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Joan Tapia

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Cataluña votó que era España

El madrileño Foro de Foros que preside el incansable Manuel Rodríguez Casanueva me invitó a moderar un debate sobre Cataluña y España el pasado lunes. Intentamos

El madrileño Foro de Foros que preside el incansable Manuel Rodríguez Casanueva me invitó a moderar un debate sobre Cataluña y España el pasado lunes. Intentamos que estuvieran el máximo de posiciones, desde Joan Ridao, antiguo secretario general de ERC y hoy miembro del Consell de Garanties Estatutàries de la Generalitat, hasta Jaime Pérez Renovales, abogado del Estado y subsecretario de Presidencia del Gobierno. Desde el notario López Burniol (miembro de la junta del Círculo de Economía y consejero de La Caixa), que aboga por una reforma de la Constitución para solucionar el ‘problema catalán’ hasta Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, padre de la Constitución y destacado dirigente de UCD y después AP (fue candidato a presidir ese partido tras la primera retirada de Fraga y en su equipo iba, como secretario general, el entonces joven José María Aznar), que postula una interpretación flexible de la Constitución, un pacto político y no un texto sagrado, y que cree –como bien titulaba ayer El Confidencial“que la solución exige que nadie pierda la cara”.

Se puede ver el debate íntegro en la web de Foro de Foros, pero durante el debate algo me llamó la atención. Los dos catalanes, muy distintos ya que Joan Ridao quiere la independencia y López Burniol que Cataluña siga en España, creen que la consulta es necesaria. Y ello pese a que un referendo como el de Escocia es una cosa muy rara en los países democráticos, donde las constituciones no admiten el derecho de autodeterminación. Y los dos españoles, también distintos ya que Herrero tiene unas posiciones más flexibles que el PP e incluso que el PSOE y proclama que Cataluña es una nación, creen que la consulta (“al menos llegados a este momento”, Herrero dixit) es imposible e inconveniente.

Hay cierto paralelismo con las posiciones oficiales. Artur Mas proclama que la consulta es innegociable y Mariano Rajoy afirma que está dispuesto a hablar de todo (aunque Herrero recordó que, mientras, no se habla de nada) menos a una consulta que –asegura– no cabe en la Constitución.

Pero fue en el 2006, cuando ERC era el tercer o cuarto partido (muy alejado de los dos grandes) y menos del 20% del electorado catalán (ahora es el 40%) se declaraba partidario de un estado independiente

Lo más dramático (estoy tentado de escribir estúpido) es que hemos llegado a esta grave crisis después de que Cataluña decidiera en el referéndum de junio del 2006 aprobar un Estatut, votado en las Cortes españolas el mes anterior, que decía que Cataluña era una nación que formaba parte de España. Entonces la pertenencia a España no originó ninguna gran polémica en Cataluña ya que el voto favorable (74% contra 21%) fue muy amplio y la participación baja (49%). Entonces votaron no, juntos pero por motivaciones contrarias, tanto el PP como ERC. Y a favor hubo un amplio bloque central que iba desde los entonces gubernamentales PSC e ICV a la oposición de CiU. En junio del 2006 los catalanes votaron –sin que ello generara debate– que eran España. Y partidos hoy independentistas como CDC jalearon el ‘sí’.  

¿Qué ha pasado? Pues que lo que los catalanes decidieron en junio del 2006 fue alterado de forma sustancial cuatro años más tarde por un Tribunal Constitucional bastante deslegitimado, porque no se había renovado tal como exige la Constitución (muchos magistrados habían acabado sus nueve años de mandato) y por un juego diabólico de recusaciones. Y que ya antes –mientras se elaboraba– el PP hizo una campaña masiva y callejera pidiendo firmas en contra.  

Cataluña decidió en el 2006 que formaba parte de España en un Estatut, todo lo discutible que se quiera pero que había tenido una amplia mayoría en el Parlamento catalán y había sido aprobado en el Congreso de los Diputados y el Senado de acuerdo con las normas constitucionales. Y luego el Constitucional sentenció que esa decisión no era válida. Que los diputados catalanes, los diputados y senadores españoles, y el pueblo catalán (por orden de aparición en escena) se habían equivocado. ¡Cataluña había votado que era España, pero los catalanes no sabían lo que era España!

Ahora la mayoría de las fuerzas catalanas (87 diputados contra 42 hace una semana) exigen el derecho a decidir, que –dice Rubalcaba– como fórmula de marketing es imbatible, y seguramente hay una mayoría absoluta que quiere la independencia. Y el problema catalán se ha convertido no sólo en una amenaza a la existencia del Estado, sino en un obstáculo para salir de la crisis económica, como alertó la semana pasada la agencia Moody’s. Como me decía hace ya unos meses un entonces relevante magistrado del Constitucional: “España ha hecho un mal negocio”.

¿Qué lecciones sacar de esta excursión por un pasado reciente que nadie quiere recordar? Los independentistas de hoy porque les incomoda que los catalanes de 2006 no cuestionaran la españolidad, y los dirigentes del PP porque no quieren admitir que la sentencia del Constitucional fue una inyección de toneladas de espinacas para el independentismo. Hasta entonces ERC era el tercer o el cuarto partido catalán y CDC “la puta i la Ramoneta” (en palabras de Jordi Pujol).

Entonces España dijo ‘no’ a la forma en la que Cataluña quería ser España, que fue votada en referéndum por los catalanes con un 74% de votos favorables y antes había sido sancionada por las Cortes españolas

La primera conclusión es que, si Rajoy pudiera hacer marcha atrás en la moviola de la historia, tendría una actitud distinta (no digo de aprobación, sino distinta) ante algo que los catalanes habían votado. La segunda, que parece ‘congelado’ e incapaz de hacer una propuesta imaginativa –Adolfo Suárez la hizo con el retorno de Josep Tarradellas, el presidente de la Generalitat republicana en el exilio– que subsane, en la medida de lo posible, la desafección de Cataluña de la que José Montilla –al que Zapatero ninguneó– ya advirtió cuando se ‘cocía’ la sentencia.

La tercera, que amparado en el ‘no’ de España (en realidad de un desacreditado Tribunal Constitucional), el independentismo ha crecido mucho en Cataluña (en el 2010 se decía partidario de un estado independiente algo menos del 20% de la población y ahora el 40%), CDC se ha ‘convertido’ y hay una mayoría absoluta en el parlamento que desea la independencia. Y que en el diálogo de sordos actual es poco probable que esa mayoría no gane las próximas elecciones catalanas.

¿Razones para el optimismo? Pocas. Una de ellas es que el diálogo del lunes mostró opiniones enfrentadas pero una ausencia total de fanatismo, y que Rajoy y Mas tienen un currículo más pragmático que doctrinario. Quizás la inflexibilidad actual de ambas partes se deba a que el electorado del PP podría no entender una rectificación del discurso sobre Cataluña.

Ahí están Aznar, el nuevo partido Vox y la prensa incendiaria, bautizada de conservadora. Y gran parte del electorado soberanista (y de militantes de CDC) creerían una traición cualquier  pacto que no acabara llevando a la independencia. Adolfo Suárez y Martín Villa, Jordi Pujol y Miquel Roca, no sé si eran más inteligentes y con más capacidad de liderazgo. Lo indiscutible es que tenían otra pasta. Y seguramente –como Santiago Carrillo– legítimo temor de Dios a que la intolerancia nos devolviera a la pesadilla de 40 años de dictadura.

El madrileño Foro de Foros que preside el incansable Manuel Rodríguez Casanueva me invitó a moderar un debate sobre Cataluña y España el pasado lunes. Intentamos que estuvieran el máximo de posiciones, desde Joan Ridao, antiguo secretario general de ERC y hoy miembro del Consell de Garanties Estatutàries de la Generalitat, hasta Jaime Pérez Renovales, abogado del Estado y subsecretario de Presidencia del Gobierno. Desde el notario López Burniol (miembro de la junta del Círculo de Economía y consejero de La Caixa), que aboga por una reforma de la Constitución para solucionar el ‘problema catalán’ hasta Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, padre de la Constitución y destacado dirigente de UCD y después AP (fue candidato a presidir ese partido tras la primera retirada de Fraga y en su equipo iba, como secretario general, el entonces joven José María Aznar), que postula una interpretación flexible de la Constitución, un pacto político y no un texto sagrado, y que cree –como bien titulaba ayer El Confidencial“que la solución exige que nadie pierda la cara”.

PSC CiU Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Artur Mas