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Miquel Iceta al rescate del PSC
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Joan Tapia

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Miquel Iceta al rescate del PSC

Jordi Évole, que capta bien las reacciones populares, escribía el lunes en El Periódico de Catalunya: “Si eres un partido que ha hecho recortes, como hizo

Foto: Miquel Iceta (Efe)
Miquel Iceta (Efe)

Jordi Évole, que capta bien las reacciones populares, escribía el lunes en El Periódico de Catalunya: “Si eres un partido que ha hecho recortes, como hizo el PSOE y luego criticas a otro por hacer recortes… puede ser que alguien no te entienda, que no entienda que eso sea compatible. Y si no te entienden es posible que cada vez te voten menos. Y si eres un partido con aspiraciones de volver a gobernar, que te voten menos igual es un problema, y de los gordos”.

Es una buena aproximación a lo que le pasa a PSOE. Agravado porque Zapatero no defendió nunca a fondo su política de ajuste (los recortes son solo una parte): sí lo hizo en el parlamento pero no fue nunca a las diez de la noche a la primera cadena de TVE. Y cuando el líder no defiende con uñas y dientes unas medidas muy controvertidas y que disgustan a su electorado, el mensaje implícito que lanza es que se avergüenza. Más todavía cuando no se volvió a presentar (el único caso similar es el de Calvo Sotelo tras la OTAN y Landelino Lavilla) y cuando el nuevo candidato –Rubalcaba– intentó mirar hacia otro lado. El PSOE perdió y no defendió su política. Seguramente hubiera perdido igual pero debía haber mostrado más coherencia.

Y el PSC –sobre el que en Madrid se novela mucho– tiene el mismo problema que el PSOE pero corregido y aumentado. A los recortes se le une que siempre apostó por un mayor autogobierno catalán dentro de España y que el fallo del Constitucional –cuando Zapatero era presidente y el PSC tenía dos ministros– fue leído en Cataluña como un portazo de Madrid a la aspiración catalana. Y la actitud de CiU –y de sus aliados mediáticos– afirmando que la vía estatutaria había quedado muerta contribuyó decisivamente al ascenso del independentismo de una posición hasta entonces poco relevante a otra que pretende ser hegemónica.

El PSC está en crisis desde julio del 2010 por dos hechos que se sucedieron en pocas semanas: Zapatero rompió –sin explicarlo– sus promesas de que los socialistas incrementarían siempre el Estado del bienestar y el Constitucional –con gobierno socialista en Madrid y en Barcelona– cerró la puerta a un incremento del autogobierno catalán dentro de España. El corolario fue que Montilla perdió ante Artur Mas a finales del 2010 (poco después de la sentencia del Estatut) y el PSC se hundió en las municipales (el ayuntamiento de Barcelona siempre había sido suyo) en mayo del 2011 y volvió a perder las legislativas a finales de ese año ante CiU (por primera vez desde 1977).

Reconstruir el PSC después de esta triple derrota no era fácil. Máxime cuando quedó dividido por un desencuentro creciente entre los consellers maragallistas (que Montilla mantuvo hasta el final) y las corrientes centrales del partido (básicamente las federaciones del Baix Llobregat y de Barcelona ciudad) que controlaban el aparato de Nicaragua (el Ferraz barcelonés). Entre los maragallistas, Antoni Castells, conseller de Economía desde el 2003, ya decidió no presentarse a las elecciones del 2010, irritado con el aparato. Entonces el sector ‘catalanista’ quedó sin cabeza visible pese a la atractiva personalidad de Ángel Ros, que gobierna Lleida (una ciudad con mucha clase media proconvergente) con mayoría absoluta.

Pero el sector de los llamados ‘capitanes’ que tomaron el control del partido en el congreso de Sitges y que luego pactaron y apoyaron a Narcís Serra y Pasqual Maragall, tampoco salió bien parado. El desencuentro de los últimos meses entre el president Montilla y Pepe Zaragoza, el secretario de organización que ejercía de facto de secretario general fue fuerte. Y el triunvirato que según la fórmula de Jordi Pujol (Montilla-Iceta y Zaragoza) mandaba en el partido se rompió. Iceta estuvo próximo a Montilla y Zaragoza decidió apoyar una candidatura de ‘renovación’ con el prestigioso alcalde de Terrassa, Pere Navarro, uno de cuyos méritos había sido conservar la alcaldía frente a una de las estrellas ascendentes del independentismo convergente, Josep Rull, que hoy como secretario de organización tiene una parte importante de las funciones a las que el secretario general de CDC, Oriol Pujol (pendiente de una decisión del Tribunal Superior de Catalunya), ha renunciado provisionalmente. Rull es hoy el azote máximo de la tercera vía que propugna el democristiano Duran i Lleida.

En el congreso del PSC de diciembre del 2011 (tras la derrota de las legislativas) la candidatura de Pere Navarro que contó con el apoyo de la inmensa mayoría de alcaldes, del aparto y del propio Iceta (que renunció a presentarse) tuvo una amplia mayoría frente a la Joan Ignasi Elena, exalcalde de Vilanova, que unió al ala izquierda y a muchos ‘catalanistas’. Navarro es un hombre de seny, un alcalde más ducho en afrontar problemas concretos que en batallas ideológicas.

Hizo una Ejecutiva de integración y –tras algún tanteo y dos votos de los diputados del PSC diferentes a los del PSOE en el Congreso de los Diputados, algo que a lo que los ‘catalanistas’ no se habían atrevido nunca– fijó una posición propia del PSC frente al independentismo que la mayoría respaldó con fuerza: el partido apoyaba el derecho a decidir (la célebre consulta) pero exigía que fuera legal y por lo tanto pactada con el Gobierno de Madrid.

Es una posición que mantienen también bastantes empresarios que no apoyan la independencia como el presidente del Foment, Joaquim Gay de Montellà. Y para resolver el conflicto creado tras la sentencia del Constitucional se apostaba por una reforma de la Constitución en un sentido federal. Esta reforma constitucional fue pactada con Rubalcaba y apoyada por el PSOE en la famosa declaración de Granada.

Pero el posicionamiento de Navarro no satisfizo del todo al sector ‘catalanista’ y una parte de él se manifestó contrario a la declaración de Granada (por insuficiente) y adoptó una actitud hostil contra el primer secretario. Y el agit-prop de CDC aprovechó cualquier motivo para atacar a Navarro acusado de “españolista” y supeditado al PSOE. Muchos sectores del independentismo creen que el enemigo es el PSC y que si queda debilitado o reducido a la mínima expresión, la batalla entre CiU y ERC por una parte y el PP y Ciutadans por la otra, la ganan por goleada.

En cambio la cosa se complica si un PSC fuerte aboga por una solución federal. Y la votación a favor de las tesis soberanistas (y contra la decisión adoptada por muy amplia mayoría en el Consell Nacional del PSC, máximo órgano del partido entre congresos) de tres diputados del PSC (una consellera maragallista y dos diputados de Avancem, la corriente de izquierda socialista) originó un gran escándalo. El PSC era culpable de sancionar a tres diputados fieles a Cataluña que habían tenido el valor de romper la disciplina de voto y Navarro era el verdugo.

Además Navarro –con escasa experiencia parlamentaria y que tuvo que esperar a la disolución anticipada de finales del 2012 para tener su escaño de diputado– tampoco tuvo intervenciones brillantes frente a dos parlamentarios consumados como el propio Artur Mas y Oriol Junqueras, el líder de ERC. Y un sector de las bases del partido no entendió ni su presencia junto a la delegada del Gobierno y la líder del PPC en una copa el Día de la Constitución del 2013 ni su apoyo a BCN World, un complejo turístico en Tarragona promovido por Artur Mas y al que el alcalde socialista de Tarragona (José Félix Ballesteros, el actual presidente de la gestora) y la UGT local apoyaban porque implica una importante creación de puestos de trabajo.

Ninguno de estos asuntos fue decisivo, pero su acumulación más la derrota en las europeas (y la situación del PSOE tras la renuncia de Rubalcaba) han llevado a Pere Navarro a una creciente sensación de soledad que ha coincidido con un incremento del nerviosismo de los ‘capitanes’ del partido. Al final Navarro, que no supo explicar que los resultados de las europeas no eran catastróficos, decidió tirar la toalla.

El primer reflejo de los líderes territoriales fue apoyar como candidata a Nuria Parlón, la joven alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet (ciudad pegada a Barcelona) que podía implicar una ligera inflexión hacia el derecho a decidir y a posiciones más izquierdistas. Pero la alcaldesa renunció en 72 horas, seguramente porque vio que tampoco conseguiría acercar (tal como había imaginado) las posiciones de Avancem y las de la mayoría del partido y porque como para otros alcaldes (Ballesteros de Tarragona, Ángel Ros de Lleida o Nuria Marín de L´Hospitalet) su ser o no ser es la difícil batalla municipal de la próxima primavera.

Tras la renuncia de Parlón, Miquel Iceta anunció inmediatamente su candidatura y en menos de 24 horas consiguió el apoyo de la importante federación del Baix Llobregat, de la de Barcelona (que había promovido a Parlón) e incluso del alcalde de Lleida Ángel Ros, hoy (en la reserva Castells) el referente más sólido del sector ‘catalanista’.

Iceta no es la renovación pero es un valor sólido y muy respetado dentro del partido tanto por su agilidad intelectual como por su trayectoria política, ya que fue uno de los principales artífices del congreso de Sitges que significó el cambio de mayoría en el partido, hasta entonces dominado por la ‘burguesía socialista’. Y ha trabajado a fondo tanto con José Montilla –otro ganador de Sitges– como junto a Narcís Serra y –no sin ciertas tensiones– con Pasqual Maragall, a los que se enfrentó en dicho congreso. En los últimos meses ha sido un colaborador estrecho de Pere Navarro y un puente con Rubalcaba en lo referente a la reforma constitucional.

Iceta parte como claro ganador pero seguramente habrá batalla. Debe ser elegido por los 20.000 militantes del partido y lógicamente la corriente Avancem (izquierda ‘catalanista’) que dice encarnar la sensibilidad actual debería presentar a Joan Ignasi Elena pero puede que no lo haga porque en las primarias de Barcelona (para la alcaldía) el candidato opuesto a la mayoría no logró ni pasar a la segunda vuelta. Pero si Elena no concurre contra Iceta toda la protesta que ha encabezado contra Pere Navarro quedará bastante deslegitimada.

En todo caso habrá batalla porque Albert Aixalá, antiguo secretario de organización de Barcelona y que apoyaba a Nuria Parlón, ya ha anunciado su candidatura. Aixalá propone la “refundación” del PSC frente a la “reconstrucción” que defiende Iceta.

Pero la pregunta clave es si Miquel Iceta puede ‘rescatar’ al PSC de las turbulencias. No tiene el glamour de la renovación (hace ya mucho que ‘salió del armario’) y ya no es joven (tiene 53 años) pero conoce a fondo el partido y la política catalana y española, tiene capacidad intelectual y es un buen parlamentario. Y además lo resultados de las europeas no fueron tan malos como asegura la propaganda independentista. Respecto al 2009 el PSC ha recibido un serio revolcón ya que ha caído del 36% al 14,2% pero España y Catalunya eran entonces muy diferentes.

Para ver la dinámica política hay que comparar con las más recientes elecciones catalanas del 2012 y aquí el PSC ha mantenido su porcentaje de voto mientras que CiU ha perdido 9 puntos, el PP ha bajado 2, Ciutadans se ha erosionado (-1,3) y los únicos que han subido han sido ICV (0,3 puntos) y sobretodo la ERC de Oriol Junqueras (9,9 puntos más).

Jordi Évole, que capta bien las reacciones populares, escribía el lunes en El Periódico de Catalunya: “Si eres un partido que ha hecho recortes, como hizo el PSOE y luego criticas a otro por hacer recortes… puede ser que alguien no te entienda, que no entienda que eso sea compatible. Y si no te entienden es posible que cada vez te voten menos. Y si eres un partido con aspiraciones de volver a gobernar, que te voten menos igual es un problema, y de los gordos”.

Pere Navarro PSC Artur Mas José Montilla Oriol Junqueras