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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Operación Torrent

Primero se interpretó la coartada, la votación fue sustituida por un debate sobre la situación general

Foto: Roger Torrent. (Reuters)
Roger Torrent. (Reuters)

En política, los vacíos siempre se llenan. Lo vimos el sábado, apenas un día después de que Llarena desactivase la plana mayor del 'procés' e imposibilitase la investidura de Turull. Aquel día, en pleno estado de 'shock', se activó la operación Torrent.

Primero se interpretó la coartada, la votación fue sustituida por un debate sobre la situación general. Era el prólogo. Después vino lo que importaba, fuera ya del hemiciclo aunque todavía en sede parlamentaria. Con toda la pompa posible, el discípulo de Junqueras llevó a cabo su declaración. Llamó al levantamiento de un frente unitario “en defensa de la democracia y los derechos fundamentales”.

Fue una maniobra de comunicación de manual. Impecable para lanzar a Torrent como 'president' virtual. Intachable para visibilizar la posibilidad de cambio en el centro de gravedad de la política catalana. La presencia de Domènech así lo anunciaba.

Con toda la pompa posible, el discípulo de Junqueras llevó a cabo su declaración. Llamó al levantamiento de un frente unitario

Domingo, detención de Puigdemont. Masiva sensación de orfandad en el independentismo y siguiente paso en la operación. Aparición de Torrent en horario estelar. “Este Parlament es capaz de generar acuerdos amplios, es necesario hacer un frente común por las libertades […] dejemos a un lado las discrepancias. Hagámoslo ahora”. Sus palabras eran casi calcadas a las del día anterior, aunque habían bastado 24 horas para multiplicar la carga estratégica del mensaje y la potencia emocional del emisor.

Se había producido un giro que aceleraría los acontecimientos. Hasta entonces, objetivamente, Junts per Catalunya era la formación más interesada en que se repitiesen elecciones. Pero el fugado fue capturado. Habían perdido a su candidato, su referencia orgánica y el reloj de la democracia estaba ya en cuenta atrás. Su única fortaleza quedaba en el plano de lo simbólico. Pero en esta historia de estrategia y de comunicación, también hay mucho de táctica. Y precisamente es la táctica lo que puede convertir el valor dramático de Puigdemont en una losa para sus compañeros de filas.

Torrent agita el señuelo del 'president' legítimo porque Junqueras sabe cómo funcionan estas cosas. Mientras el tiempo siga haciendo su trabajo, los de ERC permitirán la fantasía de una investidura de Puigdemont para taponar la posibilidad de que los 'puigdemones' propongan un cuarto candidato. Es tremendo. Bajo la retahíla sentimental del nacionalismo catalán se está jugando una partida sorda y cruel. Entre republicanos y convergentes hay una guerra sin cuartel por la hegemonía política, pero también un ajuste de cuentas personales pendientes. Estremera no te olvida.

placeholder La líder y portavoz de Ciutadans, Ines Arrimadas, durante su intervención en el pleno del Parlament celebrado este miércoles. (EFE)
La líder y portavoz de Ciutadans, Ines Arrimadas, durante su intervención en el pleno del Parlament celebrado este miércoles. (EFE)

Entramos en la semana. Iceta parece amagar con amagar, pero es bloqueado desde Ferraz, el PP sigue a por uvas, y Ciudadanos hace una lectura atinada de la situación. Lo demuestra Arrimadas en el pleno del miércoles, es la única en pasar a la ofensiva contra Torrent. Pide su dimisión por falta de imparcialidad y neutralidad institucional. Y hace caja electoral porque tiene identificada la zona blanda de la operación que está en marcha, el discurso.

El juego verbal de ERC es delicado. El 'president' virtual debe andarse con tiento si no quiere verse con Llarena y, simultáneamente, tiene que resultar creíble para un público acostumbrado a fuertes dosis de irrealidad. ¿Solución? El relato de la represión, una fórmula que actualiza el victimismo —“Estamos viviendo los tiempos más oscuros de la democracia”— y el supremacismo —“Ningún juez tiene legitimidad para cesar y todavía menos para perseguir al presidente de todos los catalanes”—. En esa llaga puso el dedo Arrimadas, en los principios democráticos más elementales. Ya le ha tomado la medida.

El siguiente paso de la operación Torrent ya no podía ser dado por Torrent. Tras su llamamiento al frente unitario, alguien tenía que demostrar que la llamada no fue perdida, que la sociedad está respondiendo transversal, rápida y hasta espontáneamente, desde abajo. Para eso hace falta la entrada en escena del cómplice. Alguien que vimos antes, aunque no en primer plano. Domènech, claro. Los comunes pueden imponer condiciones a los 'puigdemones' para articular una mayoría sin que ERC tenga que hacer el gasto. Líneas rojas tendidas: un Gobierno de dos años, con independientes, liderado por un progresista.

¿Solución? El relato de la represión, una fórmula que actualiza el victimismo —“Estamos viviendo los tiempos más oscuros de la democracia”—

Veremos si esa estrategia no descarrila. De momento, la posible nueva edición del pacto en casa de Roures —aquella cena junto a Iglesias y Junqueras— tiene algunas fortalezas que conviene destacar:

La primera es que el discurso de la represión facilita la entrada de los comunes en las negociaciones. Ya no estamos en el separatismo, ni siquiera estamos en el soberanismo. Domènech puede abstenerse, o incluso apoyar, en un programa de gobierno sostenido teóricamente sobre el rescate de la democracia, el final del 155 y hasta reivindicar la libertad de los presos.

La segunda es que Junts per Catalunya necesita la abstención de la CUP o de los comunes, difícil por el gen conservador de Convergència. Esas dos abstenciones parecen más viables para un candidato de ERC que ponga el acento social suficiente.

La tercera, como apuntamos, es que ERC ha generado un líder político y social que no tiene problemas con la Justicia, nuevo, alguien que se está desenvolviendo ante los catalanes como un 'president' en funciones. Junts per Catalunya no tiene ni candidato ni liderazgo operativo. No parece un asunto menor, porque por muy lleno que estuviese ese Gobierno de independientes, lo cierto es que la ley establece que debe ser presidido por un diputado votado el 21-D.

Se me ocurren pocas aventuras de mayor riesgo que hacer un pronóstico sobre lo que puede ocurrir en Cataluña. No soy de apostar. Pero en este escenario cambiante, poblado de personalidades intrincadas, comienzo a tener la sensación de que la estrategia de Estremera puede derrotar a la de Waterloo. Incluso empiezo a preguntarme si puede recibir Iglesias, después de todo lo ocurrido, una sonrisa del destino. Podemos ha jugado a fondo la carta de encontrar una salida transversal para Cataluña. Quizá se encuentre con ella después de haber perdido muchos votos allí y mucha confianza en el resto de España. Después de Llarena y del 155. Muchos vaivenes. Y los que veremos, quedan casi dos meses. Nos aguardan sorpresas, eso seguro.

En política, los vacíos siempre se llenan. Lo vimos el sábado, apenas un día después de que Llarena desactivase la plana mayor del 'procés' e imposibilitase la investidura de Turull. Aquel día, en pleno estado de 'shock', se activó la operación Torrent.

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