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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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La independencia frente al 27-S

El primer test de Artur Mas es conseguir repetir la lista unitaria en las elecciones españolas de diciembre

Foto: Alcaldes y ciudadanos arropan a Mas en su declaración como imputado por el 9-N. (EFE)
Alcaldes y ciudadanos arropan a Mas en su declaración como imputado por el 9-N. (EFE)

Un sistema político propio, con la presencia permanente del nacionalismo como primera o segunda fuerza y la escasa incidencia de la derecha española, es desde la recuperación de la democracia una constante catalana. Pero el domingo por la noche el programa 'Salvados' de La Sexta recordó que -pese a ello- hay elementos comunes y vasos comunicantes entre el sistema político catalán y el español.

Desde siempre, la fuerza en Cataluña del PSC (ligado al PSOE), que acostumbraba a perder las elecciones autonómicas y a ganar las municipales y legislativas, ha sido el gran punto en común. De ahí la aguda alergia del nacionalismo -incluso antes de su conversión al independentismo- al PSC, que ha sido -con su presencia municipal- un partido tan arraigado en la sociedad catalana como ligado a España. Ya he escrito que desde 1977 el PSC solo ha tenido dos líderes indiscutibles que pusieron de los nervios al pujolismo: Felipe González -que ganó todas las legislativas en Cataluña- y Pasqual Maragall, el alcalde olímpico que les arrebató la Generalitat en 2003.

El PSC fue en las 'plebiscitarias' de septiembre el tercer partido pero su lugar de segundo clasificado fue ocupado por Ciudadanos, un partido que nació en Cataluña como protesta 'indígena' (no dirigida desde Madrid) al nacionalismo y que ahora se proyecta como el partido español que más amenaza al bipartidismo español. ¡Curioso!

Y puntualmente el programa de Jordi Évole del domingo volvió a poner de relieve esos nexos comunes. Cataluña tiene un sistema político propio -como corresponde a una nación-, pero ese sistema no es totalmente ajeno al español porque Cataluña también es España pero de una forma diferente.

Como dijo Iglesias en 'Salvados', la comparecencia como imputado de Mas parece diseñada para favorecer su imagen en el electorado independentista

El novedoso y tan alabado debate –pese al almibarado inicio de los dos jóvenes líderes en una camioneta explicándose vivencias como viejos amigos- entre Albert Rivera y Pablo Iglesias, los candidatos de las fuerzas emergentes en las elecciones españolas, tuvo un seguimiento espectacular en toda España. El 25,2% de 'share', una audiencia de un buen partido de futbol. Y en Catalunya el 'share' fue similar, el 25,5%.

El éxito del debate Rivera-Iglesias (ganador el liberal y desacomplejado Rivera frente a la protesta social de Iglesias) es algo que el PP y el PSOE deben tener muy en cuenta. Pero todavía más el independentismo catalán, porque tanto Ciudadanos como Podemos tienen fuerte presencia en Cataluña y van a luchar por el voto en las próximas legislativas.

Como dijo Pablo Iglesias acertadamente en el debate, la comparecencia como imputado de Artur Mas ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya el pasado 15 de octubre parece un espectáculo montado por el Gobierno del PP a favor del líder independentista catalán. En efecto, Artur Mas ha tenido -gracias al primitivismo político del PP- una semana de gloria ante sus alicaídas tropas que ha servido para compensar en parte los resultados -inferiores a lo previsto y lo necesario- del 27-S. El pasado jueves, subiendo decidido las escalerillas de la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, jaleado por alcaldes y militantes independentistas, pudo emular a Lluís Companys -como se encargó de repetir su adiestrado 'agit-prop'- pero con más confort y muchos menos riesgos. ¿Un nuevo héroe, perseguido por el enemigo, de la épica nacionalista?

Y los días siguientes el PP le siguió el juego magnificando el espectáculo y su alambicada frase sobre la desobediencia a la sentencia si Cataluña fuera entonces independiente (cuando en ese caso no habría desobediencia). La vicepresidenta del Gobierno y el ministro de Justicia (especialmente torpe, ya que ha conseguido incendiar no solo al nacionalismo catalán sino incluso a la muy conservadora Asociación de Fiscales) exhibieron la posibilidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución. Algo sobre lo que un Gobierno español prudente y responsable nunca debe gesticular en vano.

Vale, Mas ha ganado mediáticamente en Cataluña y gracias al gobierno de Madrid -como subrayó Pablo Iglesias- la semana del 15 de octubre, la del 75 aniversario del fusilamiento de Lluís Companys, que fue presidente de la Generalitat y ministro de Marina de la República con Niceto Alcalá Zamora. Vale. Pero el lunes 19 las cosas han vuelto donde estaban. Ha perdido el plebiscito porque no llegó al 48% de los votos (tampoco es una victoria de Rajoy o de Sociedad Civil Catalana). Junts Pel Sí es la primera fuerza parlamentaria con el 39,5% de los votos y 62 diputados (nueve menos de los que tenían antes de la patriótica disolución del Parlamento y de la no menos patriótica lista unitaria). CDC ha pasado de 50 a 30 diputados…Y Mas tiene que implorar la investidura a la CUP, que no es seguro que sea un Dios clemente y misericordioso. ¡Mal negocio!

Felip Puig advierte de que el pacto con la CUP no solo será difícil sino que no es conveniente y de que no habrá investidura hasta después de las generales

Así lo debe pensar como mínimo el en otro tiempo líder de la corriente independentista de CDC, Felip Puig, que ha manifestado a un grupo de empresarios que la investidura de Mas es imposible antes de las elecciones españolas, que llegar a un acuerdo con la CUP es casi imposible… y que habría que ver si después de esas elecciones el cielo se despeja un poco porque con la CUP la tormenta es segura y hay líneas rojas (en economía y seguridad) que CDC no puede abandonar. La vicepresidenta actual, Neus Munté, una creyente del 'procés' cuyo currículo en CDC no es nada comparado con el de Felip Puig, corrigió ayer al todavía 'conseller' de Industria. Pero la realidad es la realidad. Es difícil que Artur Mas sea investido antes de las elecciones españolas. Despues… después el pim-pam-pum irresponsable Mas-Rajoy (o Rajoy-Mas) puede haber pasado a mejor vida.

De momento, la primera decisión que el independentismo debe tomar es si repite la fórmula de Junts Pel Sí en las elecciones españolas. La lógica 'plebiscitaria' lo exigiría, pero si el 'plebiscito' no ha funcionado en unas elecciones catalanas, quizá vaya todavía peor en unas legislativas. Y la próxima presidenta del Parlament, Carme Forcadell, líder de la ANC hasta hace pocos meses y que ha sido propuesta por ERC, su antiguo partido, parece que dice que no pasa nada si los dos partidos van por separado a Madrid. Eso sí, con la independencia como punto común irrenunciable.

Y si van separados y ERC saca más votos que CDC (sin Unió y contra Duran Lleida), todo se le complica a Artur Mas. Oriol Junqueras solo aceptó en el último momento -y por la presión del 'agit-prop' convergente- la lista unitaria, pero nunca ha escondido que cree que ERC debe mostrar sus señas de identidad, distintas a las de CDC. Y ERC querría recuperar algo de un voto radical que el 27-S se fue a la CUP. Además, Junqueras puede tener sus ambiciones, tan legítimas como las de Mas. Y pese a que los convergentes tienden a minusvalorarlo, debe ser un buen negociador. En las pasadas elecciones CDC ha bajado de 50 a 30 diputados y ERC ha conservado sus 21. Ni uno más pero ni uno menos.

La hoja de ruta política y personal de Artur Mas está embarrancada tras las elecciones anticipadas del 27-S que nadie le obligaba a convocar. Ahora su investidura está en manos de la CUP y tiene ante sí el desafío de las elecciones españolas. Quizás a corto, aparte de la elección de la mesa del Parlament, lo más relevante será saber si CDC y ERC repiten coalición el 20-D. Y los resultados que el independentismo -junto o separado- tenga en esas elecciones. Atentos pues no solo a la negociación con la CUP -que Felip Puig dice que va para largo- sino también a los movimientos y conspiraciones internas de Junts Pel Sí, donde conviven dos partidos diferentes, dos líderes ambiciosos y 11 independientes -con Lluís Llach a la cabeza- que pueden ser geniales pero que en muchos casos también son imprevisibles.

Un sistema político propio, con la presencia permanente del nacionalismo como primera o segunda fuerza y la escasa incidencia de la derecha española, es desde la recuperación de la democracia una constante catalana. Pero el domingo por la noche el programa 'Salvados' de La Sexta recordó que -pese a ello- hay elementos comunes y vasos comunicantes entre el sistema político catalán y el español.

Artur Mas Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) Parlamento de Cataluña Oriol Junqueras