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Joan Tapia

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¿Por qué Iceta cerró filas con Pedro Sánchez?

En el PSC están obsesionados con que cuatro años más de Rajoy llevarían a Cataluña a una situación insostenible

Foto: El exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la fiesta de la Rosa, junto a la alcaldesa de Santa Coloma, Núria Parlón, el líder del PSC, Miquel Iceta (d) y la alcaldesa de Gavà, Raquel Sánchez (i). (EFE)
El exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la fiesta de la Rosa, junto a la alcaldesa de Santa Coloma, Núria Parlón, el líder del PSC, Miquel Iceta (d) y la alcaldesa de Gavà, Raquel Sánchez (i). (EFE)

Aunque el deseo no falte, no es mi intención comentar hoy el triste cónclave del PSOE del pasado fin de semana, en el que el exceso de ambición de unos (Pedro Sánchez quería unas primarias y un congreso extraordinario) y el ansia de dominio de otros (Susana Díaz deseaba tomar el control del partido y echar a Pedro Sánchez) hicieron que terminara en espectáculo bochornoso, que amenaza incluso el futuro de la socialdemocracia en España.

Pero hay un dato, la actitud unánime del PSC —no es solo una posición de Miquel Iceta— detrás de las tesis de Pedro Sánchez, que tiene trascendencia. En privado, los dirigentes del PSC admiten que la gran oportunidad del Gobierno de alternancia se perdió hace meses cuando el PP y Podemos votaron conjuntamente contra la investidura de Pedro Sánchez. Cuando en junio el PP ganó 14 diputados y el PSOE perdió cinco, las posibilidades de alternancia se redujeron. Pero había una posibilidad de que con los votos de Podemos y la abstención de C´s y/o un acuerdo con el PNV y quizá la antigua CiU, pudiera salir adelante.

Los dirigentes del PSC creen que las posibilidades de que Iglesias adoptara una posición realista eran pocas, pero que se debía intentar hasta el final por dos motivos. Uno, de imagen, volver a dejar claro ante el electorado de izquierdas que el PSOE apostaba por un Gobierno de alternancia y que si no se lograba, no era por culpa de los socialistas.

La oponente de Iceta en las primarias del PSC, Núria Parlón, adopta una posición incluso más radical y amenaza con romper la disciplina de voto del PSOE

La segunda razón —vital para el PSC— es la quiebra de la relación entre Cataluña y España. El PSC cree que los cuatro años de Rajoy han sido funestos y que aunque Artur Mas es el principal responsable de lo sucedido por haber apostado por el disparate de una independencia del 51%, la actitud cerrada a todo diálogo de Rajoy y el recurso constante y único a la justicia —el lunes se supo que la Fiscalía pide 10 años de inhabilitación para Artur Mas— solo ha conseguido envenenar las cosas y favorecer al independentismo, que en cuatro años ha saltado de un apoyo social del 20-25% al 47,8% en las elecciones del 27-S de 2015.

Y una persona muy próxima a Miquel Iceta concluye: “Al quitarnos la esperanza —ya no muy alta— de un Gobierno de alternancia, los barones nos han condenado —sea con la abstención técnica del PSOE o a través de nuevas elecciones, a las que los socialistas iríamos sin candidato— a cuatro años más de Rajoy, y como este no va a cambiar de política, vamos a ver una peligrosa degradación de la situación en Cataluña. Llevamos cuatro años defendiendo el diálogo y una solución negociada, pero será difícil aguantar cuatro años más si nadie en Madrid quiere ni entreabrir una ventana de diálogo y solo saben enviar a los fiscales contra las iniciativas y provocaciones del Gobierno de la Generalitat”.

Y mi interlocutor asegura que en la antigua CDC hay gente que necesita una percha para rectificar, pero que la idea de España del PP es infumable en Cataluña y en Euskadi. Urkullu es mucho más inteligente que Mas y Puigdemont, pero la realidad es que en Euskadi el PP y el PSE han caído de 38 diputados, la mayoría absoluta que permitió la investidura de Patxi López en 2008, a solo 18 escaños —menos no ya que el PNV sino que Bildu— en las recientes elecciones del pasado septiembre. Hay muchas causas, pero en el PSC subrayan que la imagen de la España cerrada del PP es clave en el auge del nacionalismo moderado del PNV o en la radicalización creciente de la antigua CDC o incluso de ERC, que hace pocos años ponía en sordina la independencia para poner énfasis en un nuevo Estatut.

Puigdemont pasó la semana pasada su moción de confianza gracias a la renovación del pacto con la CUP, pero se enfrenta hoy al debate de política general y puede tener dificultades con los Presupuestos

Esa es la causa fundamental de la simpatía generada por Pedro Sánchez en el PSC, que contrastaba con la actitud menos receptiva de los barones del sur, más preocupados por que el PP no les pudiera acusar de debilidad ante el independentismo. Y es cierto también que la candidata contraria a Iceta en las primarias socialistas, Núria Parlón, que fue lanzada en un acto en el Baix Llobregat —la federación más influyente del PSC— con Susana Díaz y Ximo Puig, tiene ahora una actitud más radical que la del propio Iceta. Así, ha llegado a afirmar —quizá para negar que tras su candidatura podía haber un interés en restar fuerza a Iceta, muy alineado con Sánchez— que si el PSOE se decantaba por abstenerse en la investidura de Rajoy, el PSC podía romper la disciplina de voto del grupo socialista.

Esta es la reflexión del PSC a los pocos días de que el presidente Puigdemont lograra ver aprobada su moción de confianza —gracias a una renovación del pacto con la CUP—, pero cuando persisten serias dudas sobre la hoja de ruta nacionalista. La reclamación de un referéndum —aunque fuera ilegal— ha permitido rehacer una unidad de fachada, pero puede que las cosas no vayan tan bien en el debate de política general que empieza hoy y sobre todo en la discusión presupuestaria del próximo mes, donde la antigua CDC se piensa oponer a la subida de impuestos que propondrá el líder de ERC y 'conseller' de Economía, Oriol Junqueras, para, entre otras cosas, lograr el apoyo de la CUP.

Puigdemont tendrá que mostrar aquí su capacidad de arbitraje, incluso sobre su propio partido y sobre Artur Mas. Pero en los medios informados de Barcelona se va acentuando la impresión de que, en ausencia de nuevas iniciativas de Madrid, el independentismo logrará mantener su maltrecha unidad. Y que incluso puede intentar una alianza con Podemos y el partido de Ada Colau, que en las dos últimas elecciones legislativas fue la lista más votada en Cataluña y que es partidario de un referéndum legal, aunque no aclaran —quizá por falta de unidad— si votarían por la independencia o, como el PSC, por alguna fórmula de 'tercera vía'.

Aunque el deseo no falte, no es mi intención comentar hoy el triste cónclave del PSOE del pasado fin de semana, en el que el exceso de ambición de unos (Pedro Sánchez quería unas primarias y un congreso extraordinario) y el ansia de dominio de otros (Susana Díaz deseaba tomar el control del partido y echar a Pedro Sánchez) hicieron que terminara en espectáculo bochornoso, que amenaza incluso el futuro de la socialdemocracia en España.

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