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Cuando España se equivoca
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Cuando España se equivoca

Quienes hayan leído estas Confidencias con atención saben que creo que el llamado ‘proceso catalán’ (respuesta a la sentencia del Estatut tras el referéndum de aprobación

Quienes hayan leído estas Confidencias con atención saben que creo que el llamado ‘proceso catalán’ (respuesta a la sentencia del Estatut tras el referéndum de aprobación y cuatro años después) tiene un arranque erróneo: Artur Mas no puede exigir un referéndum que abra la vía a la independencia como condición sine qua non para sentarse a buscar una solución. Y el error se multiplica con la resolución del Parlament –que no reunió las dos terceras partes de diputados precisos (según el Estatut, no la Constitución española) para plantear la reforma estatutaria– exigiendo la cesión de competencias para convocar un referéndum el 9 de noviembre con dos preguntas cerradas y sin acuerdo sobre como contabilizar el resultado. Fue adentrarse en un laberinto de difícil salida.

Pero la reacción de la clase política española a las demandas catalanas, que trascienden en mucho a Artur Mas y a los políticos catalanes, está siendo desafortunada. Hace unos días Mariano Rajoy le contestó al expresidente de la Generalitat y hoy senador José Montilla que no moverse (no plantear soluciones o alternativas) era una virtud. Fue una respuesta ‘rajoyana’ (los problemas los soluciona el tiempo). Pero, peor, fue una respuesta falsa porque pocos días después el grupo parlamentario popular se sumó a una moción de UPyD, el partido de Rosa Díez, para “rechazar de forma rotunda y tajante” la petición del Parlament. No era urgente ni hacía falta porque la propuesta catalana está pendiente y se votará cuando lo decida la mesa del Congreso de los Diputados. Era sólo una maniobra de Rosa Díez para robar voto del PP en las elecciones europeas del 25 de mayo.

Que los dos grandes partidos españoles voten –antes de discutir la petición del parlamento de Cataluña– una resolución de UPyD diciendo que rechazan de forma tajante y rotunda la propuesta catalana es un error gratuito

El mínimo exigible a un presidente español ante una demanda que tiene un fuerte apoyo en la ciudadanía catalana es la prudencia, en su lenguaje, “no moverse”. Pues no. Ahora se movió con precipitación. ¿Porque no quería que la petición catalana se viera a su debido tiempo? ¿Por no arriesgar una cierta pérdida de votos nacionalistas españoles, o de ciudadanos ‘cabreados’ con Cataluña, ante UPyD, VOX o el Movimiento Ciudadano en las europeas? ¿Por falta de reflexión? En cualquier caso un error, porque España debe reaccionar al problema catalán con la prudencia y el rigor de un Estado, no jaleando la propuesta de un partido de protesta, respetable pero que tiene pocos diputados y poco sentido de Estado (como acostumbra a pasar en estos partidos que van a la caza del voto del ciudadano desencantado).

Rajoy se ‘movió’ porque Rosa Díez se agitó. Mal. Y arrastró así al PSOE que no quiso arriesgarse –tras el lío navarro en el que parece que la existencia de Bildu es el seguro de vida de un Gobierno minoritario– a ser acusado de poco español o de simpatizante del catalanismo. Es una lástima porque Rubalcaba ha dado pasos importantes para abrir vías de diálogo, tanto en sus contactos con Artur Mas y relevantes empresarios como discutiendo con el PSC una propuesta de reforma de la Constitución. Y el voto de los diputados socialistas (incluidos los del PSC) a favor de la moción de Rosa Díez no ayudará al primer secretario del PSC, Pere Navarro, que ha tenido el valor de separarse de la línea trazada por el agit-prop independentista.

Tanto es así que el propio Rubalcaba dijo después que nunca más el PSOE votaría a favor de resoluciones como la de UPyD, que no ayudan a resolver el problema catalán. ¿Por qué la votó entonces? ¿Tiene más miedo a separarse de Rajoy que a perjudicar al PSC? Puede ser rentable –lo dudo– desde el punto de vista de los intereses electorales del PSOE en las inmediatas europeas –que son importantes–, pero es sumarse a una política respecto a Cataluña que tiene que ver más con ‘la piel’ y con ‘el cabreo’ (admito que algunos hablarán de justa indignación) que con el sentido de Estado. Rajoy y Rubalcaba vuelven a anteponer intereses, legítimos o espurios, que de todo hay, a una política de Estado respecto a Cataluña.

Pero no es el único error de los últimos días. El domingo la comisaria europea Viviane Reding (del PPE) afirmó en Barcelona que había que negociar “sin líneas rojas para que Cataluña se quedara en España”. Su mensaje contenía desde luego un cierto toque a la política de Mariano Rajoy porque le incitaba a ‘moverse’ pero era una enmienda a la totalidad a la estrategia de Artur Mas ya que añadió –rotunda y poco después de las declaraciones de Durão Barroso sobre Escocia– que una Cataluña independiente se quedaría fuera de la UE y enfatizó en una entrevista a Beatriz Navarro, la corresponsal de La Vanguardia en Bruselas: “No quiero perder a Cataluña”. El diario Ara (simpatizante con el independentismo) publicó también una larga entrevista a Reding de Antoni Basas, editor del diario y uno de los periodistas catalanes más influyentes, y tanto él como Carles Capdevila, el director, reconocieron el indudable peso de las declaraciones de Reding (condecorada con la Creu de San Jordi por su acción a favor del uso del catalán en las instituciones europeas).

Tampoco es inteligente que el PP critique las declaraciones de la comisaria europea Viviane Reding al llamar a negociar sin líneas rojas una solución para que Cataluña se quede en España. Y las actitudes poco inteligentes enrarecen el clima entre Cataluña y Madrid

Pues bien las reacciones de los políticos del PP –en este caso no de los socialistas, aliviados por la incitación al diálogo– han sido deplorables. Así, María Dolores de Cospedal, que al parecer no tiene tiempo para resolver los problemas de su partido en Andalucía, Extremadura o el País Vasco, no ha dudado en declarar que “en todos los países hay líneas rojas y una es la soberanía nacional, que no se puede fraccionar”. Estaba claro que Reding había marcado –sin explicitarlo– una línea roja que había que seguir juntos, o sea, que Cataluña debía continuar formando parte de España. Pero para Cospedal eso no parece ser relevante. Quizás aspira a que Cataluña siga en las condiciones actuales. Y esto es bastante más complicado. Puede imponerse, pero también acarrear graves consecuencias.

Juan José López Burniol, un notario barcelonés nada independentista y que no oculta su amor a España, declaró en Madrid hace poco que quizás Cataluña no tenga fuerza suficiente para alcanzar la independencia, pero que sí la puede tener para desestabilizar la democracia española. Fue una advertencia dura que el madrileño Foro de Foros escuchó con atención y educado silencio. Desgraciadamente, los dos grandes partidos españoles no la tuvieron en cuenta la semana pasada cuando creyeron que la propuesta de un grupo parlamentario de cinco diputados era más importante que el estado de ánimo de una nación de España (si quieren, una comunidad autónoma) en la que vive el 16% de la población y cuya producción es el 19% del PIB. 

Quienes hayan leído estas Confidencias con atención saben que creo que el llamado ‘proceso catalán’ (respuesta a la sentencia del Estatut tras el referéndum de aprobación y cuatro años después) tiene un arranque erróneo: Artur Mas no puede exigir un referéndum que abra la vía a la independencia como condición sine qua non para sentarse a buscar una solución. Y el error se multiplica con la resolución del Parlament –que no reunió las dos terceras partes de diputados precisos (según el Estatut, no la Constitución española) para plantear la reforma estatutaria– exigiendo la cesión de competencias para convocar un referéndum el 9 de noviembre con dos preguntas cerradas y sin acuerdo sobre como contabilizar el resultado. Fue adentrarse en un laberinto de difícil salida.

Artur Mas Mariano Rajoy José Montilla Rosa Díez