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Joan Tardà, ante la moción
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Joan Tapia

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Joan Tardà, ante la moción

El independentismo tiene 17 diputados, pero tal como ha actuado no puede obtener las contrapartidas de los seis del PNV

Foto: El diputado de ERC Joan Tardà. (Cordon Press)
El diputado de ERC Joan Tardà. (Cordon Press)

Solo ha habido una moción de censura con resultado tan abierto como la de Pedro Sánchez contra Rajoy que se discute mañana. Fue la de mayo de 1980, también socialista. La de Felipe González contra Adolfo Suárez, que la UCD salvó gracias al voto de sus 166 diputados y a 21 abstenciones. Entre ellas, las de los siete diputados de la Minoría Catalana que lideraba Miquel Roca Junyent y las de los nueve de Coalición Democratica (a la derecha de UCD).

En la del año pasado, de Pablo Iglesias contra Rajoy, el resultado estaba cantado. Aunque menos que en 1987, cuando el PP presentó una moción de censura contra Felipe González pese a que el PSOE, entonces un partido de disciplina guerrista, tenía mayoría absoluta.

Pero cuando no había mayoría absoluta, en las votaciones parlamentarias clave, como las de investidura, el papel de los partidos catalanistas siempre fue decisivo y por lo general bien valorado. Fue el caso de CiU con Suárez, Calvo Sotelo o Felipe González, en especial tras las elecciones de 1993, que dieron la victoria a un Felipe terminal. O cuando la amarga victoria de Aznar en el 96, que dio lugar al famoso pacto del Majestic entre Pujol (con Durán Lleida) y Aznar. O con ERC (Carod-Rovira y Joan Puigcercós) apoyando a Zapatero tras su inesperada victoria en 2004.

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

Ahora, el voto de los dos partidos catalanistas (convertidos al independentismo antisistema) también será decisivo, pero menos apreciado. Si los dos votaran la moción de Pedro Sánchez, el líder socialista podría alcanzar la presidencia del Gobierno. Siempre y cuando, eso sí, el PNV diera su conformidad.

No es lo más probable, porque el PNV acaba de votar los Presupuestos de Rajoy para garantizar la estabilidad hasta 2020, pero podría pasar. No obstante, bastaría que uno de los dos grupos secesionistas (parece que Puigdemont presiona al PDeCAT en ese sentido) se abstuviera para garantizar la continuidad de Rajoy, con independencia de lo que hiciera el PNV. Nos podríamos encontrar, pues, con la muy paradójica situación de que Rajoy fuera salvado por las fantasías rupturistas de Puigdemont desde Berlín.

Los diputados secesionistas pueden ser clave, pero, gane quien gane, sacarán poco porque se han colocado al margen del sistema

Los diputados catalanistas-independentistas pueden volver a ser clave el viernes. Pero su voto no va a ser igual que en otras ocasiones. Si votan contra la moción (o se abstienen, que es lo mismo), Rajoy —el gran beneficiario— no se lo va a agradecer ni por un momento. Y nunca dirá que Sánchez ha fracasado gracias a los independentistas. Y naturalmente no podrán pedir nada a cambio.

Pero pese a que el peso de sus votos (nueve de ERC y ocho del PDeCAT) es alto, el candidato socialista no hará, ni de lejos, un esfuerzo similar para lograrlos como el que acaba de hacer Rajoy (por segundo año consecutivo) para lograr los seis del PNV a favor de los Presupuestos. Hasta el punto de que el diputado con más oficio y capacidad de ERC, Joan Tardà, independentista y a la vez realista, dijo el lunes que el PSOE actuaba como si quisiera que ERC votara en contra, ya que ni se había molestado en contactarlos.

Ya no es así. Pedro Sánchez ha telefoneado, pero Tardà ha levantado acta de una parte de la realidad. El líder socialista necesita los votos del PDeCAT y de ERC, para que su moción prospere, pero prefiere perder (con las consecuencias que pueda tener para su futuro) a negociar un pacto expreso y público con estos dos partidos. Es así. Ahora, cualquier Majestic sería una profanación.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Carles Pugidemont, en una reunión mantenida en marzo de 2016. (EFE)

La razón no es que sean independentistas. Zapatero no tuvo ningún reparo (y hubo pocas reticencias en su partido) al negociar con Puigcercós y Carod-Rovira en 2004 el apoyo a su investidura. La razón es que ambos partidos violaron a las bravas las normas básicas del sistema político español (en este caso, la Constitución, el Estatut y las sentencias del Constitucional) al votar las leyes de ruptura de septiembre de 2017 y luego con la posterior declaración de independencia del 27-O.

El PNV, que —al contrario que el PDeCAT, heredero de CiU— no votó la Constitución del 78, nunca fue tan lejos como hicieron el pasado año el PDeCAT y ERC —que, bajo el liderazgo de Heribert Barrera, ni se pudo presentar con sus siglas (por lo de republicana) a las elecciones del 77 ni votó la Constitución—. En efecto, el PNV tragó (o sea, aceptó) el veto del parlamento español (la soberanía nacional) al plan Ibarretxe. Por eso, pese al dogmatismo oficial de que el sistema español es laxo, el PNV ha podido reintegrarse —muchas veces como estrella invitada y papel clave— en el sistema político español.

El error de Artur Mas, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont no ha sido ser independentistas sino creer que se podían tomar a cachondeo el Estado de derecho. ¡Qué inmenso error!, diría Ricardo de la Cierva. La autonomía de la Generalitat ha sido suspendida, y continúa así pese a que se ha elegido un 'president'. Hay políticos independentistas acusados de graves delitos y pendientes de juicio, unos huidos, otros en la cárcel o en libertad provisional. Y en este momento, el voto a Sánchez no podrá cambiar mucho las cosas, al menos a corto plazo, porque el PP, el PSOE y Cs votaron el 155 y, como se ha visto en la sentencia de la Gürtel, los tribunales no son la voz de su amo (no tienen amo).

El puigdemontismo presiona para no votar a favor de la moción de censura pese a que así, curiosamente, beneficiaría al PP

Pero la alternativa no es alternativa. El voto contra Sánchez (o la abstención, que es lo mismo) ni será comprendido por las capas más templadas del independentismo (sí aplaudido por las más radicales) ni suavizará la política de Rajoy, acusado de blando por Albert Rivera, curiosamente un político catalán cuyo partido fue el primero en las últimas autonómicas.

Eduard Pujol, portavoz fiel de Puigdemont, ha dicho que no ganarían nada eligiendo entre un presidente del 155 (Rajoy) y otro presidente del 155 (Sánchez). Pujol tiene razón si se refiere a ellos, al grupo de Puigdemont. Pero ellos no son Cataluña, sino su 21,5%. Cataluña es otra cosa, porque si el secesionismo hubiera actuado como el PNV, ahora sabría sacar contrapartidas contantes y sonantes votando a Sánchez. O a favor de Rajoy, como acaba de hacer el PNV.

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante el anuncio de la moción de censura. (EFE)

La dogmática independentista (nosotros nos vamos de España, dijo un mal día Joan Tardà) les ha llevado a la inoperancia. Colocarse voluntariamente al margen de la legalidad española —y por tanto europea— tiene un precio. Y el independentismo lo está pagando y purgando.

Lo que pasa es que la estabilidad política y económica de España tampoco gana nada con que el 47% del electorado catalán se sienta excluido del sistema político. Hubo un tiempo en que de alguna forma el catalanismo (pactando con Felipe González o con Aznar) ayudaba a la gobernabilidad de España y por lo tanto a su modernización. Hoy estamos en otra fase. Peor.

Solo ha habido una moción de censura con resultado tan abierto como la de Pedro Sánchez contra Rajoy que se discute mañana. Fue la de mayo de 1980, también socialista. La de Felipe González contra Adolfo Suárez, que la UCD salvó gracias al voto de sus 166 diputados y a 21 abstenciones. Entre ellas, las de los siete diputados de la Minoría Catalana que lideraba Miquel Roca Junyent y las de los nueve de Coalición Democratica (a la derecha de UCD).

Pedro Sánchez Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) PNV