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ERC quiere pacto: retiro Puigdemont
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Joan Tapia

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ERC quiere pacto: retiro Puigdemont

El independentismo está partido entre los realistas de ERC y los fundamentalistas 'puigdemontistas'. El PDeCAT no sabe, no contesta

Foto: El presidente del Parlament, Roger Torrent. (EFE)
El presidente del Parlament, Roger Torrent. (EFE)

La crisis catalana viene de muy lejos. Vayamos a lo último. Desde el choque de trenes del otoño pasado, que culminó con la declaración de independencia del 27 de octubre, se ha pasado de un conflicto político grave a la crisis existencial y constitucional más grave de España desde la recuperación de la democracia. Y esta crisis no ha acabado. Los hechos principales han sido los siguientes.

Uno. Aprobación por el parlamento catalán de las leyes de referéndum y de ruptura con la legalidad española, con los únicos votos de los diputados independentistas. Muchos menos que la mayoría cualificada de dos tercios, requerida para una simple ley electoral o la reforma del Estatut. Un disparate mayúsculo.

placeholder Varios diputados celebran la aprobación de la ley del referéndum el pasado septiembre. (EFE)
Varios diputados celebran la aprobación de la ley del referéndum el pasado septiembre. (EFE)

Dos. Referéndum ilegal del 1 de octubre que no puede celebrarse con normalidad por la intervención de las fuerzas de seguridad que reprimen a muchos votantes —muy numerosos— y se incautan de algunas urnas. El Gobierno catalán comunica una amplia victoria de la independencia en el referéndum. Rajoy dice que se ha hecho lo conveniente y el ministro Zoido continua. Indignación en la opinión pública catalana, más allá del campo independentista.

Tres. Tras una advertencia del gobierno de Rajoy y muchas dudas del gobierno catalán, el Parlamento vota la independencia, el gobierno español aplica el artículo 155 e inmediatamente destituye al gobierno de la Generalitat y convoca elecciones autonómicas para el 21 de diciembre. Poco después el presidente Puigdemont y unos cuantos 'consellers' huyen a Bruselas mientras el vicepresidente Junqueras y otros 'consellers', tras comparecer en la Audiencia Nacional, ingresan en prisión.

Cuatro. En las elecciones del 21-D, a las que concurren todos los partidos, la primera fuerza política es Cs pero con solo 36 diputados (sobre 135). La segunda es la lista del presidente Puigdemont, que ha basado toda su campaña en la restitución del gobierno catalán y del presidente legítimo, con 34 diputados. La tercera es la de ERC, cuyo líder Oriol Junqueras sigue en prisión, con 32 escaños. La cuarta es el PSC con 17 diputados (gana uno). Detrás quedan la lista de En Comú Podem, apoyada por Ada Colau y Pablo Iglesias, que pierde tres escaños y se queda con 8, las CUP que pierden seis y se reducen a 4, y el PP que pierde siete y se queda también con 4 pero con menos votos que las CUP.

Roger Torrent, el nuevo presidente del Parlament, ha roto moldes y ha lanzado un serio e inesperado primer aviso a Puigdemont

Cinco. Lo más relevante de estas elecciones es que las listas independentistas de JxCAT y ERC se quedan cerca de la mayoría absoluta con 66 diputados y que con las CUP la superan y llegan a 70 (dos menos que en la legislatura anterior). Y la primera lista secesionista es la de Puigdemont, exilado en Bruselas, con 34 escaños. En mi opinión esta estrecha victoria secesionista se debe, al menos en parte, a que muchos electores han votado protestando contra la prisión (o el exilio) de los que muchos catalanes consideran presos políticos.

Seis. Tras la elección del nuevo presidente del parlamento, Roger Torrent, de ERC, los tres grupos separatistas apuestan por la candidatura de Carles Puigdemont. El presidente Torrent lo propone formalmente y convoca Pleno del Parlament para el martes 30. Tras un recurso del Gobierno, el Tribunal Constitucional pone como condición para la investidura que sea presencial (que Puigdemont esté en el Parlament) y que su presencia haya sido autorizada por el magistrado del Supremo, Pablo Llarena, que es el instructor de la causa contra la rebelión independentista. Advierte además a la Mesa que la desobediencia implica una ilegalidad sancionable penalmente.

Siete. El mismo martes 30 de enero Roger Torrent comparece a primera hora ante la prensa y, visiblemente nervioso, ataca al Tribunal Constitucional y a la vicepresidenta, afirma que el candidato sigue siendo Puigdemont porque el parlamento catalán es el único que puede elegir al 'president' pero aplaza la celebración del Pleno aunque no lo desconvoca. La fecha del nuevo Pleno queda pendiente de la resolución del TC sobre el recurso y encarga a los letrados un informe sobre cuando empiezan a correr los plazos para la disolución.

Las CUP y JxCAT manifiestan su desacuerdo con la suspensión de la investidura y manifestantes independentistas se manifiestan ante las puertas del Parlament. Se ha producido una clara división en el secesionismo pero los protagonistas la reducen a algo puntual que se puede superar.

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Cerrados los accesos al Parlament después de suspenderse la investidura. (EFE)

Ocho. Al día siguiente, Roger Torrent aclara en una entrevista radiofónica que la investidura está suspendida hasta que se pueda celebrar con todas las garantías para Puigdemont (que previamente a la suspensión le había pedido amparo) y a que la elección tenga validez. Suspensión indefinida.

Nueve. El miércoles Tele 5 hace públicos unos mensajes de móvil en los que Puigdemont dice a Toni Comín, también exilado en Bruselas, que "todo se acabó", que "se vuelven a vivir los últimos días de la Cataluña republicana", "el plan de Moncloa triunfa" y "los nuestros nos han sacrificado". Poco después Puigdemont tuitea "soy humano y a veces yo también dudo pero también soy el 'president' y no me arrugaré ni echaré atrás por respeto, agradecimiento y compromiso con los ciudadanos y el país. ¡Seguimos!".

ERC ha llegado a la conclusión de que hoy el unilateralismo solo lleva a la frustración, la cárcel o la libertad provisional

¿Qué ha sucedido realmente? Hay dos claves principales. La primera es que el gobierno de Madrid —también tocado por su derrota ante Cs y temeroso de las consecuencias en el resto de España— ha querido dejar claro, con su recurso y el subsecuente aval del Constitucional, que de ninguna manera iba a permitir la investidura de Puigdemont. El 155 había abortado la independencia y los secesionistas, que repitieron mayoría el 21-D, podían gobernar pero solo de acuerdo con el Estatut y la Constitución.

La segunda clave es que una parte relevante del independentismo —ERC, que a veces ha aparecido como la más radical— está asumiendo que la renuncia a la unilateralidad no puede ser solo algo a decir en algún momento, o ante el juez Llarena. Que el independentismo no tiene fuerza para volver a ello y que si puede recuperar la Generalitat para tener algo de poder. Luego, Dios proveerá. Curiosamente ERC está intelectualmente más cerca de la tardía rectificación de Artur Mas, que ha dicho que el 47,5% de los votos "no da para más" y que "los 70 diputados son un tesoro a conservar y a no arriesgar" (nada de nuevas elecciones), que el PDeCAT.

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Montaje realizado por el Programa de Ana Rosa de la conversación entre Puigdemont y Comín. (Telecinco)

Por eso el diputado Tardá, un extraño radical sensato, no dudó en declarar a 'La Vanguardia' el pasado domingo (antes del aplazamiento de la investidura) que estaban intentando cuadrar el círculo: investir a Puigdemont y tener con rapidez un nuevo gobierno en la Generalitat. Pero Tardá, que sabe que los círculos no se cuadran, añadía que quizás tendrían que sacrificar a Puigdemont.

Por eso ERC no firmó un documento presentado por la CUP como condición a la investidura en el que se habla de poner en marcha una Asamblea Constituyente formada por diputados y concejales, que sería la vuelta a la ruptura con la legalidad. Por eso, Torrent suspende en el último minuto la investidura de Puigdemont pese a insistir en que es el único candidato. Por eso Oriol Junqueras, desde la prisión, felicita "la valiente decisión de Torrent" y luego propone una extraña fórmula en la que Puigdemont quedaría como presidente honorario pero se investiría 'president' legal y efectivo a otro candidato. Por eso Marta Rovira, la secretaria general de ERC que a menudo flirtea con el maximalismo, dijo el viernes que la condición para la investidura es que fuera válida y no tuviera consecuencias penales negativas para los diputados.

Foto: Mensajes entre Comín y Puigdemont, filtrados por 'El programa de AR'.

Quizás por eso el tan hablador diputado Rufián está estos días bastante silencioso. Y quizás también por esto Òmnium Cultural, que está más alejado de JpC que la ANC, pidió ayer la máxima unidad al independentismo, le instó a hacer autocrítica, reconoció que la situación era muy compleja y pidió la recuperación del Gobierno y de las instituciones catalanas a la mayor rapidez. Sin citar a Puigdemont.

El independentismo está al borde de un cisma. Junqueras y gran parte del mundo cercano a ERC (y casi toda su dirección) no quieren seguir con el rupturismo porque saben —y lo han comprobado— que es una vía que no lleva a ninguna parte. Salvo a la frustración, la cárcel o la libertad provisional. Y que tampoco hay reacción europea cuando el Estado español fuerza al máximo la severidad de la ley.

Si Puigdemont no cede, ¿vamos directos a nuevas elecciones, o hay una posible opción transversal de último recurso?

Pero otra parte del independentismo —quince o incluso quizás veinte de los diputados de JxCAT— están atrincherados en el "Puigdemont o Puigdemont". Y a ellos se les unen —porque quieren conflicto— los cuatro diputados de las CUP.

Mientras tanto —retirado Mas— el PDeCAT —que impulsó la candidatura de Puigdemont que no hubiera sido posible sin su apoyo— no se sabe donde está. Por la mañana dicen una cosa y por la tarde otra. En algunas visitas a Madrid piden al Estado que les libre de Puigdemont, pero en Barcelona repiten que "Puigdemont o Puigdemont". Tienen dirigentes sensatos pero que no se deciden a plantar cara a Puigdemont. Es significativo el artículo de Miquel Puig, un inteligente economista y un independentista moderado, que ayer escribía en el 'Ara' un artículo sobre la guerra del Vietnam en el que afirmaba: "El Vietnam del Norte ganó lentamente, evitando enfrentarse a campo abierto con una fuerza superior. No hay que añadir nada más". Lo que Puig no contempla es que la libertad y el bienestar de los catalanes del siglo XXI no tiene nada que ver con el de los vietnamitas de los años sesenta.

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¿Qué pasará ahora? ERC ya le ha dicho a Puigdemont —y este ha tomado nota— de que no le va a investir porque es imposible persistir en la ilegalidad y que no ven ninguna ventaja a un gesto simbólico de rebeldía que solo complicaría más las cosas. Solo están dispuestos a un gesto simbólico que de a Puigdemont una autoridad inmaterial. ¿Pueden los republicanos hacer marcha atrás por temor a no ser comprendidos por sus electores que tienen simpatía por Puigdemont? Pueden pero no es lo más previsible.

Además, en los próximos días aumentará la presión de la mayoría de la sociedad catalana (no solo de la clase política) para que se de una salida honorable a Puigdemont pero se elija un gobierno operativo. La división social y la degradación económica (todavía superable) lo exigen. Y el PDeCAT se sumará a esta presión. ¿Tolerarán entonces los secesionistas que Puigdemont condiciones su sucesión? No es el interés de ERC ni del PDeCAT, pero quizás sí. Para ambos lo peor sería una repetición electoral y si Puigdemont no cede…

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Clara Ponsatí. (EFE)

¿Qué hará el Hamlet de Bruselas? En principio no cederá, pero ha confesado que es humano y a medida que vayan pasando los plazos quizás empiece a negociar su retirada a cambio de bola negra sobre el nombre del sucesor y condicionar el futuro gobierno. Pero no es seguro. Una de las características de Puigdemont es su imprevisibilidad.

Clara Ponsatí, la 'consellera' de JxCAT que le acompaña en Bruselas, se manifestó ayer contra la propuesta de Junqueras de dar una salida honrosa a Puigdemont y elegir otro president. Para ella y para los puigdemontistas, "el mandato insoslayable del 1 de octubre (referéndum ilegal) ratificado en las elecciones del 21-D debe hacerse efectivo". Criticó la "sorprendente" decisión de Torrent de suspender la investidura y dejó claro que la alternativa de nuevas elecciones no le causaba ninguna inquietud.

Si Puigdemont no cede no puede haber un presidente independentista porque se podría quedar lejos de los 68 diputados. ¿En 58, 48? Pero tampoco podría haber uno constitucionalista porque los 70 diputados independentistas votarían en contra.

¿Entonces? Ni en ese supuesto las nuevas elecciones serían inevitables. El PSOE solo se decidió a defenestrar a Pedro Sánchez —con un coste altísimo y un espectáculo autodestructivo— cuando llegó a la conclusión —quizás equivocadamente— que irían al suicidio en una segunda repetición electoral. En Cataluña hoy solo el "puigdemontismo" confiesa no temer a nuevas elecciones. Quizás Cs, que está en alza y pensando que la crisis catalana les beneficia en España ante Rajoy (y quizás ante Sánchez), estaría dispuesto. Pero otras elecciones causan pavor en todo el empresariado (incluido el minoritario secesionista) por toda la incertidumbre que comportarían, no son bien vistas por la gran mayoría de ciudadanos, y no le interesan a ningún otro partido. Por eso en las últimas 48 horas antes de la disolución sería posible un cambio de escenario que algunos ya trabajan y que se pactara un gobierno para evitar la vuelta a las urnas, poner fin al 155 y recuperar el autogobierno, bajar la tensión política, inspirar confianza en la economía y combatir las heridas sociales dejadas por la crisis.

¿Qué mayoría daría apoyo —de una u otra forma— a este gobierno? Los 32 diputados de ERC, la docena del PDeCAT, los 17 del PSC y los 8 de En Comú Podem. Salen 69. Sobra 1.

Si el PDeCAT no se decidiera, la abstención de Cs podría permitir que el 'president' saliera en segunda votación y permitiría a Rivera demostrar sentido de Estado, aunque no sé si es su objetivo en este momento. Y si el PDeCAT no llegara a la docena, o algún Rufián de ERC no siguiera, tampoco se puede descartar la abstención del PP. A Rajoy también le interesa acabar con el 155 porque sabe que es un lío y le quita mucha capacidad política, empezando porque hace casi imposible aprobar los presupuestos.

Resumen ejecutivo. Lo más probable es que Puigdemont acabe pactando a cambio de una fuerte comisión. Una salida muy extraña que apunta un futuro complicado. Pero lo más grave —para Cataluña y para España— sería que se tuvieran que repetir las elecciones.

La crisis catalana viene de muy lejos. Vayamos a lo último. Desde el choque de trenes del otoño pasado, que culminó con la declaración de independencia del 27 de octubre, se ha pasado de un conflicto político grave a la crisis existencial y constitucional más grave de España desde la recuperación de la democracia. Y esta crisis no ha acabado. Los hechos principales han sido los siguientes.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Carles Puigdemont Roger Torrent Parlamento de Cataluña