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Cataluña teme la ‘guerra fría’ con Madrid
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Cataluña teme la ‘guerra fría’ con Madrid

  El temido choque de trenes entre el Gobierno catalán, que tiene detrás a su Parlamento, y el de España,

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El temido choque de trenes entre el Gobierno catalán, que tiene detrás a su Parlamento, y el de España, en el que sucede lo mismo, avanza inquietantemente. Un alto cargo de la Generalitat que conoce bien Madrid y que, según me dicen, era un canal de negociación, me confiesa que es imposible negociar nada porque la premisa que pone Rajoy es la renuncia al derecho a decidir, algo que mi interlocutor considera imposible porque tiene detrás a la mayoría del Parlament e, incluso, al PSC (107 diputados sobre 135).

Pero, por otra parte -y también en muchos centros de poder catalanes- se cree que no toda la culpa es de Rajoy. Mas también está enrocado, porque no quiere hablar de nada que pueda marginar el derecho a decidir. En septiembre fue a Madrid con un mensaje radical: o pacto fiscal a la vasca o nada. Y, ahora, lo ha recrudecido: o derecho a decidir pactado o… Estado propio como sea. El nerviosismo de la Generalitat con un sector del empresariado que pretendía romper el enquistamiento exigiendo de nuevo una negociación sobre el pacto fiscal (patente en el intento de reducir el impacto del acto del Foment y en la aceptación tácita de Gay de Montellà, que no se refirió a esta demanda en su discurso) así lo acredita.

Pero este bloqueo persistente entre Madrid y Barcelona (ver "Confidencias Catalanas" del 12 de febrero) está provocando un creciente malestar en la sociedad catalana, que sabe que hay que afrontar los graves problemas de un día a día difícil y que ve cómo muchas veces los asuntos se congelan -e incluso se envenenan- por la intensificación de la ‘guerra fría’ entre los dos gobiernos. La situación del conseller Mas-Colell, que no puede elaborar el presupuesto del año en curso porque está pendiente de la decisión del ministro Montoro sobre el objetivo de déficit autonómico, es un ejemplo. Otro más aparatoso es la pelea pública entre la policía catalana y la española por el escándalo de espionaje de Metodo-3, que ha desembocado en la exigencia de dimisión del director general de los Mossos, Manel Prat, por parte de Alicia Sánchez-Camacho. En buena parte de la sociedad catalana se cree que en esta ‘guerra fría’ no gana nadie y todos pierden. La independencia de Cataluña parece “una fantasmada”, pero la desafección hacia las instituciones españolas en Cataluña es creciente.

La burguesía catalana no suscribe la deriva independentista de Mas pero cree que el enquistamiento de las relaciones es culpa de ambas partes y no quiere la voladura de CiU. Recela de los socialistas y cree que Sánchez-Camacho es una correa de transmisión del PP españolEl malestar del empresariado es doble. Por una parte, el principal mercado de las empresas catalanas -que no ganan nada con el conflicto- sigue siendo España, pero la burguesía -políticamente plural- no echa toda la culpa a Mas. Le molesta la deriva independentista de CiU (preferían el pujolismo tradicional), pero no quiere ni la guerra de Administraciones ni que CiU pierda demasiadas plumas. La razón es que, mayoritariamente, no apuesta por los socialistas y ve a Alicia Sánchez-Camacho (y al PPC) más como una correa de transmisión del PP español que como un líder capaz de defender con fuerza los intereses catalanes.

Algo similar pasa con la Caixa y el Banco Sabadell -las dos únicas entidades catalanas que quedan tras el desastre de ocho cajas de ahorros-, que tienen las dos terceras partes de su actividad en el resto de España y que saben que las polémicas identitarias no convienen. Quizás un alambicado artículo de Miquel Roca Junyent, que regenta un reputado bufete de abogados y que fue secretario general de CDC, publicado en La Vanguardia hace dos semanas, refleje bien esta preocupación de empresarios y financieros catalanes. Escribía Roca que la situación global (sin concretar) es grave y que la única solución sería un gran pacto. Pero el pacto con mayúsculas es muy difícil porque exige demasiadas renuncias de las partes. Quizás lo conveniente sea negociar y llegar primero a un pacto limitado que abra luego la puerta a pactos posteriores de mayor envergadura. El mensaje de Roca -los Gobiernos de Artur Mas y Mariano Rajoy deben acordar alguna cosa para poder llegar después a un pacto estable- refleja bien el sentir de la mayoría de la clase empresarial catalana, que no apuesta por la independencia pero que tampoco quiere la voladura de CiU y la sujeción a Madrid.

Y ahí está también -como mediador decepcionado- Duran Lleida, el líder de Unió Democràtica, el partido coaligado con Mas y sin el cual CDC perdería su posición de dominio en el Parlament. Duran no disimula su malestar por la deriva independentista de CDC, que cree condenada al fracaso, y culpa de ella al actual conseller de Governació, Francesc Homs. Cree, además, que la responsabilidad de Mariano Rajoy, al negarse a negociar, es también muy grande. Duran no quiere romper la coalición con CDC porque cree que, sin un bloque nacionalista fuerte, las demandas catalanas no serán atendidas, pero hay límites -como la consulta ilegal o la lista única con ERC- que no tolerará. ¿Es eso lo que espera Mariano Rajoy? Si es así, Mas se lo empieza a poner bien, porque el relevo sin previo aviso (se enteró por un tuit de un responsable de Exteriores del Govern) del embajador de la Generalitat en Bruselas -un moderado que había trabajado con Abel Matutes y fue propuesto por Duran- ha sido otro golpe a las difíciles relaciones entre los dos socios de la coalición.

Duran representa las creencias e intereses del centro-derecha catalán, nacionalista ma non troppo, y está muy alejado de los socialistas, pero respecto a la incardinación de Cataluña en España -derecho a decidir negociado y cambio en el modelo de relaciones tras el fracaso del Estatut en el Tribunal Constitucional- sus posiciones coinciden con las que defiende el nuevo líder del PSC, Pere Navarro. Y a ambos les ha parecido un error -porque es otro obstáculo a la negociación- el recurso de Rajoy al Tribunal Constitucional contra la declaración soberanista del Parlamento catalán. Hay que seguir esta coincidencia objetiva Duran-Navarro que puede contrapesar la de Mas y Junqueras.  

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El temido choque de trenes entre el Gobierno catalán, que tiene detrás a su Parlamento, y el de España, en el que sucede lo mismo, avanza inquietantemente. Un alto cargo de la Generalitat que conoce bien Madrid y que, según me dicen, era un canal de negociación, me confiesa que es imposible negociar nada porque la premisa que pone Rajoy es la renuncia al derecho a decidir, algo que mi interlocutor considera imposible porque tiene detrás a la mayoría del Parlament e, incluso, al PSC (107 diputados sobre 135).