Es noticia
Izquierda regañona, derecha libertaria: de Cayetana a Teresa Ribera
  1. España
  2. Con V de voto
Estefania Molina

Con V de voto

Por

Izquierda regañona, derecha libertaria: de Cayetana a Teresa Ribera

No se trata de hacer maniqueísmo con que a la gente no le importa el planeta. Es que determinados discursos a muy largo plazo solo se pueden sostener en tiempos de bonanza

Foto: La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. (EFE)
La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. (EFE)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

La izquierda tiene un problema severo de discurso porque la imagen que destila en varios debates sociales últimos es de gruñona, puritana, restrictiva, aburrida e incluso involucionista, ya sea hablando de ecologismo, de feminismo o de economía. Es el signo de los tiempos. En una sociedad tensionada por la precariedad y la pandemia, muchos ciudadanos se sienten cada vez más seducidos ante relatos que los liberan de ciertos yugos: “Haz lo que te plazca, tu margen de maniobra no tiene límites”. Es decir, más cercanos a esa derecha que se ha hecho con la bandera de la libertad, la exculpación o la alegría, mientras la izquierda parece que regaña y predica bondades morales a futuro, sin convencer tanto como alguno esperaría.

Foto: Manifestación ante el Tribunal Supremo estadounidense. (Reuters) Opinión

El ejemplo más reciente fue el de Ramón Espinar, ex de Podemos, sugiriendo restringir el aire acondicionado en plena ola de calor veraniega. Estalló la polémica. La izquierda constató, nuevamente, que sería más popular prometer aires acondicionados a cada ciudadano, por ejemplo, que pedir un sacrificio por el bien del planeta. En esencia, porque las clases humildes es probable que ya estén haciendo ese esfuerzo, al no tener semejantes instalaciones. Y, en general, porque no hay conciencia social que aguante pudiendo darse un alivio temperaturas de hasta 40º C.

Sin embargo, la paradoja es que a nivel analítico no habrá planeta si no lo cuidamos e intentamos reducir la huella de la contaminación. De hecho, el vector verde se abre cada vez con más fuerza en las democracias europeas. Máxime, en aquellas como España, donde no ha habido tradicionalmente un partido verde en exclusiva como en Alemania. La importancia de esos temas seguirá creciendo, y los partidos de izquierda rifándose el nicho de voto. Es el sino de la reciente actualidad política: el consumo de carne, la ampliación del aeropuerto de El Prat o la transición ecológica hacia las energías más verdes.

Foto: El diputado por Más País Íñigo Errejón. (EFE) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Lo que Errejón debería aprender de los Verdes alemanes
Ramón González Férriz

Pese a ello, en el plano político, la realidad es que no siempre lo que más le convendría al planeta es lo que puede sostener la ciudadanía en una democracia donde los gobiernos se relevan cada cuatro años. Más aún en la España pospandémica, harta de haber pasado un año sin apenas margen de movimiento con tal de protegerse del virus. La circunstancia se agrava, incluso, cuando el debate climatológico intersecciona con el eje económico, y cae sobre el miedo de las familias a sufrir peores consecuencias económicas.

Pues si algo demostraron las elecciones a la Comunidad de Madrid del 4 de mayo es que, en tiempos de necesidad como el actual, la ciudadanía priorizará su supervivencia material a cualquier otra consideración. Y por eso Isabel Díaz Ayuso derrotó a la izquierda el 4-M prometiendo abrir el bar para que el trabajador pudiera pagar su alquiler hoy, mientras que la izquierda se perdió en relatos sobre fascismo. Lo mismo con el aeropuerto de El Prat, con Podemos a la contra, aunque genere puestos de trabajo.

Foto: Isabel Díaz Ayuso. (Reuters) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Por qué ganó en Madrid esa mujer empoderada
Juan Soto Ivars

Es más: mucha gente también priorizará a quien le diga que haga lo que le plazca, si percibe que enfrente tiene a alguien restringiéndole algo tan inherente a su forma de vida. Esto es, sentarse en una terraza, pedirse unas chuletas de cordero o encender su aire acondicionado. Tómate la caña —derecha divertida—, que viene Franco —izquierda alarmista—. No se trata de hacer maniqueísmo con que a la gente no le importa el planeta. Es que determinados discursos a muy largo plazo solo se pueden sostener en tiempos de bonanza.

Y tan cierto es ese axioma, que lo de Pedro Sánchez y su “chuletón imbatible” no responde más que a la lógica de un PSOE que intuye ciertos debates de popularidad costosa de asumir —aunque Moncloa llevaba la reducción de consumo de carne en su programa 2050—. El PP publicando fotos de barbacoas en un alarde populista, para júbilo del gremio ganadero —derecha desenfadada, con el crecimiento económico—. Alberto Garzón, haciendo malabares para explicar a la gente que no se trata de abolir la carne o de hundir empresas, sino de ajustarse a parámetros más saludables izquierda prohibicionista, o involucionista—.

Pese a ello, la realidad es que el debate climático tiene más de material de lo que parece a simple vista. Se encuentra en el plano de la salud, por cuanto está demostrada la relación entre la esperanza de vida y la contaminación en ciertas zonas del planeta. En segundo lugar, porque las energías contaminantes cada vez serán más caras, a lomos de su escasez y de los impuestos que pone la Unión Europea a las emisiones de CO2, como la del gas. Aunque a medio plazo, la inversión en solares y verdes también encarece la luz, porque el mercado marginalista funciona para financiar esos sectores.

Foto: Parada final del 'road to a green new deal' en washington Opinión

Si bien la cuestión del clima viene viciada de base por la forma en que la izquierda lleva comportándose en los últimos tiempos en otros debates, bajo un prisma moralista o tradicionalista. Cada vez más, pareciera que ciertas formaciones de izquierda están más centradas en decirle a la gente qué debe hacer con su vida —en ese aire posmaterial que lo envuelve todo— que en regular efectivamente sus necesidades del comer o el día a día. Más cercana a predicar nuevos modelos de moralidad, por ejemplo, hablando de los cuidados, o del papel de una mujer más parecida al prototipo conservador que lo que habría sido el feminismo de hace 20 años.

A la postre, basta con coger el discurso de algunas políticas antagonistas. Cayetana Álvarez de Toledo: desenfadada en el tono, a su aire, siendo entrevistada en 'El Mundo' la semana anterior. Lo más parecido, Ayuso en el programa de Bertín comiendo chuletón. Por otro, Teresa Ribera pidiendo no encender la lavadora para puentear las horas más caras de la factura de la luz. A la postre, Irene Montero y el discurso del 'todes', hace días.

Como en la mitología griega, en que la aparición del personaje femenino preconiza el advenimiento de un nuevo orden sociopolítico. Entre el “bien moral” y el “haz lo que quieras”. Cada vez la derecha parece más libertaria. Cada vez la izquierda, más restrictiva. Y eso tiene consecuencias políticas, más allá de las razones de fondo.

La izquierda tiene un problema severo de discurso porque la imagen que destila en varios debates sociales últimos es de gruñona, puritana, restrictiva, aburrida e incluso involucionista, ya sea hablando de ecologismo, de feminismo o de economía. Es el signo de los tiempos. En una sociedad tensionada por la precariedad y la pandemia, muchos ciudadanos se sienten cada vez más seducidos ante relatos que los liberan de ciertos yugos: “Haz lo que te plazca, tu margen de maniobra no tiene límites”. Es decir, más cercanos a esa derecha que se ha hecho con la bandera de la libertad, la exculpación o la alegría, mientras la izquierda parece que regaña y predica bondades morales a futuro, sin convencer tanto como alguno esperaría.

Teresa Ribera Cayetana Álvarez de Toledo
El redactor recomienda