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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El PSOE cambia de naturaleza

La militancia socialista ha dado la espalda a sus presidentes autonómicos. Ese rechazo no parece una condena a su gestión desde las instituciones, pero pone en peligro los gobiernos

Foto: El candidato a la Secretaría General del PSOE Pedro Sánchez sale al balcón en la sede socialista de Ferraz. (EFE)
El candidato a la Secretaría General del PSOE Pedro Sánchez sale al balcón en la sede socialista de Ferraz. (EFE)

La diferencia entre el relato y la vida está en que la vida continúa. No hay títulos de crédito. Y las primarias socialistas no son una excepción.

El PSOE ha elegido libremente dejar de ser lo que fue. Quizá parezca poco importante, incluso aburrido, ahora que el espectáculo ha terminado. Pero también es cierto que ese partido seguirá en el centro del tablero hasta que Rajoy convoque elecciones. Puede que más temprano que tarde, ya se verá.

Por el momento, lo que se ve es que la realidad nunca espera. Sobre la mesa: moción de censura, Cataluña y PP en tribunales. Todo eso mientras la próxima dirección del Partido Socialista afrontará un cambio de naturaleza interna sin precedentes y sin margen para el error. Una transformación que contiene tres alteraciones.

I-. El modelo de partido

La militancia socialista ha cogido los últimos 40 años de historia del PSOE y los ha tirado a la papelera. Ha repudiado a los referentes históricos. Pero con el fuego de la ira ha dejado desarbolada la memoria y abrasado, además, los fundamentos. Lo que queda bajo la tierra quemada.

Los vínculos de la confianza (en los tótems, en el modelo de partido, entre los propios compañeros) han quedado calcinados. Solo puede quedar uno, un lazo nada más: entre la masa abstracta (el pueblo, la patria, la militancia) y el líder.

La tensión entre los de arriba y los de abajo implica la puesta en cuestión del principio de la democracia representativa y su reemplazo por un modelo orgánico de corte caudillista.

Como consecuencia, puede anticiparse que el próximo secretario general socialista concentrará más poder que cualquiera de sus antecesores. Tendrá menos contrapesos. Es probable que formalmente se mantengan las apariencias, pero serán eso: apariencias.

Habrá quien considere que el Partido Socialista acierta al replicar la lógica discursiva y orgánica del populismo. Y quizá tenga razón. Solo conviene asumir la parte de renuncia que hay en la réplica: para llamarse socialdemócrata, hay que defender la democracia representativa en todos sitios.

II-. La razón de ser

La militancia socialista ha dado la espalda a sus presidentes autonómicos. Ese rechazo no parece una condena a su gestión desde las instituciones, pero pone en peligro la sostenibilidad de los gobiernos en Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura y Comunidad Valenciana.

Todavía es pronto, cierto. Pero a día de hoy, nadie puede descartar una convocatoria de elecciones autonómicas en cualquiera de esos territorios.

El resultado de las primarias es claro. Ahora vienen los congresos regionales, en cascada. Los números que el 21-M ha puesto sobre la mesa dicen que ningún barón lo tiene fácil. Alguno se marchará. Alguno aguantará. La posibilidad de bicefalia también se planteará en más de un sitio (mantener la presidencia autonómica renunciando a la secretaría general).

De aquí hasta el mes de agosto, el mapa del socialismo español está lleno de complejas bombas de relojería. Harán falta volúmenes de generosidad, fineza y altura política, difíciles de alcanzar con el nivel de resentimiento personal acumulado.

La caída de cualquiera de esos gobiernos afectará al tejido territorial de un Partido Socialista envejecido y ya despoblado en algunas regiones. Asombra ver el número total de militantes que, por ejemplo, han votado en La Rioja (989), Navarra (1.232), o Baleares (1.972).

A pesar de todo, puede que tenga sentido reseñar que el horizonte electoral solo importa en la medida en que anticipa la probabilidad de gobernar y transformar la sociedad desde las instituciones.

El solo hecho de que esté abierta la posibilidad de que caigan gobiernos autonómicos socialistas, porque sus presidentes no han apoyado al candidato vencedor de unas primarias, deja entrever un debilitamiento en la razón de ser del PSOE. Esa organización nació para ser útil, y la mejor manera de ser útil es gobernar. Perder esa prioridad es perderse a sí mismo.

Habrá quien considere que el Partido Socialista debe adaptarse a un sistema de partidos más fragmentado, relacionarse con las demás formaciones políticas con mayor complicidad. Y es probable que tenga razón. Pero no parece que eso sea incompatible con mantener los gobiernos que ya existen. Visto desde fuera, parece que la coherencia pasa por pedir la dimisión de Rajoy y por impedir que Cospedal vuelva a gobernar. Pero puedo equivocarme.

III-. El método

El estallido de la crisis económica y la incapacidad de las democracias occidentales para aliviar el sufrimiento humano generaron una burbuja en la comunicación política. El discurso y las campañas electorales han venido convirtiéndose en una especie de competición para ver quién polariza más.

Desconozco cuánto tiempo le queda a esta dinámica. Es posible que acabe siendo parte del paisaje. Pero también hay motivos para sostener que la cooperación y la capacidad de generar esperanza, esperanza de cambio real, vuelvan a convertirse en algo valioso para los electores. Es probable que esa demanda crezca si sigue creciendo la economía durante los próximos años, a lo mejor comienzan a darse ya las condiciones necesarias para que eso ocurra.

El choque de trenes que han supuesto estas primarias, el escoramiento de Sánchez hacia la izquierda simbólica, la agresividad y el maniqueísmo que ha podido percibirse durante estos meses, ha demostrado su validez para ganar en un cuerpo electoral de 180.000 electores. Pero… ¿qué impacto ha tenido sobre la imagen corporativa socialista? ¿Y sobre la imagen pública de Sánchez?

Habrá quien considere que ese cambio de posicionamiento ideológico y de tono discursivo (más frentista, más teatral) puede acabar siendo eficaz para evitar el sorpasso. Y seguramente tendrá razón. ¿Es ese el objetivo para los próximos años? Si no lo es, puede que merezca la pena recordar que hubo un tiempo en que el PSOE fue capaz de cambiar España. Y que aquello fue posible porque antes demostró capacidad de suma, la apertura de un proyecto habitable en todo el sector progresista, no solo los más izquierdistas, también los moderados. Los que ahora solo pueden mirar a Ciudadanos o no votar. Los espantados.

La diferencia entre el relato y la vida está en que la vida continúa. No hay títulos de crédito. Y las primarias socialistas no son una excepción.

Pedro Sánchez