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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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La segunda oportunidad de Ciudadanos

Es posible que la demanda electoral esté cambiando poco a poco y que Ciudadanos sea ahora mismo la única opción que conecta de lleno con la nueva tendencia del mercado

Foto: El líder de Ciudadanos, Albert Rivera (c), preside la reunión de la ejecutiva nacional del partido. (EFE)
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera (c), preside la reunión de la ejecutiva nacional del partido. (EFE)

Las encuestas de este noviembre parecen calcadas a las de hace exactamente dos años. Diferencias mínimas, décimas. El trazo de las expectativas electorales de Ciudadanos resulta prácticamente idéntico al de entonces. Claro y ascendente, súbitamente disparado en muy pocos meses. En septiembre de 2015 hubo elecciones catalanas y Cataluña marcó la actualidad de aquel otoño, como ahora. La opinión pública del resto del Estado reaccionó con un claro movimiento espasmódico españolista, como ahora. Y la intención de voto en color naranja superó ampliamente el listón del 20%, como ahora. ¿Basta con eso para explicarlo todo? Puede que no.

Claro que la evolución de los acontecimientos catalanes condiciona el resultado de las encuestas. Es obvio. Pero también merece la pena sacudirse la pereza intelectual y preguntarse si está pasando algo más, algo menos evidente y todavía no detectado, si hay alguna variable discurriendo sigilosamente en el estado de ánimo colectivo. Puede que sí.

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La hipótesis no resultaría extraña después de tanto sufrimiento. Pensémoslo. España lleva demasiados años con una carga muy pesada a las espaldas. Podríamos denominar al periodo más reciente de nuestra historia “la década del estrés”. Primero la crisis económica, desde 2008. Segundo, la crisis social, acentuada con los recortes masivos de 2011. Tercero, la crisis institucional que atravesamos hasta que se repitieron de elecciones. Y cuarto, la crisis catalana de este año que hizo temblar los cimientos del Estado.

¿Puede esa acumulación de dificultades ser inocua? Quizá tenga sentido preguntarnos por sus efectos actuales en la opinión pública. Algunos parecen fugaces, como aquel eje de tensión entre la vieja y la nueva política que ahora nos resulta tan antiguo. Otros parecen duraderos, como la brecha generacional entre los votantes mayores y menores de 45 años. Y otros podrían ser nuevos, porque es clara la sensación de que nos estamos adentrando en la poscrisis económica. Lo es, paradójicamente, a pesar del incremento de las desigualdades.

Foto: Pedro Sánchez, con Adriana Lastra, Cristina Narbona, Miquel Iceta y barones del PSOE, el pasado 11 de noviembre. (EFE)

Hay muchas cosas que se nos dan bien a los españoles. Por ejemplo, gastar dinero como si no hubiese mañana. Las cifras del pasado verano y las previsiones de la próxima Navidad son rotundas. El miedo a consumir quedó atrás, también la esperanza de que las cosas mejoren. Estamos en otra fase, hay alegría en el bolsillo. Por lo tanto, resulta verosímil que después de tanta agitación en todos los órdenes de la vida pública haya en el electorado una demanda no verbalizada de 'estabilidad higiénica'. Estabilidad porque ahora esto no va de izquierda o derecha; no es la ideología, sino la moderación. Y limpieza porque el rechazo a la corrupción seguirá siendo innegociable para muchos votantes. Necesidad de respirar —por fin— y exigencia de aire limpio.

Es posible que la demanda electoral esté cambiando poco a poco, que la valoración de los productos políticos disponibles esté modificándose, y que Ciudadanos sea ahora mismo la única opción que conecta de lleno con la nueva tendencia del mercado. Es una opción tan higiénica como la que más y más estabilizadora que el resto (en Andalucía respalda al PSOE y en Madrid, al Partido Popular). Además, tiene el españolismo genéticamente impreso, cuanto más hierva la caldera catalana, mejores serán las expectativas naranjas en el resto del Estado. Entre otros motivos, porque los más españolistas podrían estar pensando que Rajoy terminó acertando aunque su reacción haya sido tardía, imperdonablemente tardía.

Es una opción tan higiénica como la que más y más estabilizadora que el resto. Además, tiene el españolismo genéticamente impreso

A día de hoy, no puede decirse lo mismo de quienes compiten con Ciudadanos. El Partido Popular es el máximo garante de la estabilidad, pero también es el máximo referente de corrupción. Conclusión: es un producto estructuralmente dañado. Podemos es claramente percibido como un actor desestabilizador. Conclusión, es un producto desajustado al mercado. Y el PSOE, que ha logrado limpiar su marca, ha dado también demasiados volantazos. Conclusión, es un producto que sigue sin resultar fiable. Necesita bastante tiempo y mucha coherencia para ser creíble.

¿Cuánto tiempo le durará a Ciudadanos esta conjunción virtuosa, esta conexión con el electorado? Ya veremos. Esto va deprisa, el paisaje seguirá cambiando en el futuro. Todo lo que sabemos es que el partido de Rivera no supo aprovechar la primera gran oportunidad que tuvo. Hace exactamente dos años, eran muchas las cosas que tenía a favor y fracasó. Entre noviembre de 2015 y noviembre de 2016, la intención de voto a ese partido se redujo prácticamente a la mitad. Un caso digno de estudio.

El partido de Rivera no supo aprovechar la primera gran oportunidad que tuvo. Hace exactamente dos años, eran muchas las cosas a favor y fracasó

Habrá quien sea más generoso y ponga el foco en los votantes 'durmientes del PP'. Esos que se desactivan cuando las urnas están lejos, se refugian en la comodidad testimonial del "no votaré” o “votaré a Ciudadanos”, pero al final se movilizan y vuelven con la papeleta de la gaviota en la mano. Siempre fieles.

Habrá quien sea más crítico y ponga el énfasis en las malas campañas electorales del partido naranja, en sus carencias territoriales, en sus vacíos discursivos y propositivos, o en la innegable ausencia de actores y referentes secundarios suficientemente sólidos. Es demasiado explícito que falta coralidad, que todo gira en torno a Rivera.

Algo en Cs no termina de funcionar del todo y probablemente tendrá cierto impacto final: un exceso de adolescencia, falta de madurez política

En cualquier caso, si nuestra tesis fuese cierta, si la demanda de estabilidad higiénica que hemos formulado viniese modificando las condiciones del mercado electoral de nuestro país, merece tener en cuenta que hay algo en Ciudadanos que no termina de funcionar del todo y que probablemente llegue a tener cierto impacto final. Es una impresión huidiza, difícil de definir. No sé. Como un exceso de adolescencia, una falta de madurez política, que no termina de maridar adecuadamente con el posible deseo actual de no sufrir graves errores, ni severas decepciones. ¿Tiene arreglo? Es una incógnita.

La segunda oportunidad naranja está ahí. Viendo lo que todos vemos, parece probable que siga abierta durante el primer trimestre de 2018. Y a su vez poco, poco probable, que Rajoy sienta la tentación de adelantar las elecciones. Sin embargo, ya se sabe, en la política como en la vida, no es extraño que el deseo vaya por un camino y la realidad por otro distinto.

Las encuestas de este noviembre parecen calcadas a las de hace exactamente dos años. Diferencias mínimas, décimas. El trazo de las expectativas electorales de Ciudadanos resulta prácticamente idéntico al de entonces. Claro y ascendente, súbitamente disparado en muy pocos meses. En septiembre de 2015 hubo elecciones catalanas y Cataluña marcó la actualidad de aquel otoño, como ahora. La opinión pública del resto del Estado reaccionó con un claro movimiento espasmódico españolista, como ahora. Y la intención de voto en color naranja superó ampliamente el listón del 20%, como ahora. ¿Basta con eso para explicarlo todo? Puede que no.

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