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¿Mejor sin los nacionalistas?
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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¿Mejor sin los nacionalistas?

España era más gobernable con el pragmatismo del nacionalismo catalán

Foto: El lider de ERC, Oriol Junqueras. (EFE)
El lider de ERC, Oriol Junqueras. (EFE)

Ayer el PP -atrapado en su frustración por la falta de mayoría y por los interminables episodios de corrupción en Valencia- aseguró que Pedro Sánchez no tenía mayoría sin contar con radicales e independentistas. O sea, que el hipotético voto de determinados diputados españoles constituye ya un motivo de descalificación previa. No creo que el partido nacionalista español sea consciente de todo lo que implican estas afirmaciones.

Pero no es solo el PP. El exdiputado vasco Eduardo Madina dijo en el último comité confederal del PSOE, el órgano socialista en el que la derecha tenía puestas todas sus esperanzas: “Si sujetamos la arquitectura del Gobierno de España sobre 17 tipos que la quieren partir, partiremos España y partiremos el PSOE”. Eso dicen las cintas de la reunión del pasado sábado divulgadas por la Ser. Y no hay confusión posible, los “17 tipos” son los nueve diputados electos de ERC más los ocho de CDC, que quizás no todos serían independentistas si Cataluña tuviera el mismo trato fiscal que Euskadi y Navarra y que Eduardo Madina juzga -con pleno acierto- perfectamente constitucional.

Consecuencia de muchos errores mutuos (españoles y catalanes) que llevaron a la asunción del independentismo maximalista por parte de CDC y ERC, ahora nos encontramos con que a 17 diputados catalanes (sobre 47) solo les interesa la independencia y que parte del 'establishment' español los relega a la condición de intocables. Ningún político fiable puede apoyarse en ellos para la investidura. ¿Cuál será el próximo paso?

Es una deriva peligrosa porque arrastra a una concepción cada vez más estrecha y reducida, no solo de la democracia sino de la misma España. Algo equivocado y nefasto porque toda la historia española desde la transición -ya antes de las elecciones del 77- es tributaria de las aportaciones del nacionalismo catalán. La misma Constitución del 78 sería otra sin la implicación de Miquel Roca en la ponencia constitucional que apostó -con la colaboración de Jordi Solé Tura, entonces diputado comunista y luego ministro socialista- por el compromiso del nacionalismo catalán en la instauración de la democracia.

Que los diputados nacionalistas catalanes no cuenten ya en la articulación de mayorías parlamentarias no va a ayudar a resolver esta crisis del sistema

Y desde entonces la aportación de los grupos parlamentarios de CiU y de ERC a la gobernanza española ha sido notable. Los gobiernos sin mayoría absoluta de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo -entrada en la OTAN, por ejemplo- no se pueden entender sin los apoyos de CiU. Ni la última legislatura de Felipe González, en la que el apoyo de CiU hizo que España pudiera acabar sin una grave crisis de gobierno su presidencia europea, ya que la oposición de Aznar piafaba de impaciencia para llegar a La Moncloa. ¿Se acuerdan de aquel: “Váyase usted, señor González”?, tan aplaudido por la bancada parlamentaria que ahora invoca la figura del expresidente para argumentar que lo razonable sería la abstención socialista en una investidura de Rajoy.

Y la segunda alternancia en la gobernación de España -la llegada del PP de Aznar al Gobierno en 1996 pese a que se había quedado a 20 diputados de la mayoría absoluta- tampoco hubiera sido posible sin el concurso, tras una tensa negociación que acabó en los pactos del Majestic, de CiU. Asimismo, la gobernanza en las dos legislaturas de Zapatero -del que Eduardo Madina estuvo tan cerca- se basó en parte en la buena disposición de “esos tipos”, los portavoces de ERC- primero Joan Puigcercós, luego Joan Ridao-, que ya tenía en su programa la independencia pero que aspiraba a un Estatut con mas autogobierno.

Pero lo fundamental, lo que más allá de la propaganda revela la gran complejidad de la vida política española, es que en la grave crisis de marzo de 2010 –cuando los mercados dejaron de prestar dinero a España y Zapatero, abocado a la catástrofe, tuvo que decretar la austeridad-, el apoyo parlamentario para que pasaran los decretos-ley correspondientes no vino del PP -recuerden que Cristóbal Montoro le dijo a la diputada canaria Ana Oramas que no se preocupara por España que luego ya vendría el PP a arreglarla- sino de la CiU de Duran Lleida y Artur Mas. Y entonces el PSC y ERC gobernaban la Generalitat y Artur Mas estaba en la oposición. España pudo evitar el rescate en la crisis de 2010 no por el inexistente sentido de la responsabilidad o el patriotismo de la derecha española -empeñada en derribar a Zapatero- sino por el sentido común del nacionalismo catalán.

En muchos casos, la falta de diálogo y del mínimo de colaboración entre los dos grandes partidos españoles, cegados por un desprecio mutuo fratricida, solo pudo ser superada gracias al pragmatismo del nacionalismo catalán. Pero aquella España en la que los portavoces de CiU (Miquel Roca, Joaquim Molins, Xavier Trias y Duran Lleida) formaban parte del normal y apreciado paisaje parlamentario ya no existe. Tras las sentencia del Estatut, los errores del propio nacionalismo catalán, la cobardía del PSOE y la ceguera del PP han llevado a otra España en que los diputados nacionalistas catalanes no solo no se sienten españoles sino que son considerados parias. ¡Qué diferente de cuando el 'ABC' de Luis María Anson hizo 'Español del año' a Jordi Pujol! ¿Toda la culpa de lo sucedido es del nacionalismo catalán? No estamos en una España ni mejor ni más inclusiva, sino cada día mas atrapada en sus peleas y banderías.

En muchas ocasiones, el duro enfrentamiento entre los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, no fue fatal para España gracias al nacionalismo catalán

Si la sentencia de 2010 no se hubiera producido y tampoco los errores posteriores (conversión de CDC al independentismo e incapacidad de Rajoy para rebajar el enfrentamiento en sus cuatros años de legislatura), ahora el PP podría negociar el apoyo de los ocho diputados de CDC (la mitad de los que tuvo en 2011) a los 163 del bloque de centro-derecha. No llegaría todavía a los 176 de la mayoría absoluta pero estaría más cerca y aún podría recurrir al PNV. Y Pedro Sánchez podría contar -como Zapatero en 2004 y 2008- con los nueve diputados de ERC.

España era más gobernable y mejor cuando el nacionalismo catalán estaba dentro del sistema y lo enriquecía con su pragmatismo que ahora que se ha automarginado, es tratado como un expulsado, y contento e inconsciente se ha atrincherado al otro lado de la muralla. Y la política catalana también era mucho más rica cuando los diputados nacionalistas participaban en el juego político español y la sociedad catalana no estaba partida en dos. Con una mitad pregonando estúpidamente que el 47,8% es un claro mandato democrático.

Ahora que la histeria provocada por la crisis de gobernabilidad está llegando a un punto preocupante, quizá sería hora de admitir que querer eliminar la pluralidad y la complejidad de España -negar su carácter plurinacional- no es seguramente la mejor manera ni de resolver los problemas de hoy ni de encarar los de mañana.

Un Estado puede ser plurinacional, y para una nación no siempre lo más conveniente es exigir un Estado propio. En especial cuando los estados son cada día más dependientes.

Ayer el PP -atrapado en su frustración por la falta de mayoría y por los interminables episodios de corrupción en Valencia- aseguró que Pedro Sánchez no tenía mayoría sin contar con radicales e independentistas. O sea, que el hipotético voto de determinados diputados españoles constituye ya un motivo de descalificación previa. No creo que el partido nacionalista español sea consciente de todo lo que implican estas afirmaciones.

Cataluña Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) CiU Eduardo Madina