Es noticia
Rajoy gustó en Sitges… pero no convenció
  1. España
  2. Confidencias Catalanas
Joan Tapia

Confidencias Catalanas

Por

Rajoy gustó en Sitges… pero no convenció

Las jornadas del Círculo de Economía de Sitges (que empezaron en la Costa Brava en los primeros 60) han dado este año un suspenso a Luis

Las jornadas del Círculo de Economía de Sitges (que empezaron en la Costa Brava en los primeros 60) han dado este año un suspenso a Luis de Guindos y un aprobado raspado a Mariano Rajoy. El tono del presidente gustó, pero no llegó a convencer.

Las jornadas de Sitges son algo así como un examen anual de la economía catalana y española. Nacieron tras el plan de estabilización de 1959, cuando empresarios y economistas catalanes empezaron a dialogar con altos responsables del Estado. Y la pluralidad del Círculo -cuyo primer presidente fue Carles Ferrer Salat (quien luego fundó la CEOE), su penúltimo ha sido José Manuel Lara (propietario de Planeta) y en cuya junta directiva estuvieron también Narcís Serra y Ernest Lluch, más tarde ministros en el primer Gobierno González- contribuye al carácter abierto del encuentro y a su interés. Hoy el Círculo lo preside Josep Piqué, el ministro catalán de Aznar, pese al descontento inicial de Artur Mas.  

Sitges ha vuelto a ser noticia porque ha coincidido con la eclosión pública del debate sobre si España va a tener que pedir el rescate europeo y ser intervenida por la troika (UE, BCE, FMI). Voy a dar tres telegramas. El inteligente Joschka Fischer, antiguo ministro de Exteriores alemán y líder de los Verdes, afirmó que Alemania quiere que el euro sobreviva (su final le costaría un billón de euros) pero que “no pagará” sino hay una inequívoca cesión de soberanía fiscal de los estados de la eurozona. Y la historiadora Carmen Reinhart, autora junto a su marido Kenneth Rogoff de un estudio de las crisis financieras mundiales, vaticina para España siete años de bajo crecimiento y alguna quita de su deuda bancaria prácticamente inevitable.

Sin embargo, en un momento de infarto, el interés se centró en los mensajes de los líderes. El jueves por la noche, De Guindos sintonizó poco. Un habitual en Sitges me comentó: “Si hubiera sido el director de estudios del Banco de Bilbao le habría dado un notable, pero como ministro me ha decepcionado. Y sobre Bankia ha mentido descaradamente. ¿Cómo puede decir que Goirigolzarri es presidente de Bankia porque lo puso el defenestrado Rato? Comprendo que nos mientan… pero no tanto”.

Rajoy ha demostrado en Sitges energía y convicción. Se le ve decidido, la primera condición para imponer los intereses de España en una Europa en la que todos van a lo suyo

Rubalcaba cumplió. El líder socialista estuvo ágil e incluso moderado, pero su ataque a la reforma laboral y su crítica general no podían caer bien en un auditorio empresarial. No obstante, su llamada a cerrar pactos para presentar un frente unido en Bruselas fue seguida con atención. 

Había gran expectación por el discurso de Rajoy, que se produjo el sábado por la mañana tras una semana catastrófica en los mercados, con el bono a diez años por encima del 6,5% (a 1,17% el alemán) y con la prima de riesgo empeorando respecto a la italiana, cuando desde agosto de 2011 hasta hace poco la española se comportaba mejor. Y Rajoy gustó. Un expresidente del Círculo me resumía una opinión generalizada: “Ha demostrado energía y convicción, más que en la rueda de prensa del lunes y que otras veces. Se le ve decidido, la primera condición para imponer los intereses de España en una Europa en la que todos van a lo suyo”. Fue sonada también su llamada a una autoridad fiscal europea que imponga disciplina presupuestaria a todos los países y garantice la deuda. Coincidía, además, con lo dicho antes por Fischer.

Un economista, sin embargo, me asegura que el presidente no tiene credibilidad para pedir un poder fiscal europeo porque en marzo quiso corregir el objetivo de déficit de 2012 del 4,5% pactado al 5,8% en base a “la soberanía nacional”. Pese a todo, el mayor morbo eran Bankia y Rodrigo Rato. Y ahí la corriente no pasó. Rajoy insistió en que otros países han hecho lo mismo con sus bancos, pero no aclaró el fondo de una decisión que ha sido criticada incluso por el presidente del Banco Central Europeo. Corría el runrún de que Draghi está muy molesto con De Guindos porque cree que quería obligar al BCE a aceptar la deuda pública española que el Estado pretendía entregar a Bankia para recapitalizarla. Tampoco se entiende que De Guindos dijera en el Congreso que toda la banca española iba a precisar un máximo de 15.000 millones y que después Goirigolzarri afirmara que sólo Bankia necesitaba 19.500.

Y lo peor es que esa cantidad, agravada por lo que puedan añadir los “evaluadores internacionales” del sector bancario, va a dificultar la financiación pendiente de España (unos 40.000 millones) de 2012.

En los mercados se ve imposible que España levante esos fondos, por lo que se cree que deberá recurrir a la ayuda europea. Berlín dice que todo está reglado: España debe pedir el rescate y ser intervenida. Pero Barroso, Rehn, Draghi y Hollande apuntan -con más o menos convicción- algo menos traumático: que el ESM (Mecanismo Europeo de Estabilidad) inyecte dinero directamente en la banca sin que España sea previamente intervenida. Hay dos grandes obstáculos: primero, que el tratado del ESM está hecho para socorrer a los estados, no a la banca. Y, segundo, quizás más peliagudo, el nein, hasta hoy, de la canciller alemana.

Lo que está claro es el gran desconcierto gubernamental. Cuando Hollande dijo a los periodistas el pasado día 19 -en la reunión en Chicago de la OTAN- que los bancos españoles deberían poder pedir dinero directamente al ESM, Rajoy contestó hoscamente que el presidente francés conocía bien la situación de los bancos franceses pero no la de los españoles. Ahora parece que la solución Hollandè es la menos mala. Sitges aplaudió el tono y el voluntarismo de Rajoy, pero el presidente no convenció.

Las jornadas del Círculo de Economía de Sitges (que empezaron en la Costa Brava en los primeros 60) han dado este año un suspenso a Luis de Guindos y un aprobado raspado a Mariano Rajoy. El tono del presidente gustó, pero no llegó a convencer.

Mariano Rajoy