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¿El Waterloo de Pedro Sánchez?
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Joan Tapia

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¿El Waterloo de Pedro Sánchez?

La votación perdida del viernes indica que la colaboración con Podemos —incluso tras unas nuevas elecciones— será difícil

Foto: Pedro Sánchez en Madrid. (EFE)
Pedro Sánchez en Madrid. (EFE)

Puigdemont llegó ayer a Waterloo procedente de Alemania con el activo de propaganda y de legitimidad (para los suyos y algunos más) que le ha dado la decisión del tribunal alemán competente de no entregarlo a España por rebelión. Y lo primero que dijo es que a Sánchez se le está acabando el periodo de gracia. Quizás esté insinuando que la votación del viernes del parlamento contra el objetivo de déficit y el techo de gasto del 2019 está prefigurando el Waterloo de Sánchez, no en el sentido puigdemontista, que hoy es de éxito relativo, sino en el napoleónico.

¿Asistimos el viernes al Waterloo de Pedro Sánchez, que tuvo su derrota parlamentaria mas importante, o a un ensayo general de Waterloo como insinúa Puigdemont?

Lo primero a destacar es que Pedro Sánchez ganó la importante votación sobre TVE lo que indica que la mayoría de la moción de censura para revisar y corregir actuaciones de la etapa Rajoy sigue viva. No obstante, perdió la votación sobre el objetivo de déficit, lo que quiere decir que la mayoría para gobernar en positivo, para hacer por ejemplo los presupuestos del 2019, está en el aire y puede acabar siendo inexistente si los partidos que votaron la censura no rectifican en las próximas semanas.

El viernes hubo tres partidos que actuaron con coherencia respecto a lo que dicen (y deben creer) que son sus intereses. El PP votó en contra porque cree que Pedro Sánchez le robó el poder con nocturnidad y alevosía y que lo mejor que puede pasar es que muerda el polvo con la mayor rapidez posible. Cs, porque decidió votar contra Pedro Sánchez cuando preconizaba una moción de censura transversal, ha quedado fuera de juego y ha perdido —frente al PSOE— el liderazgo en las encuestas. Y el PNV porque quiere que el Gobierno dure lo máximo posible y es suficientemente profesional para saber que eso exige no ponerle excesivos palos en las ruedas. Máxime si no llevan a ninguna parte.

Los otros partidos —básicamente Podemos y los dos grupos independentistas catalanes— parece que no saben si quieren que el Gobierno dure o que sucumba. Objetarán que no es eso, que quieren que el Gobierno tome conciencia de su debilidad, de que depende de ellos y que, como consecuencia, sea más receptivo a sus peticiones.

Solo en parte, este argumento sería razonable y no es válido para los argumentos del viernes de los secesionistas y los podemitas. El independentismo tiene tres grandes objetivos: el retorno de Puigdemont, la libertad de los presos y el referéndum. Pero sabe que Pedro Sánchez no es competente respecto a los dos primeros y no puede —sin el concurso del PP y Cs— negociar el tercero. O sea, respecto a eso nada de nada o poco de poco. Pedro Sánchez sí puede negociar cosas relevantes —incluso respecto a los presos—, pero lo podrá hacer menos si está débil que si esta fuerte. El voto de los separatistas no tiene pues mucho sentido, perjudica los presupuestos catalanes del próximo año y solo se puede entender porque todavía están sumidos en la confusión subsecuente al aborto del nuevo Estado.

Los otros partidos —básicamente Podemos y los independentistas catalanes— parece que no saben si quieren que el Gobierno dure o que sucumba

Es muy cierto que pueden hacer naufragar a Pedro Sánchez —Puigdemont esgrime la amenaza—, lo que no está nada claro es qué ventajas tendría el independentismo de unas elecciones generales inmediatas.

Más grave es el caso de Podemos, más interesante analizarlo y puede tener mayores consecuencias. La única alternativa a votar el objetivo de déficit del PSOE pactado con Bruselas es volver al propuesto por el PP que es más restrictivo. Un absurdo total. Y pretender que el PSOE incremente el objetivo de déficit es no entender lo que los ministros del PSOE piensan —con toda la razón— del peligro de la alta deuda pública española y del déficit, que es el mayor de Europa. Si de algo pecan María José Montero y Nadia Calviño es de optimismo.

Y pretender que Moscovici relaje más la posición de la Comisión es no entender nada de Bruselas ni de lo que pasa en los países europeos ni del temor al impacto sobre el presupuesto (componente pago de deuda pública) de un alza de los tipos de interés. A no ser que lo que se tenga en el subconsciente sea especular sobre una salida del euro, lo que ni Podemos puede pensar en serio. Especialmente tras lo que ha pasado con Tsipras en Grecia tras el referéndum de rechazo a la 'troika' del 2015.

Si Podemos —los independentistas catalanes habrían votado a favor si no fuera por Podemos— no rectifica y Pedro Sánchez no puede gobernar en positivo (los restos de Franco no son lo más relevante que pasa en el mundo) no le quedará otro remedio que —tras dejar constancia de que no puede gobernar porque Podemos y los independentistas le piden cosas imposibles e inconvenientes— disolver las Cortes y convocar elecciones generales.

¿Estaríamos entonces ante el Waterloo de Pedro Sánchez? No necesariamente. Solo si tras las elecciones, el PSOE no fuera el primer grupo parlamentario y no pudiera encontrar alianzas para gobernar.

Tras haber hecho fracasar la investidura de Sánchez en 2016, la credibilidad de Podemos como socio fiable estaría bajo cero

El problema principal entonces sería para Podemos. Tras haber hecho fracasar la investidura de Sánchez en el 2016 y su gobierno a finales del 2018, su credibilidad como socio fiable de gobierno estaría bajo cero. El PSOE sería suicida —o misionero de causas perdidas— si tras estos dos ensayos volviera a tropezar con la misma piedra tendiendo otra vez la mano al partido de Pablo Iglesias.

Pero es cierto que al PSOE eso también le plantearía problemas. Mucha gente, y no solo de la militancia, tendría que abandonar el dogma —bastante absurdo y contrario a las lecturas frías de la historia— de que la izquierda debe ir siempre unida y que, caso contrario, se está traicionando algo. Cuando los socialdemócratas no se rindieron ante el comunismo (luego el estalisnismo) en la década de 1920 no traicionaran nada sino que contribuyeron a salvar a Europa de un peligroso y económicamente estéril (incluso ruinoso) totalitarismo.

Puigdemont llegó ayer a Waterloo procedente de Alemania con el activo de propaganda y de legitimidad (para los suyos y algunos más) que le ha dado la decisión del tribunal alemán competente de no entregarlo a España por rebelión. Y lo primero que dijo es que a Sánchez se le está acabando el periodo de gracia. Quizás esté insinuando que la votación del viernes del parlamento contra el objetivo de déficit y el techo de gasto del 2019 está prefigurando el Waterloo de Sánchez, no en el sentido puigdemontista, que hoy es de éxito relativo, sino en el napoleónico.

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