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Rajoy: "Ja sóc aquí"
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Rajoy: "Ja sóc aquí"

El presidente vino a Cataluña a ofrecer infraestructuras y lograr complicidades en la sociedad civil

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; la vicepresidenta, Soroya Sáenz de Santamaría; el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna (i), y el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; la vicepresidenta, Soroya Sáenz de Santamaría; el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna (i), y el delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo. (EFE)

A los pocos días de que el tren independentista saliera de la última estación, directo hacia el choque —aprobando unos Presupuestos con una partida para el referéndum unilateral, censurada por el propio Consell de Garanties Estatutarias e incluso por los letrados del Parlamento catalán—, el presidente del Gobierno se ha plantado en Barcelona, cosa poco habitual.

Rajoy inaguró un foro sobre infraestructuras, improvisado por el delegado del Gobierno, Enric Millo, y planteó un ambicioso plan de infraestructuras. La inversión alcanzaría en esta legislatura los 4.200 millones, con especial atención al tan prometido (y tan retrasado) corredor del Mediterráneo, y con una partida de 1.800 millones para el servicio de Cercanías, cuyo mal funcionamiento (averías y frecuentes retrasos) alimenta muchas mañanas el malestar de los usuarios y las tertulias de los programas matutinos en las dos radios de mayor audiencia.

Rajoy ofrece "reconstruir puentes" con Cataluña invirtiendo 4.200 millones en infraestructuras

¿Es la respuesta adecuada al independentismo? ¿Es la forma de solucionar la creciente desafección de los catalanes respecto a España, avisada ya por el 'president' Montilla en aquel tiempo en que todavía gobernaba Zapatero y aún no había sido dictada la sentencia de 2010 sobre el Estatut? Evidentemente no. Pero reunir a más de 500 empresarios y representantes de la sociedad civil catalana para decir (sin decirlo) que el Estado iba a corregirse y que las inversiones públicas en Cataluña no seguirían siendo algo menos del 10% del total, que es lo que sucedió en 2015 (cuando la aportación catalana al PIB español es del 19%) es posiblemente lo primero que debía hacer Rajoy si quería volver a conectar con una parte de Cataluña. En este caso, el empresariado, quejoso de los perjuicios económicos que ello ha comportado.

La operación Diálogo era en realidad una operación Presencia que pretende que el Estado dé la batalla al independentismo desde la misma Cataluña


Ayer en el Palacio de Congresos de la Diagonal se dio el primer paso de lo que la vicepresidenta del Gobierno ha preparado desde primeros de año. No es tanto la bautizada operación Diálogo —casi imposible mientras el independentismo proclame: “referéndum o referéndum”, y el Gobierno conteste que la soberanía nacional radica solo en el pueblo español— sino una operación Presencia consistente en dar la cara… y proponer. Tras una legislatura en la que el Gobierno del PP —amparado en su mayoría absoluta— se ha desentendido de Cataluña —excepto para repetir la obviedad de que se tiene que respetar la ley, y la asistencia de Rajoy a las reuniones anuales del Círculo de Economía en Sitges, más algunas fugaces a actos del partido—, el Estado tenía que reafirmar su existencia y su capacidad de propuesta en Cataluña. Este es el guion que el tándem Soraya-Millo ha trabajado en los últimos meses y que Mariano Rajoy escenificó ayer.

Ante 500 empresarios —estaban el presidente del Foment, Joaquim Gay de Montella, el de la Cámara de Comercio, Miquel Valls, el de la Pequeña y Mediana Empresa, Josep González, y el de la Cámara de España y de la Fira, Josep Lluís Bonet—, atentos directores de diarios y miembros de la sociedad civil, Rajoy vino a repetir, en castellano, una frase similar a la del 'president' Tarradellas cuando regresó del largo exilio: “Ja sóc aquí” (ya estoy aquí). Por supuesto que Rajoy no vuelve del exilio, pero sí de lo que la sociedad catalana ha percibido como un terco alejamiento. Y la acogida fue correcta: discretos aplausos, más de cortesía que de aprobación, y una satisfacción generalizada —no exenta de escepticismo— por que el presidente del Gobierno se haya comprometido con un plan de inversiones en infraestructuras.

Foto: Mariano Rajoy, durante su intervención en la inauguración de la jornada sobre infraestructuras 'Conectados al futuro'. (EFE)

El Gobierno catalán optó por no asistir al discurso de Rajoy, aunque luego el 'conseller' Josep Rull participó en una mesa redonda, pero sí se sintió obligado a tomar nota del acto del presidente. Con un artículo ayer mismo en 'El Periódico de Catalunya' del 'president' Puigdemont y del vicepresidente Junqueras en el que ponían de relieve (con bastante razón) la escasa credibilidad de las promesas del Estado respecto a las infraestructuras en Cataluña. Por cierto que, al coincidir con una larga entrevista de Rajoy a 'La Vanguardia', las propuestas del Gobierno sobre infraestructuras (no las reprimendas habituales de ministros o dirigentes del PP) ocuparon la primera página de los dos grandes diarios catalanes. Algo nada habitual.

Rajoy —acompañado por un satisfecho Enric Millo, que oficiaba de introductor de embajadores, y de una más discreta Soraya Sáenz de Santamaría— vino a Barcelona a decir que está dispuesto a dar la cara, y a proclamar con solemnidad que es copropietario de un terreno que no está dispuesto a abandonar. La Generalitat optó por ausentarse (a medias) y resaltar la escasa credibilidad de los gobiernos de Madrid, pero una parte relevante del mundo económico —incluido Antoni Abad, presidente de la Cecot y próximo al independentismo— quiso escuchar. Al igual que dos alcaldes muy representativos del PSC: Núria Marín, alcaldesa de L´Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad catalana, que tiene muchos asuntos de infraestructuras pendientes, y Ángel Ros, alcalde de Lleida, que es además el presidente del partido.

La inestabilidad política es un peligro para la reactivación económica. Es hora de reconstruir puentes y lograr que impere la concordia

Y Rajoy no se limitó a las infraestructuras. Inició su discurso haciendo un repaso bastante triunfalista de la coyuntura, subrayando que llevamos tres años de crecimiento y que en este periodo se han creado 1,5 millones de puestos de trabajo, que hay superávit de las cuentas exteriores y que el déficit público se ha reducido a la mitad respecto a 2011. Y aprovechó para decir que pese a la crisis, el Estado ha acudido en ayuda de las CCAA que no se podían financiar y que el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) ha prestado 63.700 millones a la Generalitat.

Foto: El ministro de Hacienda y Administraciones Públicas en funciones, Cristóbal Montoro. (EFE)

Al final telegrafió su mensaje político. Pasada la crisis, España puede ir mejor pero le perturba que “algunos [su tono de voz indicó que le enervaban] quieren desconectar de España, de Europa y además de la ley y el diálogo”. Insistió en que había que fomentar la recuperación económica y no frenarla y que el mayor riesgo era la inestabilidad política. Repitió que había que reconstruir puentes, resolver los problemas reales de la gente —empleo, educación, sanidad y pensiones— (un clásico del presidente que sugiera así que lo otro es secundario), y acabó pidiendo ayuda a los asistentes para que imperen la concordia y el sentido común y ganar las batallas de la moderación, la responsabilidad y la sensatez.

Rajoy vino a dar la cara con un paquete de infraestructuras bajo el brazo y apelando a la sensatez porque "España es un gran país [otro clásico]" y "Cataluña debe ser la proa de sus avances". Y en la entrevista de 'La Vanguardia' quiso también tranquilizar. Ante el posible choque de trenes, afirmó que “el presidente del Gobierno de España tiene algunas obligaciones y una de ellas es hacer que se cumpla la ley y no dejar que se la salten. Otra es actuar con proporcionalidad, prudencia, mesura y equilibrio”. Y luego, cuando se le insistió en el posible recurso al artículo 155 —con el que especulan con distinta intención muchos columnistas independentistas y también de Madrid—, lo comparó con las apelaciones insistentes al rescate de España que se hacían en 2012 y 2013. Al final no hubo rescate.

La operación Presencia busca ganar crédito ante la opinión pública catalana aprovechando la radicalización del independentismo

Rajoy no tiene mucho crédito en la opinión pública catalana, lo evidencian los resultados del PP en Cataluña (tiene 11 diputados en el Parlamento catalán, solo uno más que la CUP), lo que favorece al independentismo. Pero ayer quiso demostrar que está dispuesto a dar la batalla sobre el terreno, con propuestas y sin tremendismos como el recurso al artículo 155. No admite —o no quiere reconocer— errores pasados y muchas de sus actitudes —empezando por el No-Do triunfalista sobre infraestructuras que precedió a su discurso— demuestran que él y su entorno no entienden lo que ha pasado en Cataluña en los últimos años, en los que el independentismo ha pasado de ser una opción minoritaria, que alcanzaba en las encuestas un máximo del 20%, a sumar un 47,8% de apoyos en las elecciones autonómicas de 2015.

Pero puede beneficiarse de la radicalización del independentismo, forzada por la voluntarista hoja de ruta de un referéndum unilateral de autodeterminación en septiembre. El separatismo se está alejando de la centralidad de la sociedad catalana al querer aprobar la ley de desconexión sin previa discusión parlamentaria y en lectura única, o con los discursos encendidos de Mas y Puigdemont. El último en Harvard, donde el 'president', tras comparar el independentismo con la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, ha equiparado la democracia española con la Turquía de Erdogan.

Es significativo que una entidad siempre tan mesurada como el Cercle d´Economía se sintiera obligada la semana pasada a publicar una nota en la que manifiesta su preocupación “por una política en la que emerge con fuerza la alternativa de situarnos al margen de la legalidad”. Y concluía: “Nada es democrático si vulnera el principio fundamental del cumplimiento de la legalidad, esencial para ordenar la convivencia en cualquier país avanzado”. Una censura clara a la deriva radical del Gobierno de la Generalitat.

Me da la sensación de que la vicepresidenta y el delegado del Gobierno han captado el ligero cambio del sentido del viento. Pero no es fácil que lo puedan aprovechar. Dar la cara, hacer un discurso moderado (diferente a otros anteriores y al de muchos dirigentes del partido) y aumentar la inversión pública en Cataluña son condiciones necesarias, pero están muy lejos de ser suficientes.

A los pocos días de que el tren independentista saliera de la última estación, directo hacia el choque —aprobando unos Presupuestos con una partida para el referéndum unilateral, censurada por el propio Consell de Garanties Estatutarias e incluso por los letrados del Parlamento catalán—, el presidente del Gobierno se ha plantado en Barcelona, cosa poco habitual.

Mariano Rajoy