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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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¿Dónde está el techo de Vox?

Los de Abascal se han limitado a hablar de las experiencias vitales de su clientela. Miedo a la ruina, seguridad, okupas, inmigración, islamización. En una palabra: abandono

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE)

El día en que nos deshagamos de la pereza intelectual, del apego a las herramientas desfasadas, podremos descodificar mejor lo que está sucediendo a nuestro alrededor. En el resultado de las elecciones catalanas hay buena prueba de ello.

Creo que es una torpeza explicar la subida de Vox recurriendo a una serie de movimientos dentro del electorado de derechas. La aplicación de la vieja escala ideológica, que fue útil hace décadas cuando la política giraba en torno a un único eje, dificulta ahora la comprensión de los hechos, solo sirve para simplificar y equivocar la visión de la realidad. Creo que el empleo de otras perspectivas podría acercarnos a una comprensión más certera de la complejidad.

En este tiempo nuestro, la distinción fundamental está entre las opciones políticas liberales —sean socialdemócratas, liberales o conservadoras— y las opciones iliberales —sean de extrema izquierda, de extrema derecha o nacionalistas—. Llama la atención que casi todas las lecturas del 14-F se hayan llevado a cabo desatendiendo esa diferencia esencial.

Foto: Elecciones catalanas 14-F.

Si nos centramos en esa línea de tensión, podremos concluir que el resultado de las urnas catalanas es todavía más preocupante. No, no corren buenos tiempos para quienes defienden la superioridad ética y material, vital, del sistema constitucional.

Y si enfocamos nuestro análisis a la competición que se da en el sector iliberal, no tardaremos en sorprendernos ante el sorpaso catalán que Vox ha dado a Podemos. No es el primero aunque sí el más espectacular porque aquello no es precisamente la meseta.

Los de Abascal se han convertido en la fuerza populista dominante, suben a la misma velocidad con la que bajan los morados. Los verdes son más competitivos, más eficientes al hurgar en las heridas del malestar. ¿Por qué? Cuatro posibles motivos.

placeholder El cabeza de lista de Vox, Ignacio Garriga, acompañado de los miembros de su partido tras el 14-F. (EFE)
El cabeza de lista de Vox, Ignacio Garriga, acompañado de los miembros de su partido tras el 14-F. (EFE)

Primero. Una cuestión personal. No encuentro precedentes en la historia reciente de nuestro país –y tampoco entre los países de nuestro entorno– de un despilfarro de credibilidad como el protagonizado por Iglesias. Pocos pudieron recabar tanta esperanza. Nadie ha generado tanta decepción y tanta repugnancia entre quienes le creyeron.

Segundo. El factor político. Hoy Podemos está en el Gobierno y eso dificulta el discurso antisistémico. Además, no tiene acceso a las cuentas públicas o al Boletín Oficial del Estado. Como consecuencia de lo anterior, su rango de acción política se limita al intento de vaciamiento de los usos y costumbres democráticos, así como maltrato reiterado de los símbolos del sistema que compartimos. Entra dentro de lo comprensible que esa violencia simbólica pueda ser interpretada en términos de amenaza directa en amplias capas de la sociedad.

Tercero. El sentimiento identitario. Dentro de lo emocional y a caballo de lo político, porque el proyecto de Podemos ya no puede entenderse sin su dependencia de los separatismos, está también la cuestión territorial. La percepción, cada vez más generalizada, de que España se nos diluye como el agua entre las manos y no porque falten mimbres para la convivencia, sino porque sobran oportunistas, mercenarios del enfrentamiento.

El desempeño de Vox en las catalanas ha estado marcado por una mutación más cercana al populismo de la extrema derecha francesa

Y cuarto. Lo estructural. El temario del malestar ha cambiado con la pandemia. Esta crisis no es como la anterior. En aquella los grandes damnificados fueron los jóvenes, los obreros de la construcción, el 'precariado'. Todo ese caldo de cultivo sociológico es más permeable a un populismo con tinte de izquierdas. Sin embargo, esta crisis ha devastado al sector servicios, al turismo y a la hostelería; también tenemos hipertrofiados –el estallido de la segunda burbuja– a los autónomos, al pequeño comercio, al público de mediana edad. Zonas, en definitiva, más porosas a un populismo de derechas.

Creo que estas cuatro condiciones ambientales pueden ayudarnos a comprender lo que viene pasando con Vox mejor que la reglita unidimensional de la escala ideológica. ¿Bastan por sí mismas? No. Toca volcarlas en un vaso de precipitados y mezclarlas a la temperatura emocional adecuada. Técnica, en definitiva. Lo que hemos visto durante la campaña electoral.

Conocíamos la versión trumpista de los de Abascal, desacomplejada y retadora, más moderna que los demás en el empleo de las redes sociales y de la comunicación en general. Sin embargo, su desempeño en las catalanas ha estado marcado por una mutación mucho más cercana al populismo de la extrema derecha francesa –incluso mejorada– que al de la norteamericana. Y la mayor demostración de ello está en su discurso.

Foto: Isabel Díaz Ayuso, este jueves en el pleno. (EFE)

Lo territorial ha sido accesorio en el mensaje. Esa decisión resulta lógica cuando se tiene ocupada la posición más contundente entre los castellanohablantes que se sienten marginados. La clave, a mi parecer, ha estado en su capacidad de sintonizar sentimentalmente con las capas sociales más zarandeadas por la pandemia. No han perdido demasiado tiempo en ofrecer lo que no se espera de ellos: las soluciones. Simplemente, se han dedicado a reconocer los problemas presentes en el primer plano de su electorado potencial.

¿Se han enfrascado en la maraña de posibles pactos que ha hecho girar a todas las demás campañas? No. Se han limitado a hablar de las experiencias vitales de su clientela. Miedo a la ruina, seguridad, okupas, inmigración, islamización. En una palabra: abandono.

¿Han sido responsables? Cerraron la campaña en un acto multitudinario, sin distancia social, con la gente apiñada. Visto desde la posición de quien puede teletrabajar es una locura. Visto desde la vida de quienes no pueden hacerlo no es una negación del virus, sino una afirmación de la necesidad.

Foto: Debate de RTVE.
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¿Dónde está el techo electoral de Vox? Quienes analizan lo que ocurre con los recursos del pensamiento convencional consideran que no llegará a pasar al PP. Probablemente no sea del todo prudente descartar el desbordamiento. Ya hemos dejado atrás el punto en el que Podemos era la primera fuerza en capitalizar el sufrimiento de los demás.

Ahora estamos en la paradoja. Iglesias es el principal agente electoral de Vox y Abascal da de comer a Sánchez. Pueden seguir subiendo. Desconocemos hasta dónde. Lo único que puede intuirse es que la cima de Vox estará donde esté la cumbre española del malestar. A eso no hemos llegado. Falta.

El día en que nos deshagamos de la pereza intelectual, del apego a las herramientas desfasadas, podremos descodificar mejor lo que está sucediendo a nuestro alrededor. En el resultado de las elecciones catalanas hay buena prueba de ello.

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