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Iglesias & Irene: la casa de papel morado
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Iglesias & Irene: la casa de papel morado

El líder de Podemos ha encarado cada una de las crisis del país con el manual que ha empleado para la polémica de su chalé, simular la búsqueda del bien común mientras se persigue el bien propio

Foto: Pablo Iglesias e Irene Montero durante su comparecencia del sábado. (EFE)
Pablo Iglesias e Irene Montero durante su comparecencia del sábado. (EFE)

Hubo años en los que el mes de mayo traía el olor del cambio. El aire venía con aroma a revolución recién estrenada. Todo el que estuvo allí lo recuerda. Imposible de olvidar aquella primera noche electoral, la noche en que Podemos obtuvo más de un millón de votos en las elecciones europeas. Errejón y Bescansa también vibraban en el escenario, felices y compañeros. Erizaba la piel el clamor de la plaza entera —"¡Qué sí!, ¡Qué sí!, ¡Qué sí nos representan!"—. Era el coro de la indignación, rozando la esperanza con la punta de los dedos. Pablo Iglesias sonrió y se acercó al micrófono. La sensación de que llegaban palabras para la historia extendió el silencio. Y fue entonces… fue entonces cuando por fin se le escuchó…

"Hay magia esta noche. […] Los partidos de la casta han tenido uno de los peores resultados de su historia…". Aplauso atronador. "Pero mañana […] mañana seguirán desahuciando a miles de familias en nuestro país".

Foto: Pablo Iglesias e Irene Montero, en el Congreso. (Gtres)

19 de mayo de 2018. Han pasado cuatro años, solo cuatro, en la vida de aquel profesor asociado que emitía coherencia y coraje a partes iguales. Vivimos días en los que esa magia se diluye, desaparece a ojos vista. Ayer Irene & Iglesias intentaron cerrar de la peor manera posible una crisis que antes resultaba inimaginable. Derramaron la esencia misma de Podemos sobre una piscina de Galapagar.

Un vídeo de Irene & Pablo junto a Maduro, Cristina Kirchner, Alexis Tsipras y Vladimir Putin haciendo la conga, habría hecho menos daño a Podemos que el puñado de fotografías que todos hemos visto. No es el chalé de un futbolista, es el fruto inmobiliario de haber especulado políticamente con los sentimientos de las víctimas de la crisis.

Esa casa no podría haber sido comprada sin el papel de los votos morados, sin la rabia de muchas personas de mi generación, sin la necesidad compartida por tantos de creer en algo y en alguien, un puñado de fe para seguir tirando a pesar de todo. Alguien que no olvidaría el barrio, que seguiría siendo de los de abajo pasase lo que pasase. Alguien a quien se le podrían perdonar todos los excesos, todas las promesas inalcanzables, todo lo que hiciese falta a cambio de ser auténtico y estar ahí para que el miedo cambie de bando y poner a la casta contra las cuerdas, aunque solo sea de vez en cuando. Con eso bastaba, Pablo, para eso fueron los votos que te fueron depositados. Por eso ese chalé, a ojos de los que confiaron, puede parecer un monumento al engaño y la inmoralidad.

19 de mayo de 2018. Han pasado siete años desde que la Puerta del Sol fue el centro del mundo. Solo siete. Vimos surgir un movimiento, vimos su desembocadura en un partido nacido para mandar a todas las demás siglas hasta la edad de piedra, sin embargo, nada queda de aquel encanto. El populismo ha ido maltratando el sueño hasta dejar el hechizo aniquilado.

Populismo. El líder de Podemos ha encarado cada una de las crisis del país siguiendo el mismo manual populista que ha empleado para afrontar la crisis de su chalé. El método de simular la búsqueda del bien común mientras se persigue el bien propio. Siempre las mismas prácticas, aunque lo ocurrido esta semana establece la diferencia entre la táctica y la farsa.

placeholder El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, durante su comparecencia el sábado. (EFE)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, durante su comparecencia el sábado. (EFE)


Primer recurso: el victimismo. No es nuevo para Iglesias, sabe interpretarlo. Sabe que ayuda a que los espectadores te perciban distante de los poderosos. Y también que aumenta la tolerancia ante las subidas de tono, que pone pomada sobre la agresividad verbal. "Coleta morada" no va a tardar en aprender que el público termina por acostumbrarse a estas cosas, que acaba teniendo dificultades para mostrar sorpresa cuando la víctima se muestra como mártir inocente siendo responsable de una torpeza imperdonable.

No va a colar el martirologio. Aquí no hay malos malísimos, ni conjuras posibles. Nadie les forzó a cambiar el extrarradio por la sierra. El argumento de la pobre pareja que se compra un casoplón y acaba siendo perseguida resulta entre ridículo y triste. Una tomadura de pelo, en cualquier caso.

Foto: El chalé de Irene Montero y Pablo Iglesias.

Segundo recurso: la democracia plebiscitaria, otro clásico de la escuela populista. Los plebiscitos son empleados como un simulacro democrático diseñado para revestir al líder de una legitimidad artificial. Suelen anticipar purgas y acelerar el distanciamiento del partido de la sociedad, porque una cosa son los militantes y otra los votantes. Mil veces lo ha demostrado la historia.

Pero esta va más allá. La consulta de Irene & Pablo está planteada como un chantaje a las bases. En pocas palabras, la pareja plantea este dilema: o te conviertes en avalista de nuestra operación inmobiliaria, o pones en peligro la supervivencia de Podemos. No tengan dudas, así es como va a leer la pregunta cada inscrito. Es una extorsión política ante la que más de uno solo verá un resquicio ético: no aceptar la espada y rechazar la pared. Abstenerse o no participar. No avalar la inmoralidad.

placeholder Pablo Iglesias e Irene Montero en el Congreso el mes pasado.
Pablo Iglesias e Irene Montero en el Congreso el mes pasado.

Hay ocasiones en las que el silencio es la única forma de protestar. Pasa en los regímenes autoritarios, pasa también en los partidos que malviven bajo el personalismo.

Hubo otros mayos en los que Podemos era un partido capaz de expresarse en plural. Poníamos cualquier canal de televisión y nos encontrábamos con bastantes caras y voces distintas. Ahora no hay un número cinco en ese grupo, tampoco un cuatro, ni siquiera un tres. La pareja se ha ido encargando de que ninguna alternativa pudiese emerger a su alrededor. Ahora, han dinamitado la única vía de sucesión que quedaba abierta. Habían llegado al punto en el que lo natural ya era que fuese ella quien recogiese el testigo, pero nadie calculó que Irene podría llegar al liderazgo con tanto peso en las alas.

Vendrán otros mayos, otros aires y otras esperanzas de cambio. Espero que los vividos sirvan para que hayamos aprendido algo. Por ejemplo, que hay cosas mejores para la democracia que querer vivir del escándalo, antes de acabar escandalizando y decepcionando a millones de personas. No se puede recomponer la confianza cuando has roto el corazón.

Hubo años en los que el mes de mayo traía el olor del cambio. El aire venía con aroma a revolución recién estrenada. Todo el que estuvo allí lo recuerda. Imposible de olvidar aquella primera noche electoral, la noche en que Podemos obtuvo más de un millón de votos en las elecciones europeas. Errejón y Bescansa también vibraban en el escenario, felices y compañeros. Erizaba la piel el clamor de la plaza entera —"¡Qué sí!, ¡Qué sí!, ¡Qué sí nos representan!"—. Era el coro de la indignación, rozando la esperanza con la punta de los dedos. Pablo Iglesias sonrió y se acercó al micrófono. La sensación de que llegaban palabras para la historia extendió el silencio. Y fue entonces… fue entonces cuando por fin se le escuchó…