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Mas sale vivo, pero tocado
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Mas sale vivo, pero tocado

Cataluña está instalada, tras el nuevo y renqueante pacto entre Artur Mas y Oriol Junqueras –logrado bajo la presión de las entidades independentistas y transversales como

Foto: El presidente de la Generalitat, Artur Mas. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Artur Mas. (EFE)

Cataluña está instalada, tras el nuevo y renqueante pacto entre Artur Mas y Oriol Junqueras –logrado bajo la presión de las entidades independentistas y transversales como ANC y Òmnium– en una campaña electoral de ocho meses que acabará el 27 de setiembre.

Y en este extraño periodo –anunciar elecciones anticipadas ocho meses antes es una extravagancia– van a pasar muchas cosas. Entre ellas las sesiones, algunas de las cuales serán muy llamativas, de la comisión de investigación sobre Jordi Pujol, en la que en los próximos días comparecerán Marta Ferrusola y algunos de los hijos del expresident.

Ayer lo hizo el actual presidente de la Generalitat. Mas no quería acudir y sólo lo ha hecho cuando –tras cuatro votaciones impidiéndolo– ERC cambió de criterio. Porque CiU y ERC continúan siendo aliados, pero son también competidores. Hoy, el líder de ERC aúna las funciones contrapuestas de reconocido líder de la oposición y de máximo dirigente del partido que apoya al Gobierno, una figura original en la práctica parlamentaria europea. Y ERC decidió forzar la comparecencia –un mal trago que Artur Mas quería ahorrarse– pero procurando no exacerbar el creciente “mal rollo” entre los dos partidos. Y así Oriol Junqueras, al contrario que los otros líderes parlamentarios, no acudió el lunes a la comisión y dejó a Oriol Amorós la tarea de interrogar al presidente.

Y Artur Mas ha sobrevivido. En parte porque es un político ordenado, con dotes expositivas y polémicas. También porque cuando una comisión de investigación trabaja asuntos que están sub júdice hay una línea de escapatoria clara: los hechos no están probados, todo lo más hay imputaciones y acusaciones que no invalidan la presunción de inocencia, y finalmente la última palabra no la tiene la comisión parlamentaria sino la Justicia, que puede tardar meses o años en dictar sentencia. De hecho, uno de los asuntos que flotó en la comparecencia, la posible financiación de CDC por el pago de constructoras de obra pública a través del Palau de la Música y de Fèlix Millet –caso por el que el partido tiene su sede embargada– lleva años en los juzgados y no parece haber avanzado nada desde que el president Mas compareció en el Parlament en julio del 2013.

Mas se defendió argumentando que muchas acusaciones eran sólo eso y no hechos probados, y trazó una clara línea de separación entre su persona (y la de su esposa) y los diversos miembros de la familia Pujol. Se defendió bien y con energía, pero estuvo tenso. Y llegó a admitir que notaba en sus carnes el caso Pujol y que estaba físicamente vivo, aunque no tan seguro de estarlo también políticamente. Y algunos de los ataques de los líderes parlamentarios evidenciaron una relación tan intensa entre la familia Pujol, Artur Mas y CDC en asuntos controvertidos que hacen difícil que la figura del president no resulte lesionada.

Aparte de que Artur Mas es innegable hijo político de Jordi Pujol (que lo escogió como sucesor), está la larga relación con Oriol Pujol Ferrusola, que fue su segundo y el secretario general del partido hasta pocos días antes de la confesión de su padre y que ya estaba imputado por el presunto cobro de comisiones en el caso ITV y en algunas deslocalizaciones de multinacionales que cerraron o redujeron plantas productivas en Cataluña.

Y otro asunto, la existencia de una cuenta del padre de Mas en Liechtenstein, en la que el president figuraba como beneficiario y que luego fue regularizada, le afectaba ya más personalmente. Y aunque aclaró que fue su madre la que, a la muerte de su padre, heredó todos los bienes, se trata de un hecho –bastante molesto– que tampoco le beneficia.

El tono de los líderes evolucionó desde el máximo criticismo de Alicia Sánchez-Camacho –que estuvo especialmente incisiva– a los de Albert Rivera, Joan Herrera, Miquel Iceta y el propio Oriol Amorós. Pero todas las críticas tuvieron un punto en común: la dificultad de creer que Artur Mas no supiera absolutamente nada de la fortuna de la familia Pujol, la financiación del partido vía Palau en el escándalo Millet y la doble función de lobista y secretario general del partido de la que está acusado Oriol Pujol Ferrusola, que fue también un hombre clave en la conversión de CDC del autonomismo nacionalista al independentismo. Albert Rivera le sacudió al indicar que un político inteligente y capacitado no podía recurrir a las excusas de Ana Mato (ignorancia sobre el origen de los coches de su garaje), la infanta Cristina o el propio Rajoy con el famoso tesorero del PP. Un destacado intelectual, próximo al president, admitía ayer que Artur Mas ha quedado “tocado”.

Se defendió bien, remachó que no había nada probado y sí muchas especulaciones, citó acusaciones directas contra él en la campaña electoral del 2012, basadas en papeles de la policía española que dos años después no han tenido ni demostración ni consecuencias, vale. Pero quedó una sombra de inquietud o sospecha debido a que ha hecho su carrera política aupado por la familia Pujol, encausada hoy en los tribunales tras una confesión que ha conmocionado a toda España, y que ha convivido o coexistido con asuntos vidriosos. Según este intelectual no es el mejor equipaje para un líder que predica una Cataluña independiente para superar un cuadro institucional de amiguismo y corrupción, que pone de modelo a países avanzados como Holanda o Dinamarca.

Hasta hoy Artur Mas se ha demostrado un político resistente y capaz de resucitar tras su errores. Ahora las encuestas apuntan a un mapa político catalán muy fragmentado (entre otras cosas por la aparición de Podemos), en el que ERC le disputa la primera posición y en el que tampoco es seguro que el posible pacto CiU-ERC siga teniendo la mayoría absoluta algo raspada (71 diputados, tres más de los 68 requeridos) de ahora.

Quizás los errores de Artur Mas tienen su origen en no admitir que la mayoría absoluta (formal o práctica) que CDC tuvo en las legislaturas de Pujol debió mucho a la capacidad de maniobra del expresident, que se supo granjear el apoyo de sectores muy diversos (e incluso dispares), desde políticos pragmáticos que habían tenido funciones con el franquismo (de segundo orden) hasta jóvenes radicales independentistas. Por el contrario, Artur Mas ha hecho un partido más ideologizado, no ha tenido nunca las mayorías de Pujol y –aquí estaría el error– ha querido gobernar como si las tuviera (o con el objetivo inmediato de lograrla).

Cuando alcanzó la presidencia en el 2010 quedó a 6 diputados de esa mayoría, pese a que se benefició del voto de castigo a Zapatero y al tripartito. Fue elegido entonces con un acuerdo con el PSC, del que se alejó a toda velocidad para hacer un pacto sólido con el PP de Alicia Sánchez-Camacho y eliminar el impuesto de sucesiones. Pero luego, cuando Rajoy a finales del 2011 sacó mayoría absoluta y no necesitó un Majestic-2 (una nueva versión del pacto del 96 que permitió a Pujol gobernar con apoyo del PPC e influencia en Madrid) giró hacia el soberanismo y convocó elecciones anticipadas. Esperaba una “mayoría excepcional”, pero perdió 12 diputados y quedó a 18 del objetivo.

Entonces, escogió –aunque tenía otras opciones– sobrevivir pactando con ERC una consulta independentista, a plazo fijo, en el 2014. Y ahora tras el 9-N ha querido hacer una lista única con ERC cuyo objetivo –según ha insistido repetidamente– era la mayoría absoluta. ERC no ha aceptado y las encuestas le dan hoy una horquilla de 34 a 40 diputados, una pérdida mínima de diez escaños.

No es un horizonte color de rosa y con el caso Pujol y la posible irrupción de movimientos de protesta como Podemos, Artur Mas lo tiene todo menos fácil. Pero, aunque el lunes se le vio algún signo de cansancio, seguirá. Y tiene cosas a favor. Su capacidad para encajar las desgracias aunque sean fruto de los propios errores, la negativa del PP a acercarse a sectores no independentistas pero partidarios de más autonomía política y fiscal (desde Duran Lleida a gran parte del empresariado) y el hecho de que la reforma federal de la Constitución que defienden, ahora muy coordinados, tanto Miquel Iceta como Pedro Sánchez no será una propuesta operativa mientras el PSOE no vuelva a la Moncloa. Si el PP que está en el poder no ofrece nada, si el PSOE –que si ofrece– no manda en Madrid, y si ERC peca de radical e inquieta a la clase media catalana… Artur Mas intentará seguir. Pese a que el caso Pujol le ha dejado tocado y pese a sus errores, que no son pocos.

Cataluña está instalada, tras el nuevo y renqueante pacto entre Artur Mas y Oriol Junqueras –logrado bajo la presión de las entidades independentistas y transversales como ANC y Òmnium– en una campaña electoral de ocho meses que acabará el 27 de setiembre.

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