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¿Un Artur Mas sin mayoría absoluta?
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Joan Tapia

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¿Un Artur Mas sin mayoría absoluta?

La semana pasada ya se intuía que la marea de CiU, muy fuerte en todas las encuestas tras la manifestación del 11-S y la asunción por

La semana pasada ya se intuía que la marea de CiU, muy fuerte en todas las encuestas tras la manifestación del 11-S y la asunción por Artur Mas de “el clam” (el clamor) independentista, se agrietaba. Sólo el Centre d´Estudis D´Opinió de la Generalitat (CEO) le daba mayoría absoluta.

La impresión se confirma. El domingo todas las encuestas (El Periódico, La Vanguardia, El País, El Mundo y ABC) seguían la estela del CIS, que le daba un máximo de 64 diputados (ahora tiene 62 y la mayoría absoluta son 68) y algunas (El Mundo y ABC) decían que incluso perdía algún escaño. Artur Mas quedaría así lejos de la mayoría excepcional que reclama. E incluso el propio Mas admite que la mayoría absoluta es difícil y que la clave es ver si aumenta la distancia con el segundo partido.

Esto es muy factible porque hay una seria batalla entre el PSC, que puede tener un serio descenso (salvo que haya voto oculto), un PP que se erosiona algo y una ERC que sube con fuerza y puede convertirse (encuesta de El Periódico) en la segunda fuerza (20 diputados). Así, podría pasar que CiU se quedara casi igual y que ERC doblara sus escaños, con lo cual el gran beneficiario de la disolución anticipada de Artur Mas sería ERC. No se podría hablar de fracaso porque CiU ganaría con comodidad (mejor de lo que vaticinaban las encuestas antes del verano) pero sí de grave error estratégico porque el anticipo electoral de dos años y la apuesta independentista no sólo no le habrían reforzado, sino que quedaría prisionero de una estrategia arriesgada (la consulta) y dependiente de la buena voluntad de ERC.  

Un socialista me dice -recordando lo que pasó con la de Aznar del 2000, que sólo Julián Santamaría previó- que las mayorías absolutas las carga el diablo. Pero hay datos que indican que la confluencia de la marea convergente y la independentista pierde fuerza. Según la encuesta de Feedback (La Vanguardia) el 30 de setiembre un 39% de los encuestados (contra un 21%) decían que la opinión que tenían de Artur Mas había mejorado en las últimas semanas. El domingo pasado ganaban, el 28,7%, los que decían que había empeorado (contra el 28,6%). El saldo para Mas ha pasado en 45 días de 18 puntos positivos a -0,1 negativos. Un vuelco.

No se podría hablar de fracaso porque CiU ganará con comodidad pero sí de serio error estratégico porque puede quedar prisionero de una estrategia arriesgada y de la dependencia de ERC. Y el 'problema catalán' no se resuelve porque las fuerzas sobernaistas (CiU, ERC e ICV) tendrán una mayoría de dos tercios

Los partidarios de la independencia, que en setiembre ganaban por 21 puntos (54% a 33%), ahora sólo lo hacen por 7 (47% a 40%). Y la encuesta de El País aún acorta esta ventaja (46% a 42%). Puede deberse a una menor confianza en Artur Mas tras el viaje a Bruselas. Una mayoría de catalanes todavía cree que una Catalunya independiente continuaría en la UE, pero –dato algo contradictorio- el 49% (contra el 40%) cree que la Unión Europea y la comunidad internacional no apoyarían la independencia. Antes del viaje de Mas a Bruselas, la relación era 45% a 44%.

Queda la incógnita del impacto de las acusaciones de enriquecimiento de la familia Pujol y de Artur Mas que el diario El Mundo está publicando y que atribuye a un “borrador” policial. Va a tener mas repercusión en Madrid que en Barcelona. Primero, porque El Mundo se vende poco en Cataluña y es considerado cercano al PP. Por otra parte, un informe policial no es –ni mucho menos- artículo de fe. Y, además, el Gobierno (y el juez instructor) afirma desconocer el “borrador”. Por eso, la secretaría general del PP se precipita mucho al exigir la dimisión de Mas y al asegurar que un presidente del PP ya la habría presentado. Está claro que la señora Cospedal tiene una memoria selectiva y no recuerda que –no hace muchos años- hubo un  presidente valenciano, Francisco Camps, que se presentó a las elecciones incluso con cintas telefónicas que acreditaban su extraña relación con la trama Gürtel.

No obstante, la eclosión de la corrupción, ligada a la financiación ilegal de los partidos, no es algo que pueda favorecer la confianza “excepcional” que Artur Mas solicita. Porque, lucro personal al margen, sí hay convencimiento bastante amplio de que la financiación de CiU estuvo conectada con la gestión fraudulenta de Félix Millet en el Palau de la Música.

Finalmente, sería un grave error concluir que si Artur Mas no tiene mayoría absoluta “el problema catalán” se resolverá. Primero, porque el soberanismo ha dado un gran salto adelante en los dos últimos años gracias a la crisis económica (crisis fiscal de la Generalitat incluida) y a la sentencia del Constitucional sobre un Estatut que había sido aprobado por las Cortes Españolas y refrendado por el pueblo catalán. Pero, después, porque en todas las encuestas las fuerzas partidarias de la consulta (CiU, ERC, ICV y otras menores) logran un total cercano a los 90 diputados, lo que les garantiza una mayoría de dos tercios en el nuevo Parlament.

Artur Mas puede no tener mayoría absoluta y la crisis del Estado puede incluso agravarse. Si Mas no cambia el rumbo, una coalición CiU-ERC puede amargar más la vida a Rajoy que la mayoría absoluta de CiU, aunque entonces habrá que estar atentos a Duran Lleida y a la sociedad civil catalana.

Tenga o no tenga Artur Mas la mayoría absoluta, Mariano Rajoy va a tener que moverse.   

La semana pasada ya se intuía que la marea de CiU, muy fuerte en todas las encuestas tras la manifestación del 11-S y la asunción por Artur Mas de “el clam” (el clamor) independentista, se agrietaba. Sólo el Centre d´Estudis D´Opinió de la Generalitat (CEO) le daba mayoría absoluta.

Artur Mas