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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Presidente, no lo intente

A Rajoy le queda un motivo para la esperanza: la incapacidad de los demás, de nuevo

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)

Año 2018. Pregunta para presidente del Gobierno de un país desarrollado. ¿Vería usted con buenos ojos que las empresas que discriminan salarialmente a las mujeres fuesen sancionadas?

Respuesta textual, lo juro. “No. No. No. No. Vamos a ver… Yo creo que los gobernantes debemos ser muy cautos a la hora de saber cuáles son nuestras competencias y cuáles no y, desde luego, no hay ninguna que sea igualar salarios […] No nos metamos en eso”.

¿Por qué? ¿Por qué no hay que meterse en eso? Merece la pena tirar de ese hilo. No para fabricar una categoría artificial desde el ejemplo, sino para trazar un patrón discursivo y perfilar una manera de ejercer el poder.

Hay pocas cuestiones más candentes que la desigualdad entre hombres y mujeres. El fenómeno político contemporáneo más global no es el populismo, ni ninguna otra corriente política, es la reformulación del feminismo. La cuarta ola está tomando forma desde los cuatro puntos cardinales, desde Túnez hasta Estados Unidos. Y no es fruto de la causalidad. Es por necesidad. A este ritmo, harán falta 94 años para que vosotras cobréis lo mismo por hacer el mismo trabajo. ¿Hay alguna razón para soportarlo? ¿Algún motivo para la paciencia? Solo quien viva en otro planeta puede desdeñar esta causa. Rajoy está desconectado.

Rajoy elude pronunciarse sobre la desigualdad salarial entre hombres y mujeres

“Los gobernantes tenemos que ser muy cautos a la hora de saber cuáles son nuestras competencias”. Canto a la pasividad. Una manera cínica de sacudirse la responsabilidad. ¿Se volvieron locos los alemanes al legislar hace unas semanas para combatir la brecha salarial? Rajoy se burla de todos cada vez que nos dice: a mí no me miren, yo solo soy presidente del Gobierno. Y lo dice cada vez más.

Ahora bien, puestos a ser prudentes respecto al radio de acción del buen gobierno, podría pedirse y ofrecerse para todo si no es molestia. Cuesta comprender que Rajoy crea no tener competencia frente a la desigualdad salarial, después de esforzarse para imponer a las mujeres lo que deben hacer con su cuerpo y con su maternidad.

Cosas así trasladan el misterio hacia su lugar natural. El enigma no es cuánta gente se va del PP hacia Ciudadanos, sino cómo es posible que quede alguien con ganas de votar al Partido Popular.

La desconexión, la pasividad en el ejercicio del poder y la doblez que refleja esa reacción a la cuestión de la brecha salarial no no son hechos aislados. Los tres elementos conforman el contorno nítido que pudo apreciarse durante la buena entrevista que hizo Alsina. Tres ejemplos, aparte del tradicional menosprecio a la cultura.

Foto: Rajoy, en Onda Cero, con Carlos Alsina. (EFE) Opinión

Uno. El presidente subrayó el mensaje “las decisiones de los jueces son de los jueces, afortunadamente existe división de poderes”. Vaya, lo del juez Garzón tras haber destapado la Gürtel debió ser un simple caso de mala suerte.

Dos. Preguntado por las cargas policiales en Cataluña: “Los operativos policiales no los fija el presidente del Gobierno […] cada uno sabe de lo que sabe y de operaciones policiales y operativas, pues… francamente, no sé”. Cuando le recordaron que ha sido ministro del Interior, despachó el asunto con un “no le demos demasiadas vueltas a las cosas”.

Tres. Cuestionado por la corrupción, y por si el PP ha hecho alguna investigación interna sobre la financiación en época de Camps: “Bueno, supongo que la Tesorería habrá hecho lo que tiene que hacer, yo no he estado en esos temas”. Oiga, que Camps no es dirigente pero sigue siendo militante de su partido: “No sé si es militante… probablemente, sí”. ¿No lo sabe usted? A modo de contestación un “bahhh” y luego una risilla. Increíble pero cierto. Y así todo. Pura guasa.

Rajoy asegura que no sabía nada de la financiación del PP valenciano

Curiosamente, hubo un momento sin desdén, serio. “Intentaré repetir como candidato”, ahí fue directo. De primeras, asombra que Rajoy no perciba que tiene la obsolescencia programada, que nadie le haya dicho “presidente, no lo intente”.

Primero, porque la victoria del PP por mayoría parece poco probable, mientras la esperanza de vida política de Ciudadanos resulta inversamente proporcional a la del actual presidente. Después de haber contribuido a estabilizar España en un momento extremadamente delicado, la viabilidad del proyecto político naranja pasa por trabajar para ganar al PP en las urnas, y por no sostener a un dirigente asociado por la sociedad a la corrupción.

Segundo, porque el crédito de Rajoy está agotado dentro de su propio electorado, acabado, porque su gestión de la crisis catalana ha roto el cordón electoral emocional con sus votantes. Los suyos consideran que ha sido flojo y lento ante los separatistas. No se van a olvidar de las urnas de plástico. Existieron.

En 2019 votarán los que primero nacieron en este siglo, los que durante toda su vida solo han visto a Rajoy al frente del PP y piensan que es un marciano

Tercero, porque no ha sido capaz de preservar el principal legado que le entregó Aznar: una derecha unida. Y eso conlleva algo más grave que una competición ideológica, implica una desventaja para competir electoralmente difícil de solventar. La brecha generacional no es un espejismo. En 2019 votarán los que primero nacieron en este siglo, los que durante toda su vida solo han visto a Rajoy al frente del PP y piensan que es un marciano.

Cuarto, porque durante todo este tiempo mi generación ha visto a Rajoy utilizar el terrorismo con fines partidistas (ETA), azuzar el nacionalismo español contra Cataluña por motivos electorales (Estatut), utilizar la crisis económica para llegar al poder dañando el interés de España (mayo de 2010) y, sobre todo, recortar con crueldad desde el Gobierno. La recuperación que vende Moncloa tiene el precio de nuestras vidas precarizadas y nuestros proyectos vitales empobrecidos.

Sorprende, como decía, que nadie le haya dicho “presidente, no lo intente”. Quizá no tanto. A Rajoy le queda un motivo para la esperanza: la incapacidad de los demás, de nuevo. Esta izquierda Picapiedra, en la que Pablo y Pedro se tiran bolitas de papel sin ideas para España y sin ganas de superar al PP en votos. Señores, esto va de ganar para gobernar. Y no se gana contando lo malo que es el contrario. Se gana siendo mejor que los demás. No es tan difícil.

Año 2018. Pregunta para presidente del Gobierno de un país desarrollado. ¿Vería usted con buenos ojos que las empresas que discriminan salarialmente a las mujeres fuesen sancionadas?

Mariano Rajoy Desigualdad