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El "tot o res" (todo o nada) lleva al "res" (nada)
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Joan Tapia

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El "tot o res" (todo o nada) lleva al "res" (nada)

Artur Mas promueve una moción rupturista del Parlament sin tener asegurada su reelección

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

No cabe duda que el 47,8% de los votos a las dos candidaturas separatistas el pasado 27-S estuvo lejos de ser una victoria ya que las elecciones se habían convocado como plebiscitarias, porque el Estado español no permitía la consulta. Pero pueden leerse como una enmienda catalana a la Constitución del 78 y todavía más como un rechazo a la intransigencia y la ausencia de diálogo del gobierno del PP durante toda la legislatura. Mas perdió la apuesta pero el resultado le daba base para negociar con el gobierno que salga de las urnas el 20-D un replanteamiento de la situación. La mayoría de los catalanes cree que Cataluña es una nación (no forzosamente una nación soberana) y desea más autogobierno. Y tanto la asimetría constitucional –ahí está la situación de Euskadi y Navarra desde hace muchos años- como la previsible falta de mayoría absoluta en la próxima legislatura abrían una ventana de oportunidad.

Pero como ya se sabía el independentismotanto la declaración del Parlamen como el discurso de Mas- apostó ayer por la intransigencia del dicho catalán: “O tot o res” (o todo o nada). Y planteadas así las cosas el resultado acostumbra a ser el “res” (nada).

En efecto afirmar –como hace la resolución- que el separatismo ganó el 27-S porque tuvo el 47,8% de los votos es negar la realidad. Mas perdió el plebiscito y querer imponer la independencia –como hace la resolución- gracias a una mayoría parlamentaria que sólo autoriza a gobernar es una impostura.

Cursar un telegrama de DUI (Declaración Unilateral de Independencia) que es lo que es la resolución aprobada por 72 votos (los de Junts pel Sí y la CUP) contra 63 es además muy arriesgado. En efecto esa mayoría independentista está formada por 62 diputados de JpS y 10 de la CUP. Y no hay ninguna garantía de que la CUP vaya a votar a Artur Mas, que es el candidato de JpS. En efecto en el momento de escribir esta crónica es casi seguro (en política toda puede variar muy rápido) que Artur Mas no será elegido esta semana. Ni este martes ni el jueves en segunda votación. Parece que la negociación entre JpS y la CUP no avanza, o lo hace tan lentamente que la tercera votación podría quedar para la última semana de diciembre tras las elecciones españolas. Y pregonar que el barco de la independencia ya ha salido de puerto y encontrarse después con que no hay capitán al mando de la nave (o peor disputas sobre el capitán) llevaría no solo a la inoperatividad sino a hacer un ridículo espantoso ante Cataluña, España y el mundo mundial.

El barco independentista salió de puerto pero parece que estamos lejos de un acuerdo sobre el capitán. Como consecuencia la nave puede embarrancar

El retraso prolongado para la elección de 'president' (el máximo legal es de dos meses) podría entenderse en circunstancias normales, aunque nunca se ha dado en Cataluña donde el presidente sale elegido en primera o segunda votación. Como Artur Mas, que en 2010 salió elegido con la abstención del PSC y luego gobernó casi dos años con el apoyo del PP. Pero ahora no estamos en 2010 y el programa de romper España, un estado de la Unión Europea en pleno siglo XXI, es tan ambicioso o descabellado (como quieran) que no puede ir adelante sin una mayoría cohesionada y sólida. Hoy por hoy esta mayoría no existe y puede llevar a que el actual Parlament sea incapaz de elegir 'president' y tenga que haber nuevas elecciones en el mes de marzo.

En este caso Artur Mas fracasaría y el presidente Rajoy –que tras una legislatura de negarse a todo diálogo ahora está actuando con prudencia- podría incluso haberse evitado las campanadas del recurso al Constitucional que han contribuido a realzar la insolvente declaración. Con un telegrama del ministro de Justicia a Carme Forcadell diciéndole que le avisara cuando hubiera 'president' y que mientras tanto las resoluciones que carecían de operatividad serían enviadas –como trámite y por precaución- al Tribunal Constitucional quizás habría bastado.

El otro error tanto de Mas como de las resolución es situarse al margen de la legalidad y afirmar que no se aceptará la legalidad y que el Parlament no se someterá a las resoluciones de las instituciones españolas y “en especial el Tribunal Constitucional”. Situarse al margen del Estado de derecho y proclamar unilateralmente la independencia es una aberración en la Europa actual. No sólo porque España es un miembro de la UE, la Unión de estados en la que la Cataluña de Mas (no de la CUP) quiere integrarse sino porque el unilateralismo está prohibido salvo causa mayor. Y esa causa mayor sólo podría ser la voluntad inequívoca y repetida de una mayoría reforzada de catalanes (cosa que no está muy lejos de producirse), o una clara situación de violación de los derechos humanos, o incluso de genocidio como pasó en Kosovo. Y aun así Kosovo tiene serias dificultades para ser reconocido por la comunidad internacional y su petición de entrada en la Unesco acaba de ser denegada.

Una encuesta de 'El Periódico' muestra que solo el 35,5% de los catalanes apoya la desobediencia que pregona la resolución de JpS y la CUP

Pero romper el Estado de derecho no es sólo una estupidez ante la UE o en la esfera internacional (el secretario general de la ONU acaba de decir que el derecho de autodeterminación que existe para las colonias no es aplicabe a Catalunya). Es que la mayoría de los catalanes no está de acuerdo con la desobediencia a las instituciones democráticas del Estado. Una encuesta de 'El Periódico' del domingo dejaba claro que solo el 35,6% de los catalanes era partidario de que el Parlament impulsara actos de desobediencia. Y esta negativa a la desobediencia era incluso suscrita por el 23,5% de los electores de JpS y el 21% de los de la CUP.

Artur Mas haría bien en estudiar los datos de la encuesta citada. En efecto el 42,1% de los catalanes, contra el 41%, cree más bien negativo un pacto de gobernabilidad entre JpS y la CUP que todavía no se ha producido. Y no es nada fácil que se acabe produciendo –al menos mientras el candidato de JpS sea Artur Mas- porque el 52,6% (contra el 34,5%) no está a favor de dicha elección, incluido el 67,6% de los encuestados que dice haber votado a las candidaturas anticapitalistas. Sólo el 77% de los electores de JpS está a favor de esa elección mientras que en todos los otros electorados hay una clara mayoría contraria.

Parece pues que Artur Mas se ha encerrado en una posición sectaria, en una política del “tot o res” que acostumbra a llevar al “res” (nada) y que el aliado elegido para esa hoja de ruta (la CUP) está de acuerdo en subir al barco pero exige un cambio previo de capitán.

La intransigencia puede estarle jugando una mala pasada a Artur Mas y contribuyendo quizás a que al convertirse “la insurrección” del Parlament (que no de Cataluña) en el eje central de la campaña electoral española pueda ayudar a la victoria del PP. Sería también la otra cara de la cerrazón del “tot o res” (o todo o nada). Nada de mayoría de Pedro Sánchez o de pacto PSOE-Podemos o incluso PSOE-Ciutadans. Mejor Rajoy.

No cabe duda que el 47,8% de los votos a las dos candidaturas separatistas el pasado 27-S estuvo lejos de ser una victoria ya que las elecciones se habían convocado como plebiscitarias, porque el Estado español no permitía la consulta. Pero pueden leerse como una enmienda catalana a la Constitución del 78 y todavía más como un rechazo a la intransigencia y la ausencia de diálogo del gobierno del PP durante toda la legislatura. Mas perdió la apuesta pero el resultado le daba base para negociar con el gobierno que salga de las urnas el 20-D un replanteamiento de la situación. La mayoría de los catalanes cree que Cataluña es una nación (no forzosamente una nación soberana) y desea más autogobierno. Y tanto la asimetría constitucional –ahí está la situación de Euskadi y Navarra desde hace muchos años- como la previsible falta de mayoría absoluta en la próxima legislatura abrían una ventana de oportunidad.

Artur Mas Carme Forcadell Parlamento de Cataluña