Es noticia
Bonaparte corta la cabeza de Marta Pascal
  1. España
  2. Confidencias Catalanas
Joan Tapia

Confidencias Catalanas

Por

Bonaparte corta la cabeza de Marta Pascal

Puigdemont, dopado por Llarena, quiere dominar al secesionismo como un emperador. Primer acto, entierro del PDeCAT

Foto: Carles Puigdemont en una foto de archivo. (EFE)
Carles Puigdemont en una foto de archivo. (EFE)

El exilado Puigdemont, reforzado por la patinada de Llarena que ha tenido que retirar todas las órdenes de detención internacional cuando el tribunal alemán no ha visto rebelión, quiere mandar sin limitaciones —como un Bonaparte de Girona— sobre el independentismo catalán.

Para ello necesita arrinconar y subordinar a ERC —es lo que JxCAT intentó esta semana en el parlamento catalán con el trato diferenciado a Puigdemont respecto a Junqueras en la cuestión de la inhabilitación— y convertir al PDeCAT, el partido heredero de las miserias y las grandezas de la antigua CDC —que de todo hubo— en un satélite obediente de la Crida Nacional por la República, el invento que puso en marcha el pasado lunes —con Ferran Mascarell, el delegado de la Generalitat en Madrid como telonero— y que pretende ser su artefacto electoral, independentista-populista para poder batir a ERC por la derecha, por la izquierda, por el radicalismo e incluso por el centro y el pactismo. Por todas partes menos por una —la derrota— como las penínsulas están respecto al mar. Y sin reparar en ningún medio porque el único objetivo es el control del poder político catalán. En este sentido —no en la cultura política, o en la seducción cuando convenía, o en la sabiduría de comprar ser El Español del Año del 'ABC'— es en lo único que Puigdemont es un digno heredero de Jordi Pujol, al que Arcadi Espada que se quedó corto —ahora se pasa de largo— calificó de "Redactor-Jefe de Cataluña".

Marta Pascal es independentista, pero quería "estructurar una acción política posibilista"

Marta Pascal y el equipo directivo hasta ayer del PDeCAT son independentistas —herederos de la conversión a lo Paulo de Tarso de Artur Mas en el 2012—, pero no suscribían el maximalismo de Puigdemont y aspiraban a "estructurar una acción política posibilista". No se oponían a Puigdemont —fueron los que para no perder el 21-D ante ERC montaron la plataforma electoral JxCAT en la que dieron el poder al hoy exiliado— pero se negaban a suscribir el maximalismo de sus "hiperventilados" y a convertir al PDeCAT en una división más del Bonaparte de Girona. El PDeCAT tiene una estructura territorial y mucho poder municipal y querían una estrategia política propia y un futuro después de Puigdemont, tanto si a este las cosas le van bien como si le van mal. El partido antes que el caudillo.

Pero Puigdemont estaba irritado porque Marta Pascal tiene personalidad propia (es tanto una liberal europeísta de centro como una independentista antipopulista), se niega a obedecer órdenes (tiene además una especial incompatibilidad con Elsa Artadi), y le ha plantado cara. ¿Cuándo y cómo? La última vez inclinando al grupo parlamentario del PDeCAT en Madrid a votar la moción de censura que instaló a Pedro Sánchez en la Moncloa. Puigdemont no quería porque intuye (no sin cierto fundamento) que las fronteras del independentismo son más firmes ante el PP (sin partido en Cataluña) que frente al PSOE (con el PSC, Iceta y sus alcaldes sobre el terreno). Y todavía más con Pedro Sánchez al que debe ver como un azañista (españolista) capaz de pactar con el catalanismo. Como Azaña hizo con Macià y Companys en la II República.

Para dominar el PDeCAT ha tejido una alianza con los 'consellers' Turull, Rull y Forn, que eran en el 2016 las vacas sagradas de Artur Mas y perdieron entonces el congreso fundacional del partido ante un grupo de jóvenes cuadros —mayoritariamente de comarcas— desencantados con los resultados del partido desde el 2012 y que habían ido perdiendo fe (a la fuerza ahorcan) en la imbatibilidad de Artur Mas.

Y Puigdemont ha vencido. Marta Pascal renunció ayer a media tarde a seguir liderando el PDeCAT reconociendo que —contra lo que decía 24 horas antes— estaba desarmada frente a quien quiere ser el Bonaparte de Girona. Y Bonaparte disparó todos los fusiles. No envió ningún mensaje al congreso, pese a que el PDeCAT es su partido, el que le hizo 'president' y el que le dio la infraestructura para montar JxCAT en las elecciones del 21-D. Y no solo no envió mensaje sino que prohibió que el 'president' Torra —que va como un bendito a cualquier fiesta de pueblo— asistiera a la inauguración.

Carles Puigdemont prohibió que Quim Torra abriera el congreso del PDeCAT para mostrar públicamente su veto a Marta Pascal

Además, hizo llegar —como informó Antonio Fernández— que si Marta Pascal seguía mandando en el PDeCAT rompería la carta del partido y lo declararía enemigo de la Crida Nacional per la República. ¿Un agente del españolismo similar al PSC? Ante este ultimátum los 2000 congresistas, muchos de ellos alcaldes y concejales de pueblos de la Cataluña interior que compiten con ERC, solo tenían dos opciones. Una, afrontar las elecciones municipales como candidatos del PDeCAT y el liderazgo de Marta Pascal (o sea sin glamour y sin TV3) con el peligro de perder ante ERC o ante una posible candidatura improvisada del puigdemontismo. Dos, sumarse a la Crida Nacional per la República —a través de un PDeCAT convertido en satélite— y concurrir con el apoyo del 'president' Puigdemont y del 'president' Torra, qué lista con dos 'presidents' suena a ganadora y no puede ser ignorada en los medios de comunicación públicos ni ninguneada en los privados.

Marta Pascal era la apuesta a favor de un proyecto con coherencia política (el independentismo liberal de centro), mientras que Puigdemont y Torra son el poder legitimado con el sello de la Generalitat y un programa populista que quiere pescar en todas las aguas, incluso las de ERC, la CUP y las de Colau. Para todos los que —cabreados a veces no sin razón— creen que cuando se hayan separado de España no habrán conquistado el cielo por asalto (a lo Pablo Iglesias) sino que ya estarán en el reino de los cielos.

¿Qué consecuencias tendrá la absorción del PDeCAT por Puigdemont? La primera será reforzar su liderazgo bonapartista (ha ganado a Llarena y a Marta Pascal en una sola semana) ante el secesionismo y ante ERC con la que tiene desde el 27-O un serio contencioso que se agudiza porque Puigdemont pretende tener toda la legitimidad en libertad mientras que Junqueras, el líder de ERC, es un preso político más, al que de facto equipara con Rull y Turull.

En Cataluña hay indicios de que la política de desinflamación está teniendo resultados aunque el separatismo matiene su mayoría absoluta

Para la política de desinflamación de Pedro Sánchez no es positivo porque Puigdemont se sentía más libre de movimientos contra el PP. Por eso, pese a su maximalismo tuvo que transigir —o apoyar— que Torra pactara con Sánchez que, sin abjurar del principio de la autodeterminación y de la vigencia teórica de los resultados del 1 de octubre, se pusiera en marcha la comisión bilateral Estado-Generalitat que implica una aceptación implícita (al menos provisional) del estado autonómico. Puigdemont sabe que, a corto, no puede apostar por otra sublevación y que ahora debe ganar tiempo esperando, como el Lucky Strike, el lugar adecuado y el momento oportuno (¿nuevas elecciones coincidiendo con el juicio a los "presos políticos"?) para… quizás obligar a ERC a una lista única (difícil) con el señuelo de una gran victoria electoral que permitiera otro 27-0 en la creencia de que con un apoyo (imaginario) del 60%, Europa tendría que modular su reacción.

Para Pedro Sánchez es un escenario preocupante, en especial si tiene consecuencias (es difícil que no las tenga) sobre el grupo parlamentario en Madrid, y disminuye el peso de Jordi Xuclá (aliado de Marta Pascal) e incluso el veterano Carles Campuzano se ve obligado a modular aperturas.

placeholder Pedro Sánchez. (EFE)
Pedro Sánchez. (EFE)

Pero Puigdemont no tiene el terreno libre. La política de desinflamación de Pedro Sánchez está empezando a tener consecuencias. Las tres últimas encuestas sobre Cataluña —las de 'La Vanguardia', 'El Periódico de Cataluña' y el CEO (el CIS de la Generalitat)— coinciden en que el independentismo seguiría teniendo mayoría absoluta en unas nuevas elecciones, pero que hay cambios sensibles. Las posiciones más extremas en el campo independentista y constitucionalista (JxCAT de Puigdemont y Cs) pierden algo de fuerza (un 4% de intención de voto cada una según el CEO) frente a ERC y el PSC que suben un 1,4% y un 1,7% respectivamente. ERC se convierte así en la primera fuerza secesionista y el PSC recortaría algo su distancia con Cs (de doce a seis puntos), que perdería ante el estatus de primera fuerza parlamentaria.

No es hoy el momento, pero el CEO detecta además un descenso ligero de los catalanes que creen que Cataluña debería ser un estado independiente mientras que la opinión sobre los políticos españoles y el gobierno de Madrid sube con cierta intensidad respecto a la encuesta de abril, la anterior del CEO, aunque sigue siendo baja.

La elección de Pablo Casado, electoralmente, puede dar vitaminas al maximalismo independentista

Por eso Puigdemont sabe que debe ser cauto. Es muy excéntrico a los medios económicos y la sociedad catalana que estaba próxima (a menudo por conveniencias) a la CDC de Pujol (y de Roca), tendrá dificultades en mandar sobre los diputados del PDeCAT en Madrid que han sufrido los errores de Artur Mas, tiene en estado de alarma, cuando no enemistad, a ERC, los puentes con los constitucionalistas son inexistentes (con Cs y el PP) o escasos y llenos de desconfianza (con el PSC y En Comú Podem)…¿Un Bonaparte aislado?

A corto plazo Puigdemont intentará incrementar su dominio del independentismo —con el alfil Torra en la Generalitat— y practicará la coexistencia pacífica a lo Kruschev ante Madrid (ausencia de hostilidades, pero "zapatazos" en la ONU y los organismos internacionales). A medio plazo, nadie sabe nada, pero si la política de desinflamación de Pedro Sánchez sigue (no podrá oponerse frontalmente) no logrará elevar su techo electoral.

A no ser, claro, que el 'establishment' español —empezando por el Supremo que es docto en leyes pero inculto (por derecho) en psicología catalana, una asignatura no reconocida— siga creyendo que la solución está en "españolizar a los niños catalanes" y sin saber cómo.

Por eso el resultado del congreso del PP es inquietante. Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría han pecado de prepotencia con Cataluña (Soraya intentó dialogar demasiado tarde), pero la ignorancia respecto a Cataluña que Pablo Casado mostró ayer es sorprendente. No se debe decir, por mucho que le aplaudan los compromisarios que Tabarnia —una broma inteligente propulsada por Sociedad Civil Catalana con la ayuda del cómico Boadella— debe convertirse en una realidad. Los que empezamos a admitir que ya no somos jóvenes todavía recordamos la indignación y las protestas catalanas (pese a la dictadura) cuando a algún gerifalte franquista se le ocurrió hablar de la región del nordeste que separaría a Lleida (entonces Lérida) de Cataluña. No es inteligente visto lo visto hablar de reforzar el código penal contra el independentismo y cuando 'La Vanguardia' (encuesta de GAD3) dice que el 70% de catalanes no creen —como los jueces alemanes— que haya habido delito de rebelión, no se debe ensalzar la España de las banderas en los balcones que es una reacción a la Cataluña de las esteladas… A no ser, claro, que se quiera inflamar los sentimientos mutuos de desafección (quizás de algo más). E inflar a Puigdemont.

Foto: Pablo Casado tras ser elegido presidente del PP. (EFE)

Desde Hamburgo, o desde Berlín, el exiliado —tan maximalista como calculador— durmió ayer a pierna suelta. En una semana ha quedado en libertad (con la prohibición, eso sí, de volver a Girona) ha liquidado a Marta Pascal que, como si estuviéramos en la Unión Soviética, ha justificado su renuncia con una frase de día histórico: "No tengo la confianza de Puigdemont". ¡Viva el liberalismo de Pascal! Y en el PP ya no está Rajoy —que, como dijo Mas, en el trato era amable y educado— sino un joven político conservador de maneras desacomplejadas y que mira más al joven 'canciller' de Austria que a la madura y pactista cancillera (con permiso de Carmen Calvo) alemana. Y que ha hablado de dejar Schengen para honrar al Supremo.

Pero no hay que perder la esperanza. Estoy seguro de que Casado visitará a Aznar que quizás le recomiende hablar catalán en la intimidad. A Aznar aquello le duró cuatro años y además, aunque Rajoy y Soraya ya no mandan en el PP, hoy por hoy, en la Moncloa está Pedro Sánchez.

El exilado Puigdemont, reforzado por la patinada de Llarena que ha tenido que retirar todas las órdenes de detención internacional cuando el tribunal alemán no ha visto rebelión, quiere mandar sin limitaciones —como un Bonaparte de Girona— sobre el independentismo catalán.

Pablo Casado Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Carles Puigdemont Artur Mas Parlamento de Cataluña Marta Pascal
El redactor recomienda