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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Sánchez comienza la campaña electoral

Sánchez cuenta con una doble ventaja. Solo él puede convocar elecciones. Y solo él ha empezado ya la campaña electoral. Tiene el escaparate, ha trabajado el 'casting' y cuenta con un guion

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Bastante de lo ocurrido en las últimas semanas parece escrito en tinta negra, quizá lo descubramos con el bajar de la espuma de estos días tan agitados. Hemos visto odios y demonizaciones, intolerancias, simplificaciones y exageraciones, negaciones mutuas y autoidealizaciones. Hemos sentido vibrar bastantes de las pulsiones más nocivas de nuestra historia.

Cabe preguntarse por el sentido político de tanto discurso sobre la pureza y tanto anatema. Y también comenzar a preocuparse por los riesgos que conllevaría encanallar la política cuando la sociedad parece sentirse encallada.

Han sido muchos los malos tonos y los trazos gruesos. Sin embargo, también se ha inyectado una idea que temo dañina para nuestra democracia. Rajoy ha salido de escena negando la legitimidad del Gobierno entrante con un argumento falsario y peligroso.

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Conviene que recordemos que en España gobierna quien tiene la confianza del parlamento. El Ejecutivo de Sánchez, guste más o guste menos, es tan legítimo constitucionalmente como el de Rajoy. Las bases de la democracia representativa no se deben poner en cuestión jamás. Pero él lo ha hecho.

No puedo coincidir con quienes sostienen que se ha ido con elegancia. Su marcha ha sido fea y forzada. Y puede ser tan perjudicial para la convivencia como lo fue su manera de gestionar la derrota que sufrió en 2004.

Creo que el PP haría bien en tratar la moción de censura de un modo distinto al que trató el 11-M. Aquí nadie ha arrebatado el Gobierno a nadie, entre otros motivos, porque en democracia nadie es propietario del poder. Sería bueno que el Partido Popular se liberase de la concepción patrimonial de las instituciones.

Foto: El líder del PP, Mariano Rajoy, durante la reunión del comité nacional del partido. (EFE) Opinión
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Espero que quien suceda a Rajoy opte por una estrategia distinta a la de tierra quemada, porque el territorio de lo político es de todos. No niego que el agresivo discurso de Rafael Hernando pueda servir para mantener prietas las filas de su electorado tradicional en plena conmoción por la moción. No niego la utilidad electoral de esa lógica narrativa; efectivamente, ir mucho más allá de los límites de la crispación puede polarizar a la sociedad y evitar el derrumbe completo del Partido Popular. Solo afirmo que emplear dosis masivas de odio contra un adversario político, con el objetivo de evitar un enfrentamiento dentro del partido, no parece casar muy bien con la búsqueda del interés general.

Es fácil vivir el pasado como una condena irrevocable, retomar el relato de las dos Españas. Eso, intelectualmente, es tan cómodo como la nostalgia. El problema está en que el juego de contrarios irreconciliables ya no resulta válido para comprender la realidad de nuestro país.

La censura no puede ser honestamente contada como un choque entre dos bandos. Solo puede explicarse como una consecuencia del hartazgo generalizado provocado por la corrupción. La exigencia de que Rajoy saliese era prácticamente total.

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Del mismo modo, la moción tampoco puede ser interpretada como una adhesión al Gobierno de Sánchez. Solo se articuló una coalición de rechazo al PP mediante una herramienta constitucional constructiva que no tuvo nada de constructivo.

Si algo han demostrado las últimas semanas, es que nuestro país ha cambiado. El bipartidismo del 78 se ha marchado, dejando atrás, muy atrás, el paisaje de Machado: “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Ahora, el horizonte es distinto, tenemos un sistema de partidos nuevo, mientras sufrimos una cultura política mucho más primitiva que la vivida en la Transición. Hoy, el sectarismo de todos lo congela todo.

La moción de censura es legítima, como decía, pero supone una salida en falso. Estrenamos Gobierno, pero España continúa tan lejos de los grandes consensos como lo estábamos hace un mes, porque la aritmética parlamentaria nos tiene encallados en el bloqueo.

La moción tampoco puede ser interpretada como una adhesión al Gobierno de Sánchez. Solo se articuló una coalición de rechazo al PP

La legislatura sigue igual de muerta, resultará irremediablemente perdida y puede hasta empeorar, es posible que se encanalle el debate público. La convocatoria de elecciones sigue conteniendo la única oportunidad real. No traerán ningún milagro, pero servirán seguramente para que contemos con un Ejecutivo sostenido por dos partidos que sumen una mayoría en el parlamento. Un Gobierno que pueda gobernar.

Sánchez cuenta ahora con una doble ventaja. Solo él puede convocar elecciones, suya es la gestión del calendario. Y solo él ha empezado ya la campaña electoral. Tiene el escaparate, ha trabajado el 'casting' y cuenta con un guion. La lluvia de golpes de efecto, desde el anuncio del primer ministro hasta el último, ha seguido una programación diseñada y ejecutada antes de que los competidores se diesen cuenta de que tocaba redefinir la estrategia.

Puede que alguno se pregunte por qué Sánchez no aplicó para la ejecutiva del PSOE el mismo criterio de selección que ha empleado para conformar su Gobierno. Da igual. Lo cierto es que una organización que ha gobernado un país durante 20 años tiene cantera. Y esa es una ventaja competitiva evidente.

Lo importante ante el ciclo electoral que viene —municipales, autonómicas y europeas— es que esta oferta es clara y tiene un público objetivo amplio

Puede que alguno se pregunte si este será el último bandazo ideológico del líder socialista. Da igual. Lo importante ante el ciclo electoral del curso que viene —andaluzas, municipales, autonómicas y europeas— es que esta oferta es clara y tiene un público objetivo amplio. La pregunta que plantea esta acumulación de gafapastas y tecnócratas socialdemócratas que no podrán gobernar es nítida. ¿Es este el Gobierno que quieres? Si la respuesta es afirmativa, vota Sánchez.

Todo parece indicar que durante las próximas semanas veremos una subida notable del PSOE en las encuestas. Es probable que en el electorado histórico del Partido Popular se genere una respuesta casi instintiva, algo parecido a un movimiento reflejo de agrupamiento, cierta mejoría respecto a los números anteriores. En cualquier caso, queda mucho. La salida de Sánchez es buena, pero la carrera hacia las urnas será larga, larga aunque sea pronto, larga aunque solo él pueda decidir cuándo termina. El final no está escrito, pero el principio ya ha comenzado y nadie tiene tiempo que perder.

Bastante de lo ocurrido en las últimas semanas parece escrito en tinta negra, quizá lo descubramos con el bajar de la espuma de estos días tan agitados. Hemos visto odios y demonizaciones, intolerancias, simplificaciones y exageraciones, negaciones mutuas y autoidealizaciones. Hemos sentido vibrar bastantes de las pulsiones más nocivas de nuestra historia.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy