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El peligro del Govern técnico de Aragonès ante el 'procés'
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Estefania Molina

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El peligro del Govern técnico de Aragonès ante el 'procés'

El indulto revienta el relato de los junteros sobre una España cerrada a cualquier tipo de diálogo

Foto: El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)
El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE)

El principal riesgo del flamante Govern de Pere Aragonès es su carácter eminentemente técnico para afrontar una legislatura que, sin embargo, está llamada a ser esencialmente política con el Tetris de los indultos encima de la mesa de Pedro Sánchez. Pasa que el perfil mayoritario de sus 'consellers' es de currículums que no están dispuestos a arruinarse la vida haciendo activismo por otra senda unilateral. Y, paradójicamente, el riesgo estará ahora del otro lado: en que la situación política se desborde a lomos del contexto socioeconómico a largo plazo, y las bases del 'procés' quemen la tecnocracia como un fusible, reclamando nuevos avances políticos en la senda de la independencia.

Hay que recordar que existe en la sociedad catalana una masa de jóvenes independentistas que se ha socializado ya con el marco de la ruptura y que no recuerdan la Cataluña de partidos netamente de vocación autonomista. En la construcción de su imaginario colectivo solo existen, a saber, las manifestaciones por el derecho a decidir, el 9-N de 2014, el 1 de octubre de 2017, y finalmente, la aplicación del artículo 155 y el encarcelamiento de los líderes del 'procés'. Es decir, una generación procesista como cuento en mi libro, 'El Berrinche Político' (Ediciones Destino).

Foto:  Estefanía Molina, en una imagen cedida. (Nines Mínguez)

En consecuencia, el pulso del 'procés' sigue latente en la sociedad catalana, y esta es susceptible de reactivarse a lomos de algún elemento que agite el malestar de las calles, como ocurrió en parte con la espoleta de la crisis de 2008. Eso es así, pese a que se haya dado la paradoja de que, según varios sondeos, un importante grueso de la población independentista asume que la presunta secesión de España no estaría ni mucho menos cerca, ­aunque tal vez lo llegaron a creer ante los avances rupturistas de sus líderes en 2017.

Así pues, la gestión de esta legislatura se antoja clave para Aragonès, entre los avatares del indulto y una nueva reunión de la mesa de diálogo, que se podría acelerar, máxime con la llamada del nuevo 'president' y Sánchez este mismo viernes.

De hecho, sus rivales de Junts también acusan la trascendencia de los pasos a seguir en los próximos años. Llama poderosamente la atención que dentro del presente Govern —viniendo de los aires activistas de Quim Torra, o la impulsividad política de Carles Puigdemont— sean los perfiles de Junts los más técnicos y los menos de cultura de partido en carteras estratégicas. Los más destacados: Josep María Argimón (Salud, casi un ministerio en sí mismo), Jaume Giró (al frente de Economía y Finanzas, un sector de importantes relaciones empresariales) o Victòria Alsina (la acción exterior del 'procés', tan apreciada por el independentismo).

La gestión de esta legislatura se antoja clave para Aragonès, entre los avatares del indulto y una nueva reunión de la mesa de diálogo

De fondo, la intuición es que Junts no está dispuesto a quemar cargos de su Ejecutiva en un Govern con la prioridad del bilateralismo encima de la mesa y un referéndum pactado, por si algo saliera mal. Esto es, que Junts se desmarca sutilmente del Govern del que es parte. Los perfiles más combativos, de hecho, están fuera: Laura Borràs al frente del Parlament, e incluso, hasta los perfiles que dirigen la Ejecutiva de Junts —Elsa Artadi, Anna Erra, Josep Rius…— no son 'consellers'. El único miembro de la Ejecutiva de Junts es Gemma Geis. Jordi Puigneró no está en la Ejecutiva y sí en el Govern, mientras que Damià Calvet ha salido del Govern y sí está en la Ejecutiva.

A la sazón, Junts tendrá margen para construir el partido, más allá de las lides del Govern, asumiendo que ahora no tiene una potente capilarización por el territorio —a diferencia de ERC—. Al mismo tiempo, podrá reformular su estrategia frentista, que podría verse abocada al fracaso. Eso es así porque, en el corto plazo, el indulto revienta el relato de los junteros sobre una España cerrada a cualquier tipo de diálogo.

Foto: El líder del PSC en el Parlament catalán y exministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)

Con ello, ERC logrará el oxígeno que necesita para hacer la política que quiere el nuevo 'president', y que lleva días repitiendo: acciones útiles y ejecutivas dirigidas a cambiar la vida del ciudadano —tras años metidos en el bucle procesista—. No sería de extrañar que, a lomos de esa senda, los republicanos acabaran pactando una suerte de financiación autonómica, o reincorporándose a ciertos espacios multilaterales abandonados hasta ahora.

Por otra parte, la sociedad independentista seguirá buscando poder en torno a instituciones civiles, alejadas de la política, algo que bebe de la idea de ERC sobre que hace falta seguir construyendo "república". O lo que es lo mismo: aumentando el número de partidarios a la independencia. Estos días se celebraron las elecciones del Colegio de Abogados de Barcelona. El soberanismo no logró auparse con la presidencia, pero sí se hizo con un 40% de los votos. Distinta es la Cambra de Comerç de Barcelona, que sí obtuvo una mayoría de puestos partidarios a la ruptura.

Foto: Pedro Sánchez y Pere Aragonès, llegando a la primera reunión de la mesa de diálogo. (EFE)

Así las cosas, la realidad del día a día es que una vez los líderes del 'procés' logren el indulto, la presión podría redoblar sobre la cúpula del Govern. Antes se olvidará en la psique ciudadana el efecto de la prisión que en los propios líderes que la han sufrido, por el temor a más penas. Aunque la realidad es que, de abordarse esa línea, Pedro Sánchez no cederá un referéndum pactado de independencia. A lo sumo, lo único que se podría esperar del PSOE sería un nuevo Estatut, o la votación con base en algún acuerdo político dentro del marco de la ley. El problema es que sería de extrañar que Junts secundara esa idea.

Por ese motivo, quienes afirman que el independentismo no ha hecho ningún retroceso estos años se olvidan de que ERC asumió un coste altísimo (Junts se los comía por los pies llamándolos traidores) al hacer su apuesta bilateral en 2018. Y esa es la que impera en el actual Govern de Aragonès: un Govern de técnicos, que no van a volver a lo de 2017.

El perfil moderado de ERC no será suficiente para amortiguar la amalgama social activista que Junts y CUP tienen más capacidad de rentabilizar

El problema está en que si el caldo de cultivo se descontrola en Cataluña, el perfil moderado de ERC no será suficiente para amortiguar la amalgama social activista que Junts y CUP tienen más capacidad de rentabilizar desde fuera.

Aunque, hasta la fecha, Sánchez se ha guardado las espaldas con un as en la manga: la posibilidad de que el indulto sea reversible. Ello dejaría así noqueados a los líderes del 'procés': por mucho que las bases apretaran, la presión no podría encauzarse de nuevo como en 2017, a riesgo de la revocación de la libertad de los presos. Distinto sería que la democracia son ciclos y al tecnicismo del Govern le pudiera sobrevenir el activismo de nuevo. Aunque, para certificar eso, aún faltaría mucho tiempo.

El principal riesgo del flamante Govern de Pere Aragonès es su carácter eminentemente técnico para afrontar una legislatura que, sin embargo, está llamada a ser esencialmente política con el Tetris de los indultos encima de la mesa de Pedro Sánchez. Pasa que el perfil mayoritario de sus 'consellers' es de currículums que no están dispuestos a arruinarse la vida haciendo activismo por otra senda unilateral. Y, paradójicamente, el riesgo estará ahora del otro lado: en que la situación política se desborde a lomos del contexto socioeconómico a largo plazo, y las bases del 'procés' quemen la tecnocracia como un fusible, reclamando nuevos avances políticos en la senda de la independencia.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Pedro Sánchez Aragón