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Rajoy caza su primer pokémon ante una izquierda partida
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Rajoy caza su primer pokémon ante una izquierda partida

Tras el acuerdo alcanzado en la Mesa por el PP y Ciudadanos, solo hay una certeza: mientras la izquierda siga dividida, Rajoy seguirá cazando pokémons, uno tras otro

Foto: Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones. (Reuters)
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones. (Reuters)

Ya veremos si los acuerdos de la Mesa del Congreso tienen más recorrido o si las negociaciones toman otros cauces y las proyecciones para la investidura de esta semana acaban quedando desfasadas. De momento, lo que se ha visto es que la derecha puede pactar y la izquierda no. Y no sé cuál de las dos cosas me resulta más sorprendente.

Miremos primero hacia un lado del arco parlamentario. No ha pasado tanto tiempo desde que el espacio conservador era un campo de batalla.

En noviembre, sin ir más lejos -después de las elecciones catalanas-, las encuestas otorgaban volúmenes de intención de voto comparables a PP y Ciudadanos. Simultáneamente, la prensa emitía en sesión continua el parte de una guerra entre populares y convergentes que cada vez parecía menos fría y más caliente.

Durante aquel periodo, las comunicaciones entre Madrid y Barcelona estuvieron cortadas. Y Rivera rivalizaba con Sánchez y con Iglesias para desacreditar a Rajoy.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al término de la sesión constitutiva del Congreso de la XII Legislatura. (EFE)

No había ni un solo indicio que permitiese pensar en la posibilidad de una aproximación a corto plazo, pero Artur Mas salió del escenario y se celebraron nuevas elecciones generales.

Desde entonces, ha bastado menos de un mes para que el PP abra dos caminos: uno con los conservadores del nacionalismo vasco y catalán, y otro con los españolistas.

Seguro que las negociaciones han sido complejas, tan seguro como que buena parte del secreto de su éxito está en la discreción, tanta que hasta queda todavía una decena de votos envueltos por la niebla.

Podría decirse que las llamadas desde Moncloa han venido acumulándose siguiendo la frase del viral de la semana: “Ni periscope, ni hostias”. Cero escenificación y cero televisión. Una dinámica bien diferente a la que sufrimos durante la legislatura fallida, en los estériles días de la incontinencia verbal.

Y así fue como Rajoy cazó su primer pokémon, a la chita callando. Mientras los adversarios repetían el estereotipo del inmovilismo mariano, el PP se hacía con la presidencia del Congreso y con la mayoría de la Mesa compartida con Ciudadanos.

Es una conquista importante, claro. Aunque quizás acabe siendo más decisivo el hecho de que el PP haya quebrado el cordón sanitario parlamentario. Antes estaba aislado por repudio general, ahora empieza a estirar los músculos, a ganar en la flexibilidad negociadora que sí o sí va a necesitar para gobernar.

A Sánchez le viene ocurriendo lo contrario. Ha pasado de poder hablar con todos a salir de todas las conversaciones. No sabemos si es un repliegue táctico, ni si mantiene contacto con Rivera. Pero, a día de hoy, parece claro que la puerta está cerrada para el PP, para Podemos, para los nacionalistas y para más de la mitad de su partido.

En cualquier caso, la primera victoria política conservadora no se explica sin la derrota progresista. La izquierda no puede estar más partida de lo que está, y esa división puede marcar tanto el desarrollo de la legislatura como el futuro de nuestro país.

Rajoy antes estaba aislado por repudio general, ahora empieza a estirar los músculos, a ganar en la flexibilidad negociadora que sí o sí va a necesitar

La fractura es doble. Primero, porque siguen muy abiertas las heridas causadas durante la lucha electoral. La batalla por el 'sorpasso' se vivió también como una cuestión de orgullo, y lo personal importa, la memoria siempre pesa. El resultado ha dejado a los socialistas con menos miedo y a los dos partidos con un motivo más para el rencor.

Y segundo, porque la división progresista se da entre las dos formaciones y dentro de las dos organizaciones. Cuando Rajoy o Rivera miran hacia abajo, ven una bonita alfombra, pero cada vez que Iglesias y Sánchez hacen lo mismo, se comprueban sentados encima de un volcán. Tambores cercanos.

Parece probable que el Partido Socialista y Podemos acaben en la oposición; si es así, no tendrán más remedio que acostumbrarse a convivir, por muy difícil que sea, que lo será. Seguirán compitiendo, desde luego. Pero además tendrán que votar cada día, y la gran mayoría de las veces estarán de acuerdo.

Puede que, con el paso del tiempo, tanto la práctica parlamentaria como el trabajo conjunto en los gobiernos municipales y autonómicos lleguen a facilitar el reconocimiento mutuo y la aceptación de una responsabilidad compartida. O puede que nunca lo veamos. En esto solo hay una certeza: mientras la izquierda siga dividida, Rajoy seguirá cazando pokémons, uno tras otro.

Ya veremos si los acuerdos de la Mesa del Congreso tienen más recorrido o si las negociaciones toman otros cauces y las proyecciones para la investidura de esta semana acaban quedando desfasadas. De momento, lo que se ha visto es que la derecha puede pactar y la izquierda no. Y no sé cuál de las dos cosas me resulta más sorprendente.

Mariano Rajoy