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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Sánchez, más anemia para el PSOE

Pensar que todos los problemas empiezan y acaban en una sola persona y que basta con cambiar al líder para que se disuelvan, está más cerca de la magia que de la realidad

Foto: Pedro Sánchez, durante su intervención en un mitin de la pasada campaña electoral. (EFE)
Pedro Sánchez, durante su intervención en un mitin de la pasada campaña electoral. (EFE)

Desde la noche del 26-J, nada ha sido más viral que la fotografía del chiringuito de Mojácar. Si se ha compartido tanto, es porque antes se había acumulado un caldo de cultivo, una pregunta para la que nadie tenía respuesta: ¿dónde está Sánchez?

Debe haber pocas cosas más agotadoras física y mentalmente que una campaña electoral. El candidato socialista tenía todo el derecho del mundo a cambiar de paisaje para estar con los suyos, descansar y pensar. Además, desde la playa también se puede trabajar.

Ese no es el tema. La cuestión está en que su escapada tiene un coste doble para el PSOE.

Primer coste: Rajoy ha aprovechado el tiempo. Como no tenía nadie enfrente, ha tenido más fácil saltarse la necesidad de plantear la oferta del PP para la investidura.

Hasta ahora nadie le ha forzado a exponer, por ejemplo, a qué políticas de la pasada legislatura puede renunciar, o a qué políticos de los que tiene más señalados puede llegar a sacrificar.

Ha visto el camino despejado para exigir la abstención socialista, sin decir a cambio de qué y ninguneando de paso a Ciudadanos.

Por eso el PSOE llega a su comité federal envuelto en una sensación de emergencia que, como ya es costumbre, impide afrontar los debates de fondo con rigor y honestidad intelectual.

Segundo coste: Podemos se ha puesto a pensar. Vieron el resultado y no retrasaron ni el planteamiento de preguntas ni la búsqueda de respuestas. Han acelerado el debate.

Podrá argumentarse que la reflexión viene teñida de enfrentamientos personales, que las lecturas son más o menos interesadas, que los análisis reflejan más o menos madurez. Pero nadie puede discutir que allí hay neuronas trabajando para redefinir su estrategia.

Podrán acertar o equivocarse. La autocrítica siempre es un proceso doloroso, en muchas ocasiones uno no sale ni con las ideas más claras, ni mejor equipado para afrontar lo que viene. Nunca es fácil.

Pero lo cierto es que ese esfuerzo tiene un objetivo: armarse estratégicamente para dar sentido político a la tarea en el Parlamento, que es donde la izquierda llega dividida y donde necesariamente Podemos y PSOE tendrán que competir y colaborar.

Visto así, que Sánchez se fuese a la playa de incógnito es irrelevante al lado de lo que han hecho sus adversarios y de las dos incógnitas que tendría que despejar durante su intervención en el comité federal de este sábado.

El pan de hoy, lo urgente. ¿Qué decir sobre la investidura de Rajoy, sabiendo que lo que se afirme ahora puede ser contrario a lo que se haga dentro de unas pocas semanas?

El hambre de mañana, lo importante. ¿Qué debe hacer el Partido Socialista consigo mismo y qué le ofrece a España después del resultado del 26-J?

Espero equivocarme, pero veo a Sánchez más capaz de otra huida hacia delante que de despejar esas dos preguntas. Y eso que tampoco es tan complicado poner algo consistente sobre la mesa, empezar a tratar la anemia.

Por un lado, parece sensato que el primer partido de la oposición no le dé a Rajoy la oportunidad de gobernar si no rectifica su gestión de las cuatro crisis que atraviesa el país -económica, social, territorial e institucional-. Es él quien tiene que mover ficha. Si quiere gobernar, tiene que pactar, para pactar tiene que negociar, y para negociar tiene que hacer propuestas.

Y por el otro, parece inaplazable que los socialistas afronten la reconstrucción de su partido.

Hacer como si no hubiese pasado nada es una opción respetable, pero no es una opción ganadora. La derrota no puede empezar a ser una tradición en una organización que tiene tanta historia detrás. Pero puede empezar a serlo si el peor resultado que han visto esas siglas actúa como sedante en lugar de como estimulante.

Cuando las cosas se hacen al revés, la sucesión de brindis al narcisismo termina en espacios que cada vez son más pequeños

Pensar que todos los problemas empiezan y acaban en una sola persona y que basta con cambiar al líder para que se disuelvan inmediatamente todas las dificultades y vuelva la edad de oro, está más cerca del pensamiento mágico que de la realidad.

Ningún Mesías descenderá sobre la calle Ferraz. La tarea tendrá que ser colectiva o no será. Será difícil porque el mundo es cada vez más complejo. Y llevará su tiempo, probablemente años.Y, precisamente por eso, no hay tiempo que perder.

Primero se decide la política y luego se vota la ejecutiva. Primero se señala el destino y después se elige la dirección y a quien conduce.

Cuando las cosas se hacen al revés, la sucesión de brindis al narcisismo termina en espacios que cada vez son más pequeños.

Y cuando no se hace nada, cuando el mensaje no se nutre de contenido político y el calendario del país se usa para condicionar el calendario del partido, se acaba peleando por un segundo más de vida aunque se te haya olvidado para qué.

Desde la noche del 26-J, nada ha sido más viral que la fotografía del chiringuito de Mojácar. Si se ha compartido tanto, es porque antes se había acumulado un caldo de cultivo, una pregunta para la que nadie tenía respuesta: ¿dónde está Sánchez?

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