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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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España, ¿más cerca de Cataluña?

Tanto en los resultados catalanes como en los españoles, ha habido un significativo retroceso de los que exigían otro (y más duro) 155

Foto: La cabeza del PSC al Congreso por Barcelona, Meritxell Batet, es felicitada por el candidato a la alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni (i), durante el seguimiento de la noche electoral. (EFE)
La cabeza del PSC al Congreso por Barcelona, Meritxell Batet, es felicitada por el candidato a la alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni (i), durante el seguimiento de la noche electoral. (EFE)

Lo advierto de entrada. Ni me hago ni deben hacerse ilusiones. No hay ningún cambio espectacular. Pero los resultados de las elecciones generales muestran rasgos coincidentes en Cataluña y en el total de España. Aunque los mapas políticos son muy diferentes, en España gana el PSOE holgadamente y en Cataluña el primer partido es ERC, hay notas comunes. La primera es que en ambas circunscripciones ganan los partidos que se han opuesto a un nuevo 155 más duro y por tiempo indefinido. La segunda —nada despreciable— es que ERC es el primer partido catalán con el 24,6% de los votos, pero que el segundo es el PSC, que le pisa los talones con el 23,21%. El independentismo moderado gana en Cataluña seguido muy de cerca por el constitucionalismo federalista.

Vamos primero a los resultados en toda España. En 2016, cuando la derecha era comandada por Rajoy en posición moderada ('maricomplejines' para algunos) y Rivera se situaba algo a su izquierda, el centro-derecha sacó el 46% de los votos y 169 diputados. Ahora, la triple derecha (la suma del PP neoaznarista, un Rivera derechizado y Vox) ya no es el centro-derecha y ha descendido al 43,6%. Con las banderas de un centro-derecha 'cobardica', PP y Cs obtuvieron 169 diputados en 2016, ahora, con la de salvar a España del peligro de los relatores, del pacto de Pedralbes y con la promesa de una aplicación inmediata de otro 155 pero más duro y de duración indefinida, la suma de la derecha se ha reducido a 149 diputados. Un total de 20 escaños menos y a una distancia de 27 (antes eran siete) de la mayoría absoluta.

En 2016, el centro-derecha liderado por Rajoy tuvo 169 escaños, 20 más que los 149 de la triple derecha de la plaza de Colón

Por el contrario, la izquierda (PSOE, Podemos y Compromís) ha pasado de 156 a 166 y en el Senado —relevante en algunos asuntos— la mayoría absoluta socialista ha sustituido a la absoluta del PP. El resultado es claro. Las fuerzas partidarias de aplicar el 155 y limitar el autogobierno catalán han retrocedido y los partidarios del diálogo y la negociación han avanzado.

Y en Cataluña han pasado cosas similares. La primera es que los partidarios de aplicar el 155 han sufrido un retroceso todavía más fuerte. En efecto, del 24,2% que obtuvieron el PP y Cs en 2016 se ha pasado al 20% entre Cs, el PP y Vox. Y de 11 diputados sobre 47 que elegía Cataluña en 2016 se ha pasado a solo siete sobre 48 contando con el conseguido por Vox en la provincia de Barcelona. El gran damnificado de este descenso de los involucionistas es el PP, que pasa del 13,3% del voto y seis diputados al 4,85% y un solo diputado. Todo un éxito de Cayetana Álvarez de Toledo, la arrogante e inteligente musa de FAES, que Casado envió a Cataluña a hacer ostentación de no hablar catalán.

Foto: Simpatizantes del PP se concentran frente a la sede del partido. (EFE)

Cs sale aparentemente algo mejor parado porque sube en porcentaje, del 10,9% al 11,55%, y conserva los cinco escaños de 2016. Pero es un salvar los muebles solo aparente, porque en las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, Cs fue la primera fuerza con un 25,4% del voto —batiendo por poco a JxCAT y a ERC— y ahora es la sexta, con menos de la mitad de los sufragios. Cs fue en 2017 el partido refugio de los antiseparatistas y triunfó, y ahora ha naufragado al declararse partidario de otro 155, de limitar el autogobierno y al confundir antiseparatistmo con alergia al catalanismo.

El rasgo común a España y Cataluña es que en ambas circunscripciones descienden los partidos que abogan por aplicar otro 155, limitar el autogobierno catalán y exigir mano dura con los dirigentes independentistas que están siendo juzgados en el Supremo.

placeholder El primer secretario del PSC, Miquel Iceta, en el acto electoral central de los socialistas catalanes. (EFE)
El primer secretario del PSC, Miquel Iceta, en el acto electoral central de los socialistas catalanes. (EFE)

Por el contrario, el PSC ha saltado del 16,1% y siete diputados de 2016 al 23,2% y 12 diputados. Se ha beneficiado tanto del mayoritario rechazo de la sociedad catalana al 155 (la participación en Cataluña ha subido más de 13 puntos, frente a seis en España) como de la política de desinflamación de Pedro Sánchez. ¿Quién ha salido mejor parado, el PSC o el PSOE? Iceta tiene cinco diputados más sobre 48 que elige Cataluña, sube pues un 10%, y el PSOE 48 más sobre 350, un 13%. La desinflamación beneficia a los dos, pero algo más a Ferraz.

El segundo punto común es, pues, que la socialdemocracia ha salido beneficiada, un poco más en España que en Cataluña, de oponerse al 155. Interesante ejercicio de reflexión para Alfonso Guerra y sus repentinos admiradores de la derecha.

El independentismo tendrá más diputados en el Congreso, pero pesarán bastante menos

¿Qué le ha pasado al independentismo? Habrá que analizarlo más a fondo, pero hay tres conclusiones claras.

Una. Tendrá más diputados, 22, frente a 17 de la pasada legislatura, pero esos diputados pesarán menos porque serán mucho menos decisivos. Los de JxCAT, que quieren que España no se pueda gobernar y sin Campuzano han perdido profesionalidad, por descontado. Los de ERC, más numerosos, dependerán de su habilidad. De momento, el diputado Pepe Zaragoza, un veterano de la máquina del PSC, se permitió decir ayer en TV3 que con esta composición del Congreso no se habrían convocado elecciones porque los Presupuestos de 2019 habrían sido aprobados. El independentismo se equivocó al provocar un adelanto electoral que ha reducido su influencia parlamentaria.

placeholder El candidato número dos al Congreso, Gabriel Rufián (d), participa en el acto final de campaña de ERC.
El candidato número dos al Congreso, Gabriel Rufián (d), participa en el acto final de campaña de ERC.

Segunda. Se confunden los que creen que el independentismo está perdiendo fuerza, porque su porcentaje ha subido del 32% al 39% entre las legislativas de 2016 y las de 2019. Pero se equivocan todavía más los que creen que están avanzando y que el futuro les sonríe. No solo pintarán menos en el Congreso, sino que bajan del 47,8% de las autonómicas de 2017 al 39,6%. Con el 47,8% ya se debía tener una concepción algo 'elementalista' para afirmar que representaban la voluntad indudable e irrenunciable del pueblo de Cataluña. Con el 39,1%, ¿qué? Si insisten, habrá que consultar al psicoanalista.

Bajar del 47% de las autonómicas de 2017 al 39% el pasado domingo indica que el separatismo no tiene el viento a favor

Es cierto que en las legislativas el nacionalismo siempre ha tenido peores resultados que en las legislativas, pero esta es una regla de la España autonómica que ya no debería estar vigente si Cataluña hubiera dado el salto cualitativo y se considerara ya —como afirman Puigdemont y Torra— una república independiente. Y menos con el actual juicio en el Supremo, cuya sentencia dice Torra que puede generar tanta indignación que haga posible otra declaración unilateral que —esta vez sí— arrolle a las fuerzas del 155. Visto lo visto, nada de 155, psicoanálisis. Siempre, claro, que no se haga con los mandos de la Moncloa un discípulo de Jiménez Losantos, lo que —al menos a corto plazo— no va a suceder.

Tercera. Dentro del independentismo, ERC, que al parecer progresa adecuadamente hacia el realismo y el pragmatismo (se nota hasta en el lenguaje de Gabriel Rufián, que ya es decir), les va comiendo terreno al fundamentalismo y radicalismo de Puigdemont y Torra, que se han apoderado del cuadro de mandos de JxCAT y del PDeCAT.

Foto: Puigdemont valora el resultado electoral en el centro de prensa del barrio europeo de Bruselas. (EFE)

Cierto que JxCAT ha aguantado mejor que el PP (ha bajado solo un diputado frente a cinco de Álvarez de Toledo), pero en comparación con ERC ha tenido una debacle. En 2016, el PDeCAT (todavía Puigdemont no mandaba en la antigua CDC) tuvo ocho diputados frente a nueve de ERC. Ahora, JxCAT tiene siete y ERC 15.

RESUMEN EJECUTIVO. Uno. España y Cataluña han sintonizado votando contra los tentados por el involucionismo con uniforme de 155 (PP, Cs y Vox). Dos, el PSOE y el PSC han sido los grandes beneficiados (más que Cs y Vox, que también han subido escaños). Tres, el independentismo sigue vivo, pero no puede afirmar que representa a Cataluña bajando del 47,9% al 39,1% de los votos. Cuarto, dentro del secesionismo la evolución hacia el realismo de Junqueras y ERC parece estar imponiéndose al maximalismo de Puigdemont y Torra, ya que les han más que doblado en escaños cuando Puigdemont (entonces menos definido) les sacó una ligera ventaja en las autonómicas de 2017.

Lo advierto de entrada. Ni me hago ni deben hacerse ilusiones. No hay ningún cambio espectacular. Pero los resultados de las elecciones generales muestran rasgos coincidentes en Cataluña y en el total de España. Aunque los mapas políticos son muy diferentes, en España gana el PSOE holgadamente y en Cataluña el primer partido es ERC, hay notas comunes. La primera es que en ambas circunscripciones ganan los partidos que se han opuesto a un nuevo 155 más duro y por tiempo indefinido. La segunda —nada despreciable— es que ERC es el primer partido catalán con el 24,6% de los votos, pero que el segundo es el PSC, que le pisa los talones con el 23,21%. El independentismo moderado gana en Cataluña seguido muy de cerca por el constitucionalismo federalista.

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