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El joven precario pagará tu pensión, 'boomer': no es solidario
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Estefania Molina

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El joven precario pagará tu pensión, 'boomer': no es solidario

Se habla de salarios, están precarios, "la temporalidad se ceba con ellos". Pero viene la reforma de las pensiones, y ahí se muestran que las elecciones revelan preferencias

Foto: Manifestación en defensa de las pensiones. (EFE/Víctor Lerena)
Manifestación en defensa de las pensiones. (EFE/Víctor Lerena)

La reforma de pensiones que deslizó el ministro José Luis Escrivá esta semana va de solidaridad intergeneracional, aunque de solidario no tenga ni el nombre lo de cargar sobre la generación más precaria en décadas las pensiones de los 'baby-boomers'. La solidaridad, hasta antes de ayer, se ejercía sobre quienes la necesitaban, y no a la inversa. Sin embargo, el debate altera poco al Gobierno por los incentivos electorales. Votan los pensionistas más, votan los jóvenes menos, nada nuevo bajo el sol de la política española y sus partidos. Aunque en el largo plazo, el riesgo está en sepultar a una generación perdida, de hacerle pagar el pato sistemáticamente, sin reparar en las consecuencias que ello acarrea.

Lo vienen señalando las encuestas. La juventud europea cada vez se identifica más con los valores individuales, incluso de forma muy superior a la generación de los mayores de 65 años. La derechización de los jóvenes se ha convertido así en un valor en alza. Lo confirmó hace unos meses Víctor Delage, el jefe de Fondapol, empresa del estudio citado, en una entrevista a 'La Vanguardia'. Entre los motivos de esa deriva están que el sistema no les ofrece ninguna vinculación con el Estado del bienestar, ni con sus ramificaciones. La desconfianza es el pan de cada día en su percepción sobre el entorno y las instituciones. El sálvese quien pueda hecho paradigma.

La estadística aplica a España más de lo que se quiere reconocer. Como expliqué hace meses, la juventud de nuestro país no tiene en la actualidad ninguna pata que la ate a la comunidad que la rodea. El sindicato no es ya su marco de referencia laboral. Si no quieres tú estas condiciones precarias, las querrá otro. Tampoco el Estado les ofrece algo que no sea paliativo. Alguna ayuda se logra en el mejor de los casos. Menos aún la Economía o la empresa encuentran la llave. Nuestro país no genera fuerte valor añadido que dé perspectiva de obtener salarios mejores, o promociones laborales sustanciales. Es sintomático que los jóvenes no protesten ya por su sueldo, resignados, mientras los mayores estén por salvar sus jubilaciones hasta tomando las calles.

Foto: Foto: EFE.
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Proliferan entonces los discursos maniqueístas cuando un 'youtuber' dice que se va a Andorra a pagar menos impuestos y su parroquia le aplaude. Los defensores de lo público se ofenden, y llaman de todo a los primeros. Poco aprecian los acusadores la dureza que subyace. A saber, que el 'youtuber' que huye del sistema es para muchos un héroe porque se venga de una sociedad de la que ellos no se sienten parte. El free-rider, el individualista que se apea del fisco nacional, se vuelve a la postre el antihéroe que cristaliza su necesidad de escapar a una realidad que les frustra más cada día que pasa.

Hasta la izquierda ha comprado los discursos de huida, en el periplo de ese escape, pero no hacia adelante. Abundan las tribunas de supuesto progreso que se retrotraen hacia el pasado creyendo encontrar en la idealización y la nostalgia la lumbre donde albergarse. El progreso ya no gusta porque el futuro es incierto. Siempre lo fue, gran verdad, pero ahora más que nunca porque la gente no piensa que vaya a estar mejor en adelante, o que la vida vaya a ser más justa.

Ejemplo de expectativas frustradas es cómo se ha quemado de rápido nuestro tablero político. Podemos y Ciudadanos introdujeron la ilusión de que el sistema fuera distinto, como arietes del cambio generacional. Ambos captaron el voto de ciudadanos que no vivieron la Transición, socializados después de los 80. Pero con su progresiva lucha frente al bipartidismo, la nueva política vuelve a las lógicas de defensa del votante más envejecido. Desde el 15-M hasta ahora, lo que en esencia ha estallado es la esperanza por reconstruir el pacto social y generacional.

Se habla de salarios, están precarios, "la temporalidad se ceba con ellos"

Aunque la verdad es que ello no es de derechas o de izquierdas en sí mismo. La desvinculación con la comunidad solo es la rémora antisistema que sufre el joven, fruto del cinismo que destila cierta clase política. Se habla de alquileres, gran problema "porque la juventud no se puede independizar". Se habla de salarios, están precarios, "la temporalidad se ceba con ellos". Pero viene la reforma de las pensiones, y ahí se muestran que las elecciones revelan preferencias. Se barniza ya la medida bajo la ilusión de que el mercado de trabajo se arreglará potenciando los contratos indefinidos de la juventud. Está por ver que la regulación sola pueda poner fin al precariado, si el tejido productivo no acompaña.

Tampoco es que muchos adultos estén mejor, vista la apabullante dificultad de reinserción laboral de las personas mayores de 50 años. Durante las anteriores crisis han existido incentivos para despedir a muchos adultos y contratar así a un par de jóvenes que salgan más baratos. Pero a fin de cuentas, el drama de esos adultos es el otro prisma, la otra cara del drama juvenil.

Foto: El ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE)

El repaso lleva así al terreno más espinoso y movedizo de la cadena social: las pensiones de los 'boomers'. Su supuesto privilegio parte de años de trabajo con sudor y esfuerzo, algo que es incuestionable. Pero los datos demuestran que sus ingresos en los años de cotización eran proporcionalmente mayores a los actuales. El propio exgobernador del Banco de España, Luis María Linde, señaló que una casa pagada era también una forma de retribución. En cambio, las familias jóvenes actuales tienen los mínimos ahorros para hipotecarse o acumular patrimonio. Paradójico es que muchas pensiones servirán para ayudar a los jóvenes precarios con un plato en la mesa. Acaso la solidaridad intergeneracional hoy debe ser eso.

Pero la situación siempre es susceptible de empeorar para las generaciones venideras. Las ayudas europeas traerán aparejada la emisión de deuda, como reconoció la vicepresidenta primera Nadia Calviño esta semana en una entrevista en Hoy por Hoy de la Ser. Si el futuro va a ser más lúgubre, quizás la única solidaridad generacional creíble es que la gente joven vuelva a sentirse parte del sistema que les rodea. Que la 'recuperación justa' sea algo más que un eslogan político y ataña a todos los grupos sociales. De lo contrario, los jóvenes estarán condenados al nihilismo o la ira. Una generación perdida, desesperanza, a derecha o izquierda, pero ante todo, antisistema de espíritu.

La reforma de pensiones que deslizó el ministro José Luis Escrivá esta semana va de solidaridad intergeneracional, aunque de solidario no tenga ni el nombre lo de cargar sobre la generación más precaria en décadas las pensiones de los 'baby-boomers'. La solidaridad, hasta antes de ayer, se ejercía sobre quienes la necesitaban, y no a la inversa. Sin embargo, el debate altera poco al Gobierno por los incentivos electorales. Votan los pensionistas más, votan los jóvenes menos, nada nuevo bajo el sol de la política española y sus partidos. Aunque en el largo plazo, el riesgo está en sepultar a una generación perdida, de hacerle pagar el pato sistemáticamente, sin reparar en las consecuencias que ello acarrea.

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