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Urkullu prioriza el no a Rivera sobre el 155
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Joan Tapia

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Urkullu prioriza el no a Rivera sobre el 155

Urkullu teme que el veto a los presupuestos desestabilizará al gobierno de Rajoy y ayudará a la llegada de Albert Rivera a la Moncloa

Foto: El lendakari, Iñigo Urkullu. (EFE)
El lendakari, Iñigo Urkullu. (EFE)

Desde hace dos semanas todas las informaciones coinciden en que el independentismo ha quedado prisionero de Puigdemont y de sus quince o veinte incondicionales y diputados de JxCAT. ERC sigue insistiendo en la conveniencia de elegir un presidente rápidamente, pero los días van pasando. Y el PDeCAT ha acabado admitiendo que Puigdemont no acepta este planteamiento y que quiere retener la pelota —intentando otra vez ser elegido mediante la ley de presidencia en trámite que permitiría la investidura a distancia— y que solo en el último momento —ante el vértigo de nuevas elecciones— quizás proponga un candidato elegible.

Lo que suceda hasta esa fecha, el 22 de mayo, condicionará la actitud de Puigdemont. Si finalmente los jueces alemanes autorizan su extradición por cualquier delito —cosa a la que las contradicciones entre el ministro Montoro y el auto del Supremo no ayudan—, la autoridad de Puigdemont sobre el independentismo bajará. Si, por el contrario, quedara libre en Alemania pasaría de líder carismático con derecho de veto a rey con poderes absolutos. Y Puigdemont también mira a Madrid.

Gente sensata del PDeCAT dicen que se le está contagiando el vicio de los viejos exilados antifranquistas que siempre creían que Franco estaba a punto de caer, o de morir. Puigdemont estaría pensando que si el PNV no aprueba los presupuestos se desencadenaría en Madrid una monumental crisis política. Y que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y como no acaba de interiorizar que Cs sacó más diputados que JxCAT, piensa que él pescaría más que Rivera.

El cambio de actitud del PNV ha sentado mal a los 'Puigdemontistas', pero el PDeCAT ya había sido informado con anterioridad

Por eso la decisión del PNV de no presentar el próximo jueves enmienda a la totalidad a los presupuestos, y de no votar la de cualquier otro grupo, ha sentado muy mal en las filas 'puigdemontistas' e independentistas. Oficialmente hay silencio, pero en algún medio digital cercano se ha criticado lo que se ve como una traición a Cataluña. En el PDeCAT son más cautos. Aitor Esteban no ha asegurado que el permiso de paso de la próxima semana se vaya a convertir en aprobado definitivo y ha vuelto a poner la condición de que el 155 haya sido levantado.

¿Qué hará finalmente Urkullu? Uno de los cuatro catalanes que días antes de la DUI del 27-O le instaron a mediar entre Puigdemont y Rajoy me explicó que quedó impactado por el grado de información del lendakadri, que incluso tenía apuntadas en una libreta todas sus intervenciones en el conflicto. Mi interlocutor sacó la conclusión de que Urkullu mediaba no solo para ayudar sino también porque temía que la agudización del conflicto catalán desestabilizará el marco político español y acabará afectando a Euskadi si en Madrid subía la fiebre centralista. Ahora volverá a intentar presionar para que Puigdemont permita la elección rápida de un 'president', como abogan tanto ERC como el PDeCAT y la mayoría de las entidades de la sociedad civil catalana (incluidas todas las patronales y los sindicatos).

placeholder Mariano Rajoy, durante la reunión mantenida en la Moncloa con Aitor Esteban. (EFE)
Mariano Rajoy, durante la reunión mantenida en la Moncloa con Aitor Esteban. (EFE)

Pero el PNV es pesimista. Presionó ya al PDeCAT —partido heredero de CDC con el que tenía unas relaciones muy fluidas— para la elección rápida de un 'president' y la respuesta que recibió de sus dirigentes les aterrorizó: "hemos perdido el control del grupo parlamentario". Eso jamás podría pasar en el PNV.

Jueces alemanes aparte, para el independentismo la actitud del PNV es clave. Si el PNV dejara de apoyar el movimiento quedaría todavía más desamparado y sin ningún aliado. Jordi Xuclà, un veterano diputado en Madrid (antes senador) del PDeCAT, se refería a ello en su columna del 'Diari de Girona' el pasado domingo en estos términos: "el 26 de abril se votarán las enmiendas a la totalidad de los presupuestos, el 22 de mayo es el último día para formar gobierno en Cataluña antes de convocar nuevas elecciones. Y el 24 de mayo es el último día que tiene el PNV para tumbar los presupuestos. Conviene pues estar más pendientes del 24 de mayo que de la votación del 26 de abril. Supongo que la dirección del PNV se está devanando los sesos para argumentar bien este calendario ante la opinión pública. En parte, aquí se juega la batalla de cuánto más durará el gobierno actual (el de Rajoy) antes del probable éxito de una victoria de los naranjas en unas elecciones generales".

Todo está dicho en este desahogo de Xuclá en el diario de su circunscripción. Primero, la dirección del PDeCAT (Marta Pascal) ya sabía la semana pasada que el PNV no vetaría de entrada los presupuestos el próximo jueves. Por eso la decisión del nacionalismo vasco no les ha cogido por sorpresa y no comparten el desánimo total que ha invadido a los puigdemontistas y a sus aliados en la prensa. Urkullu puede presionar a Puigdemont y a Rajoy y la clave será lo que decida finalmente el 24 de mayo. Y Xuclá ya apunta a que en esta decisión también influirán los sondeos favorables a Cs de muchas encuestas, la última la que publica 'El Periódico de Cataluña'.

La candidatura de Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona indica que Rivera juega fuerte y quiere repetir la 'operación Arrimadas'

¿Qué decidirá Urkullu? Para él lo mejor sería que sus gestiones, algún gesto conciliador de Rajoy (difícil), la alarma de Marta Pascal y Artur Mas ante el salto a lo desconocido que serían unas nuevas elecciones y la presión constante de ERC y Junqueras, hicieran que Puigdemont acabara apostando (entre San Isidro y el 22 de mayo) por elegir un 'president', por supuesto lo más fiel posible a su persona. En este caso el 155 desaparecería y el PNV podría votar unos presupuestos que considera buenos (y más todavía para ellos) y contribuir a la estabilidad política.

El problema es si Cataluña va a nuevas elecciones. Para ser coherentes y quedar bien ante su electorado (y en Euskadi) el partido se inclinaría a votar en contra. Pero Urkullu y Ortuzar, el presidente del partido, piensan que tumbar los presupuestos es ayudar a la inestabilidad, justo lo que desea Puigdemont. La diferencia es que en Sabin Etxea están convencidos que la inestabilidad no beneficiaría al independentismo, sino que potenciaría la marca Cs para unas legislativas que quizás se tendrían que adelantar.

Albert Rivera está jugando fuerte y la posible candidatura de Manuel Valls, el ex primer ministro socialista francés a la alcaldía de Barcelona, de acabarse concretando sería un potente golpe de efecto que podría tener consecuencias. El cálculo de Rivera —y de lo que tenga detrás, asunto sobre el que siempre se especula— es una sencilla regla de tres. Si el éxito de Arrimadas el 21-D frente al independentismo —que no ha dado frutos inmediatos— ha colocado a Cs en cabeza en las encuestas para las elecciones españolas, la victoria de Valls en Barcelona, derrotando a la vez al independentismo y a Podemos, sería un segundo golpe de fuerza, acentuaría la imagen europeísta de Rivera, la conexión con Macron y una gran palanca para llegar a la Moncloa.

El PNV presionará a los partidos catalanes y pedirá un gesto a Rajoy para evitar unas nuevas elecciones y que el 155 se pueda retirar

Pero el PNV vería con preocupación que Rivera fuera el sustituto de Rajoy. Le inquieta su actitud reticente al concierto vasco, pese a que está en la Constitución. No cree que si Rivera fuera presidente pudiera ir muy lejos en la centralización y en la laminación de la autonomía vasca, pero teme que lo intentaría, que volvería la radicalidad a Euskadi (que hoy flota en la balsa de aceite de un gran bienestar económico) y que la izquierda abertzale saldría beneficiada frente al pactismo del PNV. Urkullu, un político de centro, pragmático y de orden, ve a Rivera como un factor perturbador del entendimiento, siempre difícil, del PNV con los gobiernos de Madrid, del PP y del PSOE, salvo en la segunda legislatura de Aznar que lanzó a Mayor Oreja contra Ibarretxe. El PNV ya apartó a Ibarretxe y no desea que nadie pueda resucitar —pese a que fracasó— la alianza de Mayor Oreja y el PSOE de Nicolás Redondo —con Fernando Savater de sumo sacerdote— contra el nacionalismo vasco.

El PNV se inclina a pensar que el voto a los presupuestos el 24 de mayo puede estabilizar a un Rajoy amenazado. Y que, por el contrario, el voto en contra sería letal para el gobierno del PP e impulsaría a Rivera. Y entre Rajoy y Rivera, el PNV intentaría mojarse poco, pero ayudará Rajoy. O a Pedro Sánchez si fuera necesario.

placeholder Pedro Sánchez durante su intervención en un acto público de su partido celebrado en Logroño. (EFE)
Pedro Sánchez durante su intervención en un acto público de su partido celebrado en Logroño. (EFE)

Pero ¿cómo justificarlo ante su electorado y ante la Euskadi de izquierdas? En el PNV empiezan a pensar que si el 155 no se ha levantado porque durante cinco meses —desde el 30 de enero al 22 de mayo— el secesionismo no ha logrado elegir 'president' por sus peleas internas, el propio independentismo sería el gran responsable de la situación.

Urkullu y Andoni Ortuzar se van a emplear a fondo —con el PDeCAT y con Rajoy— para que no haya repetición electoral en Cataluña. Pero si finalmente la hay se inclinan por ayudar a Rajoy para no contribuir a la ola Rivera. Pero eso, claro, solo será posible si en Cataluña las cosas no se complican todavía más. Si la CUP no ayuda a que Zoido haga de Zoido y si el Supremo y la Audiencia Nacional no sublevan más la opinión catalana. Alguien del PNV susurra que no es propio de magistrados del Supremo querer matar moscas a cañonazos.

Entre Rajoy o Rivera, el PNV votara junto a Rivera los presupuestos. Curiosa paradoja. Pero cuidado porque FAES (Aznar) ya habla de prorrogar el 155. Está claro que apuesta contra Rajoy. La pregunta es si desde dentro del PP o desde fuera.

Desde hace dos semanas todas las informaciones coinciden en que el independentismo ha quedado prisionero de Puigdemont y de sus quince o veinte incondicionales y diputados de JxCAT. ERC sigue insistiendo en la conveniencia de elegir un presidente rápidamente, pero los días van pasando. Y el PDeCAT ha acabado admitiendo que Puigdemont no acepta este planteamiento y que quiere retener la pelota —intentando otra vez ser elegido mediante la ley de presidencia en trámite que permitiría la investidura a distancia— y que solo en el último momento —ante el vértigo de nuevas elecciones— quizás proponga un candidato elegible.

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