Confidencias Catalanas
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Isidre Fainé pide un gran pacto
El presidente de la Caixa y de CaixaBank es un hombre hiperactivo, sociable –no es remiso a acudir a los actos públicos a los que es
El presidente de La Caixa y de CaixaBank es un hombre hiperactivo, sociable –no es remiso a acudir a los actos públicos a los que es solicitado– pero discreto y cauteloso. Tiene a sus espaldas una larga vida de trabajo en la banca (Atlántico, Banca Jover, Bankunion, La Caixa) y cree que los banqueros deben dar mensajes positivos porque si las cosas van bien hay más créditos y menos morosos (el negocio marcha). Y a la inversa. En esto coincide con Emilio Botín, aunque se expresa con más contención y huye como del diablo del estilo más tajante de Paco González, el presidente del BBVA. En público cuida de no romper ningún jarrón con una actitud prudente que sus críticos califican de escurridiza. Isidre Fainé cree que la banca genera riqueza y empleo y que los banqueros deben dedicarse a lo suyo.
Ayudar a los políticos –y hablar mucho con ellos– sí, pero siempre con discreción y sin estridencias. Y su papel (es también presidente de la Confederación Española de Cajas) al dialogar con Pedro Solbes, Elena Salgado y Luis de Guindos ha sido relevante en la transformación –bastante traumática– de estas entidades que han tenido una alta mortalidad. Sólo unas cuantas han logrado la creación exitosa de un banco. Su activismo en este terreno también ha sido fuerte ante las instituciones europeas, aunque en privado lamenta que el presidente de las cajas alemanas –de titularidad pública– no le facilitara explicar al ministro Schäuble las peculiaridades de las españolas.
Y como La Caixa es desde hace años y tras el fracaso de la banca privada (excepto el notable caso del Sabadell) no sólo el primer banco catalán, sino el primer centro de poder financiero y empresarial (Abertis, Telefónica, Saba, Repsol, Agbar y un importante paquete minoritario en Telefónica), la posición de Fainé sobre el conflicto entre los Gobiernos de Cataluña y España siempre se ha considerado relevante. Pero el banquero catalán –que desde hace muchos años tiene también piso en Madrid– no se ha salido nunca de las generalidades: conveniencia y necesidad de diálogo y respeto a la legalidad, que no podían ser criticadas por nadie pero que dejaban claro su deseo de rebajar el conflicto.
El banquero catalán sugiere que la independencia de Cataluña no sería conveniente, pero que tampoco se puede exigir a las fuerzas que piden una nueva relación con España (más de 100 diputados sobre 135) que renuncien a sus ambiciones de más autogobierno. ¿Se apunta a la tercera vía?
Y anteayer por la noche en Washington no se salió del guion, aunque las circunstancias obligan a prestar atención a dos detalles. El primero es que habló acompañando, junto a la élite empresarial española, al presidente Rajoy en un viaje a la primera potencia del mundo que es relevante para España. El segundo es que, al ser preguntado sobre el conflicto –pocas horas antes de que el Parlamento catalán vote una resolución pidiendo la cesión de competencias a la Generalitat para convocar referendos, que con toda seguridad será rechazada por el parlamento español–, fue un poco más lejos que en anteriores ocasiones: “Yo sólo pienso en un gran acuerdo que nos ayude a todos a tirar adelante el conjunto del país, Cataluña, por supuesto, y también España”.
Fainé está insinuando –todo lo diplomáticamente que puede– dos cosas. Primera, que el enconamiento del conflicto, no digamos la independencia, no ayudaría a tirar adelante ni a Cataluña ni a España. Segundo, que “sólo piensa en un gran acuerdo”, por lo que no cree que pueda resolverse la cuestión con una pura y simple marcha atrás del empeño de Cataluña en tener un mayor autogobierno. Un “gran acuerdo” no puede basarse en que los más de 100 diputados catalanes (incluyendo el PSC) que quieren cambiar la relación con España renuncien a sus demandas. Fainé se hace eco así de la creciente preocupación de la gran mayoría del empresariado y el mundo económico tanto ante la voluntad independentista de parte de las fuerzas políticas catalanas como ante la pereza a explorar cualquier vía de negociación (¿la tercera vía de Duran o la reforma de la Constitución de Pere Navarro?) del Gobierno de Rajoy, que tiene mayoría absoluta.
Fainé se hace eco de la creciente preocupación de la gran mayoría del empresariado y el mundo económico tanto ante la voluntad independentista de parte de las fuerzas políticas catalanas como ante la pereza a explorar cualquier vía de negociación
La democracia conlleva que las decisiones políticas no las toman los empresarios o los banqueros, sino el pueblo soberano, a través de sus representantes. Pero el sentido común (más importante todavía) también inclina a pensar que los Gobiernos –especialmente si son de países no muy relevantes– no pueden dejar de tener en cuenta la opinión del tejido empresarial. Máxime cuando la globalización hace que sólo los grandes estados –Estados Unidos, China, la UE si se convierte en tal y supera su actual fase de ovni (objeto volador no identificado)– puedan gobernar a los mercados que –se ha visto– tienen movimientos espasmódicos y algo irracionales.
¿Lo tendrán en cuenta Rajoy y Mas? En principio sí, porque son hombres razonables, pero tampoco es seguro ya que son políticos que necesitan jalear a sus electores y han atizado en exceso los sentimientos de la parte más militante de sus bases electorales. No hay más que ver el error de Rajoy con un proyecto de ley del aborto que ha sublevado incluso a la mayoría de sus barones regionales, preocupados no por las elecciones europeas de primavera, sino por las autonómicas de 2015.
En el entorno de Fainé no se oculta tampoco la preocupación por las finanzas catalanas. Si España ha tenido serias dificultades (ahora menos) para financiar su deuda y Cataluña no puede con la suya de 50.000 millones, ¿qué pasaría si Cataluña tuviera que financiar no sólo la suya sino también la cuota-parte que le tocara de la deuda española (un 18% del PIB), o sea una cantidad de entre 200.000 y 250.000 millones? Sin olvidar que la estrategia de crecimiento de CaixaBank –el Santander y el BBVA están más instalados en los mercados de otros países– pasa por ser el primer banco minorista español. Y pese a la globalización, el primer banco francés es francés, el primer banco alemán, alemán, el primero italiano, italiano…
El presidente de La Caixa y de CaixaBank es un hombre hiperactivo, sociable –no es remiso a acudir a los actos públicos a los que es solicitado– pero discreto y cauteloso. Tiene a sus espaldas una larga vida de trabajo en la banca (Atlántico, Banca Jover, Bankunion, La Caixa) y cree que los banqueros deben dar mensajes positivos porque si las cosas van bien hay más créditos y menos morosos (el negocio marcha). Y a la inversa. En esto coincide con Emilio Botín, aunque se expresa con más contención y huye como del diablo del estilo más tajante de Paco González, el presidente del BBVA. En público cuida de no romper ningún jarrón con una actitud prudente que sus críticos califican de escurridiza. Isidre Fainé cree que la banca genera riqueza y empleo y que los banqueros deben dedicarse a lo suyo.