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Joan Tapia

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¿Tiene Puigdemont un ángel de la guarda?

Su coalición rozó el desastre el 28-A, pero la prohibición de su candidatura a las europeas le ha dado una inyección de vitaminas

Foto: El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE)
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE)

JxCAT, la coalición con la que Carles Puigdemont sumergió a la antigua CDC, rozó el desastre el pasado 28-A. Respecto a las legislativas del 2016, JxCAT empeoró los resultados ya tristes de la antigua CDC; perdió otro diputado (pasó de 8 a 7 escaños) y bajó del 13,9% al 12,5% de los votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza política catalana tras ERC, el PSC (al que hace poco Artur Mas dio por muerto) y En Comú Podem. Y en la guerra sin cuartel con Oriol Junqueras por el liderazgo del independentismo, se produjo un claro vuelco en su contra ya que su figura, muy disminuida por las continuas tonterías de su vicario Quim Torra y por la eliminación de la lista de JxCAT de los dirigentes moderados de la antigua CDC, parecía cada día más débil y desconectada de la realidad diaria de Cataluña.

Era irrebatible. En el 2017, con una hábil campaña que prometía su retorno a Cataluña si ganaba las elecciones, el presidente, recién exiliado en Bruselas, consiguió el 21,65% de los votos y 34 diputados autonómicos batiendo por los pelos a Oriol Junqueras, que desde la cárcel de Estremera partía como ganador y que se tuvo que conformar con el 21,39% y 32 escaños. Desde entonces, el combate entre los dos líderes no ha cesado ni un minuto, y los puigdemontistas esperaban que la lista del exiliado, que decía encarnar la radicalidad insobornable frente a la actitud más realista de Junqueras, confirmara el liderazgo del presidente en el exilio.

placeholder Oriol Junqueras, durante una rueda de prensa desde la cárcel
Oriol Junqueras, durante una rueda de prensa desde la cárcel

Pero pasó todo lo contrario. JxCAT, la lista de Puigdemont, cayó del citado 21,6 de las autonómicas del 2017 al 12,05%. ¡Nueve puntos menos!, mientras Oriol Junqueras ascendía del 21,39% al 24,59%. Y ERC, con 15 diputados en Madrid, más que duplicaba los 7 de JxCAT.

El ganador claro fue Junqueras y un cada vez más aislado y desprestigiado Puigdemont tenía que afrontar unas elecciones europeas, frente a Junqueras, en las que partía con el viento en contra.

La decisión de la Junta Electoral permite a Puigdemont presentarse como el político más perseguido y temido por el Estado español

Pero de repente la Junta Electoral Central, un organismo administrativo que debe velar por la legalidad y limpieza de las elecciones, ha acudido a socorrerle al prohibir su candidatura y permitirle proclamar que Madrid tiene miedo de Puigdemont, el único enemigo sólido del Estado español, que quiere eliminarle de las elecciones europeas por todos los medios. El discurso es que España teme que, desde el parlamento europeo, Puigdemont señale y denuncie todas las arbitrariedades que hacen que la democracia española tenga una muy baja calidad.

La Junta Electoral debe ser un organismo escrupuloso y neutro pero la creciente polarización política está dificultando mucho su labor. Costó entender que prohibiera el debate a cinco, con Vox, un partido al que todas las encuestas sin excepción daban grupo parlamentario, en una televisión privada. Cuesta todavía más de entender la prohibición a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, de participar en los debates municipales en la televisión pública con el argumento (cierto, pero políticamente peregrino) de que Más Madrid es un partido nuevo. ¿La alcaldesa de Madrid no puede debatir en Telemadrid en las elecciones municipales? ¡Vaya! La Junta Electoral, organismo mixto formado por magistrados y catedráticos de Constitucional, se ha refugiado en lecturas cerradas de la letra de la ley para dirimir los conflictos entre los partidos, olvidando que aplicar la ley sin sentido común puede conducir a aberraciones jurídicas y políticas.

Y una aberración jurídica y una irresponsabilidad política es negarle a Puigdemont sus derechos políticos argumentando que no está inscrito correctamente en el censo y que está en rebeldía. La decisión es más aberrante todavía ya que fue tomada por siete votos contra cuatro y entre los cuatro que hicieron votos particulares están el presidente y el vicepresidente de la Junta, Segundo Menéndez y Eduardo Calvo, dos prestigiosos magistrados de la sala tercera del Tribunal Supremo. Naturalmente los abogados de Puigdemont han recurrido la decisión y el exiliado ha aprovechado para repetir en todos los medios europeos su campaña sobre la baja calidad democrática de España.

La decisión de la Junta Electoral es tan aberrante que la Fiscalía ha tenido que salir a defender los derechos políticos de Puigdemont

Y como la decisión es extraña y bastante incomprensible —se aplican de forma discutible unos artículos que no se consideraron ni contra el propio Puigdemont ni contra otros en otras elecciones— la fiscalía se ha tenido que pronunciar a favor de Puigdemont alegando que se viola su derecho pasivo al sufragio, un derecho fundamental. Y tres juzgados administrativos de Madrid han decidido lavarse las manos y pasar la patata caliente al Tribunal Supremo (que se la acaba de devolver a estos mismos juzgados) por lo que todavía no se sabe si Puigdemont podrá ser candidato a las elecciones europeas de dentro de tres domingos.

Es una situación embarazosa y complicada para España porque da un pretexto a Puigdemont para seguir con su campaña descalificadora. Pero, sobre todo, ha sido una inyección de vitaminas para el 'expresident' pues le ha permitido no tener que explicarse sobre su fracaso el 28-A, le ha dado gratis multitud de titulares en la prensa catalana, española y mundial y le ayuda a presentarse como el independentista más temido y perseguido por el Estado español y justificar así sus extrañas iniciativas desde Waterloo. Incluso tapa algo las decisiones tan arbitrarias como las de su subordinado Torra que acaba de dar la Creu de Sant Jordi, la distinción catalana más apreciada (hasta ahora), a una expresidenta del Parlament que ha tenido una deriva incomprensible, que ha calificado de cerdos a políticos catalanes no independentistas y que incluso fue censurada el año pasado por el propio parlamento catalán por tuits anteriores de carácter exclusivista o supremacista.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en Bruselas. (EFE)

Puigdemont ha podido entrar en campaña como la bestia negra del autoritarismo españolista. Parecería pues que Puigdemont tuviera un ángel protector en Madrid que, cuando empieza a eclipsarse en Cataluña, le facilita recuperar protagonismo. En efecto, si Puigdemont puede finalmente ser candidato —creo que es lo que acabará sucediendo— habrá disfrutado de una gran campaña publicitaria gratis e inimaginable que puede ayudarle a sacar el acta de diputado europeo, que no tenía garantizada por haber perdido la tradicional alianza de CDC con el PNV y por el disparo de votos a ERC en las últimas elecciones.

Y, si finalmente no puede ser candidato, la justicia española no se librará de las sospechas y de la polémica —ya le pasó al juez Llarena al pedir la entrega de Puigdemont por rebelión que fue rechazada por un alto tribunal alemán— y su candidatura recibirá unos votos inesperados de ciudadanos de buena fe que creerán que es la forma adecuada de protestar contra lo que para muchos —incluida la Fiscalía— es una negación de derechos políticos. Y, por último, pero no menos relevante, no tendría que asumir otra posible derrota frente a Junqueras.

¿Están interesados el PP y Cs en favorecer a Puigdemont para provocar una reacción de rechazo al catalanismo en el electorado?

Sí, Puigdemont ha recibido un gran regalo de la Junta Electoral que es inexplicable sin la existencia de un ángel de la guarda. Y el ángel protector solo puede ser quien presentó el recurso contra su candidatura ya que la Junta Electoral no actuó de oficio, sino tras un recurso. Y los recurrentes fueron el PP y Cs, o sea las dos fuerzas políticas teóricamente más antiseparatistas.

¿Por qué el PP y Cs han hecho este regalo de Pascua a Puigdemont? Puede ser que sea de buena fe, porque crean que así dañan al secesionismo y a Puigdemont. En este caso —que deseo que responda a la realidad— solo estarían volviendo a demostrar su incapacidad para entender el conflicto catalán y su falta de estrategia para todo lo que no sea el corto plazo.

Pero también puede ser que en las cúpulas de los dos partidos haya gente que crea que si Puigdemont aparece ante la opinión pública como alguien peligroso, favorezca una reacción de hartazgo contra el catalanismo que les pueda beneficiar electoralmente. Y que, por eso, conscientemente tiendan a evitar que desaparezca. La propia Inés Arrimadas, entonces líder de la oposición catalana, parecía inclinada a este razonamiento cuando convocó hace pocos meses una inexplicable e improductiva manifestación ante la residencia de Puigdemont en Waterloo, que solo sirvió para incrementar el protagonismo de Puigdemont (y de Arrimadas) en los medios de comunicación.

Foto: Los barones del PP cierran filas con Pablo Casado. (EFE)

Sí, los disparates del separatismo pueden alimentar una reacción de rechazo de un sentimiento español agraviado. Es algo que acabamos de ver que ya se ha producido. Lo que pasa es que los beneficiarios no han sido ni Inés Arrimadas, ni Albert Rivera, ni Pablo Casado sino Santiago Abascal y los 24 nuevos diputados de Vox.

Esperemos que el los tribunales sepan poner rápidamente algo de sentido común, basado en los principios democráticos, en el desbarajuste jurídico, mediático y político creado por la decisión de la Junta Electoral Central contra el criterio de su presidente y su vicepresidente.

¿Puede tener Puigdemont algún agente emboscado en las cúpulas del PP o Cs? Creo que no, pero podrá dar para una buena novela de John Le Carré.

JxCAT, la coalición con la que Carles Puigdemont sumergió a la antigua CDC, rozó el desastre el pasado 28-A. Respecto a las legislativas del 2016, JxCAT empeoró los resultados ya tristes de la antigua CDC; perdió otro diputado (pasó de 8 a 7 escaños) y bajó del 13,9% al 12,5% de los votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza política catalana tras ERC, el PSC (al que hace poco Artur Mas dio por muerto) y En Comú Podem. Y en la guerra sin cuartel con Oriol Junqueras por el liderazgo del independentismo, se produjo un claro vuelco en su contra ya que su figura, muy disminuida por las continuas tonterías de su vicario Quim Torra y por la eliminación de la lista de JxCAT de los dirigentes moderados de la antigua CDC, parecía cada día más débil y desconectada de la realidad diaria de Cataluña.

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