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Rajoy ganó ayer pero se equivocó
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Joan Tapia

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Rajoy ganó ayer pero se equivocó

El PP ha ganado la batalla del Congreso con una candidata respetable y con el primer pacto con Rivera, pero Rajoy falló al no votar a Patxi López y lanzar un mensaje de cambio del clima político

Foto: La presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, y su predecesor, Patxi López. (EFE)
La presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, y su predecesor, Patxi López. (EFE)

Rajoy tuvo ayer un reconfortante triunfo. Ana Pastor, hasta ahora ministra de Fomento y una mujer muy próxima y de la sensibilidad más 'suave' del PP (ha mantenido buenas relaciones con Santi Vila, el 'conseller' del ramo de Artur Mas, en momentos de gran tensión), salió elegida presidenta de las Cortes: 169 votos a favor, del PP y C´s, el centro derecha unido al menos por un día, contra 155 del PSOE y Podemos, una izquierda dividida que solo se juntó cuando Xavier Domènech ya no pudo -reglamentariamente- seguir enredando. El PP ganó la presidencia del Congreso y se volvió a visualizar que Pablo Iglesias, inasequible al desaliento, sigue apostando al 'sorpasso'. Parece demostrarse así que la hipotética alternativa de izquierdas a un PP que ha subido 700.000 votos y 14 diputados no es ya una pesadilla, como la bautizó la andaluza Susana Díaz, sino que se va convirtiendo en el sueño de una noche de verano.

Además de la presidencia del Congreso (no el control de la Mesa, porque solo tiene tres miembros sobre nueve), Rajoy logró así un relevante primer pacto con C´s de Albert Rivera, con el que tiene un largo desencuentro.

Rivera también jugó bien sus cartas. La diferencia con el anterior Congreso es que el PSOE y C´s tenían juntos 130 diputados y el PP solo 123. Ahora las tornas han cambiado, ya que solo tienen 117 y el PP, 137. Y Rivera ha sacado las lógicas conclusiones. Le interesaba seguir teniendo dos representantes en la Mesa del Congreso para seguir haciendo -como en la mesa anterior- de árbitro entre la derecha y la izquierda (el PP tiene tres representantes y la izquierda cuatro, dos socialistas y dos de Podemos), demuestra también que la pérdida de ocho escaños (ha pasado de 40 a 32) no ha anulado su peso político, y tampoco se entrega al PP. Parece que el pacto no comporta ningún automatismo de apoyo a la investidura de Rajoy. Así, C´s ha renunciado a la presidencia del Congreso para no comprometer el voto favorable a dicha investidura.

La votación de la Mesa puede ser el primer paso de una mayoría de centro derecha para la investidura, con 170 votos y abstención de la antigua CDC y PNV

Pero Rajoy puede haber ganado más. La vicepresidenta Santamaría ha dicho que el pacto va en la buena dirección, pero, claro, no puede decir otra cosa. Más crédito merece el portavoz socialista, Antonio Hernando, que ha dicho que Rajoy ahora trabaja (algo nuevo en un dirigente socialista) y que “progresa adecuadamente”. Hernando -quizá la cabeza más hábil del equipo de Sánchez- ha tomado nota de que hubo 10 nacionalistas anónimos que votaron a favor de los cargos de la mesa. ¿Qué quiere decir? Pues que si Rajoy suma finalmente el voto favorable de C´s (no será fácil, pero no es imposible) y el de Coalición Canaria, se sitúa en 170 diputados. Y entonces la abstención de grupos nacionalistas no de izquierdas (el nuevo Partido Demócrata Catalán de Francesc Homs y el PNV, que tienen ocho y cinco diputados respectivamente) le podría dar la investidura, ya que la suma de todos los votos contrarios (PSOE, Podemos, ERC y Bildu) se quedaría en 167 escaños.

Rajoy podría ser investido así en segunda votación por 170 votos (PP, C´s y Coalición Canaria), 13 abstenciones (la antigua CDC y el PNV) y 167 en contra (PSOE, Podemos, ERC y Bildu). Y esta conjunción es factible porque el PNV es un partido pragmático y realista que quiere contrapartidas, y una abstención no le compromete demasiado ante las elecciones vascas de otoño que -pese a la victoria de Podemos en las legislativas- parece que le pintan bastante bien. Y Francesc Homs necesita tanto como el aire que respira garantizarse un grupo parlamentario propio, ya que no cumple todas las condiciones (el 15% del voto en Barcelona y Tarragona) y el PP podría impedirlo. Sería lo del célebre pacto del dentista: “Verdad, doctor, que no nos haremos daño”.

Vale, Rajoy ganó ayer casi por goleada. Colocó en la presidencia del Congreso a una mujer muy próxima que es además un exponente del ala dialogante y moderada de su partido; se aproximó a Albert Rivera, que le vetaba, con un pacto relevante que beneficia a C´s; demostró que no hay alternativa porque Pablo Iglesias sigue pensando solo en merendarse al PSOE…Y por último dio un pequeño paso hacia la investidura -raspada, eso si- en la segunda votación.

placeholder El jefe del Ejecutivo en funciones, Mariano Rajoy (d), felicita al expresidente del Congreso Patxi López. (EFE)
El jefe del Ejecutivo en funciones, Mariano Rajoy (d), felicita al expresidente del Congreso Patxi López. (EFE)

Claro, como ya escribí el miércoles 29 de junio en El Confidencial, todo depende de que Ciudadanos pase de la abstención al voto afirmativo, y creo que Rajoy perdió un tiempo precioso en los 16 días que van desde el 26-J al martes de la semana pasada, cuando se vio con el líder de C´s por primera vez tras las elecciones. Aunque, en cuanto a tiempos, Rajoy es probablemente el español más doctorado.

No obstante, creo que Rajoy se equivocó ayer al desaprovechar una oportunidad de oro. Últimamente repite que lo que España necesita es un Gobierno de gran coalición, o un pacto PP-PSOE. Como segunda opción, querría una mayoría parlamentaria sólida (una coalición o un pacto de legislatura con C´s). Y solo como tercera opción está dispuesto a un Gobierno en minoría de 137 diputados que -tiene razón- tendría muy difícil aprobar cualquier cosa y hacer de Gobierno.

Teóricamente, un Gobierno de gran coalición, o un pacto de envergadura entre los dos grandes partidos, no es descabellado porque -aunque en forma de gran coalición tiene serias contraindicaciones- permitiría abordar problemas graves como la reforma de la Constitución, el encaje de Cataluña en España, el angustioso futuro de las pensiones y la posición común ante Bruselas para negociar el déficit, que de otra forma -sin algún entendimiento entre los dos grandes- pueden envenenarse y acabar explotando.

¿Cuál es hoy el gran problema para el pacto de envergadura -no forzosamente la gran coalición- entre los dos grandes partidos? Pues que la trayectoria de Rajoy, desde el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut, el no a permitir -aunque fuera con la abstención, como hizo CiU- el paquete de austeridad de Zapatero en mayo de 2010 para evitar la intervención, y sobre todo la actuación prepotente de su mayoría absoluta en la pasada legislatura, no es ni mucho menos la de un político conservador abierto y pragmático que pueda inspirar algo de confianza al PSOE. España no es Alemania, pero fundamentalmente Rajoy no es Merkel. Hoy por hoy, Rajoy no tiene la más mínima credibilidad para encabezar algo que se parezca ni de lejos a un Gobierno de gran coalición como el alemán.

La mayoría para la investidura no se concretará si C's no cambia su posición. El gran obstáculo es que Rivera no cree a Rajoy. Lo cree un político cerrado

No se trata de culpar a nadie. Cada político es fruto de su circunstancia y sin una actitud dura -a ratos reaccionaria-, Rajoy no hubiera podido sobrevivir a los ataques de la derecha del PP en 2004 y, todavía menos, en 2008. Más extraño es que haya desaprovechado la legislatura de la mayoría absoluta para hacer evolucionar al PP hacia posiciones de un centro derecha moderno. En ese fallo está el parto de C´s. ¿Temió perder votos hacia la derecha -hacia Vidal Quadras- y han acabado huyendo hacia el centro?

Pero ahora tenía una oportunidad de oro. Si Rajoy hubiera repetido ayer que la prioridad era la aproximación entre los dos grandes partidos y que por eso el PP iba a votar a Patxi López para presidir el Congreso de los Diputados, todo sería hoy radicalmente diferente. Habría lanzado una potente e imbatible señal de cambio en la vida política.

Por lo pronto, habría descolocado a Pedro Sánchez. No puedes repetir siempre “no es no, señor Rajoy” a quien vota a tu candidato a presidir el Congreso. Sobre todo cuando tú has evitado el 'sorpasso', pero has perdido cinco diputados y él ha ganado 14. El PSOE habría tenido que adaptar su discurso. La gran coalición, o el apoyo a la investidura, seguirían siendo hoy por hoy muy difíciles, pero se habría abierto de par en par la puerta a una legislatura menos crispada.

Y votar a Patxi López habría cambiado la imagen del PP ante la opinión pública y el resto de fuerzas políticas. ¿Más allá de lo que el electorado del PP, cuya principal motivación es ganar a los socialistas, puede permitir? Lo dudo. Además, seguro que podía facilitar un cambio de actitud de C´s -el veto a Rajoy viene en gran parte de su poca capacidad de negociación- e incluso facilitar los “digo, digo, donde dije Diego” del PNV y del nuevo Partido Demócrata Catalán.

Si Rajoy hubiera hecho votar al socialista López como presidente del Congreso a cambio de nada, hubiera roto a Sánchez y habría lanzado una señal de cambio

El político que finalmente logre atemperar la permanente guerra fría entre la derecha y los socialistas, que viene de la CEDA de Gil Robles y el PSOE de Prieto y Caballero en la República, pero que se reencarnó con la llegada de Aznar al mando del PP y el objetivo de liquidar a Felipe González (bien explicado por un periodista tan poco sospechoso de izquierdismo como Luis María Anson), merecerá el aplauso de un sector muy amplio de ciudadanos que votan conservador o que votan socialista, o que han votado a ambos de forma sucesiva en diferentes elecciones. Hay muchos conservadores y sindicalistas o progresistas a los que les gustaría que España se pareciera algo a Alemania.

Rajoy podía ayer disparar de penalti y cambiar la política española, pero lo desaprovechó. Fiel a su pragmatismo algo ramplón, de quien piensa que quien no gana la batalla de hoy estará muerto mañana, ha preferido ganar la presidencia del Congreso a lanzar una potente señal de voluntad de cambio. Sin duda, ayer ganó una batalla que le permite estar vivo hoy y plantear la de la investidura, pero abdicar de la posibilidad de poner fin a la dinámica de enfrentamiento, de continuo paseo del rencor por las esquinas, que domina la política española desde los noventa es un error. Acabar con la guerra entre las dos primeras fuerzas políticas que impera desde el Aznar contra Felipe por la corrupción y el GAL, de Zapatero contra la guerra de Irak y su triunfo tras el atentado de Atocha, y de Rajoy contra el socialismo de “las ocurrencias” y la “traición a los muertos”, era mucho más relevante.

Ayer, Rajoy pudo volver a poner a la derecha española en la estela de Adolfo Suárez, prefirió seguir fiel (más o menos y sin la bendición del profeta) a la complicada andadura de Aznar. O quizá ni se le ocurrió que podía hacer otra cosa.

¿Por qué tenía Rajoy que hacer por adelantado un regalo al PSOE? No quisiera ofender a nadie, pero Rajoy valora más las experiencias que las teorías, y recuerdo a un registrador de la propiedad, tan tradicional como Rajoy pero que por edad podía ser su padre, que decía que cuando se va a un nuevo restaurante, a uno en el que no eres cliente habitual, siempre conviene dar la propina por adelantado. Así te respetan de entrada. Bueno, usaba una expresión más castiza.

Rajoy tuvo ayer un reconfortante triunfo. Ana Pastor, hasta ahora ministra de Fomento y una mujer muy próxima y de la sensibilidad más 'suave' del PP (ha mantenido buenas relaciones con Santi Vila, el 'conseller' del ramo de Artur Mas, en momentos de gran tensión), salió elegida presidenta de las Cortes: 169 votos a favor, del PP y C´s, el centro derecha unido al menos por un día, contra 155 del PSOE y Podemos, una izquierda dividida que solo se juntó cuando Xavier Domènech ya no pudo -reglamentariamente- seguir enredando. El PP ganó la presidencia del Congreso y se volvió a visualizar que Pablo Iglesias, inasequible al desaliento, sigue apostando al 'sorpasso'. Parece demostrarse así que la hipotética alternativa de izquierdas a un PP que ha subido 700.000 votos y 14 diputados no es ya una pesadilla, como la bautizó la andaluza Susana Díaz, sino que se va convirtiendo en el sueño de una noche de verano.

Mariano Rajoy Ana Pastor Patxi López Pedro Sánchez PNV