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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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El PP está a tiempo de ser un partido serio

Oponerse a la moción de Vox es lo que más daña a Sánchez. Pero en el fondo es lo de menos. Malo sería que lo mejor para el país no fuese más que bueno para Casado

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado. (EFE)
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España necesitará años para pagar la factura de tener a un narcisista al frente del Gobierno. La década entera. Precio económico, político y social. Empleos perdidos y oportunidades desaparecidas. Democracia dañada y vidas segadas. Empobrecimiento general.

Los líderes con ese trastorno generan riesgo cuando los años son estables, suponen una amenaza para la convivencia porque su naturaleza los llama a deteriorar los fundamentos de la vida en común. Lo requieren para su satisfacción. No pueden evitarlo. El problema está en que el peligro se dispara cuando vienen las crisis y esta no es precisamente menor.

Frente a las grandes dificultades hacen falta cualidades de liderazgo que el narcisista no puede tener. Es necesaria la fortaleza y no el miedo a comandar por tener fragilidad en el ego. Sánchez está en la dejación de funciones huyendo de la quema en lugar de combatiéndola. Trasladando las responsabilidades a los demás. Cuando la adversidad viene es necesaria la capacidad de unir, de reunir al país entero para levantar acuerdos y tirar hacia delante con las fuerzas de todos. Sánchez está en la división, la desestabilización que le permita proyectar control e imagen de poder.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

Cuando el adversario es tan fuerte como la enfermedad, hay que contar con los mejores, armar al gobierno con los recursos del talento. Forjar una estrategia. Sánchez está en la negación del debate interno, en la sumisión y no en la deliberación. Está en la improvisación. Han tenido que pasar seis meses para que Moncloa presente criterios a escala nacional.

Frente a los desafíos debe tenerse algo de calor en el alma. Empatía porque hay gente sufriendo. La combinación de humildad y la valentía que piden todos los retos complejos. Sin embargo, Sánchez está en el delirio sobre sus propias capacidades, exagerando sus propios logros, encerrado en la fantasía de su grandiosidad. Hemos vencido al virus, dijo. Plural mayestático.

Con toda seguridad, terminará históricamente censurado. Por su gestión y por no tener un proyecto de país. Todo lo que tiene es un plan diseñado para perpetuarse todo el tiempo posible en el poder aunque sea junto a los adversarios de la constitución y vaciando los órganos de nuestra democracia. La moción de Abascal no es la censura que Sánchez merece sino la que necesita. Y los de Vox lo saben. Saben que es el mayor de los regalos posibles. Un remolque en la puerta de Moncloa, lleno de pegamento de alto contacto para la mayoría Frankenstein.

placeholder El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)
El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)

Calculan en el partido verde que el malestar aumentará porque se están mezclando el miedo, el odio y el sentimiento de soledad. Está creciendo la desconfianza hacia el sistema porque el sistema está fallando en su respuesta. Podría estar creciendo la demanda de centralismo. Eso y muchas cosas más. Son muchos los sumandos que apuntan a su subida en las encuestas de aquí hasta que termine el año. Quizá lleguen al 20% pronto. Sin embargo, falta un factor en la operación. La ausencia del interés de España en todo cálculo político marca la diferencia entre la oportunidad y el oportunismo.

Esa distancia entre la banalidad y la responsabilidad explica por qué no pocas formaciones de la nueva derecha extrema andan de golpe con la capa caída, tanto en Estados Unidos como en Europa; Austria, Alemania, Francia, Italia. ¿Qué está pasando? Pasa que hay divisiones internas. Pasa que en cada sitio pasan cosas distintas. Pero también sucede que la nueva extrema derecha está perdiendo pie en el terreno electoral conservador por culpa de una corriente tan profunda que se remonta hasta siglos atrás.

"Ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, lo que se ha probado a lo que no se ha intentado y los hechos al misterio"

Ser conservador puede gustar más o gustar menos, pero no es un capricho. Puede explicarse en términos racionales. El filósofo Michael Oakeshott es capaz de hacerlo en pocas palabras: "Ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, lo que se ha probado a lo que no se ha intentado, los hechos al misterio, lo actual a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante".

La irrupción de la pandemia está elevando el valor de lo cercano en las capas tradicionalmente conservadoras de todo occidente. La vuelta al útero de paraíso perdido —"Make América Great Again"— tiene atractivo cuando las cosas van bien. Pero cuando pintan bastos, lo perentorio está en conservar las lentejas.

La importancia de lo práctico está recobrando nuevos bríos donde los partidos conservadores no renuncian a la racionalidad política y conjugan su saber hacer desde los valores ilustrados que son, por cierto, diametralmente contrarios, a los de la nueva extrema derecha. Vox es lo desconocido, lo que no se ha intentado, el misterio, lo posible, lo ilimitado, lo distante.

Hubo un tiempo en el que el PP fue la casa de lo familiar y lo probado, de los hechos y lo actual, de lo cercano. Hubo un tiempo en el que nadie, ni siquiera sus adversarios, podía dudar de que aquel era un partido serio. Ahora, la fascinación por Vox tan parecida a la que se dio antes en el PSOE, los está llevando a perder terreno en lo primero que hace falta para ser serio: ser coherente y práctico.

Foto: Imagen: Pablo López Learte.

La estrategia de crispación actual, tan cercana a la de Rajoy contra Zapatero en la crisis de 2008, es menos valiosa porque hay más jugadores en la mesa. El cierre de todos los canales de entendimiento no parece la mejor inversión cuando el interés del país y la demanda social es de responsabilidad. El abandono del principio de prudencia que estamos viendo en Madrid, por ejemplo, golpea en el núcleo moral y demográfico de una organización que tiene raíces espirituales cristianas.

La defensa del sistema frente a las embestidas de Frankenstein pierde verdad y atractivo cuando se plantea con cara de susto y en los mismos términos que la defensa de las siglas. Esto es, cuando se olvida el secreto del éxito de la Constitución. Su carácter inclusivo y no confortativo. Hay que abrir y no cerrar. La falta de interés por articular una alternativa práctica a cada problema del país es incompatible con la naturaleza misma de una formación que surgió para gobernar enarbolando la importancia del trabajo riguroso y la capacidad de gestión.

Casi todo el mundo considera que la moción de censura es sobre todo mala para Pablo Casado

Todo eso es lo que el PP ha venido perdiendo a lo largo de los últimos años, además de la autoridad moral por la montaña de casos de corrupción. Pero está a tiempo de recuperarlo. Casi todo el mundo considera que la moción de censura es sobre todo mala para Pablo Casado. Bueno, habrá que ver, dependerá de lo que haga. Si su respuesta es seria, será la señal que mandará a toda la sociedad.

Habrá quien le diga que debe votar con Abascal porque "resulta que los nuestros están muy calientes contra Sánchez". Habrá quien le recomiende que lo más conveniente es abstenerse, guardar la ropa. Actuar acomplejadamente como hizo el PSOE con la moción de Podemos.

También está la opción de regresar al terreno conocido, a la propia naturaleza, a los orígenes. El PP está a tiempo de renunciar a ser una versión light de Vox y de apostar por ser una versión actualizada y robusta de lo que puede ser un partido conservador en el siglo XXI frente a una crisis como esta. Oponerse a la moción de Vox es lo que más daña a Sánchez. Pero en el fondo es lo de menos. Es lo mejor para España. Esta es una moción dañina. Malo sería que lo mejor para el país no fuese más que bueno para Casado.

España necesitará años para pagar la factura de tener a un narcisista al frente del Gobierno. La década entera. Precio económico, político y social. Empleos perdidos y oportunidades desaparecidas. Democracia dañada y vidas segadas. Empobrecimiento general.

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