Javier Lambán, o Emiliano García Page–.

Así las cosas, el PP seguirá contando en adelante con un punto flaco insalvable. Esto es, que el nutrido bloque plurinacional conformado por ERC, PNV, incluso PDeCAT, y hasta la autoexclusión de Junts, seguirá siendo agua con aceite con la derecha y remando en favor de la izquierda, en un Congreso cada vez más lleno de partidos regionales. Acaso cabe duda de que el PP, en adelante, se lo juega todo a la carta de lograr junto a Vox los 176 escaños. Es el volantazo territorial de la ‘otra España’ –que Albert Rivera llamaba “la banda”– el que tiene el PP pendiente, y que sigue haciendo de este un partido casi inexistente en Cataluña y País Vasco, Es decir, colocando todavía a Sánchez en una posición más relajada.

El Partido Popular ha pegado un evidente volantazo político en su estrategia nacional desde las pasadas elecciones del 4 de mayo, a lomos de la creencia de un presunto 'cambio de ciclo' en la política en España. Esto es, la idea que porque Isabel Díaz Ayuso haya arrasado en Madrid, nuestro país se ha teñido de azul de un plumazo. Eso no opera directamente así, sino que tiene que ver con la expectativa de refundación del centroderecha. Sin embargo, esta fortaleza se ve lastrada por la imposibilidad del PP y Vox de contar el favor de los partidos independentistas. Aunque en el corto plazo, Pablo Casado cuenta con otra serie de bazas.

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