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El nuevo Rajoy, el IV, quiere el deshielo
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Joan Tapia

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El nuevo Rajoy, el IV, quiere el deshielo

El líder del PP ha concluido que sin mayoría absoluta tiene que pactar, pactar y pactar. Y que la única mayoría sólida - y complicada- es con el PSOE

Foto: Fotografía de archivo de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. (EFE)
Fotografía de archivo de Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. (EFE)

Mariano Rajoy es un hombre fiel a sí mismo. Un conservador más biológico -el orden es bueno porque existe…está ahí- que ideológico. Pero más relativista y adaptativo -quizás porque es biológicamente gallego- que rígido. El orden no es un concepto sino la realidad cambiante según las circunstancias y conveniencias.

Hemos visto ya varios Rajoy. El Rajoy I, discípulo aplicado de Aznar, que le nombra sucesor en el 2004. El Rajoy II, cuando en el 2008, con la ayuda de Paco Camps y Cía, planta cara a Aznar, Esperanza Aguirre y Pedro J. en el congreso de Valencia, logra sobrevivir y se lanza a una guerra, a vida o muerte, contra Zapatero para no perder las elecciones por tercera vez. Los últimos tiempos han sido los del Rajoy III, el de la mayoría absoluta, que gobernó con buena intuición económica pero con prepotencia y sin diálogo ni complicidad alguna con nadie. Y que, como en 2008, ha sobrevivido a las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016.

Y ahora, desde hace pocos días, está emergiendo un nuevo Rajoy, el IV, que apuesta por el deshielo. Muy lejos de la mayoría absoluta e investido con los votos de C´s, que no bastan, y con una abstención socialista que ha creado una grave crisis en ese partido, Rajoy ha sacado cinco grandes conclusiones.

La primera, que ha ganado la muy difícil batalla de 2016 porque se sabe pegar al terreno y porque -gestos de malhumor aparte- manda en su partido. Le han seguido y le seguirán.

El aumento del 8% del salario mínimo responde a que Rajoy cree, como Enrique IV, que París - el primer pacto formal con el PSOE bien vale una misa

La segunda, que la legislatura no será nada fácil porque pocas cosas relevantes podrá hacer sin pactarlas con el PSOE, que es a la vez el apoyo necesario para que pueda gobernar y el partido que aspira a arrebatarle el poder. Pactar con el PSOE es complicado pero tiene dos puntos a favor. Que los dos forman parte de dos partidos europeos que se combaten pero que a nivel europeo se saben mutuamente imprescindibles.

Y que Rubalcaba y él se parecen algo. Él creció con Aznar, que le nombró sucesor pese a que otros parecían más brillantes. Fue aznarista y se separó de Aznar sólo cuando querían volarle su cabeza. Y su conservadurismo está más marcado por su trayectoria vital que por la rigidez ideológica. Como el socialismo de Rubalcaba que creció con Solana y Felipe, el que enterró el marxismo, que estuvo en la cocina de Almunia y de Bono pero se mantuvo -y bien- con Zapatero, que aceptó dar la batalla al PP en 2011 aunque sabía que perdería, que ha logrado sobrevivir a las tentaciones de Pedro Sánchez, que conserva la confianza de Felipe, que sabe que no se puede jugar con Podemos porque quiere matar al padre -el iluso de Pedro Sánchez no se lo creyó- y que es el hombre con más habilidad del entorno de la gestora socialista.

A Rajoy le interesa que el PSOE sea flaco pero no demasiado. Y sabe que Rubalcaba quiere ver al PP en los bancos de la oposición pero que también sabe que un partido conservador con peso es inevitable. Y que él, Mariano Rajoy, no es el dirigente de la derecha que más puede enervar a cualquier equipo sensato de Ferraz. Con el PSOE tienen que pelearse a muerte pero sin llegar nunca a matarse. Y ahora le toca -la profesión lo exige- poner buena cara y pactar. No se puede gobernar cuatro años vetando todas las victorias parlamentarias de la oposición. Al vetar, vetar y vetar de los primeros días de gobierno hay que sustituirle el pactar, pactar y pactar. Siempre hay que aprender de los buenos entrenadores de fútbol.

Pactar con el PSOE es obligado para sobrevivir. Primero, el objetivo de déficit de las CCAA que ha quedado para el año próximo en el 0,6% del PIB. Ellos querían el 0,5% porque negociado al alza con la UE, al 3,1% el objetivo de déficit total de todas las administraciones públicas (Estado, Seguridad Social y autonomías), las CCAA propias pedían aire. Y hay que darlo pero sin excesos. Pero el PSOE y las CCAA socialistas reclamaban el 0,7%, eso les permite más gasto en sanidad y educación. No era prudente aprobar el déficit autonómico con siete comunidades socialistas votando en contra y Montoro, que es tan flexible cuando interesa como impertinente cuando conviene, dijo que el 0,6% era aceptable. Adelante pues.

Pero habría servido de poco aprobar el objetivo de déficit autonómico si luego el parlamento no aprobaba el del déficit total y el techo de gasto porque el PSOE votaba en contra. El techo de gasto es esencial ante Bruselas e indispensable para poder redactar -con credibilidad- el proyecto de presupuestos. Había que ir más lejos pero el PSOE sacó sus garras. No aprobaría el techo de gasto si la corrección del déficit se hacía con más recortes. Había que ajustar por la vía de ingresos y sin tocar los impuestos que más molestan al ciudadano medio, el IRPF y el IVA. Y además quería dos huevos fritos, una medida estrella que gustara a su electorado: una subida del salario mínimo del 8%.

El protestante Enrique IV dijo aquello de que París (el trono de Francia) bien valía una misa y Rajoy y Montoro lo recordaron. Además insistir en los recortes era buscar el premio a la impopularidad y quizás habría que volver a las urnas. Sólo quedaba la alternativa de subir los pagos efectivos del impuesto de sociedades -no el tipo del 25%- donde hay cierto margen, aunque la medida no gustará nada al mundo empresarial. Y se podían subir los impuestos al alcohol y tabaco, y crear el nuevo tributo sobre las bebidas azucaradas que Cataluña ya había anunciado. Son impuestos que tienen mejor prensa porque benefician a la salud. Y dan ingresos.

¿El salario mínimo? El PP nunca lo habría subido muy por encima del IPC y hay economistas serios que, con una tasa de paro todavía tan alta, lo desaconsejan seriamente pero…era condición necesaria. Sin el 8% no había techo de gasto ni ninguna posibilidad de tener presupuestos.

Las reservas de algún sector del PP y del mundo económico no le preocupan. Gobierna porque supo plantar cara a Pedro Sánchez y evitó un gobierno Frankenstein. Eso tiene un precio

Rajoy sabe que en sectores del PP y del mundo económico habrá críticas. Vuelve a aumentar impuestos como cuando ganó por primera vez y encima sube el salario mínimo. Carlos Segovia ha explicado en 'El Mundo' que Aznar, preguntado, contestó con un lacónico “prefiero no comentar”, Claro, él no tiene que tomar decisiones desagradables y puede murmurar que lo que pasa es culpa de Rajoy pero el partido -que tuvo miedo de un gobierno del PSOE- y el mundo económico -al que erizaba un gobierno condicionado por Podemos- saben que las cosas han acabado mejor de lo esperado. Gracias a él no ha habido lo que Rubalcaba definió como “un gobierno Frankenstein”. Pues bien, eso tiene un precio.

Claro, no está claro que el PSOE vaya a votar los presupuestos pero sin los gestos del pasado jueves lo seguro es que no lo haría. Ahora hay una posibilidad.

Rajoy no ignora que el objetivo del PSOE es enviar al PP a la dura oposición. Por eso no puede olvidarse de Rivera y quiere cuidar al PNV. Son gente seria

La tercera conclusión es que no se puede fiar ni de Rubalcaba ni del PSOE. Le ayudarán mientras les interese pero cuando puedan le matarán como ya hizo Zapatero cuando el pobre Aznar cometió el error de querer hacer de Churchill junto al presidente americano, que no era Rooselvet sino un hijo de Bush. Por consiguiente, que diría Felipe, y como pensar en repetir la mayoría absoluta no es hoy realista, no hay que descuidar a los grupos de centroderecha con los que se puede entender: Ciudadanos y el PNV.

Si el PSOE no vota los presupuestos, pueden ser aprobados con el apoyo de Ciudadanos y del PNV. En todo caso la mayoría PP-C´s-PNV puede ser útil para algunas leyes de tipo económico. Por eso -tras cinco años de diálogo de sordos con Ajuria Enea- la vicepresidenta ha descubierto que tiene una -hasta ahora clandestina- “vocación foral”. El PNV podría votar determinadas iniciativas del Gobierno -recordemos que Arzalluz en un tiempo tuvo buena relación con Aznar- a cambio de que el PP dejara de recurrir sus leyes, llegara a un acuerdo sobre el cupo vasco, negociara otro concierto económico y garantizara la Y vasca del AVE.

Y cuando Cristóbal Montoro -menos poético que Soraya- se sentó a hablar el lunes con el nuevo Consejero vasco de Hacienda, el exdiputado Santiago Azpiazu, parece que las cosas fueron bien. Hay quien dice que si finalmente el PSOE no vota los presupuestos podría no ver mal que lo hiciera el PNV y la legislatura no quedara bloqueada. Incluso la 'pedrista' Idoia Mendia puede tener su utilidad. Sin mayoría, hay que poner buena cara a todo el mundo.

La asignatura catalana es el hueso de la Legislatura, si dura. Y Rajoy ha puesto a Soraya y a Montoro a trabajr con un cambio de chip. Incluso confía en Enric Millo, que viene de CiU

La cuarta conclusión- en este caso temor- es que Rajoy deduce que, al contrario que Aznar en el 96 y que él en 2012, ahora no puede contar con la colaboración de una CDC que ha pasado a mejor vida. Incluso un pacto discreto con Francesc Homs -hombre de Artur Mas que todavía conserva algo de espíritu pactista- para la mesa del Congreso saltó por los aires tras una votación maximalista del nuevo PDC en el parlamento catalán,

Pero Rajoy ha tomado conciencia de que, sin mayoría absoluta, debe encontrar alguna vía de bajar la tensión con el independentismo. Lo hubiera podido iniciar la pasada legislatura y ahora todo sería más fácil pero no lo necesitaba. Los del PP no lo habrían entendido y además ¡qué humos los de Artur Mas!

Pero ahora y sin mayoría absoluta es muy complicado enfrentarse al independentismo sólo recurriendo, recurriendo y recurriendo, todo. Y el choque estrepitoso de trenes es el último recurso pero no lo más conveniente para un político prudente. ¿Hay conservadurismo imprudente? Sí, el de Aznar cuando ya consumía su segundo mandato…y así ha acabado.

Lo que pasa es que en este caso la aproximación es difícil porque el partido de Artur Mas -donde ya no siempre manda Artur Mas- se ha equivocado y ha ido demasiado lejos en los últimos cinco años. Con el PSOE al final ha podido superar la ilusión izquierdista de Pedro Sánchez porque populares y socialistas son las dos columnas vertebrales de la UE. Y con el PNV las cosas se han empezado a recomponer porque Euskadi es, gracias al concierto económico, una autonomía diferenciada con Hacienda propia y porque cuando Ibarretxe intentó irse al monte fueron los dos partidos españoles -con Zapatero en la Moncloa- los que fijaron el límite a no traspasar. Y el PNV es un partido veterano y organizado de las clases medias vascas. Con un liderazgo en el gobierno y otro en el partido que se complementan y contrapesan.

Los líderes independentistas de CDC y ERC han ido demasiado lejos y ahora no les será fácil rebobinar por miedo a desmovilizar a su electorado

Por el contrario, Cataluña no tiene Hacienda propia, su Estatut ha quedado entre la vida y la muerte y ha sufrido una aguda crisis fiscal (Mas-Colell parece haber rejuvenecido desde que dejó la Consellería de Economía), la inversión del Estado ha caído del 18% al 9% … Y el nacionalismo catalán no es el PNV, siempre ha estado dividido y desaparecido Pujol -antes de la extraña herencia, el tripartito ya lo asustó y lo apartó del poder- la antigua y caudillista CDC ha perdido el sentido de la orientación y cree que su salvación es ser tan radical como ERC. Se ha hecho de ERC pero no tiene su currículum.

Ahora tras haberse lanzado al monte y proclamar que la independencia es imparable y que ya se toca con los dedos, es difícil que los nacionalistas moderados puedan corregir su discurso sin parecer traidores. De una forma digna, como supo hacer el PNV al relevar a Ibarretxe por Urkullu. La rebelión de Artur Mas no se encontró -como la de Ibarretxe- con un frente unido de los dos grandes partidos sino que el PP usó en 2006 el Estatut para desgastar a Zapatero al que acusó de estar prisionero del PSC y del tripartito. Y la sentencia del Constitucional de 2010 casi liquida al autonomismo, sospechoso de humillarse ante Madrid (de eso sufre el PSC que ha visto como tras la sentencia del Estatut y el giro de Zapatero, sus diputados en Madrid han bajado de 25 a 7). Y eso pese a que Iceta es una buena cabeza del socialismo.

Tras haber ido tan lejos y haber prometido la independencia para 2017 o -tras rectificar a medias- con el referéndum o referéndum, con permiso del Estado o por las bravas, ahora la antigua CDC y ERC tienen difícil hacer marcha atrás y negociar la financiación autonómica o más inversión pública para Catalunya sin hacer el ridículo. Sin caer en lo que su agit-prop tanto criticaba al PSC: buscar más autogobierno sin salirse de España por falta de testosterona catalana.

Los independentistas lúcidos creen que no pueden cambiar de la noche a la mañana el discurso predicado desde 2012, pero no se atreven a pensar que necesitan perder unas elecciones. Es cierto que en 2015 -contando a los anticapitalistas como aliados estratégicos- se quedaron en el 47,8%. Pero tienen una inestable mayoría parlamentaria. El independentismo parece que no puede ganar y es incapaz de rectificar sin antes perder, lo que tampoco parece fácil.

Se ha ido demasiado lejos en el enfrentamiento y ahora puede pasar que la nueva actitud del PP necesite tiempo y algún fracaso del independentismo, posible por su creciente división y falta de norte que se pueda alcanzar sin trauma, antes de que llegue el deshielo.

Rajoy lo va a intentar con notable retraso. Soraya ya ha confesado que se ha puesto a estudiar las 46 medidas que Puigdemont le presentó hace meses. Se está demostrando que hasta Montoro sabe ser flexible cuando conviene y Enric Millo, recién nombrado, lo desea ardientemente. Pero Artur Mas ya ha muerto en el intento. Puigdemont es sensato -a ratos- pero no tiene ni ganas ni autoridad para ordenar un cambio de rumbo y Oriol Junqueras -el líder de ERC al que todas las encuestas dan como ganador en unas próximas elecciones y con una vida política por delante- mantiene su discurso, hace gestos de flexibilidad como acudir al último Consejo de Política Fiscal y Financiera (y no enviar a Romeva, el 'ministro' de Exteriores), pero es una esfinge. ¿Qué hará? Primero tiene que ganar y ver con qué aliados puede gobernar. Quizás no haya mayoría independentista. ¿Entonces?

El cielo no es de los que quieren asaltarlo sino de los que tienen una motivación más modesta, la de sobrevivir aguantando y sin soñar con ser líderes carismáticos

La quinta conclusión de Rajoy es que Podemos puede ser un problema más relevante de lo que Arriola pensaba hace dos años. Un partido de protesta que dividiera a la izquierda y adelgazara al PSOE podía convenir a una derecha que quedara lejos de la mayoría absoluta. De hecho, sin Podemos, que no tuvo reparos en mezclar sus votos con los del PP y los independentistas, Pedro Sánchez habría sido investido inestable presidente con el apoyo de Ciudadanos.

Podemos lastra al PSOE pero es un factor de perturbación. Su defensa de los referéndum de autodeterminación complica no sólo la salida de la crisis catalana -con el fenómeno de Ada Colau que tiene más recorrido político que Manuela Carmena- sino que puede extenderse por otras partes de España. ¡Ojo! Y en Euskadi han comido mucho del PSOE. Si Urkullu y Ortuzar tuvieran su momento Ibarretxe disponen de una amplísima mayoría absoluta a favor de la autodeterminación.

Claro que Pablo Iglesias le hizo un buen roto al PSOE pero -afortunadamente- no consiguió el 'sorpasso'. La ventaja es que ahora Iglesias está algo zombi. El PSOE siempre tiene suerte con los hombres que se creen providenciales. Antes, Aznar cuando quiso ser Churchill en la guerra de Irak, ahora Pablo Iglesias que se cree el caudillo del populismo de izquierdas europeo. Que quizás desde que Tsipras -tras seis meses de vacaciones con menú Varufakis- hace la política económica recomendada por Bruselas y el FMI es un fenómeno sólo español.

Estas son las cosas que debe pensar Rajoy, un conservador más biológico y adaptativo que ideológico, cuando inicia su segunda legislatura en el poder -con el objetivo del deshielo- tras haber vencido a sus enemigos internos (muchos), externos (sobre todo Pedro Sánchez) y mediopensionistas (Albert Rivera) en la muy dura batalla de 2016.

El cielo no es de los que lo quieren asaltarlo sino de los que practican la asignatura -más modesta- de no querer ser líderes carismáticos pero saben sobrevivir. Día a día, sin ponerse demasiado nervioso y diciendo que llueve cuando alguien tiene la poca gracia de mearse encima. De esta forma los españoles le han indultado del pecado Bárcenas. Él sigue en su puesto y hay directores de diario que no pueden decir lo mismo.

Mariano Rajoy es un hombre fiel a sí mismo. Un conservador más biológico -el orden es bueno porque existe…está ahí- que ideológico. Pero más relativista y adaptativo -quizás porque es biológicamente gallego- que rígido. El orden no es un concepto sino la realidad cambiante según las circunstancias y conveniencias.

Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba Presupuestos Generales del Estado Convergència Democràtica de Catalunya (CDC)