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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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La Generalitat dice no a Guindos

La semana pasada decía que entre los partidos que han apostado por el conflicto entre España y Cataluña (con posiciones enfrentadas de los dos gobiernos) hay

La semana pasada decía que entre los partidos que han apostado por el conflicto entre España y Cataluña (con posiciones enfrentadas de los dos Gobiernos) hay preocupación. Cada parte proclama que tiene la razón (el PP cita la Constitución y CiU y ERC el derecho a decidir de los catalanes), pero están inquietos ante el choque de trenes que –salvo ‘arreglo’ de última hora– se producirá el próximo 9 de noviembre si Artur Mas insiste en la consulta. Y más ante el posible ‘desorden institucional’ posterior.

Cierto que los más inquietos no son los partidos del conflicto (el PP por una parte y CDC y ERC por la otra), sino los que podríamos encuadrar en un amplio y difuso partido de la distensión. Rubalcaba venía advirtiendo que de la ‘no negociación’ no saldría nada bueno y Felipe González –en un encuentro con los empresarios del foro empresarial Puente Aéreo y en otro con socialistas catalanes– no ha ocultado su temor a que todo pueda acabar en la suspensión de la autonomía catalana, que conllevaría el fracaso de la Constitución del 78. Y la gran mayoría de los empresarios catalanes (el presidente del Foment, Joaquín Gay de Montellà, con mucha insistencia últimamente) han venido advirtiendo a Mas en contra de la independencia y a Rajoy de la urgencia de un nuevo pacto que frene el camino hacia el choque de trenes.

Y todo el partido de la distensión ha visto en la llegada de Felipe VI una oportunidad para que tanto Mas como Rajoy –sin desdecirse de sus anteriores posiciones– se agarraran a ese clavo ardiendo (las competencias de un rey constitucional son limitadas) para practicar una inflexión. Y algunos gestos ha habido. Desde Cataluña Duran i Lleida (encuadrado formalmente en CiU, un partido del conflicto) hace meses que viene reclamando una tercera vía entre el inmovilismo y el separatismo. Y en Madrid –quizás como como consecuencia de la inquietud de los empresarios y banqueros catalanes– también ha habido movimientos.

El ministro Guindos, que pisa Europa y es escuchado por Rajoy, ha lanzado a algunos financieros catalanes algo que puede ser un globo sonda. El Gobierno español, una vez que el Tribunal Constitucional y el Congreso de los Diputados ya rechazaron de plano y con gran consenso el referéndum sobre la independencia, podría ‘tolerar’ una consulta catalana sin consecuencias jurídicas si la ley de consultas y la pregunta fueran constitucionales. Pero mientras la próxima ley de consultas lo puede ser (Mas tiene interés para tener cierta legitimación y para que el PSC la pueda votar), la gran dificultad está en la reconversión de la doble pregunta pactada por Mas y Junqueras en el Parlamento catalán.

Los interlocutores de Guindos hablan de una pregunta del tipo: “¿Aprueba usted que el Gobierno catalán inicie negociaciones con el de España para que Cataluña sea un Estado?”. El globo sonda de Madrid consiste en aceptar de alguna forma la primera de las preguntas del Parlamento catalán a cambio de la retirada de la segunda: “¿Y quiere que sea independiente?”. No hay garantías –sí bastante escepticismo– de que Rajoy pudiera aceptar este planteamiento ante un año electoral duro y difícil en España (autonómicas y municipales en mayo y legislativas a finales del 2015), pero tanto o más importante es si este hipotético paso de Madrid podría llevar a otro de la parte catalana.

La impresión, una semana después, es negativa. Un político muy próximo a Mas, partidario de la negociación, confiesa que las relaciones entre los dos Gobiernos están peor que nunca y que sería muy conveniente un ‘arreglo’ sobre la consulta para evitar posteriores males mayores. Mas está interesado en que las cosas no se desborden y que las elecciones catalanas, más o menos plebiscitarias, no se celebren hasta después de las españolas.

Ello permitiría abrir otra negociación con el nuevo Gobierno de Madrid, que en cualquier hipótesis –Gobierno de Rajoy con mayoría absoluta (improbable), Gobierno del PP sin mayoría y con serias dificultades para pactar (probable), o Gobierno de izquierdas liderado por el PSOE– estaría más abierto a una negociación que el actual.

Pero –añade– si la tensión sube y los dos Gobiernos nos equivocamos, quizás no podamos aguantar y tengamos que convocar elecciones plebiscitarias junto a las municipales de mayo y con una lista CDC-ERC cremallera (uno de CDC por uno de ERC pero trufada con figuras independientes de prestigio). Reconoce que no es el mejor escenario, pero no se puede excluir y no sería bueno para nadie.

Pero rechaza el globo sonda atribuido a Guindos. Es serio y lacónico. Hoy por hoy Artur Mas no puede aceptar ninguna consulta en la que no se plantee explícitamente la independencia. Porque lo ha pactado con Oriol Junqueras pero, más importante, porque implicaría la ruptura de CDC. Mas tiene autoridad pero ahora el único ‘arreglo’ es que Madrid permita la consulta catalana sin aceptar que tenga valor y desprestigiándola (entre otras cosas porque parece imposible que el 50% del censo vote el sí-sí). Los independentistas dirían que han ganado porque el resultado sería favorable, pero los constitucionalistas contestarían (contando la abstención) que habría quedado claro que más de la mitad del electorado catalán no está por la independencia.

Mi interlocutor admite que la posibilidad de que el Gobierno de Rajoy la admita es mínima pero no cree que Artur Mas tenga otra opción que seguir adelante. Cree que el PP practica la política del bastón y la zanahoria. Ofrece pactos que podrían ser parcialmente positivos (la zanahoria), pero si no entras en la vereda (y Mas no lo hace) retira todo y recurre al bastón sin ningún miramiento. De ahí vienen tanto los exabruptos de Wert como los de Montoro o Jorge Fernández Díaz, e incluso la marcha atrás en la autonomía financiera del puerto de Barcelona. “Si no tragas, palo. Lo que no calculan –y comenten un grave error– es que así sólo crispan, fomentan la desafección y engordan a ERC”.

Miquel Iceta, candidato a la secretaría del PSC, será ya sin duda el nuevo líder del partido ya que es el único que ha conseguido los 2.000 avales (el 10% de la militancia) necesarios para concurrir a la votación del próximo día 13. Era lo esperado. Lo nuevo es que Iceta despliega gran actividad (artículos y entrevistas en prensa, radio y televisión) en defensa de los postulados del partido e insistiendo, como Pere Navarro pero con más energía, en que la consulta sólo se podrá llevar a término si es “legal y pactada”.

Y también ha logrado –al menos hasta el momento– limitar las tentaciones centrífugas. El alcalde de Lleida, Àngel Ros, una de las personas más respetadas del sector catalanista y un posible candidato a la presidencia de la Generalitat, le ha dado su aval de forma expresa y Raimon Obiols, el líder histórico del PSC que se presentó tres veces contra Pujol, ha desaconsejado cualquier aventura secesionista.

La semana pasada decía que entre los partidos que han apostado por el conflicto entre España y Cataluña (con posiciones enfrentadas de los dos Gobiernos) hay preocupación. Cada parte proclama que tiene la razón (el PP cita la Constitución y CiU y ERC el derecho a decidir de los catalanes), pero están inquietos ante el choque de trenes que –salvo ‘arreglo’ de última hora– se producirá el próximo 9 de noviembre si Artur Mas insiste en la consulta. Y más ante el posible ‘desorden institucional’ posterior.

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