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Pedro Sánchez sube un peldaño de la escalera
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Joan Tapia

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Pedro Sánchez sube un peldaño de la escalera

El líder socialista aspira al pacto con Ciudadanos y PNV, y, como mínimo, a la abstención de Podemos

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Pedro Sánchez acaba de subir un peldaño- relevante pero no decisivo- en la escalera de la investidura. Este martes, en efecto, hubo un paso significativo en el pacto PSOE-Ciudadanos. Sánchez podría así disponer de 130 votos afirmativos en la investidura y superar los 123 del PP. Pero eso es insuficiente. El segundo peldaño de Sánchez sería alcanzar los 143 diputados sumando los seis del PNV (que parece estar por la labor), los cuatro de Compromís, los dos de IU (complicado, porque son partidos ideológicamente mas próximos a Podemos) y la diputada canaria Ana Oromas. Si Sánchez suma estos 143, sería relevante, pues estaría en condiciones de superar un hipotético voto contrario del PP, de los independentistas catalanes (17) y de Bildu (2), que llegarían en esa extraña y revuelta mezcla a 142. Pero tampoco sería suficiente.

Como detalló con total transparencia Antonio Hernando, portavoz y presidente de la comisión negociadora del PSOE, se precisaría también que “ninguno de los votos favorables al cambio” (obviamente, se refería a Podemos) votara junto al PP. El portavoz del PSOE en el Senado, Óscar López, puso presión en La Sexta: sería difícil de justificar que, tras criticar siempre al llamado PP-PSOE, ahora Podemos se alineara con el PP contra la investidura del candidato socialista. ¿Pinza PP-Podemos?

No es imposible. Aznar ya lo intento con Julio Anguita contra Felipe González, y hace poco Mariano Rajoy le dijo a Pablo Iglesias el día de la Constitución: “Vais muy bien en las encuestas, nosotros también”. Pero si Pedro Sánchez consigue luz verde de C's y el PNV, y la ámbar de Compromís e IU, Podemos deberá reflexionar sobre el sentido de su voto en la segunda votación. No hay duda de que el primer reflejo (prepotente) de Pablo Iglesias, que exigía nada menos que un Gobierno de coalición y la Vicepresidencia con control del CNI y el mando ideológico del Ejecutivo, será votar en contra.

¿Formando frente con el PP porque no se puede descartar que en el último momento los independentistas catalanes se abstengan, o incluso se ausenten del Congreso alegando que España ya no les interesa?

Los socialistas apuestan a que el pacto que propugnan puede tener 143 votos a favor, sumando los del PSOE, Ciudadanos, PNV, IU, Compromís y la diputada canaria

Puede ser, pero Podemos tendrá que reflexionarlo bien por tres razones. La primera, porque Pedro Sánchez ha demostrado cierta humildad (por ejemplo, ante los barones de su partido) y es un frío calculador. Ofrecerá algún pacto que permitirá a Iglesias un papel más brillante que el de la rabieta de unir sus votos al PP. Segunda, porque muchos votantes de Podemos (no todos) no son radicales sino progresistas que han creído que el mejor voto de protesta contra la crisis y la corrupción era la coalición de Pablo Iglesias, pero que entre el PP y el PSOE…

La tercera razón puede ser la decisiva. Iglesias peca de prepotencia, pero es un político eficaz que ha sabido pasar de la nada de un plató de televisión a 65 diputados en menos de dos años. Gracias a la crisis, a Rajoy, a los muchos errores del PP y el PSOE… o sea, aprovechando a su favor el viento y las circunstancias. Su objetivo claro, que no esconde, es ocupar el puesto del PSOE y gobernar. Reencarnar el Felipe González de la pana pero del segundo decenio del siglo XXI, sin hacer marcha atrás ante la OTAN y sin complejos ante la desorientada socialdemocracia europea. ¡Willy Brandt, el perfecto menchevique, ya duerme el sueño de los justos! ¿Qué le conviene más: ir a nuevas elecciones con la posibilidad de quedar por delante del PSOE pero también de sacar menos diputados (como apuntaba la encuesta de 'El Mundo' del pasado domingo), o permitir que Sánchez sea investido con su abstención argumentando que entre dos opciones de derechas ha optado por la menos reaccionaria, esperando que luego el pretencioso socialista se cueza en sus contradicciones y en las del capitalismo?

Sánchez gobernando en solitaria minoría y haciendo frente al desgaste del poder (cuando la crisis y la necesidad de austeridad presupuestaria siguen ahí) mientras Podemos lidera la protesta y la oposición de izquierdas puede ser una inversión rentable. A medio plazo, claro, e Iglesias también puede pensar como Andreotti que el poder desgasta a quien no lo tiene y decidir sin complejos el voto en contra para liquidar a Sánchez. Seguro que una parte (no sabemos cuánta) de sus electores lo aplaudiría. ¿Afrontar luego el riesgo de una nueva cita electoral frente a un Pedro Sánchez que parece más fuerte y crecido que a primeros de diciembre?

Esa es una realidad. Desde el 20-D, la valoración de Pedro Sánchez ha subido porque ha demostrado capacidad para surfear las adversidades (empezando por la guerra sorda de muchos barones socialistas) y saber adaptarse sin prejuicios ideológicos a la realidad. Comprendió desde el primer momento que si bien no había mayoría de derechas (163 escaños sumando el PP y C's), tampoco la había de izquierdas, ya que el PSOE, Podemos, Compromís e IU se quedaban en 161. Y que por tanto los españoles habían votado -aunque fuera por eliminación- por un Gobierno de centro. Y que la única alternativa era ir a nuevas elecciones.

Desde el 20-D, la propuesta de Pedro Sánchez ha ido ganando credibilidad, mientras que el PP se encuentra disminuido por la explosión de los casos de corrupción

Por el contrario, desde el 20-D se ha visualizado y agudizado la poca cintura política de Mariano Rajoy, que ya le impidió sacar réditos de su aprobado económico de la pasada legislatura. La noche del 20-D ya se vio -la portavoz de Merkel dijo al día siguiente que solo podían felicitar al pueblo español porque no sabían quién había ganado- que el PP había quedado muy lejos de la mayoría absoluta y que, contando con los diputados de C´s (que era mucho contar), se quedaba en 163 y la imposibilidad física de tener más votos afirmativos que negativos en la segunda votación de investidura. Su única salvación posible, pues -nada segura por otra parte-, era ofrecer de inmediato proponer un Gobierno paritario de gran coalición al PSOE. De igual a igual. No un Gobierno a tres con C's con el pretexto de salvar la unidad de España (el equivocado 'leit-motiv' de su campaña electoral).

El PSOE para gobernar necesita matemáticamente al centro. Pero la única salvación aritmética del PP radicaba en seducir al PSOE. Regatear el precio a los socialistas con el envoltorio de un pacto a tres no era lo realista ni lo inteligente. Solo salvaba su vanidad y la de su partido. Luego vino la confianza ciega en que los barones del PSOE, con Susana Díaz al frente, le entregarían la cabeza del Bautista. Era creerse su propia propaganda y los titulares de su prensa amiga. Luego ha venido la explosión de los casos de corrupción en Valencia y en Madrid, que tienen mucha más repercusión mediática ahora (con un Gobierno en funciones cuyo partido ha perdido 63 diputados) que cuando los SMS de Bárcenas, con una mayoría absoluta a la que le quedaban mas de dos años por delante. Es algo que Jorge Fernández, el ministro del Interior, parece no haber asimilado.

A Rajoy le queda el consuelo de pensar en la frase de Harold Wilson, primer ministro laborista británico en los sesenta, de que una semana es mucho tiempo en política. Y es cierto que si Pedro Sánchez se cae de la escalera y fracasa el próximo sábado 5 de marzo, el panorama se puede volver a abrir y quedará no una semana sino dos meses hasta que se tengan que convocar forzadamente nuevas elecciones. Pero no es menos cierto que la gestión de los dos meses transcurridos desde el 20-D no ha beneficiado ni al prestigio de Rajoy ni al del PP. Y el mundo económico, que siempre insistía en la indudable mejora de la coyuntura económica, le reprocha ahora tanto la falta de cintura política como la baja calidad de su Gobierno.

En las negociaciones para formar Gobierno, se abordan cantidad de asuntos, pero se rehúye la relación con Cataluña, todo un problema del Estado

De todas maneras, los cuatro partidos estatales deben ser conscientes de que están abordando lo urgente y necesario -la formación de un Gobierno-, pero que siguen sin abordar el asunto mas conflictivo que España tiene como nación y como Estado: el encaje de Cataluña. Los independentistas -como Rajoy- no atraviesan tampoco su mejor momento pero tienen -pese a sus luchas intestinas- el 47,8% de los votos y una mayoría absoluta en el Parlamento. Y lo más importante: hoy por hoy, no hay ni mayoría de recambio posible ni programa alternativo mínimamente atractivo. El día siguiente a la formación de Gobierno en Madrid, sea a principios de marzo o en plena canícula de julio o agosto, la asignatura -quizás algo más encrespada- les estará esperando. Y sea Rajoy, sea Sánchez, o sea quien sea el nuevo presidente, la insistencia en el programa de la pasada legislatura -el recurso exclusivo a la ley- será de imposible aplicación.

El 47,8% de los votos y la mayoría absoluta gracias a la ley d'Hondt no son un mandato democrático, pero tampoco es una situación que se pueda superar recurriendo solo y únicamente a la legalidad. Al final -diga lo que diga la Constitución-, Catalunya será lo que los catalanes quieran… Y eso dependerá mucho del realismo, la inteligencia y la capacidad de conllevancia del Estado español. Ahora, en estas semanas de negociaciones tras el 20-D, estas cualidades -al contrario de lo que pasó con Adolfo Suarez en 1977- brillan por su ausencia.

Paradójicamente, es solo Pablo Iglesias el único que pone el contencioso encima de la mesa. Pero no para arreglarlo -su fórmula es inviable porque defiende un referéndum sin poder proponer una respuesta única de su formación- sino seguramente para volver a ganar (gracias a la alianza con Ada Colau) la repetición de elecciones en Cataluña.

La única conclusión es que, forme quien forme Gobierno, el sudoku del que hablaba Pedro Solbes será todavía más complicado.

Pedro Sánchez acaba de subir un peldaño- relevante pero no decisivo- en la escalera de la investidura. Este martes, en efecto, hubo un paso significativo en el pacto PSOE-Ciudadanos. Sánchez podría así disponer de 130 votos afirmativos en la investidura y superar los 123 del PP. Pero eso es insuficiente. El segundo peldaño de Sánchez sería alcanzar los 143 diputados sumando los seis del PNV (que parece estar por la labor), los cuatro de Compromís, los dos de IU (complicado, porque son partidos ideológicamente mas próximos a Podemos) y la diputada canaria Ana Oromas. Si Sánchez suma estos 143, sería relevante, pues estaría en condiciones de superar un hipotético voto contrario del PP, de los independentistas catalanes (17) y de Bildu (2), que llegarían en esa extraña y revuelta mezcla a 142. Pero tampoco sería suficiente.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy Compromís Izquierda Unida Ciudadanos