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Puigdemont, sin los del referéndum pactado
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Joan Tapia

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Puigdemont, sin los del referéndum pactado

Pérez Rubalcaba y Josep Piqué advierten de que se necesita contraponer al independentismo un proyecto político que vaya más allá de la aplicación de la ley

Foto: Carles Puigdemont. (EFE)
Carles Puigdemont. (EFE)

La pasada semana me preguntaba qué pasará después del choque de trenes, que esta semana parece más inevitable que ayer pero menos que mañana. Y decía que el día después será difícil de gestionar ya que, aunque el independentismo no va a ganar —en un Estado de derecho, una parte del Estado no puede desafiar la ley—, si luego hay elecciones (¿cómo podría no haberlas?), el primer partido será, según todas las encuestas, independentista.

Un buen amigo de hace muchos años —y además buen observador— me envió con rapidez un mensaje que en parte corroboraba mi análisis pero que iba mas allá: “El independentismo perderá, sabe que perderá, pero para volver a emerger. El problema catalán volverá y el Estado (Rajoy o los jueces) no habrá quedado bien. Ganará abusando. En cambio, el independentismo saldrá épicamente reforzado”. No estoy del todo de acuerdo porque cuando se pierde jugando temerariamente, suele haber consecuencias. Pero es significativo que un inteligente analista político llegue a esta conclusión.

Y este temor, a que el independentismo pierda pero sin perder, lo empiezo a notar también en Madrid. El pasado lunes, en el muy oficial Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en la plaza de la Marina Española y junto al Senado, tuvo lugar un seminario que pretendía discutir la actuación de la oficina del portavoz del Gobierno desde los primeros ochenta. Organizado por Rosa Conde, ministra-portavoz de Felipe González, intervinieron también Eduardo Sotillos, Alfredo Pérez Rubalcaba, Josep Piqué, Pío Cabanillas y el actual ministro-portavoz, Méndez de Vigo, quien señaló que el asunto que más le preocupaba en este momento era comunicar la posición del Gobierno en el conflicto catalán. Rubalcaba profundizó más y dijo que el Estado también tenía responsabilidad en lo que ocurría.

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, lidera la reunión de los partidos que conforman el Pacto Nacional para el Referéndum. (EFE)

El derecho a decidir, y la petición del subsecuente referéndum, es un mensaje fuerte que puede ilusionar. Insistió —ya lo había dicho— en que como fórmula de 'marketing' era casi imbatible porque decidir es algo que, en principio, todo ciudadano ve con un prejucio favorable. Para Rubalcaba, los partidos españoles han fallado al contraponer solo el argumento de legalidad a una reivindicación política porque las normas —si se quiere— se pueden cambiar. Ha faltado una respuesta política, como afirmar que el derecho a decidir sobre todo tiene inconvenientes porque fragiliza el Estado y a la economía, y también haber propuesto un proyecto sugestivo para Cataluña.

Luego, Josep Piqué, el único político del PP que quizá por ser tangente a ese partido ha tenido auténtica incidencia en Cataluña, vino a secundar a Rubalcaba al decir: “O hacemos un serio esfuerzo de pedagogía para explicar que España es un proyecto sugestivo, o los que ven a España como un mal negocio nos acabarán ganando la batalla”.

Girona sale a la calle para festejar con entusiasmo el ascenso de su equipo de fútbol a la primera división de la Liga

Fue una lástima que Mendez de Vigo ya hubiera abandonado la sala, porque la intervención de Piqué dejó claro que la acusación del portavoz a Puigdemont de haber renunciado a ser el presidente de todos los catalanes para convertirse solo en el presidente de los 'procesistas' no es suficiente para ganar a la opinión pública catalana.

Puigdemont anunciará en pocas horas la fecha y la pregunta del referéndum, porque estamos ante dos gobiernos con dos planteamientos tan inmovilistas como incompatibles. Puigdemont, que como ya dije flirtea con la tentación del kamikaze, sostiene que no se puede negociar nada si antes no se reconoce el derecho a decidir (en Sitges, llegó a hablar del derecho a la autodeterminación) e incluso parece que ahora pone esa condición para acudir al Congreso de los Diputados. Y Rajoy contesta que ni quiere ni puede permitir un referéndum de estas características. Puigdemont no quiere reconocer que el 47,8% de los votos de las plebiscitarias de 2015 (el 39,5% si restamos la CUP, que no quiere irse de España sino de la Europa capitalista) indica un apoyo considerable pero dista mucho de ser “un claro mandato democrático”. ¿Apuesta Puigdemont por que el Estado se equivoque y se sobrepase en la forma de impedir el referéndum y que ello favorezca a medio plazo la opción independentista?

Foto: Miembros de la ANC y otras entidades soberanistas ondean varias 'esteladas'. (EFE)

Y Rajoy —extrañamente— parece creer que el presidente del Gobierno de España está obligado a respetar el dilema que le plantea el independentismo. Como recordó a los dos en Sitges Joan Josep Bruguera, presidente del Círculo de Economía, entre el 'statu quo' y la independencia hay fórmulas intermedias que en todas las encuestas tienen un amplio respaldo en la opinión catalana. ¿Quién le prohíbe a Rajoy defender un diálogo sobre ellas que, aunque fuera rechazado por el independentismo, bajaría la tensión y tendría respaldos en la sociedad catalana? ¿Por qué no lo hace? ¿Juzga que le conviene el choque de trenes porque cree que el independentismo perderá?

Cada día que pasa crece la sospecha de que estamos atrapados en una batalla entre blanco y negro de la que no quieren salir —quizá porque lo creen bueno para sus respectivos intereses electorales— tanto la cúpula del PP como la independentista. Eso sí, con el apoyo firme de sus incondicionales, que tienen mucho poder en los medios y mucho papanatismo a su favor.

Los sentimientos de la población y de otros actores políticos son más amplios y matizados. Sorprende, por ejemplo, que en Girona —circunscripción en la que el independentismo sacó más de un 64% de los votos en las últimas elecciones catalanas—, la población saliera a la calle para festejar con gran entusiasmo que su equipo de fútbol —tras dos años de estar casi a punto— haya logrado al fin el ascenso a la primera división de la Liga española. Y que en la alegría participaran públicamente los cuatro últimos alcaldes de la ciudad, entre ellos el propio Puigdemont y Quim Nadal, que fue candidato del PSC contra Pujol hace años y que se ha alejado del partido al que cree demasiado condicionado por el PSOE. Me dicen incluso que había muchas banderas del Girona pero menos esteladas que cuando se celebra alguna victoria del Barça. En Girona se ha vivido subir a primera división como el reconocimiento debido a una ciudad dinámica que está cambiando con rapidez. Lógico, pero menos si se creyera realmente que hay que irse de España y que la independencia “se toca con la punta de los dedos”. Un 'gironí' con 'seny' me dice que nadie sabe el futuro pero que el pájaro en mano es que el Girona llenará su estadio y podrán ver jugar al Barça y al Real Madrid en directo.

El Pacto Nacional para el Referéndum ni condenará ni apoyará el referéndum unilateral del que se quiere anunciar esta semana la fecha y pregunta

Y lo que pasó ayer en la reunión del Pacto Nacional para el Referendum (PNR), que reúne a más de un centenar de partidos y entidades que defienden el referéndum, es muy significativo. Como señaló hace unos días el director de El Confidencial, Nacho Cardero, el empeño de Puigdemont era arrastrar al nuevo partido de Ada Colau, y a muchas de las entidades, a apoyar el referéndum unilateral. A la reunión de los partidos independentistas de la pasada semana, el partido de Colau se negó a asistir y exigió la convocatoria del PNR.

Y ayer el presidente Puigdemont ni planteó seriamente el apoyo del partido de Colau, o del PNR, al referéndum unilateral porque muchos de los reunidos exigen un referéndum pero quieren que sea legal y pactado y tenga consecuencias, cosa que creen que un referéndum unilateral e ilegal no puede garantizar.

El PNR continuará —aunque su comité ejecutivo se autodisolvió—, pero no manifestó ni apoyo ni condena al referéndum unilateral. Gerardo Pisarello, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona (Colau está de baja por maternidad), siguió defendiendo la necesidad de un referéndum legal, al igual que Xavier Domènech, el portavoz en Madrid del partido de Colau, mientras que Lluís Rabell, portavoz en el Parlamento catalán, exigió el apoyo de la Comisión de Venecia, organismo del Consejo de Europa que en respuesta a una carta de Puigdemont acaba de declarar que cualquier referéndum debe ser legal y pactado con el Estado. Y tanto los sindicatos como algunas organizaciones empresariales y del tercer sector rehuyeron tomar posición, aunque los sindicatos manifestaron preocupación por el dilema ante el que se podían encontrar los funcionarios. La mayoría de entidades son firmes partidarias de un referéndum, pero siempre legal, y muy reticentes a otro unilateral. No lo van a condenar, pero tampoco a respaldar. El independentismo se va quedando lenta y progresivamente aislado: PDeCAT, ERC, la CUP, la ANC y Òmnium Cultural…

Hay una Cataluña relevante que rechaza el 'statu quo', que está indignada con el inmovilismo y que muchas veces —no siempre— es partidaria de un referéndum pactado, pero que no apoya ni el unilateralismo ni el independentismo. A esta Cataluña, que va mucho más allá de Ada Colau o el PNR, los partidos españoles deberían ofrecerle algo más que el rechazo frontal al referéndum. Rajoy no debería despreciar el consejo que —desde posiciones muy alejadas del independentismo— le dieron el lunes dos políticos tan diferentes pero con tanto 'background' como Pérez Rubalcaba y Josep Piqué.

La pasada semana me preguntaba qué pasará después del choque de trenes, que esta semana parece más inevitable que ayer pero menos que mañana. Y decía que el día después será difícil de gestionar ya que, aunque el independentismo no va a ganar —en un Estado de derecho, una parte del Estado no puede desafiar la ley—, si luego hay elecciones (¿cómo podría no haberlas?), el primer partido será, según todas las encuestas, independentista.

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