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¿Sumisión o fratricidio?
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Joan Tapia

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¿Sumisión o fratricidio?

Con la ruptura de ayer, Puigdemont cree haber iniciado una campaña para lograr la victoria sobre ERC en las próximas elecciones

Foto: El presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent (d), habla con el letrado Xavier Muro al inicio del pleno del Parlament. (EFE)
El presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent (d), habla con el letrado Xavier Muro al inicio del pleno del Parlament. (EFE)

En julio, los plenos del Parlament ya se tuvieron que suspender porque JxCAT y ERC no se pusieron de acuerdo en cómo cumplir —diciendo lo contrario— la orden del juez Llarena que inhabilitaba a seis diputados —Puigdemont, Jordi Sànchez, Rull y Turull (PDeCAT) y Oriol Junqueras y Raül Romeva (ERC)— al estar ya formalmente acusados de rebelión.

La semana pasada, JXCAT y ERC llegaron a votar una alambicada resolución conjunta. Primero se decía que el Parlamento era soberano y que no admitía ninguna inhabilitación. Luego, con una fórmula oblicua, se venía a aceptar la orden de Llarena que —esta vez prudente— tampoco pretendía alterar la mayoría soberanista.

Pero el jueves, a la hora de la verdad, el pleno se tuvo que suspender durante varias horas y quedó aplazado hasta ayer porque mientras Junqueras y Romeva designaron a Sergi Sabrià, el portavoz de ERC, para votar en nombre suyo, JxCAT se negó a cumplir el pacto (dijo que sería reconocer la suspensión de Llarena) y solo comunicó que la delegación de voto continuaba igual, como si nada hubiera pasado. La suspensión del pleno originó gran nerviosismo y se llegó a hablar de que el Gobierno catalán tenía sus horas contadas. Pero 'in extremis' hubo un acuerdo, y el viernes pasado Torra y el vicepresidente, Pere Aragonès (ERC), comparecieron juntos para decir que se habían “conjurado” para que el Gobierno durara, como mínimo, hasta la sentencia del Supremo.

Es poco explicable que JxCAT deje al independentismo sin mayoría oponiéndose además a un informe de los letrados del Parlament

Pero ayer se vio que la ruptura entre los dos grupos parlamentarios separatistas estaba lejos de haber concluido. El PSC exigió el lunes —y el presidente del Parlament lo tramitó— un dictamen de los letrados, que concluyó que la delegación de voto que proponía JxCAT no era válida, podía originar conflictos con el Supremo y conducir a la anulación de votaciones. JxCAT no quiso hacer caso porque —dijo— la soberanía del Parlament está por encima de todo y si los cuatro diputados eran privados de su derecho de voto, la mayoría independentista desaparecía. Mensaje: la culpable sería ERC, que se doblegaba ante Llarena. Y los republicanos contestaban que la responsable sería JxCAT que, por motivos nada claros, se seguía negando a cumplir el acuerdo de la semana pasada y no tenía ningún reparo en dinamitar la mayoría.

La tensión alcanzó un punto máximo, impensable hace pocos días, cuando en la Mesa del Parlament JxCAT perdió la votación, sobre el voto de sus cuatro diputados, ante ERC, que tuvo el apoyo de En Comù Podem y el PSC. E inmediatamente una carta de los cuatro diputados inhabilitados de JxCAT —manuscrita y por tanto escrita con anterioridad— dijo que no renunciaban a sus derechos y que si la Mesa les impedía votar, se perdería la mayoría.

Foto: El presidente del Parlament, Roger Torrent. (EFE)

La ruptura entre el 'president' del Parlament y JxCAT se había consumado. No obstante, la portavoz del Govern, Elsa Artadi (JxCAT), compareció en rueda de prensa para intentar desdramatizar la ruptura y asegurar que el Gobierno continuaría.

¿Qué está pasando? ¿Por qué este desencuentro tan espectacular entre JxCAT y ERC, que no se debe a un malentendido momentáneo, sino que se viene cociendo desde julio? La ruptura puede ser consecuencia de que Puigdemont cree que cualquier cosa que ponga en duda su estatus de diputado le perjudica en su intención de aparecer ante el mundo como el presidente legítimo de Cataluña en el exilio y de volver a ocupar la presidencia de la Generalitat. Y ya vio con desagrado que ERC y el PDeCAT votaran la moción de censura que permitió a Pedro Sánchez llegar al Gobierno y lanzar su política de desinflamación, que pretende alterar la pretendida disyuntiva entre la independencia o la sumisión a la España autoritaria del 155 que envía a la cárcel a políticos que defienden el derecho a decidir.

El primer objetivo de Puigdemont y de JxCAT es asegurar que vuelven a llegar por delante de Junqueras en las próximas elecciones

El primer objetivo de Puigdemont es controlar el independentismo, y en esta batalla sus grandes enemigos son Oriol Junqueras y ERC. Y su alarma se debió disparar cuando parte del secesionismo (ERC y al menos los diputados del PDeCAT en Madrid) quiso explorar el camino de la negociación con el Gobierno del PSOE. ¿Y si al final todo se encaminaba hacia un acuerdo en el que Puigdemont perdía relevancia y Cataluña perdía su ventana de oportunidad? Además, algunas encuestas (la última, la de 'La Razón' de la semana pasada) apuntan a un ascenso de ERC y un descenso sensible de JxCAT.

Así, Puigdemont y sus más afines —no todo el PDeCAT ni quizá tampoco los 'consellers', como Elsa Artadi, que ven ventajas en la negociación— han ido pergeñando una estrategia para asegurar su dominio del independentismo y el triunfo en las próximas elecciones. Y esta estrategia consiste en lograr la sumisión de ERC (y de sus enemigos en el PDeCAT) o intentar reducir su influencia denunciándoles como los culpables de la división y la pérdida de la mayoría independentista.

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont participa en una charla en la Universidad de Ámsterdam. (EFE)

Esta estrategia se hizo ayer bastante evidente. ¿Quién es el culpable de la pérdida de mayoría y de que se perdieran muchas votaciones al producirse repetidamente un empate 65 a 65 entre los dos bloques de diputados? No JxCAT, que no aceptó el informe de los letrados del Parlament, sino ERC (y Roger Torrent) por asustarse ante el Supremo y ganar la votación en la Mesa con la ayuda de los españolistas del PSC. ¿Por qué no salió la moción sobre el derecho inalienable de Cataluña a la autodeterminación? ¿Quién es el culpable del ridículo de que Torra declare al Rey persona 'non grata' en Cataluña y que luego el Parlament no vote la censura a su comportamiento en octubre de 2017?

Esta estrategia pasa por no ceder respecto a la condición de diputado de Puigdemont con una amenaza directa a ERC: sumisión o fratricidio.

El Parlament rechaza la autodeterminación de Cataluña

Si ERC no se atrevía a desmarcarse de JxCAT, las ventajas eran claras. Por una parte, JxCAT (o sea, Puigdemont) se consolidaba como director del independentismo, con lo que su influencia aumentaría. Por la otra, un enfrentamiento claro con el juez Llarena abortaría inmediatamente la política de desinflamación de Pedro Sánchez. El Gobierno catalán habría optado por una dinámica radical y se afrontarían los próximos meses como un choque sordo y permanente con Madrid que preparara un clima de rebelión tras la sentencia del Supremo. Así, se podrían mejorar los resultados electorales de 2017 y afrontar el futuro bajo la dirección de Waterloo.

Es el diseño de alguien que, según algunos, vive en la nube del exilio, que tiene una gran confianza en su estrella y que puede confundir sus deseos con la realidad. Se basa en la apuesta de que el enfrentamiento permanente con el Estado impedirá que la cohorte de los “michelines” —como Arzalluz calificaba a los moderados del PNV— pueda tomar la dirección del secesionismo. Por eso Puigdemont no quería a Sánchez en La Moncloa. Contra el PP, el independentismo era más irrebatible para muchos catalanistas que solo asumieron esas tesis tras la sentencia del Constitucional de 2010.

El sector más radical de JxCAT cree que la política de desinflamación de Pedro Sánchez puede desnaturalizar el secesionismo

Pero vayamos al escenario contrario, el que ayer se vio. ERC no se somete porque cree que al independentismo lo que le conviene es sumar apoyos, no volverse a precipitar, y luego negociar con realismo. En este caso, estaremos en el inicio de una campaña contra ERC con vistas a las próximas elecciones. Roger Torrent y ERC están empezando a ser acusados de sospechosos… Si Torrent, posible candidato de ERC, queda tocado ante el electorado independentista —acusado de haber dinamitado la mayoría secesionista del Parlament—, ERC podía estar más dispuesta a aceptar una candidatura única —el deseo de todos los posconvergentes desde Artur Mas— bajo el liderazgo de Puigdemont o de quien designase. En todo caso, el puigdemontismo afrontaría la larga campaña electoral —que quizás ayer se inició— culpabilizando a ERC de la ruptura de la unidad. Y la larga campaña no impediría la continuación del actual Govern, porque ERC está prisionera y sin capacidad para construir, a corto plazo y hasta el juicio del Supremo, un relato diferente.

Al mismo tiempo, con ERC a la defensiva, la estrategia de la radicalidad —mostrada por Torra la semana pasada— no facilitará la desinflamación de Pedro Sánchez —que será más atacada por el PP y Cs— ni animará a los que desde el PDeCAT optan por la prudencia y la negociación. La campaña también estaría así presidida por la confrontación con Madrid.

Pero una cosa es la estrategia maximalista diseñada por Puigdemont —hay pocas alternativas para explicar el comportamiento de JxCAT los últimos días— y otra cosa lo que suceda realmente. ¿El electorado independentista está receptivo ante discursos inflamados o prefiere actitudes menos dogmáticas? Hoy por hoy, las encuestas no abonan las tesis más cerradas a la negociación. ¿Cómo reaccionará ERC a esta estrategia fratricida? El anuncio de Junqueras de que será candidato a las europeas y el nombramiento de Ernest Maragall como aspirante a la alcaldía de Barcelona indican que ERC está trazando su hoja de ruta sin ninguna voluntad de candidaturas conjuntas con JxCAT. ERC cree que tiene derecho a liderar el independentismo y que los tiempos de la sumisión a CDC y Artur Mas —las elecciones de 2015— no dieron buenos frutos.

Foto: Ilustración: Raúl Arias. Opinión
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Y mucho dependerá también de la voluntad de Pedro Sánchez de continuar la política de desinflamación y de la reacción de los partidos de centro-derecha. ¿Apostarán por una política de Estado, ahora que el separatismo está en horas bajas, o usarán el radicalismo de Puigdemont y Torra para erosionar a Pedro Sánchez por miedo a perder votos ante Vox?

La reacción de Madrid no es un asunto menor. Cuando el Estatut de 2006, la falta total de entendimiento entre el PP y el Gobierno Zapatero no fue la causa del conflicto, pero indudablemente lo agravó.

Lo que hoy es indiscutible es que la batalla campal entre JxCAT y ERC no va a incrementar el prestigio del independentismo, que sale muy tocado de la sesión de ayer. ¿Sabrán los partidos españoles estar a la altura —y pensar más en el interés general del país que en los suyos—, como supieron hacer conservadores, laboristas y liberales en Reino Unido cuando el referéndum de Escocia de 2014?

En julio, los plenos del Parlament ya se tuvieron que suspender porque JxCAT y ERC no se pusieron de acuerdo en cómo cumplir —diciendo lo contrario— la orden del juez Llarena que inhabilitaba a seis diputados —Puigdemont, Jordi Sànchez, Rull y Turull (PDeCAT) y Oriol Junqueras y Raül Romeva (ERC)— al estar ya formalmente acusados de rebelión.

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