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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La sucesora inevitable

¿Puede haber más indicadores que nos lleven a apuntar la existencia de una operación para hacer de Soraya la sucesora?

Foto: La vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría, promete su cargo ante el Rey. (EFE)
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría, promete su cargo ante el Rey. (EFE)

No. Esto no va de Susana Díaz, ni de Irene Montero, ni de Inés Arrimadas. Esto no va de los partidos en centrifugado interno. Esto va de lo que podría estar pasando donde parece que nunca ocurre nada. Va del PP, de Mariano y de Soraya.

Para contarlo, importaré un recurso cinematográfico. La llamada de atención que se le hace al público, cuando la cámara pasa de mostrar una fiesta a enfocar durante dos segundos un paquete envuelto en papel de regalo. El subrayado visual que necesita todo espectador para decirse “aquí está el tomate”.

El primer fotograma fue visto en Madrid, suspendido en la luz de las farolas. La mitad de los carteles electorales del PP llevaron impresa la imagen de Soraya. No fue un capricho, cualquiera que ha pisado una cocina electoral sabe que una decisión de ese calado desarrolla una razón estratégica.

La segunda imagen llegó a través del televisor, en el único debate electoral a cuatro, con los candidatos a presidente. Allí estaba ella, sin lograr la victoria pero alcanzando un resultado digno, mejor del que podría haber obtenido Rajoy en aquel momento.

La victoria en las urnas trajo un par de cambios a su favor. La fotografía del G-8 ministerial pasó a las páginas de sucesos. Comando desmantelado

Después llegó el periodo de entreguerras, la legislatura perdida. Los meses feos, la era breve de la incontinencia verbal y las ruedas de prensa en sesión continua. Su imagen permaneció salvaguardada. Aparecía los viernes, después del Consejo de Ministros, para decir básicamente que su tarea no consistía en comentar lo que decían los demás partidos. Tercer fotograma: institucional e intacta.

Durante aquel tiempo, Soraya seguía manteniendo dos poderosos adversarios internos: en el Gobierno (el grupo de ocho ministros capitaneados por Margallo) y en el partido (Cospedal y compañía). Sin embargo, la victoria en las urnas trajo un par de cambios a su favor. La fotografía del G-8 ministerial pasó a las páginas de sucesos. Comando desmantelado. Contrapoder apagado.

Simultáneamente, la llegada de Cospedal a Defensa abría el cambio en el tablero de la calle Génova. Buen movimiento de Mariano, pero no inédito. Es una réplica de lo que hizo Zapatero con Bono en 2004, cuando situó al de Castilla-La Mancha dentro del Ejecutivo con una cartera que, en la práctica, inhabilita a su titular para las cuestiones de partido. Militares y militantes, agua y aceite.

Por lo tanto, la cuarta imagen, la foto con la primera alineación de este Gobierno, puede ser vista como el reflejo de una derrota para los adversarios de Soraya. Y también como algo más, quizá como el espejo de su oportunidad definitiva.

La foto con la primera alineación de este Gobierno puede ser vista como el reflejo de una derrota para los adversarios de Soraya

Queda poco para el congreso del PP, pero no faltan motivos para pensar que la próxima dirección de ese partido ofrezca menos resistencias a la vicepresidenta, incluso para considerar que puedan surgir las necesarias complicidades. Aunque el grado de sus afinidades con Pablo Casado o con Fernando Martínez Maillo sea una incógnita, lo cierto es que su relación no estará contaminada por el paso de los años y el peso de los rencores y los celos. Y eso en política es mucho, tanto como en la vida.

Paralelamente, sus competencias actuales hacen de ella la número dos con más poder que ha visto la democracia española. Hoy manda más. Suyo es el centro de mandos en los tres escenarios centrales: en el Parlamento (donde se dirime la supervivencia del Gobierno), en las relaciones con todos los poderes territoriales (respaldada por Montoro, negociando con los barones del PP y del PSOE) y en Cataluña (donde está en juego la unidad de España). Y encima manda más liberada, más protegida de la exposición a los medios, menos atada por las servidumbres de la portavocía.

¿Puede haber más indicadores que nos lleven a apuntar la existencia de una operación para hacer de Soraya la sucesora? Pues sí, todavía hay otro. El quinto y último fotograma podría dar la clave de su lanzamiento como candidata inevitable.

Sus competencias hacen de ella la número dos con más poder que ha visto la democracia. Suyo es el centro de mandos en los tres escenarios centrales

Una de las cosas que más llamativas me resultan de nuestro paisaje político es que el PP se comporta en los medios al revés que sus adversarios. Mientras los cabecillas de los otros partidos compiten por ganar en visibilidad pública, la competición de los populares parece consistir en ver quién es capaz de hacer menos ruido. ¿Por qué?

Para mí es un misterio, lo reconozco. Pero hay días en los que tengo la impresión de que al meditante Mariano, cada vez más convertido en una curiosa especie de monje shaolin, le molesta hasta el sonido de los gestos y las cámaras digitales. Y noches en las que creo que en el monasterio de Génova quien se mueve no sale en la foto y quien sale en la foto no se vuelve a mover.

Casi nadie queda para hacer sombra a Soraya. Sus rivales han ido saliendo del guion. Su protagonismo, aumentado. Y su papel de candidata, ensayado

Así que nadie pestañea y todos respiran con cuidado, no sea que el más mínimo susurro pueda generar algún tipo de expectativa pública y sobrevenga la mala suerte. Cualquiera que eche la vista atrás comprobará que el mal fario ha caído a plomo sobre casi todos los dirigentes incluidos en las quinielas de una eventual sucesión a Rajoy. Accidentes de la naturaleza, supongo: la música del azar.

Solo tres permanecían ajenos a la desgracia: Soraya, Cifuentes y Feijóo. Él siempre supo distanciarse de las especulaciones, “cosas de Madrid”, decía. Pero sacó pechito hace un par de meses con su mayoría absoluta. Fueron un par de centímetros nada más, tres como mucho. Y el pasado fin de semana saltó que había recibido regalos valiosos de un magnate imputado. Quinto fotograma. El tipo de mal giro que podría anunciar el principio de una mala racha.

Si recopilamos las imágenes que subrayan visualmente esta trama, si unimos los puntos, cuesta descartar que exista un plan diseñado para propulsar a Soraya hacia la presidencia, casi nadie queda para hacerla sombra. Sus adversarios han ido saliendo del guion. Su protagonismo, aumentado. Y su papel de candidata, ensayado.

Si el plan fuese así, iría como la seda. Entre otros motivos porque va en silencio. De eso va esto, por lo menos durante un tiempo. Mientras tanto, los demás a dar el espectáculo.

No. Esto no va de Susana Díaz, ni de Irene Montero, ni de Inés Arrimadas. Esto no va de los partidos en centrifugado interno. Esto va de lo que podría estar pasando donde parece que nunca ocurre nada. Va del PP, de Mariano y de Soraya.

Soraya Sáenz de Santamaría Mariano Rajoy