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Joan Tapia

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Seis notas sobre Rajoy

El expresidente se va porque la Gürtel, la crisis catalana y su relativo aislamiento político han acabado pesando más que la gestión económica

Foto: El líder del PP, Mariano Rajoy, durante la reunión del comité nacional del partido. (EFE)
El líder del PP, Mariano Rajoy, durante la reunión del comité nacional del partido. (EFE)

Mariano Rajoy no es el presidente más longevo de la democracia. Le superan con mucho Felipe González y por poco José María Aznar. Pero sí es —salvo error— el político español que durante más años ha estado en el Gobierno, porque a sus más de seis años de presidente (2011-2018) hay que sumar los ocho de José María Aznar en los que desempeñó nada menos que cuatro carteras (Administraciones Públicas, Educación y Cultura, Interior y Vicepresidencia). Además, fue el vencedor de aquella dura competencia con Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja por ser el delfín de Aznar. ¿Por parecer menos brillante que los otros dos? ¿Por creer Aznar que sería más sumiso?

Pero cuando se va un presidente relevante y muy resistente (se le ha comparado con un elefante), es obligado un primer balance que no puede ser completo ni objetivo porque está influido por acontecimientos muy recientes. No tanto el de ser el heredero, progresivamente insumiso, del aznarismo, sino porque ha pilotado dos crisis especialmente graves de la política española: la reacción a la depresión mundial más grave desde 1929, que puso de relieve los grandes fallos del modelo económico español, y la de la difícil relación entre la mayoría política catalana, convertida al independentismo, y el Estado español, fruto en parte de que la restauración de la democracia fue una exitosa improvisación, un mestizaje entre políticos de la dictadura y de la oposición democrática y entre los herederos de los vencedores y los vencidos de la Guerra Civil.

Foto: Mariano Rajoy. (Raúl Arias)

Simplificando mucho, Rajoy ha tenido tres aciertos: la superación de la crisis económica, la prudencia en la última fase de la crisis catalana y el carácter biológico —y por tanto no dogmático— de su conservadurismo. Por el contrario, ha arrastrado tres grandes errores: haber hecho solo una enmienda parcial e improvisada al carácter algo sectario del PP construido por José María Aznar, gobernar con criterios más burocrático-jurídicos que con apertura mental e imaginación, lo que le comportó unos equipos de gobierno y de partido bastante mediocres, y no haber comprendido la realidad de Cataluña, que tiene lengua y cultura propias, es una de las autonomía más pobladas y la primera por su aportación al PIB y a la exportación. Veamos telegráficamente estas seis características.

1. Superación de la crisis

Los datos de empleo de mayo, conocidos este lunes, vuelven a poner de relieve la recuperación económica. El número de empleos afiliados a la Seguridad Social alcanzó 18,9 millones. Son todavía menos que los algo más de 19 millones de antes de la crisis (2007), pero mas de los que había cuando llegó al Gobierno (17,3). Y esto se consigue tras cuatro años de crecimiento (2014-2017), los tres últimos a un ritmo superior al 3%, que se mantiene en la actualidad.

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Es cierto que se crea mucho empleo precario y con salarios bajos (siempre es mejor que la destrucción de puestos de trabajo), que somos todavía el único país de la UE que —pese al brutal recorte de la inversión pública— tiene un déficit superior al 3% del PIB, y que tenemos todavía muchas vulnerabilidades en desigualdad social, exceso de deuda pública y un modelo productivo que ha cambiado (mayor peso de la exportación) pero no lo suficiente. Pero España ha hecho la imprescindible devaluación interna y es más competitiva.

Cierto también que Rajoy se ha beneficiado de la salida de la crisis de todos los países y de la política expansiva del BCE. Pero otros países como Italia han tenido los mismos vientos externos favorables y siguen creciendo a poco mas del 1%, lo que ha originado el reciente triunfo de los partidos populistas y antieuropeos.

Tampoco se debe obviar que los resultados económicos son más que aceptables, pese a no haber nombrado un vicepresidente económico y haber confiado en su arbitraje con ministros en Hacienda y Economía que no siempre se han llevado bien pero que han funcionado. Cristóbal Montoro no ha sido ni simpático ni brillante, pero ha encarrilado el Presupuesto, y Luis de Guindos ha sabido traducir a la realidad española lo que Europa recomendaba.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

De alguna forma, la política de Rajoy —basada en no creerse más inteligente que el BCE, el FMI y los gobiernos de los países más prósperos de la UE— ha sacado a la economía de la crisis y ha frenado el aumento de los populismos.

2. Un 155 temporal y con elecciones

Rajoy no ha estado a la altura en la crisis catalana, ni fuera del Gobierno (oposición radical al Estatut de 2006), ni durante sus cuatro años de mayoría absoluta (2012-2015) ni después de volver a ser investido, cuando el conflicto ya era inminente y ni intentó sumar a la sociedad civil catalana sino que solo nombró una ministra catalana, por ser militante del PP y pese a su escaso relieve fuera del partido. Aznar, en 1996, en una situación menos comprometida, nombró a Josep Piqué, que era presidente del Círculo de Economía y había tenido cargos en la Generalitat de Pujol.

Y solo ordenó a Soraya Sáenz de Santamaría que priorizara el conflicto catalán cuando ya era demasiado tarde. Pero tras las leyes de ruptura de primeros de septiembre del 17 y la declaración de independencia del 27-O, actuó con cautela y prudencia y solo recurrió al 155 pactándolo con el PSOE y con Cs y por un periodo corto de tiempo, ya que convocó elecciones para 55 días después. Una actitud menos prudente podía haber llevado a situaciones mucho más tensas e irreparables.

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No todo fue positivo. La actuación policial el 1 de octubre fue desmesurada, se demostró que el Estado español ignoraba la realidad catalana y la continuidad del ministro responsable empeoró la imagen del Estado en Cataluña, especialmente —aunque no solo— en la mitad que vota independentista. Al mismo tiempo, la prisión provisional e incondicional sin fianza de los políticos que se quedaron en Cataluña favoreció la victoria independentista en las elecciones del 21-D. Rajoy no es el responsable, pero el considerar desde el primer momento que estábamos ante un conflicto que se podía resolver solo aplicando la ley fue un error.

3. Conservadurismo biológico

El conservadurismo de Rajoy es mas biológico (prevención a todo cambio motivado por ideas y no experimentado) que ideológico o dogmático. Este despegue ideológico —muy distinto al de Aznar y el cuerpo doctrinal de FAES— le ha conducido a veces al pragmatismo, lo que en la derecha española es de agradecer. En este sentido, la aproximación a Merkel y al por lo general pragmático centroderecha europeo ha sido positivo. Rajoy ha sido incluso acusado por la derecha más inflexible de socialdemócrata (los liberales alemanes acusan a Merkel de lo mismo), o de demasiado blando con ETA, el nacionalismo vasco o el independentismo catalán. ¿Adónde hubiera llevado España un presidente conservador más conservador?

4. Solo una enmienda parcial al PP de Aznar

El PP de Aznar llegó al poder con una carga mayor de antiprogresismo que la mayoría de los partidos de la derecha europea. Ello llevó al PP a un cierto sectarismo, antinacionalismo (el periférico) y exclusión o aversión de los no incondicionales. Durante la primera legislatura Aznar (dependencia de Pujol), esta actitud se suavizó mucho, pero luego se expandió y fue dominante.

Esto ha llevado a que el PP haya encontrado mucha hostilidad para ser un partido de gobierno normalizado. Cuando se pregunta a los españoles dónde se sitúan políticamente (en una escala de cero a 10), lo acostumbran a hacer sobre un 4,5 o 4,6, centro izquierda moderado. Al PSOE lo colocan más cerca del 4, a Cs, sobre el 6, y al PP, por encima del 8. Un partido así, bastante extremo, solo llega al gobierno en circunstancias algo excepcionales. Tras 13 años de felipismo, el GAL y varios casos de corrupción muy jaleados en la prensa de derechas (recordemos el testimonio de Luis María Anson) o tras la crisis económica con Zapatero. Y al llegar al poder con drama, tiñe todo de desmesura.

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Rajoy no ha osado cambiar esta imagen, sino que, en el mejor de los casos, la ha sustituido por pragmatismo. Durante sus primeros cuatro años como jefe de la oposición tuvo como máximos colaboradores a los dos políticos más ligados al aznarismo terminal como Ángel Acebes y Eduardo Zaplana. Así, Rajoy intentó volver al poder por todos los medios exagerando una actitud contraria al Estatut, a la negociación con ETA y a Zapatero. La razón: o mataba a Zapatero o la máquina PP (y Aznar) le mataba a él.

Sobrevivió a la derrota de 2008 (la de 2004 fue culpa directa de Aznar) y ganó con la ayuda de la crisis en 2011. Pero esta actitud tan agresiva fue demasiado lejos. Así, se negó a abstenerse (al contrario que el nacionalismo catalán) al plan de rigor de Zapatero de mayo de 2010 necesario para evitar la intervención de España. De esta forma, el PP alimentó una imagen excluyente y quedó muy mal conceptuado en el electorado socialista, catalanista o del PNV. Por eso, su oferta de gran coalición tras las elecciones de 2015 tuvo poca credibilidad y por eso el PNV votó la censura tras votar los Presupuestos. No quería ir a unas elecciones anticipadas habiendo intentado salvar al PP en dos votaciones consecutivas y cruciales.

Foto: Mariano Rajoy se dirige al Congreso en una imagen de archivo. (EFE)

Esta no ruptura con el PP de Aznar es la causa de que finalmente haya sido desalojado del poder por la moción de censura socialista. Rajoy intentó apartar a la Gürtel, pero permitió que Correa sobreviviera en Valencia. Cuando estalló el escándalo (estaba en la oposición y Rubalcaba era ministro de Interior), dijo que la Gürtel no era una trama del PP sino una trama contra el PP, y cuando el escándalo Barcenas (el todopoderoso tesorero con cuentas millonarias en Suiza), intentó protegerlo. Ahí están los SMS que publicó Pedro J. Ramírez para liquidarlo y que acabaron (años después) apartando a Ramírez de la dirección de 'El Mundo'.

¿Podía haber actuado Rajoy de otra manera? Sí, pero tener otra actitud era jugarse el futuro de su liderazgo e incluso del partido, y quizás estaba demasiado comprometido. La corrupción es una madeja que compromete tanto que impide que los que la han tolerado la corten. Esa es la causa primera de su caída: no haber roto con la trama de la Gürtel cuyo origen está en la era Aznar. Y cubrir la corrupción genera cosas como la destrucción de los ordenadores de Bárcenas (todavía no hay fecha para el juicio oral) o el ridículo mayúsculo del 'despido en diferido'.

5. El marianismo, estructura cerrada

Pero el conservadurismo biológico lleva al nombramiento de unos equipos ministeriales y partidarios en los que predominan la fidelidad, la incondicionalidad —e incluso la aversión a los contrarios— sobre la inteligencia y la capacidad de diálogo y de transacción. Y Rajoy, registrador de la propiedad, ha tendido a confiar solo en los altos cuerpos del Estado que, muchas veces, son un mundo demasiado encapsulado. Todos los partidos tienden a vivir cerrados sobre sí mismos (los diputados no se seleccionan tanto por su trabajo externo como por su fidelidad al que hace las listas). Este es un mal general de la democracia española, pero en el PP quizás ha tenido resultados más negativos.

El adiós de Rajoy

Los gobiernos Rajoy no se han caracterizado por su brillantez sino por su mediocridad. En el área económica se han obtenido resultados, pero la imagen de Cristóbal Montoro, Fátima Báñez e incluso Luis de Guindos (más sofisticado) no ha merecido nunca el aprobado de los españoles. Y la economía ha sido lo mejor de la gestión de Rajoy.

La vicepresidenta ha sido siempre quien más ha dado la cara y el miembro del Gobierno más valorado, pero al margen del área económica y de la vicepresidencia, el aprecio ha sido muy escaso. Los ministros del Interior siempre acostumbran a estar bien considerados, pero tampoco ha sido el caso. El exceso de burocracia, de fidelidad y el rechazo a explicarse han agrandado la fosa entre el Gobierno del PP y la opinión pública.

6. Cataluña y el Estatut

Rajoy ha sido prudente en la fase final de la crisis. Hasta el punto de que Aznar, Mayor Oreja y, más curiosamente, los liberales de Cs se lo reprochan, pero su oposición radical al Estatut de 2006, la campaña en contra (con mesas pidiendo un referéndum en toda España) y la actitud maximalista en el recurso al Constitucional han sido algunas de las principales causas de la crisis catalana. El independentismo, que en las encuestas nunca pasaba del 20%, y que electoralmente estaba más bajo, ha pasado a superar el 47%.

Foto: Pedro Sánchez saluda al portavoz del PNV, Aitor Esteban, en el hemiciclo del Congreso tras el debate de la moción de censura. (EFE)

En la oposición al Estatut de 2006 —que ya había sido muy retocado en las Cortes— pudo haber razones de fondo. Pero hubo también mucha voluntad de cabalgar sobre el nacionalismo español en perjuicio del PSOE y de combatir la popularidad que entonces tenía Zapatero.

Es posible que Rajoy creyera que el Estatut amenazaba el orden constitucional y que además podía llevarlo al poder con rapidez. El resultado es que incrementó la desafección de la que avisó José Montilla y que Cataluña se ha convertido en el primer problema de España. No todo es culpa de Rajoy, pero el líder popular tiene mucha responsabilidad. Por su actitud entre 2006 y 2011 y, todavía más, por no haber puesto suficiente empeño cuando llegó al poder en empezar a cerrar heridas. La crisis económica es una excusa, pero solo parcial.

Hoy no hay ni tiempo ni espacio para nada mas que estas notas algo desconexas, pero Rajoy no ha sido tanto víctima de su gestión como del pasado del PP, especialmente de una cierta incapacidad para la transacción con todos los otros (incluido Cs). Excepto cuando era absolutamente inevitable por aritmética parlamentaria. También, claro, de la Gürtel y de otros casos de corrupción (Valencia, Madrid) que han dado sensación de generalidad. La sombra de Aznar ha estado ahí. Y ahora quiere condicionar el futuro del PP.

Mariano Rajoy no es el presidente más longevo de la democracia. Le superan con mucho Felipe González y por poco José María Aznar. Pero sí es —salvo error— el político español que durante más años ha estado en el Gobierno, porque a sus más de seis años de presidente (2011-2018) hay que sumar los ocho de José María Aznar en los que desempeñó nada menos que cuatro carteras (Administraciones Públicas, Educación y Cultura, Interior y Vicepresidencia). Además, fue el vencedor de aquella dura competencia con Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja por ser el delfín de Aznar. ¿Por parecer menos brillante que los otros dos? ¿Por creer Aznar que sería más sumiso?

Mariano Rajoy