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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Nadie en Cataluña conocía a Juan Carlos Gafo hasta que la semana pasado puso el tuit: “Catalanes de mierda. No se merecen nada”. En una democracia

Nadie en Cataluña conocía a Juan Carlos Gafo hasta que la semana pasado puso el tuit: “Catalanes de mierda. No se merecen nada”. En una democracia debe haber libertad, incluso para insultar, pero lo intolerable es que el desconocido Gago era nada menos que director adjunto de la Marca España. Que el segundo mandamás de los que tienen que consolidar la imagen de España siga la senda de Luis de Galinsoga –aquel biógrafo de Franco y director de La Vanguardia que en 1960 fue cesado por el dictador por decir en una iglesia, tras una plática en catalán, que “todos los catalanes son una mierda”- es terrible. Repito: terrible. Que quien debe vender la Marca España ataque al 18% de la población española que produce el 20% del PIB muestra una peligrosa tendencia suicida de cierta clase dirigente madrileña. 

La diputada Carme Chacón ha dicho que alimenta el fanatismo. Se equivoca: no alimenta ningún fanatismo, sino el sentir amplio de muchos catalanes que tras las campañas contra el Estatut, el boicot a los productos catalanes, la sentencia del Tribunal Constitucional y los dimes y diretes de los ministros Wert y Montoro, se preguntan legítimamente si España es el marco idóneo –más allá del existente- para que Cataluña 'progrese adecuadamente'. Gafo legitima el creciente sentimiento independentista. Y es grave porque en un estado de crispación generalizada –así está España desde hace años- los sentimientos pueden acabar venciendo a la razón que dice que España y Cataluña serían –las dos- más débiles si no consiguieran entenderse.

Pero no es la primera metedura de pata de la Marca España, iniciativa que sería útil si operara con discreción y mano izquierda, pero que por su trayectoria parece confirmar aquel refrán tan español de: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Hace poco –antes del grave escándalo de falsificación de cuentas- la web de la Marca España publicaba el siguiente texto: “(Sabías que). La primera compañía pesquera mundial es española, PESCANOVA. También es la 4.ª en venta de proteína marina”. El escándalo de Pescanova, compañía cotizada en el Ibex, no beneficia. Cierto que otras compañías mundiales que en su momento tuvieron gran prestigio –Enron o Arthur Andersen- acabaron mal. Pero Estados Unidos es la primera potencia militar, tecnológica y económica. No es el caso de España, y por eso los escándalos tipo Pescanova nos dañan más.

Y hay errores serios y malas costumbres que perjudican seriamente nuestra imagen cuando –crisis de modelo productivo y dificultades serias de financiación- menos lo necesitaríamos. En Pescanova han quedado atrapados bancos de todo el mundo. Y la semana pasada la EBA (European Banking Authority) publicó un informe en el que se veía que España –cuya banca ha tenido que ser recatada por los países del euro con un crédito a bajo interés de 100.000 millones, de los que hasta el momento se han usado 41.000- es precisamente el país europeo en el que los altos ejecutivos bancarios cobran más. 

Pescanova, los salarios de los banqueros de un país cuyo sistema financiero ha tenido que ser rescatado, la sospecha de financiación ilegal de los partidos de gobierno en España y Cataluña, los ERE de Andalucía…son noticias que no pueden sino dañar la confianza y hacer naufragar la iniciativa de la Marca España

En el 2011 el ingreso medio de los 125 banqueros españoles que ganaron más de un millón de euros fue de 2,44 millones frente a una media de 1,8 millones de los 170 banqueros alemanes en esas condiciones, o la de 1,6 millones de los 162 franceses, o la de 1,4 millones de los 2.436 banqueros de la poderosa City londinense. O sea, que el país que tiene que recurrir a la caridad europea para evitar el desmoronamiento de su sistema bancario es precisamente aquel en el que los banqueros se forran más.

La misma semana, el Fondo Monetario Internacional (que no está dirigido por Coscubiela) publicaba otro informe sobre nuestra banca en el que dice que el crédito no circula y que para que lo haga y mejore la eficiencia del sistema bancario hay que limitar los pagos de dividendo en metálico y los ingresos, especialmente los variables, de los altos ejecutivos bancarios. No son desde luego noticias para animar la inversión y la confianza en España.

Y si vamos a la política las cosas están incluso peor. El Financial Times y The Economist, dos medios de la primera división de la prensa anglosajona, han señalado con alarma la trama de financiación ilegal del PP por parte de grandes empresas y constructoras, a cambio de obra y contratos públicos, con la que el partido afrontaba actividades y sobresueldos. Tras ser negados dichos extremos por los máximos dirigentes del PP –incluido el presidente del Gobierno-, el domingo El Mundo publicó una encuesta que asegura que más del 80% de los españoles creen las acusaciones de Bárcenas, el tesorero del PP que ha 'ahorrado' unos 47 millones en Suiza. Y hasta ayer el presidente Rajoy no se dignó comunicar que estaba dispuesto a comparecer en el Parlamento. No es que la pérfida Albión nos quiera meter el dedo en el ojo, es que algunas conductas no son homologables.

En Cataluña pasan cosas parecidas. El juez Pijoan, no alguien en prisión preventiva –como bien dijo por una vez la diputada del PP Sánchez-Camacho- ha abierto juicio oral asegurando que CDC se financiaba ilegalmente y que lo hacía a través de la trama de Fèlix Millet, un estafador de la alta sociedad catalana que ha sustraído de la institución cultural del Palau de la Música –que recibe ayudas públicas- treinta millones de euros, diez de los cuales el juez no ha logrado (gracias a la colaboración del sistema bancario) saber dónde han acabado. Parece que en financiación irregular del partido dominante, Cataluña se parece bastante a España. Y el president, que hace poco impulsaba un pacto contra la corrupción, no comparecerá hasta el 31 de julio, evidentemente la mejor fecha y la más próxima posible.

Y para acabar, ahí sigue flotando el escándalo de los ERE de la juez Alaya, que afecta gravemente al PSOE andaluz. Cierto que en todas partes cuecen habas, pero a nosotros no nos conviene ocupar las cabeceras de la prensa más solvente del mundo con estas legumbres. No incrementan la confianza en España (ni en Cataluña) y lo pagaremos caro a la hora de endeudarnos o refinanciarnos.

En este momento, lo peor no es la descomunal estulticia del señor Gago sobre los “catalanes de mierda”. Lo peor sería que la prensa anglosajona y europea llegara a hablar de “Españoles (y catalanes) de m…”  

Nadie en Cataluña conocía a Juan Carlos Gafo hasta que la semana pasado puso el tuit: “Catalanes de mierda. No se merecen nada”. En una democracia debe haber libertad, incluso para insultar, pero lo intolerable es que el desconocido Gago era nada menos que director adjunto de la Marca España. Que el segundo mandamás de los que tienen que consolidar la imagen de España siga la senda de Luis de Galinsoga –aquel biógrafo de Franco y director de La Vanguardia que en 1960 fue cesado por el dictador por decir en una iglesia, tras una plática en catalán, que “todos los catalanes son una mierda”- es terrible. Repito: terrible. Que quien debe vender la Marca España ataque al 18% de la población española que produce el 20% del PIB muestra una peligrosa tendencia suicida de cierta clase dirigente madrileña.