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Cataluña, entre una encuesta y un editorial
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Joan Tapia

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Cataluña, entre una encuesta y un editorial

Una encuesta de El Periódico y un editorial de La Vanguardia van a sacudir la sociedad catalana. La encuesta de El Periódico del lunes (hoy va

Una encuesta de El Periódico y un editorial de La Vanguardia van a sacudir la sociedad catalana. La encuesta de El Periódico del lunes (hoy va la segunda parte) dice varias cosas. Una, que suben los partidos de protesta (ERC, Ciutadans y las CUP) a costa de los que tienen o han tenido responsabilidades recientes de gobierno (CiU y PSC) y del PP, que tiene un deterioro todavía más fuerte (el 28,9% de sus electores de las autonómicas emigra a Ciutadans de Albert Rivera). Segunda, que si las elecciones se celebraran hoy, la coalición gubernamental CiU-ERC podría perder cuatro diputados y su actual dominio parlamentario al quedarse en 67 (uno menos que la mayoría absoluta). Aunque también podría conservarla.

Tercera, que Artur Mas hizo un mal negocio al disolver el Parlament a finales del 2012 tras la manifestación independentista. De 62 diputados pasó a 50, que ahora, según la encuesta, podrían reducirse a 31o 32, la mitad, mientras que ERC, que tenía 13, ha pasado a 21 y le sobrepasaría con 36-38 escaños. ERC ganaría las elecciones y además Oriol Junqueras es ahora el president preferido (un 22,8% frente a un 7,3% hace un año) mientras que Artur Mas llega en segunda posición (un 21,3% frente a nada menos que un 41,4% hace un año). La cuarta es muy novedosa ya que hasta ahora nadie había preguntado qué sucedería si CiU (que data de 1980) se rompiera y Convergència y Unió se presentaran por separado. Según la encuesta, el 70-75% seguirían a CDC y el 25% a Unió. En este caso y si Duran i Lleida hiciera una lista propia, la coalición CDC-ERC podría quedar distante de la mayoría absoluta. Es una pregunta hipotética y por eso hay que analizar las respuestas con pinzas, pero es la primera aproximación y va a tener consecuencias.

La quinta es que se observa que el independentismo puede haber alcanzado su techo y estar iniciando una inflexión. Se siente independentista el 47,2% de los encuestados, porcentaje muy alto pero inferior al 51% que dice no tiene ese sentimiento. Y es relevante que dos tercios de los independentistas dicen haberse “convertido” en los últimos años, con toda seguridad tras la campaña del PP contra el Estatut y los oscuros incidentes y la sentencia del Constitucional. Además el 40,3% desea que Cataluña tenga más autogobierno frente al 40% que quiere la independencia y el 16,4% que está satisfecho con la situación actual. Por otra parte, el 49% cree posible que Cataluña alcance su “plenitud nacional” dentro de España contra el 42,9%. Por último, la independencia perdería por veinte puntos si comportara la salida de la Unión Europea (en enero la diferencia era menor).

Pero el independentismo puede dispararse si el Gobierno español continúa cerrado a todo y los avisos de los empresarios y los partidarios de alguna tercera vía (el PSC, Duran i Lleida e Iniciativa) no logran abrir ninguna vía de negociación. Además, la independencia ganaría por doce puntos si no conllevara salir de la UE (y hay muchos ciudadanos que creen que Europa no podría expulsar a los catalanes) y la reivindicación de la consulta crece espectacularmente. Ahora la exige ya el 80%, cuando en enero lo hacía sólo el 70%. Y el porcentaje de los que creen que los independentistas ganarían se ha disparado al 47% (contra el 38%).

El independentismo puede haber tocado techo, porque los empresarios, los abogafos de las terceras vías y los comisarios europeos han advertido de los riesgos. Pero este techo puede romperse

En resumen, los independentistas pueden haber tocado techo porque los partidarios de las terceras vías (incluido Rubalcaba, que el viernes tuvo una entrevista con Artur Mas que este último ha considerado positiva), los empresarios y varios comisarios de la UE han advertido de los riesgos de la independencia. Pero este techo puede romperse si Madrid sigue ninguneando a todo lo que viene de Cataluña (incluido el modelo de financiación del PPC).

Y aquí tiene relevancia el editorial de La Vanguardia, diario que se ha caracterizado siempre por sintonizar –no siempre con la misma fortuna– con las amplias y plurales clases medias catalanas, aunque desde hace tiempo sus críticos han apuntado un exceso de ‘complacencia’ con Artur Mas, que empezó con el acoso y derribo al tripartito (aquí los sectores conservadores aplaudieron) pero que siguió después con la apuesta soberanista. Ahora, seguramente tras reflexionar sobre las posiciones mayoritarias del empresariado (el feo de Artur Mas a Soraya Sáenz de Santamaría y al propio Foment no ha caído nada bien entre quienes saben que volar puentes tiene costes altos), los avisos de varios comisarios y políticos europeos (incluido Monti, que es amigo de Jordi Pujol) sobre el difícil encaje en Europa de una Cataluña independiente, y las propuestas de Duran i Lleida, e incluso del PSC y de Rubalcaba, las cosas se han movido.

Así, el editorial del domingo tomaba partido claramente por una tercera vía, por un acuerdo –que reconoce muy complicado y complejo– entre los Gobiernos de Madrid y Barcelona. Titulado “¿Quién teme a los moderados?”, empieza diciendo: “Cuando la tensión parece imponerse como método y estado de ánimo ha llegado la hora de reivindicar la moderación”, y seguía: “Estamos dispuestos a defender la moderación con vehemencia para que emerja en medio del diálogo de sordos al que con preocupación estamos asistiendo. (…) El Gobierno español parece estar hoy más interesado en el choque que en el diálogo, (…) parece que teme la consolidación de una tercera vía catalana dispuesta a una negociación real y efectiva. ¿Tiene miedo el Gobierno de España de los moderados catalanes? (...) La misma pregunta es aplicable al Gobierno de la Generalitat. ¿Tiene miedo a los moderados catalanes? Si la respuesta fuese positiva estaríamos ante un hecho muy preocupante. (…) Nos hallamos inmersos en un proceso político muy complejo, afortunadamente delimitado por nuestra irrenunciable pertenencia a la Unión Europea”.

Los críticos dirán –con razón– que el editorial se habría podido publicar hace bastante tiempo, pero ahora es una clara apuesta por el pacto (en sintonía con el mundo económico) y a los independentistas no les ha gustado nada.

Hace poco, Artur Mas dijo que las terceras vías estaban muertas porque siempre habían fracasado, ignorando que, pese a todas las dificultades, Cataluña ha conocido desde 1980 sus años de mayor autogobierno. Y que en el fracaso del Estatut la lucha fraccional catalana y la expulsión de ERC del consenso estatutario (por Zapatero y Mas) también ha tenido consecuencias. Rajoy se apresuró a decir –en sintonía con Mas, pero por motivos radicalmente contrarios– que no sabía lo que era la tercera vía mientras enviaba un presupuesto que vuelve a castigar duramente (caída del 25% contra el 8% de media) la inversión del Estado en la comunidad. Ahora, en un mismo fin de semana la encuesta de El Periódico y el editorial de La Vanguardia (los dos grandes diarios catalanes) indican que Cataluña DESEARÍA una tercera vía. Sabe que la independencia podría ser un via crucis económico (al menos a corto), pero sabe también que una democracia que funcione no debe ni puede tapar, silenciar e ignorar sistemáticamente el sentir y los intereses de un 16% de la población que representa el 19% del PIB y el 26% de la exportación.

Una encuesta de El Periódico y un editorial de La Vanguardia van a sacudir la sociedad catalana. La encuesta de El Periódico del lunes (hoy va la segunda parte) dice varias cosas. Una, que suben los partidos de protesta (ERC, Ciutadans y las CUP) a costa de los que tienen o han tenido responsabilidades recientes de gobierno (CiU y PSC) y del PP, que tiene un deterioro todavía más fuerte (el 28,9% de sus electores de las autonómicas emigra a Ciutadans de Albert Rivera). Segunda, que si las elecciones se celebraran hoy, la coalición gubernamental CiU-ERC podría perder cuatro diputados y su actual dominio parlamentario al quedarse en 67 (uno menos que la mayoría absoluta). Aunque también podría conservarla.

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