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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Lo normal, según Sánchez

Sánchez quiere que la sociedad española metabolice la anomalía que supone vivir dos años bajo un Gobierno no votado por la ciudadanía e hipotecado por nacionalistas y populistas

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

La ruta marcada por el líder socialista en vísperas de la caída de Rajoy fue expresada con rotundidad: moción de censura, normalización y convocatoria de elecciones. Sabíamos entonces qué significaba lo primero y qué significaba lo último. Hoy, seguimos desconociendo el significado de lo que está en medio. Quizá merezca la pena preguntarse si lo 'normal' es esto que estamos viendo, si lo sucedido durante el primer mes bajo este Gobierno entra en el campo de lo lógico y debe además ser lo habitual.

¿Es la mentira buena y natural en democracia? Si lo es, lo cívico es celebrar cada engaño haciendo la conga. Así que empecemos por el más grave. Antes de la moción, Carmen Calvo aseguró que habría elecciones “en unos meses” y José Luis Ábalos garantizó que “serían lo antes posible”. Poco más tarde, ya en Moncloa, Sánchez anunció que su intención era otra: agotar la legislatura y elecciones en 2020. Lo normal, supongo.

¿Es común y sensato que un presidente cuelgue un posado tras otro en Twitter mientras no da una sola rueda de prensa en su país? Si lo es, tendremos que felicitarnos por el cambio político. Hemos pasado de uno que se escondía tras la pantalla de plasma a otro exhibiéndose en tu móvil, cual 'celebrity'. Mucho mejor.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acaricia a su perra en las escaleras de su residencia en Moncloa.

¿Es usual y ejemplar que un socialista nombre ministro de Cultura a quien defraudó al fisco, y ministro de Ciencia, Innovación y Universidades a quien recomienda a la escuela privada “seguir corriendo por delante de la escuela pública”, como hizo Duque? Si lo es, si lo correcto es esto, pues habrá que estudiarlo para poder elogiarlo adecuadamente. Conlleva un salto ideológico. Evitar que ningún chaval se quede atrás no termina de casar bien con la educación privada yendo por delante.

¿Es corriente y edificante que un Gobierno instrumentalice el sufrimiento de personas en situación de extrema debilidad? Si lo es, nos habremos quedado cortos al aplaudir de corazón el gesto humanitario que vimos en el caso Aquarius. Si lo es, si el respeto y el pudor ya no importan, habrá que aplaudir todavía más el espectacular despliegue de comunicación llevado a cabo para el desembarco. Ya no bastará con que estemos al lado de quienes merecen solidaridad, tendremos también que aupar a quienes frivolicen.

¿Es usual y aceptable que un Gobierno oculte el precio que ha pagado para llegar al poder por un camino distinto al de las urnas? Si lo es, lo suyo es festejar que las explicaciones sean igual a cero. Pero festejarlo a lo grande, como nos gusta a todos los españoles. Es tiempo de agarrar la estelada, ponerse el lazo amarillo y juntarse a las puertas de los centros penitenciarios catalanes a vitorear a los héroes del 'procés'. Luego, a la manifestación del 14. Y después, pues a todo lo que venga.

Foto: El portavoz de ERC, Joan Tardà, pasa delante de Pedro Sánchez, la vicepresidenta, Carmen Calvo y el ministro Josep Borrell. (EFE)

'Normalización'… la palabra no parece escogida al azar. Las cosas no ocurren en el discurso político porque sí. Los conceptos se buscan y se miden hasta ajustarlos a un propósito. Aquí no está demasiado oculto. Sánchez quiere que la sociedad española metabolice la anomalía que supone vivir dos años bajo un Gobierno no votado por la ciudadanía e hipotecado por nacionalistas y populistas.

¿Lo logrará? No será fácil. Si algo enseñan los libros de historia es que el nacionalismo siempre se ha levantado cuando ha apreciado señales de debilidad en el Estado. Y ahora, objetivamente, está más débil que hace un par de meses.

Si algo enseñan los libros de historia es que el nacionalismo siempre se ha levantado cuando ha apreciado señales de debilidad en el Estado

Sánchez ha pasado por la máquina de triturar documentos los dos pactos de Estado más importantes en lo que va de siglo —frente al terrorismo y unidad del constitucionalismo ante los separatistas—. Por otro lado, Podemos se está sumando sin disimulo al ataque que inició el nacionalismo contra la Corona. Está por ver hasta dónde quiere el socialista que crujan las costuras de lo que nos une a todos.

En cualquier caso, el problema central para Sánchez no consiste en estar rodeado de socios en los que conviene no confiar demasiado. La cuestión es que él mismo no consigue generar confianza. Ha designado ministros que pueden proteger sus carencias, pero la mayoría de la sociedad española no puede fiarse de él. Y para eso no hay solución. Ya no resultará creíble, ni siquiera para buena parte de sus votantes.

El mayor punto débil del Gobierno de Sánchez es Sánchez. Lo saben todos sus adversarios y lo refleja la sociología, confirmándolo también ahora, hoy que todavía se habla de 'luna de miel' con la opinión pública. Han sido tantos los bandazos de estos años que cualquier traición a los votos nupciales aumenta la sospecha y cualquier gatillazo extiende la decepción. La renovación de RTVE vale como ejemplo.

Sánchez ha pasado de hablar de la independencia de RTVE a repartirse la tarta con separatistas y populistas, máximos expertos en utilizar los medios

Basta con recuperar lo que dijo hace unas semanas, en la moción de censura. “Acabo de hacer mención al acuerdo parlamentario para garantizar la independencia de RTVE. La manipulación, señor Rajoy, también es corrupción. Y en un medio público representa una amenaza que nuestra democracia no puede tolerar”.

De entonces a ahora, Sánchez ha pasado de hablar de la independencia del ente público a repartirse la tarta con separatistas y populistas, con los máximos expertos en utilizar los medios de comunicación públicos para enfrentar a la sociedad y maltratar a la verdad. ¿Es esto la normalización?

Foto: El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión
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Gobernar con 84 diputados es complicado. Hacerlo con el respaldo de todas las fuerzas que no se sienten vinculadas a la Constitución del 78 es peligroso. Y tratar de generar la sensación de normalidad es sencillamente un error.

No se puede correr contra el tiempo. Las condiciones objetivas son las que son. El aire fundacional que quiere imprimir el Gobierno se irá con las vacaciones. El alivio por la salida de Rajoy no regresará en septiembre. Y la corriente de la historia seguirá su curso, el bipartidismo se terminó.

Puede que con el cambio de estación llegue el momento más adecuado para que convoque elecciones generales. Sin embargo, conviene tener en cuenta que la condición humana desatiende con frecuencia a la razón. El sueño de Sánchez es estar en el Gobierno. Normal que quiera prolongar lo que negaron las urnas.

La ruta marcada por el líder socialista en vísperas de la caída de Rajoy fue expresada con rotundidad: moción de censura, normalización y convocatoria de elecciones. Sabíamos entonces qué significaba lo primero y qué significaba lo último. Hoy, seguimos desconociendo el significado de lo que está en medio. Quizá merezca la pena preguntarse si lo 'normal' es esto que estamos viendo, si lo sucedido durante el primer mes bajo este Gobierno entra en el campo de lo lógico y debe además ser lo habitual.

Pedro Sánchez