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¿Se está quedando el separatismo sin combustible emocional?
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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¿Se está quedando el separatismo sin combustible emocional?

Faltan dos semanas para el Día D. Salvo imprevistos, lo más decisivo que queda son los debates electorales

Foto: Varios vecinos ondean una bandera independentista en Barcelona. (EFE)
Varios vecinos ondean una bandera independentista en Barcelona. (EFE)

El sol de Barcelona invitaba en la mañana de ayer a salir sin abrigo. Así lo hicimos. Felices, reíamos por la calle hasta que doblamos una esquina y nos encontramos con un mar inesperado. Banderas y banderas españolas, por millares. Un paisaje inusual. Nos dimos la mano y cruzamos la manifestación convocada por el PP como quien atraviesa un museo patinando.

Personas mayores en su mayoría. Gente conservadora. Grupos de amigos que se encuentran, saludan y miran de arriba abajo con satisfacción. Aire de vibración inusual, inédita, parecida a una salida colectiva del armario. El tipo de entusiasmo que brota después de mucho silencio y cabeza baja. Gustazo al descubrir que la calle también sirve para movilizarse. Placer al comprobar que no estás tan solo. Emoción porque esta vez sí. Intensa. Algo está cambiando en Cataluña, el clima social.

Placer al comprobar que no estás tan solo. Emoción porque esta vez sí. Intensa. Algo está cambiando en Cataluña, el clima social

En algún momento la euforia cambió de bando y ahora se nota. Todavía más, cuando charlas con los del PSC o con los de Ciudadanos. Están hipermotivados. Se veía que esta campaña sería diferente, eran muchos los condicionantes: desde la propia convocatoria, hasta que se celebren en jueves (una fecha que podría disparar la participación). Pero quizá no sea del todo aventurado anticipar que la contienda puede acabar siendo única por su resultado. Sea cual sea el dictado de las urnas, sea como sea la conformación de Gobierno, lo cierto es que hoy es posible lo que antes parecía imposible: el nacionalismo catalán puede no ganar la campaña electoral, puede perder esta competición por la comunicación.

No arrancan y empiezo a pensar que es porque se han quedado sin combustible. Desde luego, reconozco las dificultades objetivas que ellos mismos se han autoinfligido al violar la ley. El vacío de liderazgo es evidente, Junqueras está en la cárcel y Puigdemont en Bruselas. Eso está claro. Solamente quiero apuntar la probabilidad de que el tanque emocional se quedó vacío. Quizá la lírica, como la épica, puede haberse agotado. No veo señales de fervor en el separatismo.

Foto: Momento en el que Carles Puigdemont leía el texto por el que se declaraba la independencia de Cataluña. (EFE)

¡Pensé que las habría, que volverían a mostrar el ímpetu pasional y creativo de las veces anteriores. Sin embargo, tanto en su discurso como en sus piezas publicitarias, sólo percibo el rastro que dejan las emociones menores, tan parecido siempre al eco de las excusas. Durante años y años, han tenido a los suyos tan enganchados con dosis sentimentales tan extremas y tan aparentemente inmediatas, que hablar ahora del 155, de represión, de presos políticos, incluso manosear innoblemente la palabra “fascismo”, resulta poca cosa. Estímulos minúsculos para cualquier adicto. Entre otras razones, porque el futuro se fundió.

Quebró la promesa y el vínculo emocional se desprendió. Quebró primero por la vía de los hechos: falta de previsión, estrategia fracasada y mala gestión. Pruebas imposibles de disimular, reconocidas por ellos mismos. Y quebró después por la vía del proyecto. ¿Dónde está el mañana? ¿Cuál es la ruta para la próxima legislatura? ¿Hay programa electoral? El problema no es que no lo sepa el público, está en que lo desconocen los actores. Van sin guión, sin materia prima para articular la otra opción de enardecimiento, la vía plebiscitaria. ¿Un plebiscito en torno a qué?

Yo que pensaba que esta campaña sería el escenario de un conflicto entre dos grandes emociones, comienzo a preguntarme si votarán en términos más fríos de los que tenía previstos. Parece más viable que voten por cálculo, para que no nos borren del mapa porque como Arrimadas sea la más votada no levantamos cabeza en una década.

Yo pensaba que esta campaña sería el escenario de un conflicto entre dos grandes emociones y comienzo a preguntarme si votarán más fríos

Las encuestas dan algunas claves de ello, sobre todo al comparar la temperatura de ambos lados. Pero hay más. Una clase de impresión que no puede medirse con números. El tipo de sensación que se nota en mitad de un buen concierto, cuando ves al músico disfrutando en la tarea. Así veo a Iceta y Arrimadas, gozando con su partitura. La imagen que me dejó Rovira el otro día fue la de alguien sentado en la silla de un dentista que anda corto de anestesia.

Los estados anímicos son importantes siempre, también en las campañas electorales. Si te acercas a ellas desde el temor, es más probable que acabes planteando una estrategia de perdedor. Es el caso de Domenech, su discurso se limita a la puesta en valor de la importancia que tendrán los escaños morados para la conformación del gobierno catalán después de las elecciones, asumiendo implícitamente que tendrá pobre resultado en las urnas (vóteme, señora, porque vamos a ser muy importantes).

Por el contrario, cuando entras en la competición convencido, son mayores las opciones de convencer a los indecisos. Es lo que pasa con Iceta, va de cuarta fuerza en las encuestas, pero está vendiendo su cartel de President con un brío -y hasta con un punto de descaro- que puede acabar desencadenando un magnetismo que de otra forma no pudiese haber sido generado.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont (d) durante la rueda de prensa que ofreció este miércoles en Bruselas. (EFE)

La fortaleza de espíritu con la que se afronta una campaña, además de la estrategia, del discurso, de la imagen y todas las piezas de comunicación que hagan falta, sirve también para generar eso que en los partidos políticos llaman “tensión orgánica”. Cuando se alcanza el nivel deseado, desparecen las pequeñeces personales, se activa el sentido de trabajo en equipo y el ardor guerrero se propaga hasta la pequeña sede del último pueblo. Es un punto de ebullición tan difícil de ver como de mantener. Pero ahora lo tiene Ciudadanos, avivado además por el viento de la sociología.

Estamos en pleno puente. Faltan dos semanas para el Día D. Salvo imprevistos, lo más decisivo que queda son los debates electorales. No sé si las espadas están en todo lo alto. Pero veo bajas las emociones del separatismo y no alcanzo a imaginar cómo podrían levantarlas. Seguramente, alcanzarán el mismo volumen de respaldos electorales. Quizá con votos menos calientes. Quizá lo mejor sea eso, que las élites corruptas nacionalistas no gobiernen y dejen de especular con pasiones artificiales que sólo traen el sabor de la distancia y del dolor.

El sol de Barcelona invitaba en la mañana de ayer a salir sin abrigo. Así lo hicimos. Felices, reíamos por la calle hasta que doblamos una esquina y nos encontramos con un mar inesperado. Banderas y banderas españolas, por millares. Un paisaje inusual. Nos dimos la mano y cruzamos la manifestación convocada por el PP como quien atraviesa un museo patinando.

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